MUSEO de HISTORIA NATURAL
de VALPARAISO
ANALES
DEL
MUSEO DE HISTORIA NATURAL
DE
VALPARAISO
VALPARAISO — CHILE
19 6 8
MUSEO DE HISTORIA NATURAL DE VALPARAISO
Conservador del Museo:
Nina Ovalle Escobar
Comisión de Publicaciones:
Dr. RobeHo Gajardo-Tobar ,
Agustín Garaventa H. }
Alvaro Valenzuela González.
Director de Anales:
Dr. Roberto Gajardo-Tobar.
Dirección:
Casilla 5055
Valparaíso - Chite
ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL
DE VALPARAISO
—Publicación anual del Museo de Historia Natural de Val¬
paraíso con la colaboración de la Sociedad Científica, bajo
los auspicios de la Dirección General de Bibliotecas, Ar¬
chivos y Museos.
—De ordinario editará un nÚ7nero anual. Por excepción pu¬
blicará fascículos extraordinarios.
—La Dirección de Anales someterá los trabajos que se pre¬
senten al juicio de la Comisión de Publicaciones. Los que
no encuadren con el espíritu de la publicación serán de¬
vueltos a sus autores.
—Los originales deberán venir en la forma más condensada
posible, escritos a máquina, en espacio medio, cuidadosa¬
mente corregidos y siempre traer una copia. La bibliogra¬
fíat, de acuerdo con el sistema internacional.
—Los autores son absolutamente responsables de sus opi¬
niones.
ANALES
DEL
MUSEO DE HISTORIA NATURAL
VALPARAISO - CHILE
N 9 1 - 1968
INDICE
PREFACIO páginas
Prof. Roque Esteban Scarpa. 7
LOS MUSEOS COMO INSTITUCIONES EDUCACIONALES
Dra. Grete Mostny . . .. 11
HOMENAJE A JOHN JUGER SIL VER
Nina Ovalle Escobar . .. 17
HISTORIA DE LA SOCIEDAD CIENTIFICA DE VALPARAISO
Alvaro Vaienzuela González. 27
LOS HELECHOS DEL GENERO POLYSTICHUM ROTH EN
CHILE
Gualterio Lo oser . 49
NOTICIA SOBRE LA PRESENCIA DE GLOSSOTHERIUM EN
CHILE CENTRAL
Rodolfo M. Casamiquela. 59
EL BIODINAMISMO PLEISTOCENICO, UNA CONSECUENCIA
DE LOS REPETIDOS CAMBIOS DEL CLIMA MUNDIAL
Dr. Juüus Spinner . 77
OBSERVACONES DEL DESVANECIMIENTO DEL BRILLO DE
ALGUNAS ESTRELLAS EN SUS OCULTACIONES POR
LA LUNA
Rafael Capdeville . 113
DOS NUEVAS ESPECIES DEL GENERO LEIOPROCTUS
Prof. Haroldo Toro. 125
CONTRIBUCION AL ESTUDIO DE LOS MALLOPHAGOS DE
PELECANIFORMES
L. Ruz y H. Toro . 133
CONTRIBUCION AL ESTUDIO DE LOS SPHECIDAE
CHILENOS
Manfredo Fritz, M. Montenegro y H. Toro. 137
NYSSONINI NEOTROPICALES
Manfredo Fritz .
143
8
ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N 9 1, 1908
LOS TIPOS DE CERCERINI EN LA COLECCION DEL MUSEO
ARGENTINO DE CIENCIAS NATURALES páginas
Manfredo Fritz .
OBSERVACIONES BIOLOGICAS SOBRE LA EROESA
CHILENSIS
Rodolfo Wagenknecht. 173
OBSERVACIONES BOTANICAS Y ZOOLOGICAS EN LA
REGION DE LAS TERMAS DE PUYEHUE Y COSTA
CERCA DE OSORNO
Rodolfo Wagenknecht. 179
ESTUDIO DE ALGUNOS EFECTOS DE EPHESTIA
KUHNIELLA SOBRE LA HARINA
Alejandro Horvat y R. Guerra. 187
ESTUDIOS DE ADAPTACION Y TRABAJO DE REFORESTACION
EN LA HACIENDA EL PERALILLO DE CHOAPA
Germán Riegel. 197
NOTAS SOBRE TECNICA ARQUEOLOGICA
Julio Montané M. 213
LA POTERA.— ANZUELO PARA CEFALOPODOS
Jorge Silva Olivares y Dámaso R. Bahamondes B. 217
MINIATURAS INDIGINAS DE CALDERA
Nina O valle Escobar. 239
ALGUNOS PETROGLIFOS DE PIGUCHEN
Norma Sanguinetti de Cataldo. 249
LAS COLECCIONES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL
DE VALPARAISO
Max Puelma Bunster. 261
NOTAS SOBRE EL HALLAZGO DE UNA HABITACION
SEMISUBTERRANEA
Fernando Igualt Ansted .
UNA TUMBA MOLLINA DE SAN AGUSTIN
Prof. Miguel Vicencio C.
CLAVA CEFALOMORFA DE TIPO ORNITOMORFO
ENCONTRADA EN SAN AGUSTIN
Prof. Miguel Vicencio C.
DESCRIPCION DE TRES CLAVAS
Dr. Roberto Gajardo-Tobar .
NOTA DE LA DIRECCION DE ANALES ..
2S1
2S5
287
301
Scarpa, R. E.
PREFACIO
9
“ANALES”
Los Seminarios de Conservadores de Museos, organi¬
zados por la Dirección en mayo de 1967, han orientado la
política museológica en un sentido renovador y de plenitud
de servicio a la comunidad, a la docencia y a la investigación
científ ica. El Museo que era una exhibición, no siempre orde¬
nada, de materiales de diversa calidad, ahora tiende a un
expurgo y a una organización metódica, clara y estética de
esos materiales. El Museo de Concepción es el primer expo¬
nente de ese espíritu transformador, que irá abarcando, de
acuerdo con los medios, a todos los museos del país. Tenemos
que derrotar muchos años de inercia, pero contamos con un
material humano de primer orden, con un entusiasmo conta-
gioso, con un espíritu acorde con los tiempos y lo que señala
la ciencia de la museología. Nos falta dinero, pero, casi sin
él, se ha logrado, gracias a los otros factores, entre los que
cuenta un nuevo ánimo de colaboración entre todos los museos,
la síntesis de un pequeño museo moderno, didáctico y hermoso,
como es el de Concepción.
Un punto esencial en esta política es el de aunar la inves¬
tigación con la exhibición. Algunos museos ya cuentan con
un equipo de científicos que laboran en distintos campos.
Otros han de buscar colaboración en las universidades para
una tarea común o en Sociedades Científicas de prestigio que
asesoren en estas tareas. Le ha cabido al Museo de Historia
Natural de Valparaíso encontrar en un núcleo de hombres
estudiosos, de larga trayectoria en la ciencia, esta comple-
mentación, este asesoramiento, esta mancomunidad en la ta¬
rea de hacer de los museos un centro vivo de investigación y
de exhibición. La Sociedad Científica de Valparaíso, cuyos
orígenes tienen más de un siglo, sostiene esta labor en
unidad con doña Nina Ovalle, digna continuadora del Dr.
John Juger, en sus funciones de Conservador del Museo. Fruto
de esta unidad de miras y de trabajos son los estudios de botá¬
nica, de técnicas arqueológicas, de paleontología, de ciencia
astronómica, de entomología, que recogen estos Anales, mues¬
tra evidente del nuevo ánimo y del deseo de hacer resaltante
este espíritu de comunidad, en el que participa, en forma
ejemplar también, el Museo Nacional de Historia Natural de
Santiago.
10 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N v 1, 1968
Nada más justo que se inicien estos Anales con el recuer¬
do de quien sii'viera por más de medio siglo al Museo y con
la historia de la Sociedad Científica de Valparaíso, símbolo de
la cultura de una provincia que dio tantos hombres de relie¬
ve al desenvolvimiento cultural de Chile. Nada más justo que
esta Dirección se asocie a este homenaje con su sincera admi¬
ración y respeto y que testimonie a través de los Anales, uno
de sus propósitos esenciales: dar a las provincias las posibili¬
dades de expresión que esas zonas de la nacioTialidad merecen.
El Centro Nacional de Museología, creado en 1968, la
nueva política museológica, las publicaciones de estos organis¬
mos, servidores de la docencia y de la cultura, son pruebas
irrefutables de una nueva realidad. El máximo orgullo del
que firma estas líneas es el de haber podido revelar estas
fuerzas que construyen Chile con modestia, pero con calidad
trascendente y extraordinaria.
Estos Anales del Museo de Histoma Natural de Valpa¬
raíso inician una nueva era, que esta Dirección se compro¬
mete, solemnemente, a mantener con todas sus fuerzas y su
entusiasmo.
Roque Esteban Scarpa
Director General de Bibliotecas, Archivos y Museos
Mostny, G. MUSEOS INSTITUCIONES EDUCACIONALES
11
LOS MUSEOS COMO INSTITUCIONES
EDUCACIONALES
Dra. GRETE MOSTNY
Conservador del Museo Nacional de Historia Natural
Los museos han tenido sus principios en el afán colec¬
cionista de los príncipes del Renacimiento que juntaron obras
de arte y objetos “curiosos” para su deleite y entretención
personal y de sus amigos; más tarde o en ciertas ocasiones
fueron abiertos a grupos selectos y solamente a fines del
siglo XVIII y especialmente después de la Revolución Fran¬
cesa las colecciones fueron exhibidas al público en general y
consideradas como bienes nacionales.
El museo moderno es un centro de conservación, inves¬
tigación y educación. La tarea de conservación es tan anti¬
gua como la de coleccionar; la investigación entró a ser ma¬
teria de preocupación debido a la necesidad de aumentar las
colecciones, de informarse mejor sobre las piezas y de obtener
objetos bien documentados. La idea de que los museos debían
ser incorporados al sistema educacional de una nación, crista¬
lizó mucho más tarde. Hace unos 30 años que los museos de
los Estados Unidos comenzaron a preocuparse intensamente
de este aspecto. Les seguían los museos europeos, asiáticos,
africanos y latinoamericanos (i).
Ahora nadie duda ya que los museos han dejado atrás su
pasado aristocrático y que su tarea más noble es la de servir
a la colectividad, sin distinción de edad o nivel cultural, pro¬
porcionándole educación y enseñanza (2). Enseñan median¬
te la transmisión de conocimientos a través de los objetos;
educan incitando al individuo a usar sus facultades intelec¬
tuales para razonar, estimular su imaginación y afinar su
sensibilidad, para llevarlo a experimentar sentimientos de
satisfacción y de goce.
(1) Musées et Jeunesse. ICOM, París, 1952.
( 2 ) Molly Harrison: “L'Educatlon ct les Musées” en Lorganísation
1 1 des Musées. Conseils Practiques. Musées et Monumento IX, UNES¬
CO, París, 1950.
12
ANALES DLL MUSLO DE HISTORIA NATURAL
N° l, 1968
Esta educación se logra en los museos por medio de los
objetos: ellos deben exhibirse de tal manera que no solamente
sean claramente visibles, sino resalten las relaciones que exis¬
ten entre ellos; los objetos producen en la mente del visitante
un impacto mucho más inmediato y real que todo lo que pueda
leer sobre ellos o escuchar en una conferencia o clase; ellos le
estimulan a observar, reflexionar, comparar y sacar deduc¬
ciones lógicas.
El público al cual los museos deberán dirigir su aten¬
ción preferente son los niños. Su mente abierta y en forma¬
ción constituye la base ideal para sembrar nuevos conocimien¬
tos y su curiosidad natural, libre todavía de las inhibiciones
y limitaciones del adulto, convierte a cada uno de ellos en un
investigador en ciernes que -—guiado inteligentemente— pue¬
de transformarse en un verdadero investigador científico o
artista. En este sentido, los museos deberán ser buscadores y
descubridores de talentos.
Hay varias maneras de realizar la tarea educacional de
los museos.
El factor básico es la exhibición misma. Ya ha sido su¬
perada la época de salas atestadas con vitrinas y las vitrinas
llenas hasta el tope con objetos que por su superabundancia
no permiten distinguirlos (3). El museo moderno trata de
crear ambientes de descanso y paz que facilitan la concentra¬
ción del visitante en pocos objetos, exhibidos de tal manera
que cada uno forme un pequeño centro de atracción, explicado
con pocas palabras para no desviar la atención hacia la mera
lectura. La preparación de estas vitrinas y salas exige la co¬
laboración estrecha entre el científico que da al objeto su
sentido dentro de su contexto natural y cultural y el artista
decorador, capaz de presentarlo con gracia y belleza. El resul¬
tado debe ser la visión del objeto real en su relación con otros
o con el hombre, pues no existe ningún objeto y ningún ser
aislado en el mundo: todos son integrados en unidades mayo¬
res y pueden ser comprendidos solamente en este sentido.
El complemento necesario de la exhibición es la disponi¬
bilidad de buenos guías. El profesor de curso que trae los ni-
(3) La regla actual es de dedicar sólo un tercio del espacio disponible
de un museo a la exhibición y los dos tercios restantes a bodegas-
reservas, laboratorios y demás servicios.
Mostny, G. MUSEOS INSTITUCIONES EDUCACIONALES
13
ños al museo en complementación de sus clases, en general no
está interiorizado con las colecciones; tampoco es esta su ta¬
rea. Por eso, los museos deben disponer de profesores-guías
que han recibido una formación específica que les permita
explicar a los niños el contenido de las vitrinas y atender a
sus consultas. Entonces la visita al museo no significa una
simple amplificación de la materia pasada en clase, sino hori¬
zontes nuevos con enfoques diferentes. Por eso, la mayoría
de los grandes museos en todo el mundo dispone de un depar¬
tamento educacional, con profesores-guías, que llevan prime¬
ramente los niños a una sala de clase, donde les explican lo
que verán; después del recorrido vuelven a la sala de clase,
donde se les proporciona greda, plasticina, lápices y papeles
en colores para que ellos, con la impresión todavía fresca, re¬
produzcan lo que han observado. En Santiago, profesores-
guías están a disposición de los escolares en los museos de
Bellas Artes, Historia Natural, de Arte Contemporáneo y
Arte Popular; en provincia el Museo Arqueológico de La
Serena cuenta con este servicio.
Hasta aquí la visita al museo forma parte de los planes
de estudios, ha quedado dentro del marco de la enseñanza
escolar. Pero los museos pueden dar mucho más todavía;
queda todo el campo de la educación extra-escolar, que cada
día adquiere más importancia en el panorama mundial.
Las largas vacaciones escolares son una bendición du¬
dosa, tanto para padres como para niños. Después del alivio
inicial de haberse librado de la obligación escolar y de las
tareas, los niños buscan y necesitan ocupación. Aquí nueva¬
mente entran en escena los museos, ofreciéndoles cursos de
vacaciones. El Museo Nacional de Historia Natural —a mo¬
do de ensayo— ofreció cursos de Iniciación Científica duran¬
te las vacaciones de 1967 y 1968. La aceptación por parte
de los niños superó todas las expectativas y hubo que negar
la matrícula a muchos de ellos por carecer de espacio y pro¬
fesores.
Otro aspecto muy importante de la educación extra¬
escolar ha encontrado su realización en los clubes científicos
juveniles o Juventudes Científicas que forman un movimien¬
to mundial. El Consejo de Europa, comprendiendo la impor¬
tancia del encauce de las inquietudes juveniles en una socie¬
dad orientada hacia la ciencia y la tecnología, los tomó bajo
14
ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N 1, IDOS
su égida y el Comité Internacional de Coordinación para la
Iniciación Científica y el Desarrollo de las Actividades cien¬
tíficas extraescolares, se preocupa de ellos. En Estados Uni¬
dos cientos de miles de estudiantes pertenecen a más de 25
mil clubes científicos, en la Unión Soviética más de 6.000
instituciones extra-escolares llevan a cabo difusión científi¬
ca entre los alumnos. En Francia la “Jeune Science” tiene
clubes-laboratorios, en Polonia y Yugoslavia se organizaron
“olimpíadas científicas”, en Canadá “campamentos científi¬
cos” donde los jóvenes tienen ocasión de conocerse e inter¬
cambiar ideas (4). Son estos unos pocos ejemplos a los cua¬
les podemos añadir el caso de Chile: desde 1967 funcionan,
como modesto principio, en el Museo Nacional de Historia
Natural cinco de estos clubes o Centros Científicos Juveniles:
de Mineralogía, Fauna Marina, Entomología, Astronomía y
Acuarios. Son integrados por pequeños grupos de niños, cu¬
ya edad fluctúa entre 12 y 16 años. Previa autorización de
sus padres, los niños forman grupos de trabajo dedicándose
a la investigación de algún aspecto científico, elegido por
ellos mismos. El personal científico del museo los orienta y
aconseja; muchos de ellos ya son “habitúes” del museo en el
cual entran y salen como en su casa. El material recolectado
por ellos sirve para formar sus propias colecciones; otros
estiman que deben obsequiarlas a su colegio o al museo. El
Centro de Acuarios dio a conocer los resultados de una ex¬
cursión en un informe mimeografiado (5) que sus integran¬
tes mismos se preocuparon de distribuir entre sus compañe¬
ros de colegio (7’ y 8 9 años de Educación Básica). Actual¬
mente el Museo está haciendo gestiones para obtener la cola¬
boración de más profesores para la atención de estas Juven¬
tudes Científicas.
Otra actividad propia de los museos en el campo educa¬
cional es la preparación de material didáctico para el uso
en colegios. Con excepción de unas pocas publicaciones (6)
(4) Correo de UNESCO, julio-agosto, 19G5, (año XVT1I).
(5) Santander Martínez Hernán, Fernández Mendelewsky Francisco,
Bizarro Acevedo Alamiro, Izam Sarhá Miguel: “Sobré una excur¬
sión al Estero del Rosario (Tabo)'\ Santiago, febrero de 19GS.
(6) “Serie Educativa” del Museo Nacional de Historia Natural; “Re¬
portaje al Museo, a los Araucanos y a la Región de la Frontera”
etc,, del Museo de la Frontera, Temuco.
Mostny, G. MUSEOS INSTITUCIONES EDUCACIONALES
15
este campo prácticamente no ha sido tocado, pese a su enor¬
me importancia. Esto se debe ante todo a la falta de perso¬
nal especializado en la recolección y preparación de material
científico.
Para formar los técnicos necesarios, ha sido creado por
Decreto 1.309 de 28 de febrero recién ppdo., ed “Centro
Nacional de Museología” del Museo Nacional de Historia
Natural dependiente de la Dirección de Bibliotecas, Archi¬
vos y Museos. En él se imparte la enseñanza de una nueva
carrera profesional, de 3 años de duración, abierta a niños
a partir del 4 9 año de Humanidades; al final de sus estudios
ellos recibirán al mismo tiempo la Licencia Media y un
diploma que les acredita como “Técnicos en Museología”.
Ellos serán profesionales capaces de ejecutar todas las acti¬
vidades propias de un preparador de material científico que
usa el investigador en sus tareas y que el público observa
en las salas de un museo científico; serán taxidermistas,
preparadores de muestras mineralógicas y fósiles, recolecto¬
res y preparadores de plantas para herbarios, de insectos,
de animales terrestres y acuáticos; serán restauradores de
material arqueológico y etnográfico, supervisores de excava¬
ciones, catalogadores de colecciones y estarán a cargo de la
mantención de ellas. Su campo de acción principal serán
los museos, pero serán igualmente necesarios como ayudantes
y técnicos en laboratorios científicos, como recolectores de
material en universidades, ministerios y otras instituciones,
como ayudantes y técnicos para gabinetes de ciencias natu¬
rales en establecimientos educacionales y finalmente como
preparadores y fabricantes de material didáctico. La necesi¬
dad de técnicos en museología es grande, no solamente en
Chile, sino en toda América Latina. Por esta razón el ICOM
(International Council of Museum) que prestó mucha aten¬
ción y ayuda técnica a este Centro, está interesado en su
ampliación en un Centro Regional Latinoamericano para la
formación de personal para museos de ciencia.
En esta somera exposición sobre el papel educativo de
los museos ha quedado sin tocar lo referente a la educación
de adultos. Parcialmente ella coincide con la de los niños en
cuanto se refiere a métodos de exhibición. Referente a las
visitas guiadas, los organismos de Promoción Popular han
tomado la iniciativa, filmando un convenio con la Dirección
16 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N ' 1, 19GB
de Bibliotecas, Archivos y Museos; con este objeto se ha dic¬
tado en los museos de Santiago un curso para formar guías
de adultos. No ha sido posible todavía ofrecer a los visitantes
adultos cursos o conferencias especializados, debido a la falta
de espacio, salas de conferencias, laboratorios y profesores.
Igualmente queda reservado para el futuro el equipa¬
miento de varios museobuses que llevarán exposiciones a
partes del país donde no hay museos; existe actualmente un
solo museobús de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Mu¬
seos, adscrito al Museo de Concepción.
En Chile funcionan 39 museos (fiscales, municipales,
universitarios, particulares) y hay varios más en formación.
Los museos estatales dependen en casi su totalidad de la
Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos que mediante
seminarios periódicos de sus conservadores mantienen un
pennanente contacto entre sí. El Comité Nacional Chileno de
Museos, afiliado al ICOM, trata de vincular los museos inde¬
pendiente de su afiliación. En los últimos años se ha obser¬
vado un creciente interés del público y asimismo de las auto¬
ridades por los museos. Con este estímulo los museos podrán
modernizarse y cumplir con sus triples funciones de conser¬
vación, investigación y educación en la forma eficiente que
de ellos se espera.
Ovalle E., N. HOMENAJE A JOHN JUGER SILVER
17
HOMENAJE A JOHN JUGER SILVER
1884 - 1967
NINA OVALLE ESCOBAR,
Conservadora del Museo de Historia
Natural de Valparaíso
El Museo de Historia Natural de Valparaíso, dedica el
presente volumen al benemérito John Juger Silver, vinculado
a él durante 63 años.
Al cumplirse 92 años desde la creación del Museo, apa¬
recen los “Anales del Museo de Historia Natural de Valpa¬
raíso”, que también deseó el Sr. Juger y que hoy, gracias al
Sr. Director General de Bibliotecas, Archivos y Museos, Dn.
Roque Esteban Scarpa se hacen realidad.
La historia del Museo de Historia Natural de Valparaíso
comienza durante la rectoría del Liceo de Valparaíso, en calle
Colón, del eminente educador, Dn. Eduardo de la Barra, en
cuyo homenaje el Liceo lleva hoy su nombre.
Eduardo de la Barra, ayudado por la generosidad de los
señores Agustín Edwards Ossandón, Federico Varela, Fran¬
cisco Echaurren y muchos otros, echó las bases para la for¬
mación del Museo, el que se fundó en una sala del Liceo,
en 1876.
A fines de 1878, se entregó la Dirección ai sabio natu¬
ralista inglés, Dr. Edwyn Reed, llegado a Chile en 1869. El
entusiasmo del progresista Dn. Eduardo de la Barra y la ac¬
tividad poco común del naturalista Reed, vencieron todas las
dificultades y antes de un año las colecciones constituían ya
una magnífica base del Museo.
En 1879, el Dr. Puga Borne, con inteligencia y con mu¬
cha actividad, incrementaba también gran parte de las colec¬
ciones. El Dr. Puga Borne había sido nombrado Profesor de
Historia Natural, Geografía Física del Liceo y Director al
mismo tiempo del Museo.
En 1884, ocupó el cargo el Dr. Pérez Canto, médico joven
y hombre dedicado enteramente a la Historia Natural.
Pasaron algunos años y el 27 de octubre de 1897 fue
nombrado Director del Museo el destacado naturalista Dn.
18 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N v 1, VJG%
Carlos Porter, fundador de la Revista Chilena de Historia
Natural, independizando el Museo del Liceo. Con el prestigio
que el Sr. Porter llegó a tener puso al Museo en relaciones
con las principales instituciones científicas y personalidades
en el extranjero, dándolo a conocer en casi todas partes del
mundo. Su labor fue muy fructífera enriqueciendo asimismo
las colecciones y la Biblioteca, editando además, el primer
Boletín del Museo.
Desgraciadamente ocurrió el terremoto del año 1906 que
destruyó e incendió la mayor parte del Museo, reduciéndolo
casi a escombros, lo que obligó al Sr. Porter a irse a vivir a
Santiago, encargando el Museo para su reorganización al
señor John Juger Silver, joven de 22 años, quien por falle¬
cimiento del Sr. Delfín estaba desempeñándose como Jefe de
la Sección Botánica del Museo Nacional.
El poco material que se pudo salvar del terremoto se
llevó a Santiago para instalarlo provisoriamente en una Sala
del Liceo Amunátegui, de la capital, en donde el Sr. Porter
tuvo el propósito de rehacer lo perdido.
En los años 1908-1909 hay bases suficientes para que
el Museo se traslade desde Santiago a Valparaíso, cuya inau¬
guración podría formar parte de las fiestas del Centenario
de la Independencia de Chile, pero eso no ocurre, el Sr. Por¬
ter fue comisionado por el Supremo Gobierno (9 de mayo
de 1910) para estudiar los últimos adelantos en las ciencias
biológicas, teóricas y aplicadas, como también visitar los prin¬
cipales Museos y Estaciones de Zoología Marítima de Europa.
El Sr. Porter, por oficio N* 804, del 6 de julio del mis¬
mo año, hace entrega del Museo al Jefe de la Sección Botá¬
nica, Dn. John Juger Silver, a quien, por Dto. N' 7.873, de
24 de noviembre, se le nombra Director accidental del Museo.
Mientras dura la ausencia del Sr. Porter en el extran¬
jero, al Sr. Jüger se le autoriza, por Oficio N 9 389, de 21 de
marzo de 1911, para tomar a su cargo la Dirección accidental
del Museo.
Continuos viajes hace el Sr. Juger a este puerto para
gestionar ante las autoridades la ubicación del Museo. Puso
en manos del Ministro de Instrucción Pública una extensa
exposición de un hermosísimo proyecto en el que se indicaba
la forma que podría realizarse un Museo moderno, un gran
Zoológico y Botánico, Aquáríum, Escuela de Pesca y Jardine-
Ovalle E., N. HOMENAJE A JOHN JUGER SILVER
19
ría, etc., etc., en un gran Parque Público en Playa Ancha,
con pabellones separados y construidos ad hoc. Este proyecto
fue muy aplaudido por las autoridades y personas que lo co¬
nocieron. El Ministro lo pasó, para su estudio, a la Comisión
JOHN JUGER SILVER
1884-1967
Mixta de Presupuestos para que se consultaran fondos. La
Comisión acordó $ 80.000 para la iniciación de los primeros
trabajos de instalación. La Ilustre Municipalidad cedería los
terrenos donde están ahora el Criadero de Arboles y el Esta¬
dio Valparaíso. El Intendente Sr. Larraín Alcalde apoyaba el
proyecto junto con los Sres. Alberto Edwards, Joaquín Fi-
gueroa, Jorge Montt y Benjamín Montt.
Entre tanto el Sr. Juger era nombrado Director en pro-
ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL
1, 1 LUA
‘JO
piedad, el 18 de junio, a contar del l p de julio de 1912. Como
nada resultaba, a pesar de su dinamismo y entusiasmo y el
tiempo pasaba, se busca entonces un local para instalar pro¬
visoriamente el Museo y se arrienda la hermosa casa del Sr.
Varela Munizaga, calle Errázuriz N p 70 en Playa Ancha,
eon lo cual se empieza a traer desde Santiago el material que
se había podido salvar del terremoto y lo que se había reuni¬
do en la capital, pero esto no era mucho.
Ardua fue la labor desarrollada por el Sr. Juger para
instalar el Museo con un presupuesto insuficiente. Se orga¬
nizaron kermeses, se pidió ayuda por la prensa y con los bue¬
nos amigos con que contaba el Museo, los señores Jorge
Montt, Dr. Vicente Dagnino, Manuel Rodríguez, Cortés Julio,
el senador Dn. Joaquín Figueroa Larraín y el Director de la
Biblioteca Nacional, Dn. Carlos Silva Cruz y muchos otros, se
pudo reunir lo que faltaba.
La prensa anuncia que el 11 de septiembre de 1913, el
Museo podrá abrir sus puertas, pero no ocurre así por falta
de medios económicos y su inauguración oficial fue al año
siguiente, o sea, en 1914, entregando así a Valparaíso y a la
colectividad un nuevo Museo.
El señor Jüger había reunido valiosísimo material, in¬
crementando extraordinariamente sus existencias. Primera¬
mente con las momias preincásicas de Chinchorro, únicas y
donadas por el Almte. Jorge Montt, y después con interesan¬
tes donaciones de toda clase de material de los Sres. Reitig,
Almte. Gómez Carreño, Dr. Dagnino, etc., etc.
Por los años 1915-16 el Museo se incrementa nuevamen¬
te con una importante donación de minerales y piedras semi-
preciosas y material nativo de la Isla Sarnoa de la familia de
Dn. Oscar Poppe.
En 1918 se siguen las gestiones ante las autoridades lo¬
cales de conseguir los terrenos ofrecidos para la construcción
del edificio del Museo y he aquí la comunicación de la Secre¬
taría de la I. Municipalidad de fecha 24 de marzo de 1918:
“N p 42.— En sesión ordinaria de ayer la I. Sala, por
unanimidad de los once regidores asistentes, acordó mante¬
ner en todas sus partes los efectos del acuerdo de 25 de abril
del año pasado que dispuso la entrega al Supremo Gobierno
de unos terrenos en Playa Ancha para ser destinados a Mu¬
seo, Acuarios y Jardín Zoológico, y para cuyo efecto se fija
Ovalle E. ( N.
HOMENAJE A JOHN JUGER SILVER
21
un nuevo plazo de seis meses, a contar desde esta fecha, para
la instalación de los respectivos trabajos, de conformidad con
el art. 60 del presente acuerdo, lo que transcribo a Ud. para
su conocimiento y fines consiguientes.
Saluda a Ud., Luis González”.
EDWYN C. RELD
1841-1910
El plazo de seis meses se cumplió y todo quedó sin efec¬
to por falta de recursos económicos, pero el Sr. Juger no se
dio por vencido y siguió insistiendo hasta llegar a la Presi¬
dencia de la República, consiguiendo audiencia con el Excmo.
Sr. Juan Luis Sanftientes, quien le prometió $ 25.000.—.
Largo sería enumerar o detallar la trayectoria de los
22 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N L HUJ8
años que transcurrieron hasta 1928, año que se incorporaron
al Museo dos personas, una Secretaria, doña Nina Ovalle Es¬
cobar y un Taxidermista, Dn. José Carpeneto Corsiglia, quie¬
nes entusiastamente cooperan en la obra del Sr. Juger.
Por segunda vez vuelve el Sr, Jüger a pedir audiencia
al Presidente de la República, pero esta vez es Don Carlos
Ibáñez del Campo, que al imponerse del proyecto promete
que la construcción del Museo será una realidad en fecha muy
próxima y la misma disposición de ayuda encontró con el
Intendente de Valparaíso, Sr. Costa Pellé, y del entusiasta
Alcalde, Sr. Lautaro Rozas, quien ofreció $ 200.000, siempre
que el Gobierno cooperara con $ 500.000. El edificio costaría
$ 1.000.000. Esto fue el año 1928.
Las necesidades del Museo son muchas ya que sus seccio¬
nes han aumentado considerablemente con variadas y valiosas
colecciones entre ellas una muy importante que es la Colec¬
ción Arqueológica Norteña del Sr. Lodwig, y otras tantas que
es largo de enumerar y como es de suponer el presupuesto
es muy reducido. El Museo necesita tener mejor suerte cons¬
truyendo un edificio apropiado para sus fines.
Pasan los años y en 1952 el Museo debe entregar el local
donde funciona, por haber sido adquirido por la Oficina de
Hidrografía de la Armada. Hay que apresurarse en buscar
otro sitio donde instalarlo, mientras tanto se empieza a en¬
cajonar, guardando todo cuidadosamente y esto demora más
del tiempo calculado. Surgen ofertas de la Municipalidad de
Viña del Mar para llevar el Museo a la Quinta Rioja o Quinta
Vergara para fusionarlo con otros Museos, lo que no se puede
aceptar por razones legales. El sitio ideal es el Parque de
Playa Ancha, como siempre así lo soñó el Sr. Juger. ¡Y pen¬
sar que con sólo 20 millones el Museo habría podido solucio¬
nar su problema. .. ! Entre tanto se arrienda una casa gran¬
de, circundada por jardines y amplio terreno en el mismo
barrio de Playa Ancha, al lado del Departamento de Ciencias
de la Universidad de Chile, en el centro de lo que se llamará
barrio universitario, indicado para construir allí mismo un
gran Museo de acuerdo a las necesidades y exigencias mo¬
dernas.
Titánico trabajo fue el traslado al nuevo local. El conta¬
gioso dinamismo del Sr. Juger hizo que su personal trabajara
horas extraordinarias todos los días, logrando con ello entre-
Ovalle E., N.
HOMENAJE A JOHN JUGER SILVER
23
gar a Valparaíso y a la colectividad, a pesar de las muchas
dificultades, especialmente de la falta de recursos, que el se¬
ñor Jüger, muchas veces solucionaba, gastando de su peculio,
un nuevo Museo con vitrinas modernas llenas de luz, con fon-
CARLOS E. PORTER
1867-1942
dos pintados que dan la sensación exacta del medio ambiente
en que viven las especies.
Pero eso no era todo lo que deseaba el Sr. Juger, man¬
tenía siempre viva la esperanza de ver realizada su obra como
tantas veces se lo habían prometida, desgraciadamente su sa¬
lud empieza a resentirse notablemente tanto que tiene prohi¬
bición médica de hacer cuaJq ier esfuerzo, pero él llega lenta-
24 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N 1, 1ÍMJ8
mente todos los días ad Museo, hasta que un día cae en la cav¬
ile, para reponerse aparentemente, sufriendo a los pocos días
otro infarto cardíaco que lo obliga a internarse en el Hospital
Naval, en donde fallece en las primeras horas del l g de julio
de 1967.
John Jüger Silver había nacido en Boston, U. S. A., en
1884, llegado a Chile cuando era muy niño, junto a sus fa¬
miliares.
Hizo sus estudios en el Instituto Nacional y en el Peda¬
gógico, dedicándose de lleno a las Ciencias Naturales, princi¬
palmente a la Botánica (Citología Vegetal).
Tenía vastísimos conocimientos idiomáticos y una gran
cultura humanística.
Participó en infinidad de Congresos Científicos aportan¬
do iniciativas y trabajos. Propició exposiciones, eventos cien¬
tíficos, luchó por el fomento de los Museos, la protección de
Monumentos Nacionales, restauraciones y difusión de la cul¬
tura.
Fue socio de diversas corporaciones científicas y sociales
del país y el extranjero.
Fue miembro de la Sociedad Científica de Chile, Acade¬
mia de Ciencias Naturales, Sociedad de Arqueología de V. del
Mar, Soc. Científica de Valparaíso, Asoc. de Pesca y Caza de
Valpso., Soc. Protectora de Animales de Valpso., Soc. Ami¬
gos del Arbol, Liga Marítima, Cruz Roja, Centro de ex Ca¬
detes, Garden Club de Viña del Mar, etc., etc.
El señor Director de Bibliotecas, Archivos y Museos,
Dn. Roque Esteban Scarpa, dice, en uno de sus acápites, en
comunicación dirigida al señor Ministro de Educación, con
fecha 5 de julio de 1967, lo siguiente: “Creo, señor Ministro,
que este fue un caso excepcional en la Administración Pública
y, aún más extraordinario, porque no sólo el señor Jüger pu¬
so amor especialísimo en su tarea, sino que cedió en condicio¬
nes sumamente ventajosas una casa propia para uso del Mu¬
seo. Basándose en estos antecedentes, he pensado, sería jus¬
ticia dar el nombre de John Jüger Silver al Museo”.
Ovalle E., N. HOMENAJE A JOHN JUGER SILVER
25
Los que fuimos sus discípulos, sus compañeros de traba¬
jo y sus amigos, nos asociamos hoy en este homenaje a quien
por más de medio siglo luchara incansablemente por un Mu¬
seo digno de Valparaíso y esperan que su lucha fructifique,
por fin, en la construcción de un edificio que corresponda a
la importancia de las valiosas especies coleccionadas y a la
forma didáctica y estética que los actuales tiempos exigen.
Valenzuela G., A. SOC. CIENTIFICA DE VALPARAISO
27
HISTORIA DE LA SOCIEDAD CIENTIFICA
DE VALPARAISO
ALVARO VALENZUELA GONZALEZ
Creo que está demás expresar el interés que tenemos
todos los miembros de la Sociedad Científica de Valparaíso,
fundada en 1934, y que tengo la honra de presidir, de cono¬
cer dos instituciones similares que nacieron en este puerto,
una en 1856, y la otra, en 1896, o sea, cuarenta años después.
Larga y paciente investigación en los diarios y publicaciones
de la época, me impusieron sobre algunos antecedentes de
estas dos sociedades, de las cuales muchos de nosotros te¬
níamos noticias vagísimas, formadas a través de la tradición
porteña, tradición que muchas veces se pierde o toma contor¬
nos meramente imaginativos.
Debo declarar, en primer lugar, que después de exami¬
nar los pocos antecedentes recogidos, y considerar el naci¬
miento de la actual sociedad científica, he llegado a la con¬
clusión de que ninguna de ellas tiene conexión o relación en¬
tre sí. Nada las une. No podría decirse que un aliento de
permanencia o perennidad las ata invisiblemente a través de
casi 80 años de distancia una y otra.
Aquellas fechas de 1856, 1896 y 1934, delatan, eso sí, la
existencia de espíritus generosos, mentes alertas y hombres
con condiciones especiales para la investigación científica y
la creación literaria o artística. Se sienten atraídos casi por
vocación innata a manifestar sus inquietudes en faenas no¬
bilísimas y desinteresadas. Pero no indican de manera alguna
jalones de un nacer y renacer sino la aparición espontánea
y voluntaria de entidades que son obra exclusiva de grupos
selectos en momentos y circunstancias oportunas, como luego
veremos.
LA SOCIEDAD DE 1856
El 1- de diciembre de 1856 aparece en “El Mercurio” de
Valparaíso, la fundación de la Sociedad Científica y Literaria,
28
ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N J, 1ÍRJ*
la primera, a mi juicio, que con tales fines consigna la cró¬
nica porteña.
Del texto de su acta de constitución, se desprende que
esta Sociedad fue factura exclusiva de la colonia inglesa y
norteamericana de aquellos años.
Con excepciones muy honrosas, como es el caso del chi¬
leno don José Francisco Vergara, todos sus miembros eran
hijos o descendientes de las Islas Británicas, que vivían su
próspera vida victoriana, y de la pujante nación de América
del Norte.
¿A qué se debió la aparición de esta Sociedad en manos
de tan distinguidos miembros de estas dos naciones que nada
tenían en común, en general, con nuestra idiosincrasia, len¬
gua, historia y tradición?
A mi juicio, dos serían las causas que originaron este
movimiento de carácter intelectual, científico y literario en
el seno de ambas colectividades extranjeras.
En lo que respecta a los británicos, ingleses ,escoceses,
irlandeses, etc., un factor determinante en este proceso inte¬
lectual, ha sido, sin duda, la situación de prosperidad, holgu¬
ra y primacía de que gozaba la colonia en Valparaíso. Los
norteamericanos, por su parte, han tenido que contar con la
influencia decisiva de los técnicos, ingenieros, calculistas,
arquitectos, contadores, etc., que llegaron a Chile y particu¬
larmente a Valparaíso, con motivo de la construcción del
ferrocarril que nos uniría con Santiago y la extensión de
otras redes a lo largo y ancho del país.
Además, un común denominador acercaba a personas
tan distinguidas y cultas de ambas naciones. Los ingleses
son, dentro de los medios favorables, aficionados a la inves¬
tigación científica, que los lleva a explorar hasta los últimos
confines del mundo los secretos de la naturaleza. Esta adqui¬
sición de conocimientos, muchas veces misteriosos y fantásti¬
cos, comprobados o admitidos en los laboratorios exnerimen-
tales, los conduce fácilmente a penetrar en otras zonas del
humano espíritu. De aquí que tengan inclinación a la poesía,
a la prosa imaginativa y de ficción, a la música y a las artos.
Los norteamei icanos, a pesar de su carácter práctico, tam¬
bién dedican sus horas de esparcimiento a babores o afanes
intelectuales y artísticos; se sienten inclinados a la lectura,
demuestran interés por la investigación de todo los que los
Valenzuela G., A. SOC. CIENTIFICA DE VALPARAISO
29
rodea y les llama la atención, tratan a las musas y se convier¬
ten en autores selectos, sobre todo cuando provienen de las
aulas universitarias o de niveles superiores de cultura y
educación.
Finalmente, en 1856, Valparaíso, Chile en general ,vivía
una época de gran prosperidad. Eramos un país afortunado
con nuestras minas, nuestros hábitos y nuestro gobierno. Al
decenio de Bulnes había seguido el de Montt, progresistas
ambos en todo sentido, en los cuales se forma un movimiento
intelectual de vastas proporciones que imprime carácter a la
época.
Valparaíso en 1856 era gobernado por el Intendente
don Manuel Valenzuela Castillo. No conocemos el nombre del
súbdito inglés y del ciudadano norteamericano que represen¬
taban a ambas naciones en la ciudad, como agentes consula¬
res. ¿Cuántos eran los miembros de la Sociedad Científica y
Literaria que la fundaron en aquel año? Este dato no lo he¬
mos podido precisar. Pero en el acta de fundación de ella, se
consigna, que el 23 de noviembre de 1856 y en el salón de la
Bolsa de Corredores de Valparaíso, se llevará a efecto, en la
noche, la primera sesión constitutiva. Este centro comercial
ocupaba en aquella época el sitio en que hoy se levanta el
monumento a la marina. No era una novedad que en este lo¬
cal se dieran cita con fines tan ajenos al comercio aquel gru¬
po de ingleses y norteamericanos, deseosos tal vez de evadir¬
se de sus áridos y cuotidianos afanes, entregando sus horas
de descanso a los trabajos de investigación científica y al
cultivo de las artes y las letras, ya que muchos de ellos eran
corredores de la Bolsa, como es el caso de Mr. Paddison, quien
con don Arturo E. Price, Fedor Anthés, E. J. H. Sandiford,
Walter Squire y Carlos C. Barry fueron los primeros ingle¬
ses que se ocuparon del corretaje de acciones, bonos y letras
de cambio.
Sin embargo, parece que no fue éste el lugar único de
reunión de la sociedad, porque en otras ocasiones se juntan
en la Sociedad Filarmónica, institución que fue fundada en
enero de 1846 en los salones del segundo piso del Teatro Vic¬
toria, cedido para tal objeto por don Pedro Alessandri, su
dueño y concesionario, y que estaba destinado a dar concier¬
tos y a reunir a lo más granado de la sociedad porteña de
aquella época.
:u>
ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL
j íhu
En la primera reunión fueron elegidos:
Presidente, Mr. Lloyd Esq. M. J. C. E.; vicepresidentes,
Mr. Alex Caldelugh Esq. F. R. S. y Dr. Ancram M. D.; se¬
cretario y tesorero, Henry Swinglehurst Esq.; consejeros: F.
D. Atherton, Esq., Tho. Borro vanan, Esq., Rich, Bardin, Esq-,
In. Buchanan, Esq., W. Cross Buchanan, Esq. C. E., Rev.
Mr. R. Dennett, M. A., H. G. Golfingh, Esq, Ja. Heywood,
Esq., Henry Maro, Esq., In. Mouat, Esq., F. R. S S. A., Geo
Paddison, Esq. C. E., Ja. Sawers, Esq., Rev. Mr. D. Trum-
bull y S. Williamson, Esq.
Nacida y echada a andar esta Sociedad dentro de la Colonia
Británica y Norteamericana no es de extrañar que todos sus
trabajos fueran en inglés. Tan sólo el 8 de septiembre de 1857
se leyó, por primera vez, en castellano, un trabajo de don
José Francisco Vergara, ingeniero, fundador de Viña del
Mar y brillante militar durante la Guerra del Pacífico, tra¬
bajo que versaba sobre las costumbres del guanaco, interca¬
lando observaciones fundadas en la experiencia personal del
autor, y que constituyen un comentario del capítulo que sobre
esta materia escribiera don Claudio Gay. La importancia de
las investigaciones y trabajos de la sociedad eran tan claras,
que la mayoría de ellos fueron traducidos y publicados in
extenso, en “El Mercurio 5 ’ de Valparaíso, y en el “Mensajero
de la Agricultura” de don Benjamín Vicuña Mackenna.
¿Quiénes eran, ahora bien, estos distinguidos miembros
de habla inglesa que fundaron esta Sociedad Científica y
Literaria ?
Podemos dar a conocer la biografía de algunos de sus
principales miembros. El señor Lloyd, que aparece como pri¬
mer presidente, era ingeniero y proyectista de las obras del
Ferrocarril de Valparaíso a Santiago.
Junto a él trabajaba Mr. Paddison —¿el mismo que apa¬
rece como corredor de la Bolsa de Valparaíso?— y Mr. Ca 1 -
deleugh, quien es, sin duda alguna, el mismo don Alejandro
(Alex) que escribió una relación de viaje a Chile en 1820 y
1821, trabajo que fue publicado hace pocos años por la Edi¬
torial Pacífico.
Mr. Henry Swinglehurst, Esq., era dueño de una gran
casa comeicial en este puerto. Debe haber sido un osuíritu
delicado, amante de la ciencia, de las artes y de las letras. En
el seno de la familia que formó aquí debió haber bebido el
Valenzuela G., A. SOC. CIENTIFICA DE VALPARAISO
31
aire de selección espiritual su hijo Henry, quien junto con
ser un excelente hombre de negocios, fue un poeta y literato
de esquisito gusto, patrocinando los juegos florales que lle¬
varon el nombre de “Concurso Swinglehurst”.
Mr. F. D. Atherton, ingeniero, nacido en California, fue
progenitor de una familia que alcanzó una gran situación so¬
cial. Relacionada con los Goñi, Edwards, etc., dejó una nu¬
merosa descendencia vinculada al comercio y a la banca por*,
teña. Es sensible que este apellido, aparentemente hubiera
desaparecido en Chile. Se conocen Atherton aún de gran nom-
bradía, y antecesores de los de aquí, en EE. UU., principal¬
mente en el Estado de California.
Mr. David Trumbull, era norteamericano de origen. Ra¬
dicado en 1845 en Valparaíso, el realce de su nombre se debe
a que fue el primero en predicar y difundir la religión evan¬
gélica. Fue el fundador de la Iglesia Anglicana. Su obra como
publicista y propagador de su fe está contenida en el periódi¬
co “El Vecino”, que él mismo dirigía y redactaba. En 1871
publicó el “Recuerdo y la Piedra”; en el año 1872 “El Heral¬
do” y en 1888 “La Aurora”, todos destinados a dar a conocer
la doctrina de Lutero.
El Dr. Ancram, que figura como segundo vicepresidente,
tenía especial predilección por la botánica. A ello se debe que
dentro de este maravilloso mundo de las ciencias naturales,
nos dejara un recuerdo de gran valor, la creación de un
género de flor llamado Ancrumia cuspidata, Harvey, en me¬
moria de su nombre, Amarilidacea.
No tenemos otras referencias sobre los demás fundado¬
res de la Sociedad. Pero podemos asegurar que todos ellos
concurrieron a dar vida a una numerosa y distinguida colonia
extraniera en este puerto, cuya descendencia se perpetua en
los apellidos tan conocidos entre nosotros como Borrowman,
Buchanan, Golfing, Mouat, Williamson, etc.
En cuanto a dos de ellos, los señores Golfing y Mouat.
¿No será el primero el mismo que con BNhm fundó en 1837
el Seminario Inglés de igual rango que el Colegio de los Sa¬
grados Corazones dos años antes, y el segundo Juan Mouat,
reloiero y óptico escocés que estableció el primer observatorio
astronómico que hubo en Chile y lo erigió en 1843 en el cerro
San José o del Castillo? También, M. Mouat figura como
constructor del ferrocarril de Copiapó.
32
ANALES DEL .MUSEO DE HISTORIA NATURAL
N v 1, l&Ofc
El lector interesado al leer estas líneas podrá encontrar
o reconocer en aquellos socios a muchos de sus ascendientes.
En la primera sesión celebrada en los salones de la Fi¬
larmónica, el 7 de enero de 1857, el señor Paddison, mencio¬
nado por don Diego Barros Arana en la biografía que hace
de don José Francisco Vergara, leyó un trabajo sobre los
temblores. A continuación el señor Bardin se refirió a los
hombres distinguidos de la humanidad que se habían formado
por sí mismo. En esta fecha se publica como folletín una
disertación de Mr. Swinglehurst sobre las tempestades y
otros fenómenos eléctricos, disertación leída en la sesión del
9 de diciembre de 1859 en la sede de la Sociedad.
En enero de 1857, según la relación de “El Mercurio”,
tuvo lugar en el salón de la Filarmónica la lectura de una
memoria por el señor Williamson sobre “Chile y las Repúbli¬
cas Hispanoamericanas, su progreso y algunas de las causas
que han retardado su más rápido adelanto”. Este trabajo apa¬
rece extractado en el tomo II del “Mensajero de la Agricul¬
tura”, cuyo jefe de redacción era don Benjamín Vicuña Mac-
kenna.
Concluida la lectura ,el presidente Mr. Lloyd, llamó la
atención a la sociedad, abundando en importantes observacio¬
nes sobre la necesidad de aunar todos los esfuerzos para lle¬
var adelante los objetivos de la institución. Se publica, ade¬
más, como folletín, el discurso de inauguración de Mr. Lloyd.
Este discurso está fechado el 25 de noviembre de 1856 y ter¬
mina con estas frases, llenas de elocuencia y sinceridad:
“Avancemos llenos de esperanza en la prosecución de nues¬
tras tareas, confiando en que llegaremos a ver a la Sociedad
Científica y Literaria de Valparaíso, ocupando un honroso
puesto entre las sabias sociedades del mundo; y que cada día
y cada año posea miembros más capaces de hacer el bien que
sus fundadores se propusieron y más aptos para realizar una
misión tan elevada”.
Luego, en “El Mercurio” del 27 y 28 de febrero de 1857,
aparece publicada en dos partes, como folletín, la Memoria
del Sr. Estevan (con v corta) Williamson.
El 10 de marzo de 1857 se hace en este mismo diario
una breve referencia a la sesión celebrada por la sociedad,
en la que se dice que el Dr. Ancram M. D. leyó un discurso
de “Introducción a la Fisiología” y el señor Swinglehurst otro
Valenzuela G., A. SOC. CIENTIFICA DE VALPARAISO
33
sobre el “Algodón y el Hierro”. El trabajo de Mr. Ancram
fue reproducido también en el “Mensajero de la Agricultura”.
En seguida, se consigna que el señor Roberto Souper,
de San Rafael, cerca de Talca, fue nombrado miembro hono¬
rario de la Sociedad como muestra de reconocimiento por su
apreciable discurso sobre la agricultura en Chile.
En “El Mercurio” del 4 de abril de 1857 aparece un ex¬
tracto de lo que sobre “El riego artificial aplicable a las me¬
joras agrícolas de Chile”, leyó Mr. Lloyd. A estas alturas pa¬
rece que la Sociedad había abandonado el Salón de la Filar¬
mónica para sus sesiones, pues en el acta publicada de esta
fecha, se deja constancia de que ha funcionado en el salón
de la congregación que dirige el Rev. Mr. Trumbull. Se dice,
además, que sobre las mesas había una escogida colección de
muestras mineralógicas y que el señor Richard exhibió su
magnífico microscopio. Agrega, finalmente, que como la So¬
ciedad tiene intención de formar un museo, recibirá con pla¬
cer todo lo que se le envíe con este objeto, así como libros
para la formación de una biblioteca.
En “El Mercurio” del 22 de junio de 1857 se hace una
referencia a una de las sesiones, y se consigna que por su¬
gestión del señor Domeyko se tomó la altura del barómetro y
se nombró una comisión para observaciones meteorológicas.
La Sociedad anuncia que construyó un aparato para medir la
cantidad de agua que cae en Valparaíso.
Ya no tenemos noticias de la Sociedad hasta el 20 de
agosto de 1857 y meses siguientes hasta llegar al 24 de marzo
de 1858, fecha en que no se sabe más de su existencia. ¿Po¬
dríamos decir que ha desaparecido? Desde luego no se consig¬
na este inexplicable y triste fin en ningún aviso, documento
o noticia periodística. ¿Qué ha sucedido? Aquel 20 de agosto,
según “El Mercurio”, Mr. Golfing pronuncia un discurso so¬
bre “El mejor modo de estudiar los idiomas”. El 3 de sep¬
tiembre y siempre en el mismo diario, se hace una reseña de
la sesión habida el V de este mes, en la cual se dice que el
señor Harker leyó una memoria sobre los deberes de la rique¬
za. Después ocupa la tribuna don José Francisco Verga re,
quien como ya se ha dicho, habla sobre el guanaco y se deja
constancia que por primera vez se emplea el idioma castellano
en los trabajos que allí se leen. Se anuncia que para la pró¬
xima sesión se promete una disertación sobre la botánica de
ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N J, H"
34
Chile, y que el señor Williamson leerá una memoria sobre Ja
“Literatura contemporánea de Chile”.
El 7 de octubre aparece renunciando al puesto de secre¬
tario don Enrique Swinglehurst y acto seguido se nombra
una comisión, cuyos nombres no se dan a conocer, de donde
saldrá el reemplazante.
El 7 de enero de 1858, Mr. Swinglehurst leyó una me¬
moria sobre “Copiapó y la maquinaria y procedimientos em¬
pleados en la amalgamación de la plata”.
Los días 12, 13, 14 ,15 y 16 de enero, aparece en folletín
la memoria leída por Mr. Estevan Williamson el 14 de sep¬
tiembre del año anterior sobre Literatura Contemporánea,
según se tenía anunciado.
El 28 de enero se publica el discurso del señor Gore so¬
bre “Exposiciones Universales efectuadas en Londres en 1851
y en París en 1855”.
Finalmente, el 24 de marzo aparece por última vez, una
referencia a las actividades de la Sociedad. Mr. Lloyd lee
una memoria sobre una excursión a la cordillera. Y el señor
Williamson, presidente recién elegido, menciona muestras de
salitre, recibidas del señor Richard, de Iquique.
Y no he hallado nada más en los diarios, pero buscando
algo se encuentran otras cosas, y así aparece, refiriéndonos
al ferrocarril entre Valparaíso y Santiago, que el nombre de
“Braniff”, tan conocido ahora por corresponder a una línea
aérea de renombre, no es nuevo en Chile, pues don Tomás
Braniff fue administrador de uno de los campamentos y se
refiere a él don Benjamín Vicuña Mackenna en el “Viaje por
la República Carrilana”, diciendo que “llevaba una carta de
recomendación para el director de esa faena, Mr. Tomás Bra¬
niff, el jefe de estado mayor de toda la línea de Mr. Meiggs”,
y agrega, “fuimos a sentamos bajo la fresca sombra de la ca¬
sa del señor Braniff”.
Además, en esos mismos años se fundó el Club Valparaí¬
so, cuyo primer secretario fue mi abuelo don Octavio Gonzá¬
lez Reymundis, quien fue corresponsal de “El Mercurio” en
Europa y que escribía bajo el seudónimo de Juan de la Roca.
Fue casado con doña Ignacia Silva, hija de don Ignacio Silva,
mi bisabuelo, fundador de “El Mercurio”,
Valenzuela G., A, SOC. CIENTIFICA DE VALPARAISO
35
LA SOCIEDAD CIENTIFICA DE 1896
De esta sociedad no tengo más antecedentes que un fo¬
lleto que tuve la suerte de encontrar en una librería de viejo
y que mereció un interesante trabajo de don Gualterio Looser,
leído en la actual Sociedad Científica de Valparaíso y publi¬
cado posteriormente en el Boletín de la Universidad de Chile,
número 80-81 de noviembre de 1967.
Las características de esta publicación son interesantes
de conocer, más que nada por ser una curiosidad bibliográfica
o de folletería.
Recurriendo a las mismas frases del señor Looser, diré
que “han desaparecido, por desgracia, la tapa, portada y por¬
tadilla, así que no sabemos en qué imprenta fue hecho, pero
con toda probabilidad fue de Valparaíso. La imprenta era
buena, los tipos claros, variados y bien impresos. El papel
también es de buena clase, algo blando. Las primeras y últi¬
mas páginas, más expuestas a la intemperie, traen algunas
manchas de moho, que nada dañan la lectura. Las páginas es¬
tán en perfecto estado. El folleto ligeramente recortado por el
encuadernador, mide 222 mm. de altura por 151 mm. de anchu¬
ra”. Estas son las características principales anotadas por el
señor Looser. Entrar en más pormenores sería dilatar este
trabajo sin necesidad alguna.
El valor de este folleto no podría apreciarse. Bástenos
saber que en él se encuentran todos los antecedentes históri¬
cos y cronológicos de la sociedad que estoy comentando.
La verdad es que, volviendo a opinar con el señor Looser,
no se ha hecho realmente un estudio completo sobre esta clase
de sociedades, tantas como se habrán fundado en Chile. No
es vanagloria decir que gran parte del movimiento intelectual,
cultural y artístico del país —de todos los países del mundo—
tienen su antecedente o su iniciación, o como quien dijera su
prehistoria, en la formación de estos núcleos, pequeños unos,
grandes e influyentes otros, debido nada más que a la inicia¬
tiva particular, iniciativas que suponen inteligencias avisoras,
corazones entusiastas y generosa voluntad de acción.
Antes de las Universidades, de los centros académicos
preponderantes, de los establecimientos de prestigio nacional
e internacional, han germinado, para preparar el terreno de
avance y nacimiento de aquellos, estas modestas sociedades,
36
ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N 1, l'J 68
sin bullicio, dispuestas a laborar silenciosamente en tareas tan
nobles como son las de la ciencia, el arte y las letras.
Valparaíso, en 1896, o sea, en la última década del siglo
pasado, era el centro financiero más importante del país. Casi
todas las casas comerciales, los bancos y las industrias tenían
aquí su origen y asiento. Era una ciudad, sin duda alguna, de
mucho más importancia que la capital, en donde, eso sí, real¬
mente estaba centrada la vida intelectual y cultural de Chile.
Sin embargo, a estas playas llegaron muchos artistas,
poetas, escritores, pensadores y periodistas. ¿Cuántos de ellos
se quedaron aquí?
“El Mercurio” de Valparaíso, no hay que olvidar, el más
antiguo del habla hispana, mantenía el fuego ardiente del
amor al cultivo de las artes y las letras. En esta publicación
escribieron y polemizaron figuras cumbres del intelecto ar¬
gentino como Alberdi y Sarmiento, y chileno como Benjamín
Vicuña Mackenna y Blanco Cuartin; y así la vida intelectual
del puerto era muy apreciable, aun en medio de un ambiente
de gente activísima, entregada de lleno al dinero.
Remitiéndonos al folleto de esta Sociedad, podemos decir,
que nació el 26 de julio de 1896 y murió el 4 de noviembre del
mismo año, al completar su octava sesión ordinaria. Como
puede verse su existencia fue efímera. Y aquí viene una an¬
gustiosa pregunta: ¿Por qué no continuó? ¿Qué le sucedió a
este grupo selecto de caballeros porteños que mostró un evi¬
dente interés y entusiasmo, hasta llegar a publicar un exce¬
lente boletín?
Mucho me temo, al conocer la personalidad de algunos de
ellos, que tal vez por discrepancias de carácter más que por
desaveniencias de otra índole, la sociedad murió súbitamente.
Dada la calidad de sus componentes, lo mejor con que conta¬
ba la intelectualidad del viejo puerto, no era posible que tal
cosa sucediera. Pero este problema no tiene solución, quedan¬
do todo en simples conjeturas...
En el Boletín N? 1, único publicado por la sociedad, apa¬
rece la nómina de los miembros que la forman, noventa y ocho
en total.
Según el acta de la sesión número uno, ordinaria, don
Carlos Rudolph aparece presidiéndola. Asisten veinticinco
personas, todos conocidos vecinos de Valparaíso, profesores
de prestigio, artistas y escritores. En esta sesión excusan su
Valenzuela G., A. SOC. CIENTIFICA DE VALPARAISO
37
inasistencia los señores Newman, Ossa Borne, Eubens y Weid-
mann; se aprueba el formulario de solicitud de incorporación
de nuevos socios; se expresa que las publicaciones de la So¬
ciedad Científica se harán de acuerdo con los Estatutos y se
lee la lista de los donantes de libros para la biblioteca en for¬
mación. Se recogen doscientas seis obras.
Y en otro acuerdo se establece que “Las actas 4 ? a 7*, los
Estatutos y lista de nombres serán publicados en el núme¬
ro dos.
No se menciona en ella el Directorio, pero en una publi¬
cación aparecida en el diario “La Unión”, además de indicar
que están listos los Estatutos, se señala el siguiente directo¬
rio: presidente, don Carlos Rudolph; vicepresidente, don Car¬
los Newman; secretario general, don Carlos Wargny; secre¬
tarios, don Arturo Whiteside y don Daniel Carvallo; tesorero,
don Samuel Ossa Borne; archivero bibliotecario, don Carlos
Porter; comisión de redacción, don Aníbal Echeverría Reyes,
don Luis A. Mourgues, don Arturo Fernández Vial y don
Gustavo Wiedmann.
¿Quénes eran, ahora bien, los socios de esta institución?
Encabeza la lista el Dr. Enrique Deformes. Este distin¬
guido médico ejerció su profesión largos años en Valparaíso,
donde conquistó el aprecio unánime de la sociedad porteña
por su espíritu generoso y abnegado. Falleció en 1920, y la
Junta de Beneficencia acordó darle su nombre al antiguo
Hospital San Agustín. En 1927, el Gobierno, en mérito a su
labor benefactora, autorizó a la Junta de Vecinos para que
le dieran su nombre a la calle Chillán Nuevo, sita al costado
oriente del hospital.
El Dr. Luis E. Mourgues Gallardo , fue profesor extra¬
ordinario de Química General en la Universidad de Chile,
Tanto en la Sociedad Científica de Chile como en la Biblio¬
teca Nacional y en otros centros docentes, dictó notables con¬
ferencias de carácter científico. Muchas de ellas fueron muy
comentadas, como ser “Chile futura usina química, provep-
dora del mundo entero”. “Los esfuerzos de la ciencia en fa¬
vor de la industria del salitre”, “La industria del salitre y sus
problemas” y “Examen expectográfico del platino de Chiloé”.
Con el ingeniero don Manuel Cortés, miembro también de la
Sociedad que comentamos, formó la sociedad anónima “Ni¬
trato de Amonio” con un sistema que ambos patentaron y
38
ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N 1, UJG8
que estaba destinado a producir un abono, substituto del
salitre.
Don Carlos Newman Andonaegui, era llamado el sabio
Newman” por sus contemporáneos. Y en verdad que merecía
este trato. Nacido en 1858, estudió en el Colegio de los Sa¬
grados Corazones de Valparaíso y en el Liceo. Se decía de él
cuando era estudiante que sabía más que los profesores. No
se recibió, tal vez por este motivo, de ningún diploma univer¬
sitario ni académico. Sin embargo, estudió química y altas
matemáticas por sí solo. Dominaba a la perfección idiomas
clásicos y leía y hablaba el inglés, el alemán, el francés, como
propios. Dueño de una gran fortuna, poseía en su casa de
Valparaíso y en su finca de Quillota, laboratorios de ciencias,
museo y una biblioteca, que al morir dejó a la Universidad
de Chile.
Era neógrafo, o sea, innovador en materia ortográfica
y compañero de don Karlos Kabezón. Fue profesor en la
Escuela Naval. Desde 1892 usó la ortografía fonética en todas
sus producciones, entre las cuales hay algunas de gran valor
científico y filosófico.
Don Carlos E. Porter , es tal vez el naturalista más afa¬
mado de estos últimos tiempos. En 1930 expresó que dejaría
33 volúmenes completos de sus obras, uno por cada año desde
1897, si ese año tenía la “ocurrencia” de morirse. Pero vivió
varios años más, de manera que sus obras y publicaciones
formaban casi una biblioteca. En 1897, junto con hacerse car¬
go de la Dirección del Museo de Historia Natural de Valpa¬
raíso, empezó a publicar su famosa “Revista Chilena de His¬
toria Natural”. Una colección completa de esta revista existe
en la biblioteca de la Sociedad de Arqueología e Historia Dr.
Francisco Fonck.
Estaba en contacto permanente con los principales hom¬
bres de ciencia e instituciones de todo el mundo. Escribía en
veinte revistas extranjeras y dictaba conferencias en Chile y
en el extranjero. Por sus relevantes condiciones de inteligen¬
cia y saber se le llamaba el “sabio Porter”.
Don Carlos Rudolph , nacido en 1852 en la ciudad de Wit-
temberg, de la provincia de Sajorna, educado en su famoso
Gimnasio, pasó a la Universidad de Halle, donde cursó las
asignaturas de filosofía, historia y geografía. El 4 de enero
de 1877, llegó a Santiago, llamado por el Dr. don Germán
Valeimiela G., A. SOC. CIENTIFICA DE VALPARAISO
39
Schneider para que se hiciera cargo de la instrucción de sus
hijos. Después ocupó diversas plazas como profesor en los co¬
legios alemanes de la capital. Fue uno de los fundadores, en
1885 de la Sociedad Científica Alemana. El 16 de octubre de
1891 se hizo cargo de la Rectoría del Liceo de Hombres de
Valparaíso.
Figura de gran relieve por su fuerte personalidad fue
el Dr. Benjamín Manterola de la Fuente. Nacido en Valpa¬
raíso en 1864, hizo sus estudios secundarios en los Padres
Franceses y el Liceo de Hombres de esta ciudad. En 1887 se
recibió de médico con una memoria sobre “El tratamiento
del cólera asiático por los Enteroclisis”. En la gran epidemia
de esta enfermedad en Valparaíso, se convirtió en un bata¬
llador sin contemplaciones para abatir el terrible flagelo, or¬
ganizando el Lazareto de San Agustín en este puerto. Fue
médico de sala en el Hospital San Juan de Dios, hoy Van Bu¬
rén y miembro de la Junta de Beneficencia. En 1907 fundó
la Asistencia Pública municipal y a él se debe en Chile la
brigada de primeros auxilios. Su especialidad, la higiene pú¬
blica, lo llevó a escribir folletos y artículos en los diario
teniendo valientes campañas en favor de sus ideas. En 1893
formó parte de los radicales que fundaron la Asamblea de
Valparaíso. Al año siguiente fue elegido municipal y segundo
Alcalde. En 1899 dirigió el diario “La Tribuna” de su partido.
Escribía con estilo elegante, conciso y era, además, va¬
liente y cáustico. Durante años estuvo a cargo del combate de
las epidemias en Valparaíso, por lo que ganó una recompensa
—consistente en una medalla de oro— del Gobierno de don
Germán Riesco. En 1904 fue nombrado académico de la Fa¬
cultad de Medicina. Viajó por Europa y representó a Chile
en la conferencia de funcionarios sanitarios reunida en Suiza
por la Sociedad de las Naciones. En 1927 fue nombrado Di¬
rector General de Asistencia Social. Fue fundador del Ateneo
de Valparaíso, que presidió en 1923.
Don Samuel Ossa Bomie, era nieto del segundo matrimo¬
nio del famoso pionero don José Santos Ossa. Permaneció
cuarenta años en el servicio postal de Chile. Inició la aviación
comercial en Chile en 1927. Pertenecía a diversas sociedades
culturales. Aparte de la nuestra tuvo activa participación en
la de Historia y Geografía, la Científica de Chile, etc.
40 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N" 1, 1908
Don Alfredo Valenzuela Puelma, es uno de los artistas
más notables de Chile. Sus telas conquistaron triunfos en sa¬
lones nacionales y extranjeros. Largo sería enumerar sus
cuadros y labor que realizó desde los trece años cuando ingre¬
só a la Academia de Pintura y se puso bajo la tutela del pro¬
fesor y artista alemán Kirchbach. En 1881 el Gobierno lo
mandó a Europa a perfeccionar sus estudios. En el Salón de
París obtuvo ruidosos premios. Volvió a Chile en 1885 sien¬
do alumno de Pedro Lira.
Suponemos que el socio don Juan Francisco González, era
nada menos que el otro famoso pintor del mismo nombre que
cubre de gloria el arte pictórico de Chile. Fue profesor de di¬
bujo en el Liceo de Valparaíso desde 1884 a 1890. Su amistad
con los artistas de la época, como Valenzuela Puelma y Helsby,
sin duda alguna lo llevaron a compartir las inquietudes de los
miembros de la Sociedad Científica de Valparaíso. Don Juan
Francisco empezó a pintar desde 1896 estimulado por su pa¬
dre que era un gran aficionado a las artes plásticas. Fue va-
rias veces a Europa. En 1926, fue nombrado presidente ho¬
norario de la Sociedad Nacional de Bellas Artes, institución
formada por los más conspicuos maestros del arte pictórico,
en mérito de su vastísima labor y en reconocimiento de su
talento y dotes coloristas. Es uno de los paisajistas más nota¬
bles de Chile. Se le llamaba “mago del color” y vivió casi
siempre en estado de aislamiento, entregado a su extraordi¬
naria producción.
Don Alfredo Helsby Hazell, otro eximio maestro del pin¬
cel. Notable paisajista, exaltó los panoramas de las montañas
y valles, del cielo y las nubes y calles de nuestros pueblos. Era
un artista delicado y sugerente. Sus cuadros son sumamente
cotizados en Chile y en el extranjero. Era hijo de inglés y de
madre argentina. Estudió en 1900 bajo la dirección de Alfre¬
do Valenzuela Puelma y después perfeccionó sus conocimien¬
tos en París y New York. Además de pintor fue conferencista
y periodista, destacándose como uno de los más tenaces eno-
migos de la vacuna. Tuve la suerte de conocerlo, pues siendo
yo muchacho, visitaba él muy a menudo la oficina de don
Jorge Valenzuela con quien yo trabajaba.
Don Carlos Wargny Núñez estudió matemáticas y se re¬
cibió de ingeniero. Entre sus muchos proyectos, ideó la cons¬
trucción de una vía férrea de Valparaíso a Santiago, pasan-
Valenzuela G., A. SOC. CIENTÍFICA DE VALPARAISO
41
do por Concón, con un ramal a Quintero. Por ley de 13 de fe¬
brero de 1906 se le otorgó permiso para construir y explotar
por cien años ese ferrocarril, pero no encontró capitalistas
para ese proyecto. Fue profesor de ramos científicos en la
Escuela Naval, donde dejó entre sus alumnos la fama de su
capacidad y conocimientos.
Para ilustrar su cátedra escribió numerosos tratados de
alta matemática, adoptados por muchas instituciones. Fue
miembro de sociedades científicas internacionales.
Don Guillermo Rivera Cota/pos, famoso como abogado,
político y orador. Nacido en Concepción en 1867, estableció
en Valparaíso su bufete, después de la caída de Balmaceda,
de quien fue su secretario particular durante la revolución.
Inició su carrera política como regidor de la Municipalidad
de Valparaíso y fue en tres períodos consecutivos, 1900, 1903
y 1906 diputado por este departamento. En 1909 fue elegido
senador y en 1918 fue reelegido. En 1915 fue Consejero de
Estado en representación del Senado, en 1904 Ministro de
Justicia e interinamente desempeñó la Cartera de Relaciones
Exteriores y en 1912 alcanzó la investidura de Premier. Fue
periodista destacado, hábil polemista y escritor de temas va¬
rios que le dieron nombradla. Escribió en los diarios de la
época y su capacidad y prestigio llevó a su estudio de aboga¬
do una gran clientela. Murió en 1928.
Don Arturo Whiteside Toro fue un brillante marino. Era
un educador de nota, profesor de química, balística y cons¬
trucción naval. Director de la Escuela de Ingenieros demos¬
tró poseer condiciones excepcionales de carácter, vasta cultu¬
ra y honor profesional.
Don Joaquín Talavera Apleby fue médico cirujano y en
1900 a consecuencia de sus ideas revolucionarias fue separa¬
do por el Gobierno de Balmaceda del cargo profesional que
desempeñaba en los hospitales de Valparaíso.
Imbuido de las ideas libertarias trabajó activamente en
su favor desde la cátedra, la prensa y las instituciones a las
que pertenecía.
Don Carlos Cabezón se destacó junto con don Carlos
Newman Andonaegui por tratar de imponer la escritura fo¬
nética en Chile. Concorde con sus ideas firmaba sus artículos
como Karlos Kabezón. En 1901 imprimió en París un folleto
42 ANALES DEL MUSEO DE HlSYOli A NA'
intitulado Ortografía Urazional, cuya cgunciu vthrnm i... pu-
blicó en Killota, en 1909, donde vivía.
Don Leonardo Eli;: fue profesor de Castellano en ei la¬
ceo de Valparaíso y también en la Escuela Naval. Su labor
literaria fue enorme. Colaboró en innumerables publicacio¬
nes nacionales y extranjeras, usando varios seudónimos.
Don Litis Astaburuaga Ver (jar a se recibió de médico en
1885 en la Universidad de Columbia, Estado de Nueva \ oí1 .
y obtuvo honrosas distinciones. El Gobierno chileno, antes de
que regresara a Chile, lo comisionó para que estudiara la
construcción y administración de los hospitales en Europa y
Estados Unidos. Vuelto a Chile, revalidó su título de médico
cirujano, fue ayudante de la clínica de la Escuela de Medici¬
na. En 1891 se hizo cargo del departamento internista del
Hospital San Juan de Dios de Valparaíso. Hombre de gran
valía intelectual, perteneció a instituciones científicas, se dis¬
tinguió como divulgador de estos temas y su labor literaria
figura honrosamente en la bibliografía chilena.
Don Juan de Dios Vengara Salva , abogado y juriscon¬
sulto distinguido. Ejerció su profesión en Valparaíso y San¬
tiago. Se hizo famoso defendiendo causas de importancia. En
Santiago profesó la cátedra de derecho comercial, donde ad¬
quirió, por sus conocimientos, la reputación de maestro in¬
discutible.
Don Manuel Alberto Valenzuela Quintana, mi padre, in¬
geniero arquitecto, profesor de matemáticas y, constructor de
varios ferrocarriles y del canal del Melado, en Linares, con
un túnel de más de cuatro mil metros de largo, una de las
obras de regadío más grandes de Chile.
Dr. Estanislao Fraga , médico distinguido. Su hijo don
Alberto Fraga es socio activo de la actual Sociedad Científica
de Valparaíso, ex bibliotecario del Museo Nacional de Histo¬
ria Natural, entomólogo, autor de numerosos trabajos.
Don Manuel Ossa Ruiz, hijo del descubridor de la rique¬
za del desierto de Atacama junto con don Diego de Almeida
y don José Antonio Moreno. Nacido en Freirina, lo envió su
padre a estudiar a España e Inglaterra. Fue minero y agri¬
cultor. Se dedicó al desarrollo de la riqueza salitrera, insta¬
lándose en Taltal. Construyó el ferrocarril de Tocopilla al
Toco y la línea de Osomo a Pichi Ropulli, dejando en el sur,
Valenzuela G., A. SOC. CIENTIFICA DE VALPARAISO
43
en las márgenes del río Bueno, el puerto Ossa. En 1897 fue
elegido senador por Valparaíso.
Don Francisco Gai'nham Moreno , fue ingeniero civil y
ejerció su profesión con extraordinario brillo. Como Director
de Obras Municipales de Valparaíso, le tocó elaborar, después
del terremoto de 1906, los planos para la reconstrucción del
Almendral, en compañía de don Nicanor Marambio y don
Jorge Lyon. En ese mismo período fue regidor y primer Al¬
calde. En 1892 trazó el plano de la Población Vergara y en
1912 tuvo a cargo la pavimentación de ese balneario.
Don Ricardo Cruz Coke, nació en Concepción y se dedicó
a las letras y al foro. Hizo varios viajes a Europa y escribió
en la prensa con el seudónimo de Juan Marsella. En 1886
fue nombrado taquígrafo de la Cámara. Junto con su esposa
doña Celeste Lassabe, autora de una novela titulado “Rosa de
Abril”, fundó la famosa revista “La Familia” donde escribió
sus producciones novelescas: “Corazón de León”, “El Novio
de Elena”, etc. En “La Ley” publicó, como folletín la novela
“Guelfos y Gibelinos”.
Don Tomás Eastman Cox, nació en Valparaíso en 1870.
Sus primeros estudios los hizo en los Padres Franceses. Más
tarde fue a Inglaterra donde ingresó internado en uno de los
mejores colegios de Manchester que le abriría las puertas
de la Victoria University y seguir los estudios de ingeniería,
anhelo que no pudo cumplir, pues, fallecido su padre, tuvo que
volver a Chile a hacerse cargo de muchas de las actividades
de su Hacienda Limache, que heredó junto con sus hermanos.
En 1898 estableció en Valparaíso un establecimiento modelo
de lechería. En 1920 fue nombrado director de la Biblioteca
Severí ,n, cargo que sirvió ad honorem. Fue uno de los más
distinguidos filántropos porteños.
Don Fernando Manterola de la Fuente, nacido en Val¬
paraíso en 1868, se hizo abogado de renombre, tanto por su
memoria sobre la Promesa de Compraventa, como por su vas¬
ta y distinguida clientela. Fundó, junto con otros intelectua¬
les, el Ateneo de Valparaíso.
Don Enrique Lynch Solar, notable pintor, dejó las leyes
para dedicarse enteramente a su vocación. Exhibió telas en
Europa y en el Salón de Bellas Artes de Santiago, en donde
en 1897, fue designado Conservador.
44
ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N
] [)<jK
Don Daniel Caballo Fernández, nació en Valparaíso en
1856. Hizo la campaña de la Guerra del 79, más tarde se tras¬
ladó a Valparaíso donde ejerció su profesió de médico, dán¬
dose a conocer por su ciencia y sentimientos humanitarios.
Ejerció numerosos cargos, tanto en el Hospital San Juan de
Dios, como en otros servicios. Su actuación como médico de
la ciudad y jefe superior de todos los servicios médicos y de
higiene cuando la epidemia del tifus, le dieron gran nombra-
día en Valparaíso.
Son muchos más, noventa y ocho en total, y no podría
referirme a cada uno de ellos sin alargar demasiado esta his¬
toria, pero cómo no mencionar al Dr. Carlos Camus Murúa,
don Juan Francisco Prieto y Reyes, don Fidel Muñoz Rodrí¬
guez, don Eduardo A. Bustamante, don Santiago Severín, don
Alberto Silva Palma, don Luis Blanco. La lista completa está
en el trabajo de don Gualterio Looser.
LA SOCIEDAD CIENTIFICA DE 1934
Y luego de este largo recorrido llegamos a la actual So¬
ciedad Científica de Valparaíso. El primero de septiembre de
1934, don Agustín Garaventa, distinguido botánico, sin sospe¬
char siquiera la existencia de las anteriores, siente la necesi¬
dad de un organismo donde poder desarrollar sus inquietudes
científicas y ,con el mismo espíritu generoso de sus anteceso¬
res y con el apoyo entusiasta de varios amigos, especialmente
los doctores Konrad Behn y Edwin Reed, funda la actual
“Sociedad Científica de Valparaíso'*.
Son sus socios fundadores los señores Ciro Araya, Kon¬
rad Behn, James Christie, Arnaldo Droste, Agustín Garaven¬
ta, Félix Jaffuel, Gualterio Looser, Anastasio Pirion, Lauta¬
ro Ponce, Carlos E. Porter, Benjamín Pümpin, Edwin Reed
y Karl Rühle, varios de ellos ya fallecidos, a los que rindo un
sentido homenaje de admiración. Me referiré a cada uno de
ellos:
Sr. Ciro Araya Pérez , Director de la Oficina Meteoroló¬
gica de la Annada durante varios años, autor de diversos
trabajos de difusión relacionados con la meteorología.
Dr. Konrad Behn , Doctor en Química y Mineralogía, de
nacionalidad alemana, radicado por largos años en la región
Valenzuela G., A. SOC. CIENTIFICA DE VALPARAISO
45
salitrera del país y más tarde en Viña del Mar, ampliamente
vinculado a las esferas comerciales.
Por su gran interés en la biología formó un valioso her¬
bario de flora chilena, que se encuentra en la actualidad en
la Universidad de Concepción. Autor de numerosos trabajos
sobre la flora chilena.
Sr. James Christie, entusiasta entomólogo y coleccionis¬
ta, posee una de las mejores colecciones particulares de insec¬
tos existentes en la provincia, reside actualmente en Viña
del Mar.
Sr. Amaldo Droste, técnico textil, gran conocedor de te¬
jidos persas antiguos, entusiasta entomólogo especializado en
Lepidópteros, logró reunir la más interesante colección parti¬
cular de mariposas.
Sr. Agustín Garaventa, gran botánico, de categoría in¬
ternacional, actual director de la Sociedad que le debe su exis¬
tencia y a la cual ha dedicado, permanentemente, su entusias¬
mo, actividad y consejo. Especialista en Cruciferas.
Revdo. Padre Félix Jaffuel y Revdo. Padre Anastasio
Piñón , ambos de la Congregación de los Sagrados Corazones,
Padres Franceses, que dedicaron toda su vida a la enseñanza
y al estudio, botánicos y entomólogos, autores de trabajos
científicos de importancia, como la Flora de Marga Marga.
Sr. Gualterio Looser , un gran científico e historiador,
hombre de múltiples conocimientos, poseedor de una magní¬
fica biblioteca y de un gran herbario, especialista en Pteri-
dofitas, autor de innumerables publicaciones.
Dr. Lautaro Ponce, médico de profesión, gran cultor de
estudios biológicos. Prestó a la Sociedad, desde su fundación,
su valioso apoyo, como socio y miembro del directorio en va¬
rios períodos.
Profesor Carlos E. Porter, el sabio Porter, como era lla¬
mado, el mismo que perteneció a la Sociedad de 1896 y a
quien nos hemos ya referido. Un hombre que será recordado
siempre con admiración.
Sr. Benjamín Pümpin Ruesch, fundador del Jardín Sui¬
zo, en 1891, padre de don Benjamín Pümpin Baumann, actual
director de la Sociedad, horticultor y floricultor, nacido en
Suiza, durante una larga vida dedicada por entero a la jardi¬
nería logró aclimatar y cultivar, además de plantas exóticas,
numerosas especies de la flora chilena.
4G
ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N 1, 19<¡8
Dr. Edwin Reed, el principal puntal de la Sociedad dj-
rante muchos años, varias veces presidente, entomólogo y
zoólogo. Presidente honorario a la fecha de su fallecimiento
ocurrido el 14 de septiembre de 1966.
Sus numerosos e importantes trabajos aparecen detalla¬
das en el Boletín Informativo N 9 47 de octubre de 1966.
Dr. Kcirl Rühle, profesor de biología y botánica del Cole¬
gio Alemán de Valparaíso, durante su permanencia en Chile
realizó numerosos viajes y excursiones buscando material
científico para el estudio de la flora y fauna de Chile.
La Sociedad, durante estos treinta y cuatro años ha fun¬
cionado sin interrupción, siempre mantenida por el entusias¬
mo de sus socios, el edificante compañerismo de sus miembros
y la leal cooperación de todos.
Durante estos años ha sido presidida, entre muchos otros
y algunos en varios períodos, por el Dr. Conrado Behn, el Dr.
Edwin Reed, Profesor Julius Spinner, Sr. David Blair, Dr.
Parmenio Yáñez, Dr. Lautaro Ponce, Dr. Roberto Gajardo
Tobar, Sr. Eduardo Titus y Alvaro Valenzuela González.
Los estatutos actuales constan de escrituras públicas otor¬
gadas el 3 de diciembre de 1965 y 4 de octubre de 1966, ante
el Notario don Rafael L. Barahona, aprobadas por Decreto
Supremo N 9 2801, de 29 de noviembre de 1966, publicado en
el Diario Oficial N 9 26.716, de 13 de abril de 1967, que le con¬
cedió también la personalidad jurídica.
Desde 1934 hasta 1944, las memorias anuales aparecen
publicadas en la Revista Chilena de Historia Natural y desde
1960 hasta hoy en el Boletín Informativo de la Sociedad. La
lista de socios aparece publicada en el N 9 54 de julio de 1967
de ese mismo boletín.
Como no es posible alargar demasiado este trabajo, pu¬
blicaremos en el mismo boletín una lista de las personas que
han leído trabajos desde 1934, con indicación de los temas
tratados.
Debo mencionar, con gran satisfacción, a algunos socios
que más se han destacado por su preparación y constancia,
como son, entre muchos otros, los señores Rafael Capdeville,
Antonio Cvitanovic, Raúl Cortés, Eleazar Carrasco, Norma
S. de Cataldo, Antonio Cambiaso, Ramón Campbell, Inés Dan¬
to, Alvaro Donoso, Sara de Espekoni, Adolfo Fernández, Juan
Frutos, Alberto Fraga, Manfredo Fritz, Agustín Garaventa.
Valenzuela G., A. SOC. CIENTIFICA DE VALPARAISO
47
Gualterio Looser, Gonzalo Lázaro, Juan Mandacovic, Nina
Ovalle, Benjamín Ptimpin, Wanda Quilhot, Jorge y Alvaro
Riquelme, Hennann Riegel, Marino Ruiz, Julius Spinner, Ha-
roldo Toro, Eduardo Titus, Rafael Valenzuela, Carolina Vi-
llagrán, Max y Pablo Weisser, Parmenio Yáñez, Otto Zollner
y muy especialmente el Dr. Roberto Gajardo Tobar, que ha
sido, desde seis meses después de su fundación, el alma de la
institución y que desde hace varios años tiene a su cargo el
boletín.
Al terminar este modesto trabajo dejo constancia de mis
especiales agradecimientos a don Guillermo Garnham, Direc¬
tor de la Biblioteca Severín, que me ha prestado una ayuda
realmente extraordinaria, con su preparación y erudicción.
Looser, G.
GENERO POLYSTICHUM EN CHILE
49
LOS HELECHOS DEL GENERO POLYSTICHUM ROTH EN CHILE
NOTAS PRELIMINARES
por GUALTERIO LOOSER
Este género en el sentido tradicional que le daban Diels
y Christensen, cuenta con unas 225 especies repartidas más
o menos por el mundo entero, pero de preferencia en las re¬
giones templadas.
Autores más recientes han hecho o revivido repetidas
segregaciones siendo de interés para Chile el grupo que inclu¬
ye a nuestro Polystichum adiantiforme y a otra especie afín,
que no pocos ponen ahora bajo el género Rurnohm.
Los especies chilenas son unas 10 ó un poco menos; pero
se notan entre varias de ellas profundas divergencias, pu¬
diéndoselas agrupar en 3 ó 4 grupos, algunos muy divergentes.
Una descripción breve del género sería la siguiente:
Heléchos con indusios circulares peltados, frondas a menudo co¬
riáceas, con sus divisiones aristadas hasta punzantes, aunque este ca¬
rácter bastante generalizado, no se observa en varios de nuestros
representantes. Frondas en las especies chilenas, pinadas a cuadripi-
natífidas. Nuestros Polystichum son plantas pequeñas a medianas, de
0,10 a 1 m de altura.
Género bastante afín a Dryopteris, que tiene indusios reniformes
y frondas herbáceas.
Separamos a nuestros Polystichum en los grupos si¬
guientes:
1.—Grupo ADIANTIFORME: Largo rizoma escamoso
rastrero, epigeo. Frondas distanciadas, coriáceas. Divisiones
obtusas, no aristadas.
Por su rizoma rastrero bastante largo, en el cual los estí**
pites brotan separados, estas especies se alejan bastante de
nuestros otros Polystichum, justificándose, al parecer, que se
les ponga bajo el género segregado Rumohra.
Especies chilenas: el ya mencionado Polystichum adianti¬
forme de tierra firme y P. berterianum de las Islas Juan Fer¬
nández.
50
ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL
1 ,
2. _Grupo MOHRIOIDES: Rizoma brevemente rastrero
a erecto, estípites fuertemente aglomerados, frondas algo
nosas, divisiones no aristadas.
Es i n grupo bastante homogéneo, bien estudiado por
Christensen (1910), quien sólo reconoce una especie, fraccio¬
nada eso sí en variedades bien marcadas:
a) P. mohrioides var. mohrioides (typicum).
t>) ” ” ” plicatum.
c) " ” ” elegans.
Diem (1958) en los últimos tiempos y fundándose en un
estudio minucioso tanto en el terreno como en el laboratorio,
ha devuelto categoría específica a la segunda variedad:
P. plicatum.
Acaso sea conveniente hacer lo mismo con la tercera va¬
riedad y rehabilitar la especie P. elegans. A primera vista, se
distingue de las otras dos variedades por su tamaño mayor,
sus frondas más anchas, ampliamente bipinadas.
3. —Grupo ACULEATA. Siguiendo a Christ (1905) he¬
mos adoptado este nombre, porque agrupa a heléchos chile¬
nos que corresponden de bastante cerca al dificilísimo com¬
plejo del P. aeuleatum de Europa, norte de Africa y otras par¬
tes y que algunos botánicos de la actualidad (Tardieu-Blot
1954: 94) llaman P. setiferum.
Lo mismo como los heléchos europeos del complejo Acu¬
leata, las formas chilenas son muy variables. Algunas se pa¬
recen mucho a las de Europa. Además, la situación se compli¬
ca, porque se han citado y descrito para nuestro país varias
especies que no sabemos bien qué son ni hemos podido ver
tipos o fototipos de varias, no obstante nuestros esfuerzos.
Por otra parte, no es admisible hogaño repetir la solución
cómoda, pero simplista en boga hasta medio siglo atrás, de
reunir todas nuestras formas del grupo Aculeata bajo un co¬
lectivo P. aeuleatum polimorfo más o menos cosmopolita.
Tampoco la solución opuesta de aceptar para varias formas
hasta ahora mal controladas y quizá poco estables, la creación
de especies nuevas. Para esta última solución, que quizá ten¬
ga porvenir, nos faltan casi por completo estudios sobre mor¬
fología interna, citología, ecología, etc., y un estudio a fondo
de las esporas, esporangios, etc.
Looser, G,
GENERO POLYSTICHUM EN CHILE
51
p¡g. i,—Polystíchum brongniartianum. Fronda fértil, ancho máximo
120 mm. Temuco. coll. G. Montero 1081.
ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATI’RAL
J, 1ÍJÜ8
Debido a estas dificultades, hemos creído más apropiado
basarnos, en elevada proporción, en nuestra propia experien¬
cia y en nuestras colecciones, que son bastante extensas. Ade¬
más, en repetidas ocasiones, hemos estudiado los Polystichum
del Museo Nacional de Historia Natural (Santiago), herba¬
rios del Prof. Hugo Gunckel, señor Agustín Garaventa y al¬
gunas colecciones menores de Chile y extranjero.
Del resultado de este estudio, creemos que se pueden re¬
conocer las especies siguientes:
1. — P. BRONGNIART1ANUM (Fig. 1 y Fig. 2 A).
Plantas bajas, de 25 a 35 cm más o menos. Las láminas
que ocupan los 2/3 del largo, son angostas, 7 - 12 cm de an¬
cho, pinadas. Pinas pinadas a su vez en la 1/2 ó 2/3 básales.
Las pinas terminan en una región apical gradualmente pina-
tífida a dentada. En cada pina hay unos 6 a 8 pares de pínu¬
las bien marcadas. Pínulas anchas, tocándose o casi, enteras
o algo crenuladas. Apices de las pinas y pínulas aristado-mu-
cronados, en los bordes de las pínulas dientes agudos. Cara
superior de la lámina glabra, de color verde oscuro, con fre¬
cuencia algo brillante; los nervios blanquecinos se notan bien.
El aspecto de la lámina coincide bastante bien con el
dibujo de Mme. Tardieu-Blot (1954: 95, pl. 22, fig. 5) de
P. aculeatum (Linnaeus) Roth (sinónimo P. lobatum non P.
setiferum).
2. —P. CHILENSE (Fig. 2 B y Fig. 3).
Sinónimos: P. aculeatum var. chilense.
P . orbiculare (sic); orbiculare parece lapsus
por orbiculatum.
P. orbiculatum sensu Remy et Fée (non
Desvaux). Según Weatherby (1936:
18), el verdadero P. orbiculatum de
Desvaux (sub Aspidium) es un helécho
de los Andes boreales (Colombia), pe¬
ro que no llega a Chile.
Helécho grande. Los ejemplares bien desarrollados al¬
canzan una estatura doble y aun más que P. brongniartianum.
Lámina a veces de 60 a 70 cm de largo por 20 - 25 cm de an¬
cho. Es pues apreciablemente más ancha y más ovalada (pie
en P. brongniartianum , en que tiene tendencia a lanceolada.
Pinas claramente pinadas hasta casi el ápice y suele haber en
Lo oser, G,
GENERO POLYSTICHUM EN CHILE
53
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Fig. 2 A. —Polystichum brongniartianum. Pina fértil del tercio infe¬
rior de la lámina, largo 56 mm (del mismo ejemplar de Fig. 1).
Fig. 2 B. —Polystichum chítense. Pina primaria de la parte central de
la lámina, largo 124 mm. Piruqnina, cerca de Castro, coll. C. Junge 1395
ANALES DL'L MUSEO DIO HISTORIA NATI Tí AL \ J, i'o
'54
el centro de la lámina unos 20 pares de pínulas por lado. Es¬
tas son bastante anchas y aproximadas unas a otras, aunque
este carácter es variable. Pínula basal superior crenulado-
dentada, a veces pinatífido-pinada abajo. Las otras pínulas
más enteras. Pínulas obtusas o algo aristado-mucronadas; pe¬
ro este último carácter es poco definido y no apropiado para
distinguir esta especie de la anterior, no obstante ciertas opi¬
niones.
j A nuestro juicio, debemos tomar como tipo biológico de
I P. chítense (no nos referimos a tipo de nomenclatura), las
plantas con pínulas básales enteras o subenteras, o sea, que
^correspondan de un modo más o menos exacto a la forma
europea (véase Tardieu-Blot, 1954: pl. 22 fig. 1: P. seti-
ferum).
Otro carácter que, si resulta constante, puede ser útil,
¡es que el colorido general de las láminas (secas) de P. chí¬
bense es más claro, más bien verde amarillento. La consisten-
tía también parece ser algo menos coriácea.
Las formas de P. chilense con las pínulas pinatífidas y
aun pinadas, debemos considerarlas variedades y entre éstas
corresponde señalar en primer término al helécho que ha sido
llamado P. multifidum var. dusenii. Este es tripinatífido o
tripinado con las pinas III anchamente obovadas, enteras o
levemente dentadas. Por sus pinas III anchamente obovadas,
su aspecto es muy diferente del verdadero P. 7nultifidum o su
var. autrani. Estimamos que la var. dusenii debe traspasarse
más bien a la especie chilense (P. chilense var. dusenii comb.
nov.).
En P. multifidum (véase la fig. de Mettenius (1856),
Jque corresponde al tipo), las divisiones son angostas y el
¡espacio entre las divisiones es más ancho. El aspecto general
!es del todo diferente.
¡3.— POLYSTICHUM MULTIFIDUM (Fig. 4).
| Dentro del grupo Aculeata , pero en el extremo opuesto
íde donde se encuentran los P. brongniartianum y P. chítense,
¡debemos ubicar al hermoso P. multifidum, que es uno de los
heléchos más elegantes de nuestra flora. Es marcadamente
herbáceo y con las frondas finamente divididas hasta cuadri-
pinatífidas, así que muy diferente de los anteriores. Hasta
podría pensarse en crear para él un grupo independiente de
Aculeata. Sin embargo, varía también y con relativa frecuen¬
cia se observan ejemplares menos divididos y con las últimas
Looser, G. GENERO POLYSTICHUM EN CHILE 65
Fig. 3._ Polystichum chilense. Fronda fértil, ancho máximo 190 mm.
Puerto Aysén. coll. G. Looser s/n.
ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N -
5G
divisiones que los aproximan algo al P. chítense val. d/',.
A estas formas algo menos divididas y con las divisiones
proporcionalmente más anchas que en P. multifidum típico,
estimamos que debemos incluir en calidad de sinónimos las
dos especies siguientes propuestas por R. A. Philippi. I ■ pea¡-
cei y Dicksonia andina.
P.multifidum var. autvani (Argentina, “Chubut, Laguna
Blanca (Koslowsky, n. 240)” es más chico que el tipo, con
el indumento más escaso. Lámina solamente tripinada.
4.—P. VESTITUM de las Islas Juan Fernández
Por último, corresponde referirnos al P. vestitum del
grupo isleño mencionado. Recuerda mucho al P. chítense del
continente con el cual se le ve mezclado en los herbarios y
más aún con el P. chítense var. dusenii. Pero es una especie
bien diferente, que se distingue en forma clara por los ca¬
racteres siguientes:
1. —Los pelos del raquis de P. vestitum de Juan Fernán¬
dez son marcadamente más rojizos (mohosos) que en P. chí¬
tense y en su var. dusenii.
2. —Las pínulas de vestitum son más delgadas (no car¬
nosas) y más coriáceas que en P. chítense. Por debajo, los
nervios laterales de las pínulas se notan algo en relieve y
suelen ser blanquizcos, así que se ven más fácilmente. En
P. chítense son con frecuencia invisibles.
3. —En P. vestitum las pínulas son de color verde más
intenso, mientras que en P. chítense tiran a amarillento.
El tipo de P. vestitum pz*oviene de Nueva Zelandia y
Christensen (1910: 19) abrigaba ciertas dudas de que la
planta fernandecina fuera idéntica. Comparado nuestro he-
lecho con la descripción e ilustraciones que nos dan Dobbie y
Crookes (1952 ?) de la planta neozelandesa, creemos justi¬
ficada esta opinión y pensamos que tal vez el helécho de
Juan Fernández es una especie no descrita hasta ahora.
LISTA DE LOS TAXONES MENCIONADOS
Y SUS AUTORES
Dicksonia andina R. A. Philippi.
Dryopteris Adanson.
Polyitickum aculeatum (Linnaeus) Roth (sinónimo P. lobatum
(Hudson) Presl.
Lo oser, G.
GENERO POLYSTICHUM EN CHILE
57
Fig. 4.— Polystichum multifidum. Pinas del centro. Ancho máximo de
la lámina 237 mm. Puerto Aysén. coll. W. J. Gates. H. L. 3010.
58
ANALES del MUSEO de historia NATURAL N U Uí<;s
P. aculeatum Schott (non [Linnaeus] Roth.
P. aculeatum var. chílense Christ,
P. adiantiforme (Forster) J. Smith.
P. berterianum (Colla) C. Christensen.
P. brongniartianum Remy et Fée.
P. chílense (Christ) Diels.
P. chílense var. dusenii Looser comb. nov.
P. elegans Remy et Fée.
P. mohríoídes (Bory) Presl var. elegans (Remy et Fée) C. Chns
tensen.
P. mohríoídes var. mohríoídes.
P. mohríoídes var. plicatum (Poeppig) C. Christensen.
P. multifidum (Mettenius) Moore.
P. multifidum var. autrani Hicken.
P. multifidum var. dusenii C, Christensen.
P. orbiculare Chl'ist.
P. orbiculatum DesvaUX.
P. pearcei R. A. Philippi.
P. plicatum (Poeppig) Hicken.
P. setíferum (Forsskal) Moore ex Woynar.
P. vestítum (Forster) Presl.
Rumohra Raddi.
PUBLICACIONES CITADAS
CHRIST, H. 1905: Über die australen Polystichum-Arten. Arkiv foei
Botanik 4 (12): 1-5. Estocolmo.
CHRISTENSEN, CARL. 1910: On some species of ferns collected by
Dr. Cari Skottsberg in températe South America. Arkiv fccr
Botanik 10 (2): 10-32, 4 fig. y 1 lám. Estocolmo.
DIEM, JOSE. 1958: Observaciones sobre Polystichum mohrioides var.
plicatum (Poepp.) C. Christensen. Boletín de la Sociedad
Argentina de Botánica 7 (2): 94-98, 2 figs.
DOBBIE, H. B. and MARGUERITE CROOKES. ¿1952?: New Zealand
Ferns. Fifth edition. Revised and cditcd with additional mat-
ter by M. C. - XXIV, 406 p., numerosas fig. Whitcombe and
Tombs Limited. Nueva Zelandia, sin fecha.
MATTENIUS, G. 1856: Filices Lechlerianae chilenses ac peruanae,
cura R. F. Hohenackeri editae. Leopold VoSS. Lipsiac (Leip¬
zig).
TARDIEU-BLOT, Mme. 1954: Ptéridophytes (Fougéres et Plantes
alliées) 107 p., numerosas fig. In Cryptogamia. Collect ion
publiée sous la direction de Roger Heim. Sociétc d’Edition
d’Enseignement Supérieur. París.
WEATHERBY, C. A. 1936: On the typcs of Deivaux’s American spe-
cíes of ferns. Contributions from thc Gray llerbarium of
Harvard University N’ 114: 13-36. Cambridge, Mass., U. S. A.
Casamiquela, R. M. GLOSSTHERIUM EN CHILE CENTRAL
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NOTICIA SOBRE LA PRESENCIA DE GLOSSOTHERIUM
(XENARTHRA, MYLODONT1DAE) EN CHILE CENTRAL
por RODOLFO M. CASAMIQUELA*
I.—GENERALIDADES
El cráneo de milodontino que motiva las presentes líneas
tiene una historia asaz curiosa. Me refiero, desde luego, a su
historia post-exhumación, hecho realizado en las cercanías de
la localidad de Lonquimay (Provincia de Malleco). A mis
manos llegó, a los pocos días de mi ingreso al Museo Nacio¬
nal de Historia Natural, por cesión (en custodia) de la señora
Helga Briiggen y el señor Guillermo Krumm, miembros de
la Sociedad Arqueológica de Santiago, quienes a su vez ha¬
bían obtenido el resto a través de la amabilidad del señor
Waldo Orellana, en la localidad de Victoria. Este último,
profesor allí, se decidía a desprenderse por aquellos días de
los materiales con que había elaborado un meritorio museo
escolar. Pero él a su vez había conseguido la pieza de manos
de otro profesor, de Lonquimay ahora, el señor Eleuterio
Gana, a quien a su vez le había sido cedido por pobladores de
la zona.
Esa es la curiosa historia abreviada del cráneo del eden-
tado, nuevo para el territorio chileno, que presentaré por
medio de este breve trabajo. En cuanto al resto del esqueleto
conservado, prometo su descripción para una próxima opor¬
tunidad, ya que los materiales no han sido todavía estudiados;
empero, la novedad del descubrimiento justifica, con creces,
la presente noticia preliminar.
Antes de entrar en materia quiero, desde luego, agrade¬
cer vivamente a las personas que conforman los eslabones de
la cadena a través de la cual circuló, hasta arribar al Museo,
el cráneo fósil aludido, y en especial a los nombrados en pri¬
mer término, señora Briiggen y señor Krumm, cuyo interés
* Paleontólogo de Vertebrados del Museo Nacional de Historia Natu¬
ral. Encargado de Investigación en el Departamento de Biología de
la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile.
60
ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATI'RAL
J . H
y comprensión del problema, han posibilitado no sólo i a sal¬
vación de dicha valiosa pieza del anonimato’ sino, en otro
orden de cosas, mis propias pesquisas e incluso el traslado
hasta el lugar del hallazgo original. Que esta sintética narra¬
ción, con final feliz, sirva de ejemplo y aliento a otras per¬
sonas, remisas en cuanto a la divulgación de sus tesoros cien¬
tíficos domésticos o escépticas con respecto al diálogo con los
representantes oficiales de la Ciencia. Personalmente, quedo
a disposición de los interesados a través de las presentes lí¬
neas: en mi carácter de extranjero es ella una de las maneras
en que me propongo pagar la deuda de gratitud contraída
con el pueblo que me recibe con tanta cordialidad.
II.—INTRODUCCION
II. 1. La significación de los Edcntados .
Simpson (1948), Saban (1958), en pos de Matthew, in¬
cluyen en el Orden Edentata a los Palaeanodonta al lado de
los Xenarthra. Aquel grupo está casi exclusivamente limitado
al W. de U. S. A., en terrenos que van del Paleoceno Superior
al Mioceno Inferior. En América del Sur podría pertenecer a
él (como un Epoicotheriidae aberrante) Necrolestes Ameghi-
no, del Mioceno Superior (“Santacrucense” auctorum) de la
Patagonia.
A juicio del propo Saban, la línea que condujo a los
Edentados, así entendidos (plus Pholidota), se habría des¬
prendido muy temprano, hacia el Jurásico Medio, de la que
conduce a los Insectívoros. En aquélla, a su vez, los Xenartros
se habrían individualizado a partir de mediados del Cretáci¬
co. De donde es fácil desprender la consecuencia (aceptada
en general) de que si en América del Sur no se conocen, no
ya Edentados sino siquiera mamíferos, en el Cretácico (i),
el origen de ese interesantísimo grupo habrá de buscarse for¬
zosamente en otra parte (es decir en el Hemisferio Norte, en
la Holártica de los zoogeógrafos).
(1) Después <ie escritas estas lineas tomo conocimiento do los singu¬
lares hallazgos realizados en el Neocretúcico del Perú: se trataría
de condilartros primitivos (vide Gramhast et al., 19G7) y de marsu¬
piales didelfoideos (Hoffstetter, teste).
Casamiquela, R. M. GLO SSTHERIUM EN CHILE CENTRAL
61
Personalmente estoy lejos de estar convencido de la bon¬
dad de tal razonamiento, sobre la base de por lo menos tres
argumentos fundamentales: el primero, que la prueba nega¬
tiva no constituye prueba (por lo menos en el actual estado
de nuestro conocimiento del Cretácico sudamericano) (1); el
segundo, que en América del Sur existe no sólo una excelente
cepa de terápsidos friáticos (vide Bonaparte, 1963; 1966), si¬
no igualmente un presunto mamífero meso-suprajurásico (Ca¬
samiquela, 1964) —hasta aquí no controvertido por ningún
autor que yo sepa. El tercer argumento es que en América
del Norte, como vimos, los Edentados no son más antiguos
que en América del Sur.
En efecto, los primeros Xenartros se conocen en este
continente a partir del Paleoceno, si bien están escasamente
representados en estos terrenos (vide Simpson, 1948, 70).
Allí aparecen los primeros representantes de los Dasypodoi-
dea, o armadillos, superfamilia que con la de los Glyptodon-
toidea, que se conocen desde el Eoceno Superior, completa el
Infraorden Cingulata.
El Suborden Xenarthra incluye todavía otros dos infra-
órdenes, los Tardigrada y los Vermilingua. Estos últimos son
los osos hormigueros actuales. En cuanto a los anteriores,
son los de nuestro interés presente.
El grupo de los tardígrados se origina hacia el Oligoceno
Superior, siempre en América del Sur, y a su vez comprende
tres conjuntos 'principales , o superfamilias, de los cuales los
Orophodontoidea (paragravígrados” auctorum) son los más
antiguos. Otra superfamilia, Megatherioidea (“gravígrados”
auctorum), se conoce desde el Oligoceno Inferior (“Desea-
dense”) de la Patagonia, aunque con escasos representantes
todavía. El grupo se extingue sólo en tiempos postgraciales
tempranos —según parece—, y lo propio acontece con los
gliptodontoideos; restan hasta el presente los dasipodoideos,
menos audaces en cuanto a especialización y talla. Como he
dicho, ellos han de unirse en el mundo actual a los conocidos
“osos hormigueros” (que en cierto modo “son a los megate-
rioideos lo que los armadillos son a los gliptodontoideos”, si
se acepta el escaso rigor científico de la imagen) y a los bra-
dipopodoideos, última superfamilia del Infraorden Tardi¬
grada.
Lo cierto es que en el seno de los Megatherioidea tienen
62
ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N- 1, 1963
cabida tres familias: Megalonychidae, Megatheriidae y My-
lodontidae. Sobre esta última familia hemos de concentrar
nuestro interés en este trabajo, y más que sobre ella sobre
una de las (dos) superfamidas que comprende, los Mylodon-
tinae. La otra, o Scelidotherinae, encierra a formas de crá¬
neo muy alagado, fáciles de separar de los milodontinos como
conjunto (2).
Y digo como conjunto porque si se quiere trasladar esta
facilidad al interior de la subfamilia Mylondontinae se adver¬
tirá inmediatamente que la empresa no es tan simple. En
efecto, ella aparece dificultada por numerosos problemas re¬
lacionados con antiguos errores, confusiones y un laberinto
sinonímico.
Afortunadamente, otros han intentado, con más autori¬
dad en el tema y mayor bibliografía, recorrerlo antes que yo,
y entre ellos he de detenerme en los nombres de Kraglievich
(vide 1922; 1928; 1934), Cabrera (1936) y Hoffstetter (vide
1949).
A aquél corresponde por lo pronto el mérito de haber
comenzado a desembrollar la madeja con la aclaración de
(1928, 203): “l 9 Que el verdadero genotipo del género My-
lodon Ow. es la especie argentina Mylodon darwini Ow. y no
como generalmente se acepta, la especie norteamericana My¬
lodon harlani Ow.; 2 9 —agrega— que f Mylodon robustas’ Ow.
pertenece al género Glossotherium Ow.”
Hasta aquí, pues, tenemos dos géneros, y ellos son acep¬
tados sin reservas por todos los autores. Pero Gervais y
Ameghino (1880) (“que incluían robustas en Mylodon ”, re¬
cuerda Cabrera, 1936, 194) habían agregado un nuevo gé¬
nero, Pseudolestodon, cuyo tipo es Lestodon myloides Gervais
(1885) (y en el que incluyeron a Mylodon lettsomi y Mylodon
gracilis). En esta reseña sigo a Cabrera (oy. cit.).
Kraglievich aceptó sólo parcialmente la individualidad
de Pseudolestodon, al que rebajó a categoría sugenérica
(1921), y subordinó luego (1928) a Glossotherium.
(2) Un milondontino, Nematherium birdi Simpson (1941) se conoce
del Mioceno de la región de Laguna Blanca, Magallanes; es no¬
toria la presencia del Mylodon en el Pleistoceno final de esa misma
región. Para Chile Central-Septentrional se conoce por lo menos un
celidoterino: Scelidodon (cf. Lydekker, 1886; Casamiquela, 1967).
Glossotherium lettsomi. Cráneo en vista superior.
64 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N 1 ' 1, 1968
Cabrera habría de rechazarlo de plano ( vide 1936, 197):
“En resumen, cuando se compara todo el material disponible
de milodontes pampeanos del género Glossotherium, con la
posible excepción de G. wieneri (H. Gervais y Ameghino),
que pudiera ser un individuo anómalo, resulta imposible en¬
contrar un grupo de caracteres, ni aun un solo carácter im¬
portante, que autorice a establecer una división subgenérica.
He examinado —agrega— detenidamente todo el material de
dicho género conservado en los museos de La Plata y Buenos
Aires, y también he visto, aunque sin poderlos utilizar para
una comparación directa, los ejemplares que hay en el Museo
Británico y en el de París; en total son unos treinta cráneos,
y entre ellos no hay dos idénticos, de manera que es difícil
evitar la tentación de inclinarse, o al criterio de Lydekker,
que admitía una sola especie, muy variable, o al de Kraglie-
vich, que hizo una especie o una subespecie casi de cada
ejemplar que tuvo en sus manos. Claro está —concluye— que
si se compara el tipo de Pseudolestodon tarijensis con el de
Glossotherium robustum, hay entre ellos grandes diferencias;
pero entre estos dos extremos existe toda una gradación, y
una gradación irregular; es decir, que si se van considerando
los distintos caracteres por separado, no hay ningún ejem¬
plar que ocupe constantemente el mismo lugar en la serie".
Y Cabrera documenta estas aseveraciones con numerosos
ejemplos, lo suficientemente contundentes como para que por
lo menos yo acepte sin reservas su criterio (hasta aquí).
Como resultado de su estudio, este autor termina por dis¬
tinguir, en definitiva, y desde un punto de vista exclusiva¬
mente craneoscópico y craneométrico, dos conjuntos: uno
de cráneos alargados y otro de cráneos más cortos; en reali¬
dad dicho alargamiento se refiere fundamentalmente a la
región rostral. Ellos mantienen una constancia que está por
encima de todas las variaciones hasta aquí tomadas en cuenta
para distinciones subgenéricas, específicas y subespecíficas.
Algo sobre ellas veremos en seguida, al ocupamos con el aná¬
lisis del material; él, en fin, reservará alguna sorpresa en
cuanto a esta clasificación enunciada de Cabrera.
“Resumiendo —termina ese autor (id, 204)—, mi opi¬
nión es que no hay ningún motivo para separar genérica¬
mente ni subgenéricamente Pseudolestodon de Glossotherium ,
Casamiquela, R. M. GLO SSTHERIUM EN CHILE CENTRAL
65
y que en este género, si se exceptúa tal vez G. wieneri, no es
posible reconocer más que dos especies, a saber:
G. robustum Owen, 1842. Sinónimos: myloides P. Ger-
vais, 1855; gracile Burmeister, 1866; hexaspondylum Rauten-
berg, 1906; grande Kraglievich, 1922; sulcatum Kraglievich,
1922 (parte); superbum Kraglievich, 1922.
G. lettsomi Owen, 1880. Sinónimos: tarijense Ameghino,
1902; gallenü Kraglievich, 1921; cylindricum Kraglievich,
sulcatum Kraglievich, 1922 (parte); uruguayense Kraglie-
vich, 1928”.
Hoffstetter habría de terciar en la discusión (1949) pa¬
ra aceptar, por un lado las conclusiones de Cabrera en cuan¬
to al subgénero Pseudolestodon. Pero por el otro, es decir, en
cuanto a esta bipartición de los glosoterios en las especies
comprensivas G. lettsomi y G. robustum, sobre base funda¬
mentalmente craneométrica, propone en cambio volver al
enfoque craneoscópico y —si bien respetando la distinción
de sólo dichas dos especies— basar en él la diferenciación es¬
tablecida. Con sus palabras: “Por mi parte, ya he dicho que
me parece peligroso hacer una separación sobre simples con¬
sideraciones biométricas. Es evidente que no puedo formarme
una opinión definitiva sobre un material que no conozco sino
por una bibliografía incompleta. Con todo, me parece que se
podrían conservar las dos especies robustum y lettsomi crea¬
das por Owen, pero separándolas principalmente por la for¬
ma del maxilar en la vecindad del primer diente (una dispo¬
sición semejante, aun exagerada, se observa en la forma
ecuatoriana Glossotherium wegneri), mientras en el de lett¬
somi el mismo maxilar ciñe estrechamente el contorno del
primer diente...”
A primera vista el criterio elaborado por Hoffstetter
parece aceptable y he de utilizarlo provisionalmente en la
determinación del presente material. Como el propio Hoffs¬
tetter ha observado, no obstante, el hacerlo significa reorde¬
nar, dentro de dichas dos especies, a las formas separadas por
Kraglievich y Cabrera. De este modo, la forma chilena, como
su afín “ Eumylodon myloides gaüenii” de Kraglevich, que¬
darían incluidas en el grupo Glossotherium lettsomi.
Dicho autor además ha distinguido un nuevo subgénero
Oreomylodon, caracterizado fundamentalmente por la pre¬
sencia “de un hueso intemasal, unido a los nasales y el vó-
6G ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N 7 1, 1908
mer, y que domina a la fosa nasal”, rasgo que lo separa tanto
de GlossotheHum s. st., en el que este elemento falta como de
Mylodon s. st., en el que dicho elemento tiene enorme
desarrollo. Ha aceptado, en fin, la especie G. wegneri de Spill-
mann, ecuatoriana, de pequeña talla (1949).
La subfamilia Mylodontinae se totaliza en el Pleistoce-
no con un tercer género, Lestodon, muy difundido en Argen¬
tina y Uruguay y con representantes en el sur de Brasil y de
Bolivia. Glossotherium, con dos subgéneros y varias especies
(por lo menos en el criterio de Hoffstetter, 1958), es de di¬
fusión panamericana. Y en cuanto a Mylodon, posee una es¬
pecies típica de la Argentina (M. darwini) y la otra es chile¬
na: el célebre Mylodon listai de la caverna de la Ultima Es¬
peranza, Magallanes, también conocido con los nombres de
Grypotherium (domesticum), Neomylodon, etcétera.
Ninguno de estos géneros, como se aprecia, existía en
Chile Central (sensu lato, es decir incluido Chile Septentrio¬
nal), aunque en él, en cambio, son bien conocidos los megaté-
ridos, amén de los celidoterinos. De allí el interés del presente
hallazgo —si bien en este trabajo me limitaré a presentar el
material sin mayores especulaciones acerca de su significa¬
ción zoogeográfica, ecológica, etcétera.
III.—EL MATERIAL
1. Análisis.
Clase Mammalia
Orden Edentata
Suborden Xenarthra
Infraorden Tardigrada
Superfamilia Megatherioidea
Familia Mylodontidae
Subfamilia Mylodontinae.
Glossotherium lettsomi Owen.
Espécimen asignado: N? Museo Nacional de Historia
Natural P 67-V-10-1 (provisional, material en custodia). Crá¬
neo bastante completo, del que faltan el nasal izquierdo y
parte del derecho, los premaxilares, la parte media del arco
cigomático derecho y la lámina pterigo-occipital izquierda,
además de la mandíbula y de la mayor parte de los molares
(sólo restan porciones alveolares de ambos caniniformes y
Casamiquela, R. M. GLO SSTHERIUM EN CHILE CENTRAL
67
del 3* y 4’ del lado izquierdo (i). Su estado de conservación
es muy bueno, con aspecto de fresco, si bien faltan porciones
parietales y escamosales de la tabla externa del lado izquier¬
do, seguramente erosionada por exposición reciente del cráneo.
Horizonte y edad: “El Glossotherium se encuentra en for¬
maciones periglaciales de vertiente”, de edad no bien defi¬
nida todavía pero con seguridad dentro de los términos del
Pleistoceno Superior. Agradezco el informe al geomorfólogo
de la Universidad de Concepción, Claude Laugenie.
Localidad: 23 km de la localidad de Lonquimay (Malleco)
por el camino internacional a Pino Hachado, en tierras del
fundo San Juan, del señor Ernesto Méndez.
2. Descripción
El cráneo corresponde a un subadulto, de suturas total¬
mente abiertas. Recuerda mucho al de “Eumylodon (=Glos-
sotherium) robustus cilindricus ” Kraglievich (vide Lydekker,
1894, lámina 49, fig. 2) y en especial a (( Eumylodon (Psendo-
lestodon) myloides gallenii” del mismo autor (1921; vide
1940, I 163) y u Pseudolestodon letssomi Owen” (Ameghino,
1928, lámina 47, fig. 4).
En vista dorsal el sólido se muestra alargado. Los pa¬
rietales, muy breves, emiten una prolongación lateral acumi¬
nada que articula sesgadamente con el borde póstero-lateral
correspondiente de los frontales hasta un punto situado por
encima, apenas más adelante, del centro de la base de la apó¬
fisis cigomática.
Como en “ Eumylodon myloides gallenii”, la superficie
del techo craneano delimitada por las líneas temporales, ne¬
tas, es aplanada. En realidad dar una descripción general es
repetir, a grandes rasgos, lo apuntado por Kraglievich para
dicha forma. Como en ella, “el borde maxilar de los frontales
se extiende algunos centímetros en avance de su borde nasal,
el que ofrece, a cada lado, una línea de sutura dentellada,
curva, de concavidida anterior” —si bien falta la prolonga¬
ción mesial del frontal insinuada entre los nasales.
En el rostro, el tubo que el biosólido craneano imita, que
se ha angostado a partir de la prominencia postorbitaria,
(1) Posteriormente fue exhumada la mandíbula, entre otros restos.
68 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N 9 1, 1968
vuelve a expandirse anteriormente y en especial en la por¬
ción inicial de la serie dentaria. Como en la forma de referen¬
cia, los nasales se prolongan hacia atrás hasta el nivel de las
referidas apófisis postorbitarias; hacia adelante están tron¬
chados por rotura. No obstante es apreciable el rasgo seña¬
lado por Kragiievich de una constricción media y ensancha¬
miento anterior y posterior. Como en la forma aludida, las
suturas nasomaxilares son menos complicadas que las naso-
frontales; están separadas posteriormente 100 mm y mesial¬
mente 60 mm. La extensión total de los nasales ha de haber
sido de por lo menos 180 mm. El diámetro tranverso del
rostro, medido en la depresión previa al hocico, es de 123 mm.
En el primer par de dientes la medida máxima alcanza a
156 mm.
En norma lateral, la superficie craneana describe una
curva muy suave, que asciende apenas hasta el nivel de las
apófisis postorbitales y desde ese punto comienza un descen¬
so casi simétrico. La depresión prefrontal es atenuada. La
cresta oblicua que separa a las fosas orbitaria y temporal
es bien marcada. El arco cigomático es igual al de Glosso-
therium robustum Owen.
En norma ventral, los cóndilos occipitales se muestran
bien destacados y fuertes; no obstante, el diámetro bicondíleo
externo es de 136 mm, inferior en 9 mm al de la forma estu¬
diada por Kragiievich y en 14 mm al correspondiente de
Glossotheriam robustum Owen. El foramen magnum, elíptico,
mide 60 mm de ancho y 43 mm de alto. Las apófisis para¬
occipitales son fuertes.
El paladar pasa de convexo a cóncavo, en sentido longi¬
tudinal, como en la forma referida. Conforma un trapecio de
base mayor anterior y menor muy pequeña. La distancia entre
los bordes alveolares internos de los dos primeros dientes,
derecho e izquierdo, es prácticamente la misma que el doble
del ancho entre las mismas caras del último par de muelas, a
diferencia de “P. myloides gallenü”, en que aquella distancia
es mayor que el doble de ésta, y de Glossotherium robustum ,
en que la relación es inversa. El largo del paladar (desde el
borde libre de los maxilares hasta la escotadura pospalatina)
es de 192 mm. El margen libre de los maxilares, delante de
los molariforines, es algo menor de 20 mm (que es la medida
del ejemplar de Kragiievich). Existe la escotadura lateral
del margen de que habla dicho autor.
Gloxotherium lettsomi. Cráneo en vista lateral
70 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N 1 ' 1, 1968
La curvatura de las series dentarias es similar a la
presente en dicha forma. El largo de la serie maxilar, me¬
dida en los alvéolos, es de 145 mm, y aquel de los 4 últimos,
de 111 mm.
Los molares, de contorno redondeado, y que no dan la
impresión de tan pequeños como en el ejemplar estudiado
por Kraglievich, presentan como en éste una capa de dentina
dura blanquecina y de cemento de espesor moderado. Como
he dicho, se conservan sólo las porciones alveolares de 5 ó 6
elementos dentarios, de manera que la descripción que sigue
ha de entenderse referida a los alvéolos.
El caniniforme no está tan desplazado fuera de la serie
como en aquella forma. De cualquier modo, la silueta alveolar,
ovoidal a subelíptica, presenta eje longitudinal oblicuo. El
diámetro mayor es de 21 mm y el menor de 15 mm. La distan¬
cia entre ambas, derecho e izquierdo, es de 100 mm; entre
el mi y el m2, es de 11 mm en el lado derecho y de 14 mm
en el izquierdo.
El m2 es aparentemente tan grande como el mi o mayor
que éste, y su eje mayor es subparalelo al del borde alveolar
del maxilar. La superficie interna del alvéolo es convexa
hacia adentro y atrás, sesgadamente, lo que provoca la pre¬
gunta de si el molar correspondiente se inclinaba del mismo
modo en ese sentido. El diámetro mayor es de 80 mm y el
menor de 27 mm. La distancia entre el m2 derecho y el
izquierdo es de 72 mm.
El m3 presenta un lóbulo póstero-interno angosto y acu¬
minado hacia adentro y atrás, y uno anterior mucho mayor,
oblicuo de adelante a atrás y de afuera a adentro. La cara
anterior (del diente) es levemente convexa y las otras dos
cóncavas, surcadas, en especial la interna. El diámetro oblicuo
máximo es de 31 mm, el ancho del lóbulo anterior de 23 mm.
la distancia entre ambos m3 es de 63 mm.
El m4 es achatado longitudinalmente y tiende a hacerse
subcuadrangular. Se ubica oblicuamente, de adentro a afuera
y de adelante a atrás. Se distinguen en él dos lóbulos, poco
marcados, de los cuales el interno se ensancha y expande cau¬
dalmente. La cara anterior (del diente) es plana a levísima-
mente cóncava y hay un surco en la interior y en la posterior.
El diámetro máximo, oblicuo, es de 24 mm; el ancho del
Glossotherium lettsomi. Cráneo en vista inferior
72 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N 1 ' 1, 1968
lóbulo interno de 15 mm y el del externo de 12 mm. La dis¬
tancia entre ambos m4 es de 55 mm.
El alvéolo del m5 es grande, bilobulado; el lóbulo ante¬
rior es oblículo y el posterior subparalelo al borde del maxi¬
lar. La cara anterior del alvéolo es plana a suavemente con¬
vexa, y la externa e interna muestra una cresta que corres¬
ponde a un surco en el diente. El diámetro máximo, oblicuo,
es de 30 mm; el ancho del lóbulo anterior, de 22 mm, y del
posterior de 16 mm. La distancia entre ambos m5 es de
50 mm.
Se miden 130 mm en la base de la cavidad nasal. La lon¬
gitud total del cráneo, desde el extremo caudal de los cóndilos
occipitales hasta el margen libre anterior del maxilar, es de
485 mm.
3. Afinidades
Como se aprecia a través del texto, el cráneo en estudio
recuerda poderosamente a aquel de “Eumylodon myloides
gallenii ,t Kraglievich, y por consiguiente al grupo de formas
en que éste puede incluirse. De acuerdo con Cabrera (1936,
200), el cráneo descripto por Kraglievich bajo esa denomina¬
ción cae dentro de su “grupo” Glossotherium lettsomi. Vea¬
mos qué dicen al respecto los datos craneométricos de la
forma chilena en estudio.
Cabrera ha distinguido, siguiendo a Kraglievich, los si¬
guientes índices: 1. Indice cefálido (diámetro postorbitario
mínimo por 100/longitud cóndilomaxilar); 2. Indice rostral
(ancho del rostro sobre los caniniforines por 100/longitud
condilomaxilar); 3. Indice precigomático (estrechamiento ros¬
tral delante de los cigomáticos por 100/longitud cóndiloma¬
xilar); 4. Indice mastoideo (diámetro bimastoideo por 100/
longitud cóndilomaxilar); 5. Indice palatino (ancho del pala¬
dar entre el último par de dientes por 100/longitud cóndilo-
maxilar); 6. Indice faciocefálico (longitud rostral desde el
borde orbitario anterior por 100/longitud cóndilomaxilar).
En nuestro ejemplar los resaltados numéricos son (vide
medidas): 1: 28,0; 2: 32,1; 3: 25,3; 4: 39,3; 5: 10,3; 6: 24,7.
El primero cae por igual dentro de ambas divisiones de Ca¬
brera; el segundo responde al grupo Glossotherium lettsomi,
lo mismo que el tercero; el cuarto puede responder a ambos,
Casamiquela, R. M. GLOSSTHERIUM EN CHILE CENTRAL
73
pero por frecuencia indicaría más bien el grupo G. robustum;
el quinto, en cambio, responde a la pauta G. lettsomi; y, en
fin, el sexto es ambiguo.
Es decir que —en coincidencia con una parcial sobre¬
posición de índices para ambos grupos, como ya había seña¬
lado Hoffstetter— el ejemplar en estudio podría ubicarse en
una situación perfectamente intermedia entre ambas catego¬
rías. A pesar de esto, y de que por ende el intento de distin¬
ción hecho por Cabrera sobre base craneométrica parece
fracasar, es la opinión del propio Cabrera la que resulta apo¬
yada por las nuevas cifras. Recordemos, en efecto, que él se
resistía a aceptar la posición pulverizadora de Kraglievich.
En ese sentido, por lo tanto, opino que lo correcto sería
aceptar sin más la monoespecificidad de Glossotherium sensu
stricto (si bien caracterizado por una especie altamente poli-
típica). No obstante, como no soy la persona más autorizada
para proponer esta reducción de manera formal por el mo¬
mento, he de tentar en este trabajo el camino morfológico
sugerido por Hoffstetter. De acuerdo con su criterio acerca
del desarrollo de la porción del maxilar inmediatamente an¬
terior al primer molariforme, entiendo que habría que colo¬
car a la forma chilena dentro del grupo Glossotherium lettso¬
mi, si bien —como era esperable— ocuparía dentro de él una
posición de tendencia igualmente intermedia en la dirección
del otro grupo, G. robustum.
IV.—VALORIZACION
El interés del hallazgo de un glosoterio en Chile (Central
para el caso) trasciende los aspectos meramente sensaciona¬
les para centrarse en aquel particular planteado por sus vin¬
culaciones y origen geográfico.
Como es sabido, se conocen dos formas de glosoterios en
Bolivia; la una, de gran talla, fue separada específicamente
por Ameghino con el nombre de Glossotherium tarijense, pe¬
ro incluida por Cabrera (op. cit.) en su grupo G. lettsomi.
Hoffstetter (1963) ha mencionado, para la misma localidad
de Tari ja la presencia de una forma más pequeña. En cuanto
a la Argentina, existe en territorio de ese país una larga
lista de hallazgos. Por el momento, de todos modos, y a pesar
de que el Pleistoceno de la Patagonia ha arrojado escaso nú-
74 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N" 1, 1968
mero de mamíferos, lo lógico es aceptar que las vinculaciones
del animal en estudio sean orientales. En este sentido habla¬
ría, además, la aparente ausencia de glosoterio en (el norte
y centro) de Chile.
En cuanto al carácter de esa relación, o mejor quizás en
cuanto al carácter de la vía de comunicación que representan
los pasos bajos de la Cordillera de los Andes, espero volver
sobre el tema con informaciones geomorfológicas (l) y bioló¬
gicas complementarías en un futuro cercano.
OBRAS CITADAS
AMEGHINO, F. 1928. Mamíferos fósiles de la República Argentina.
Atlas. Obras completas y correspondencia científica. Vol.
IX. La Plata.
BONAPARTE, J. F. 1963. La familia Traversodontidae. Acta Geol.
Lilloana, Univ. Nac. Tucumán, Inst. Miguel Lillo, IV.
- 1966. Sobrenuevos terápsidos triásicos hallados en el cen¬
tro de la provincia de Mendoza, Argentina. Acta Geol.
Lilloana, Univ. Nac. Tucumán, Inst. Miguel Lillo, VIII.
CABRERA, A. 1936. Las especies del género GloBsotherium. Notas
Mus. La Plata, I, Paleont. 5.
CASAMIQUELA, R. M. 1964. Estudios icnológicos. Problemas y mé¬
todos de la icnología con aplicación al estudio de pisadas
mesozoicas (Reptilia, Mamaba) de la Patagonia. Buenos
Aires.
- 1967. Nota sobre los restos de desdentados fósiles (My-
lodontidae, Scelidotheriinae) de Conchalí, suburbios de
Santiago. Rev. Universitaria (Univ. Católica de Chile),
año LII.
GERVAIS, H. y AMEGHINO, F. 1880. Los mamíferos fósiles de la
América del Sud. París.
GRAMBAST, L., MARTINEZ, M. MATTAVER, M. y THALER, L.
1967. Perutherium altiplanense nov. gen. nov. sp. Pre¬
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Rend. Sean. Acad. Sci., 264 (D).
HOFFSTETTER, R. 1949. Nuevas observaciones sobre los Edentata del
Pleistoceno Superior de la Sierra Ecuatoriana. Bol. Inf.
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- 1958. Xenarthra. ln Traite de Paléntologie (J. Pive-
teau), VI, 2: 535.
(1) Trabaja en el problema, en el área de Lonquimay, el ci'ado geo-
morfólogo Laugenie, de la Universidad de Concepción.
Casamiquela, R. M. GLOSSTHERIUM EN CHILE CENTRAL
75
- 1963. La faune pléistocene de Tarija (Bolivie). Note
préliminaire. Bull. Mus. Not. Hist. Nat. (2), 35, 2.
KRAGLIEVICH, L. 1922. Estudios sobre los Mylodontinae: análisis
comparado de los valores craneométricos de los milodon-
tinos de Norte y Sud América. An. Mus. Nac. Hist. Nat.
Bs. Aires, XXXI (Obras de Geología y Palentología, I.
La Plata, 1940).
- 1928. Mylodon Darwini Owen es la especie genotipo de
de Mylodon Owen. Physis, IX (Obras de Geología y Pa¬
leontología, II. La Plata, 194).
- 1934. Contribución al conocimiento de Mylodon darwini.
Rev. Mus. La Plata, XXXIV (Obras de Geología y Pa¬
leontología, III. La Plata, 1940).
- 1921. Estudios sobre los Mylodontinae. Descripción com¬
parativa del género Pleurolestodon Rovereto. An. Mus.
Nac. Hist. Nat. Bs. Aires, XXXI (Obras de Geología y
Paleontología, I. La Plata, 1940).
LYDEKKER, R. 1886. Description of three species of Sceiidotherium.
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- 1894. Los Edentados extinguidos de la Argentina. An.
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SIMPSON, G. G. 1941. A Miocene sloth from Southern Chile. Am.
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-- . 1948. The beginning of the age of mammals in South
America. Part 1. Bull. Amer. Nat. Hist., 91.
Spinner, J.
EL BIODINAMISMO PLEISTOCENICO
77
EL BIODINAMISMO PLEISTOCENICO, UNA CONSECUENCIA
DE LOS REPETIDOS CAMBIOS DEL CLIMA MUNDIAL
(Una confrontación de antiguas teorías y conocimientos
y hallazgos recientes).
JULIUS SPINNER P.
I.—ALTERNACION DE TEORIAS CIENTIFICAS
En 1797 encontró John Frere, en Hoxne, (Condado Suf-
folk, Inglaterra) en estratos no perturbados de un abrí
grandes cantidades de objetos líticos, aparentemente artefac¬
tos humanos, junto con un gran fémur de un elefante. Pero
la publicación de este hallazgo en 1800 no despertó en Ingla¬
terra ningún eco: Fue rechazada unánimemente, no sólo por¬
que estaba en oposición con la interpretación, entonces usual,
del texto bíblico sobre la creación y la cronología corta de
alrededor de 6.000 años para la existencia de la Tierra y de
todos los seres vivientes, sino también por la imputación que
elefantes hubiesen existido en Inglaterra (i).
Cuando tres decenios después el sacerdote católico P.
Mac Enery en sus excavaciones en la Kents Cavern in Tor-
quai (Cond. Devon) encontró huesos de un rinoceronte fosi¬
lizado, junto con implementos de pedernal debajo de una capa
incólume de estalagmitos, no se atrevió a publicar sus hallaz¬
gos hasta su muerte, advertido por las experiencias de John
Frere (2).
Pero en Francia llegó el gran investigador George de
Cuvier, fundador de la paleontología científica, a raíz de
estudios geológicos en la cuenca de París ya en 1815 al reco¬
nocimiento de la existencia de paquidermos fósiles en Europa
occidental, que manifestó en sus “Discours sur les revolutions
de la surface du globe et sur les changements qu’elles ont
produits dans le regne animar’. Como adversario de una
teoría de variabilidad de las especies, sostenida por Lamarck
y Geoffroy Saint Hilaire, propuso Cuvier como agregado de
su tesis de la destrucción de los seres vivos de ciertas épocas
por grandes “cataclismos” la idea, de que los continentes,
78 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N* 1, 1908
víctimas de tales catástrofes, hubiesen sido poblado con orga¬
nismos nuevamente —sea de otros continentes que no hubie¬
sen sido alcanzados por tales cataclismos, o sea por un acto
nuevo de creación de seres vivientes.
Más allá de esta ambigüedad de las teorías de Cuvier
iban las declaraciones del botánico alemán Gottlieb W. Bi-
schoff, quien en su Manual de Botánica, 1839, defendió fir¬
memente la tesis de repetidas creaciones divinas, por lo me¬
nos una antes del Diluvio y otra después (3).
Frente a tales teorías, científicamente inaceptables, ganó
rápidamente terreno el “actualismo” geológico, protagonizado
por Charles Lyell en sus “Principies of Geology” (1830-1833),
quien salió de la suposición básica, de que para explicación
de los fenómenos geológicos de épocas pasadas bastaría com¬
pletamente, observar los procesos que ocurren en la natura¬
leza en la actualidad, en nuestros días. La teoría darwiniana
de la evolución que explicaba la descendencia de formas más
complicadas de anteriores en el transcurso de inmensos es¬
pacios temporales y la importancia de la selección —tanto
natural como sexual— con sus efectos de adaptación a las
condiciones ambientales: todo eso conducía pronto a un ven¬
cimiento completo de la tesis de Cuvier de cataclismos. Ella
cayó en olvido completo, —aunque su teoría de la aparición
de paquidermos de regiones tropicales en Francia e Inglate¬
rra contenía el núcleo de un entendimiento científico im¬
portante.
Desde la victoria del actualismo lyelliano sobre el catras-
trofismo de Cuvier transcurrieron varios decenios, hasta que
Penck y Brückner en su obra sobre “Los Alpes en la Edad
de Hielo” (1902-09) pudieron demostrar que la “Edad de
Hielo” se compuso de una serie de fuertes alteraciones pa-
leoclimatológicas. La cognición de que nosotros vivimos aho¬
ra en una época caliente, post-glacial, era el primer paso para
conocer el error fundamental en el “actualismo” de Lyell,
quien buscaba en observaciones de procesos actuales la llave
para explicar lo que hubiera ocurrido en fases del pasado
con un clima distinto: La suposición básica del actualismo
perdió con eso su valor de convicción. Ahora nos hallamos en
la necesidad de re-examinar el problema, planteado por Cu¬
vier en su afán de explicar los hallazgos paleontológicos en
el suelo francés un siglo y medio atrás.
Spinner, J.
EL BIODINAMISMO PLEISTOCENICO
79
Tal re-examinación nos conduciría también a un enten¬
dimiento mejor de un complejo de problemas de la Prehisto¬
ria cultural que caen fuera del marco de este trabajo: El
benemérito paleoarqueólogo francés Jacques de Morgan, irri¬
tado por teorías difusionistas (vea nota 1) escribió 1923 so¬
bre la industria paleolítica de Europa occidental que:
“Parece haber nacido y haberse desarrollado en nume¬
rosas regiones. Decimos “nacido”, porque es inadmisible que,
partiendo de un hogar único haya irradiado sobre países tan
alejados unos de los otros, atravesado los mares, los desiertos,
las altas montañas”.
No es necesario, subrayar que lo “inadmisible” para la
difusión de industrias paleolíticas eo wso debería ser inad¬
misible para la difusión de los paquidermos, hallados por
Georges Cuvier en Francia, John Frere en Hoxne y P. Me
Enery en Kents Cavern. ¿O tenemos que aceptar que han
acaso también nacido los elefantes y rinocerontes indepen¬
dientemente en el occidente europeo, porque a un arqueólogo
francés parecía inadmisible que esos paquidermos se habían
difundido de un hogar único, e irradiado sobre países tan
alejados, atravesado los mares, los desiertos, las altas mon¬
tañas ?
II.-—EL HOMBRE PRIMITIVO COMO PARTE
PASIVA DE LA BIOCENOSIS
En los comienzos de la aparición del hombre sobre la faz
de la Tierra no señoreaba el hombre el reino animal, como
lo demuestran los escasos hallazgos que nos dan testimonio
de su existencia. No pueden mantenerse más los relatos del
“Génesis” (1,28) que el hombre según la bendición divina
señoreó los peces de la mar, las aves de los cielos y todas las
bestias que se mueven sobre la tierra (vea nota 2).
Aceptando como fechas seguras las alcanzadas por el
método potasio/argón para los hallazgos de L. Leakey en
Olduvay, capa I —alrededor de 1.750.000 años atrás— tene¬
mos que tener presente que no existe ningún indicio de una
posición dominante humana dentro del reino animal. Al con¬
trario: Durante centenares de milenios tenían los grupos
humanos en las fases más tempranas de la evolución que
luchar angustiosamente, para imponerse dentro de un am-
SO ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N" 1, 10Oí-
bien te hostil y peligroso. Tal situación difícil fue superada
todos los inmensos espacios de tiempo anteriores faltaba lo
solamente cuando se logró llegar a una vida sedentaria. En
que se puede llamar la “adaptación cultural, activa”. Lo que
existía y que conectaba la existencia humana con la flora y
fauna de su ambiente, era únicamente la adaptación pasiva,
la ecología, la suma de los factores externos de la naturaleza,
como el clima, elementos geográficos y biológicos, controlaban
la sobrevivencia y abundancia de individuos y de poblaciones.
Una observación de Phillip Tobías de la vida de los
bosquimanes, cazadores-recolectores del desierto Kalahari en
Sudáfrica, nos da una idea, como tenemos que pintar la vida
de grupos paleohumanos en épocas primitivas:
“La sequía muy severa, por la cual pasó la Kalahari en
los 5 años desde 1955-1959, obligó a centenas de bosquimanes
a buscar los escasos naturales abrevaderos. No puede sor¬
prendernos que en las migraciones impuestas a la fuerza pa¬
ra alcanzar agua y la supervivencia la gente de edad y los
débiles fueron abandonados en la marcha” (6).
Antes de alcanzar la posibilidad de responder activa¬
mente a los peligros de cambios, especialmente los climáticos,
existía para los grupos humanos solamente una alternativa:
La de someterse pasivamente, como lo hizo todo el ámbito
biológico. La flora, la fauna y los grupos humanos formaban
una biocenosis, una unidad de condiciones de vida y de exis¬
tencia, de la cual se emanciparon los humanos solamente co¬
mo resultado de un lentísimo proceso de una evolución so¬
cial y tecnológica. Pero antes de alcanzar un grado de evo¬
lución cultural que posibilitase la independencia de condicio¬
nes naturales de existencia, había solamente lina salida de
emergencia que igualmente usaban los otros seres vivientes:
el retiro, la fuga. La emigración era la única disponible ré¬
plica a cambios ambientales que amenazaron la sobrevivencia
sea de grupos humanos, sea de la fauna.
Miremos ahora las particularidades de las situaciones
ambientales pleistocénicas, que en los comienzos de la larguí¬
sima época de la formación decidieron los destinos tanto de
los grupos paleohominidos, asimismo como los de todas las
biocenosis, a las cuales pertenecían tanto hombres, como mu¬
chos animales hoy fósiles, p .ej., tipos de elefántidos.
Spinner, J.
EL BIODINAMISMO PLEISTOCENICO
81
III.—LOS REPETIDOS BRUSCOS CAMBIOS DE
TEMPERATURA Y DEL MONTO DE PRECIPITACIONES
EN EL TRANSCURSO DEL PLEISTOCENO
Basándose en los resultados de las investigaciones paleo-
climatológicas de P. Woldstedt y M. Schwarzbach presentó
Karl Butzer, 1966, la siguiente curva generalizada del pro¬
medio de las temperaturas en Europa Central durante el Ter¬
ciario y Cuaternario U);
Como la curva demuestra, empezaron ya al fin del Plio-
ceno oscilaciones menores del promedio anual de la tempera¬
tura. El grado del calor alrededor de los 13- C bajaba pronto
con las Glaciaciones Donau y Günz hasta 4 9 y con la poste¬
rior repetición de fases frías para Europa Central hasta un
promedio de O 9 C. Las temperaturas reinantes en ciertos in¬
tervalos eran (seg. Schwarzbach) bastante más bajas que hoy,
en las regiones del clima templado frío 8 - 12 9 C menos que
ahora. Tal clima excluía la existencia de una flora y fauna du¬
rante las épocas más frías. Grandes regiones se convirtieron en
desiertos polares inhabitables.
Fig i — Curva generalizada de temperaturas anuales en Europa Central
durante el Terciario y Pleistoceno. La escala temporal del Pleistoceno
es fuertemente exagerada; modificado seg. Woldstedt 1954.
82 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N 9 1, 1968
Pero un cuadro mucho más rico en detalles nos dan las
investigaciones de J. Vogel y W. Zagwijn, publicadas en 1967,
que se refieren a la sucesión de fases frías e interstadiales
cálidas durante la última glaciación Wiirm/Weichsel en Ho¬
landa. Los resultados que reproducimos en fig. 2, fueron ob¬
tenidos por la combinación de múltiples fechas radiocarbóni-
cas y análisis de polen, encontrados en una gran cantidad de
sitios de los Países Bajos. Este trabajo se efectuó en el La¬
boratorio C 14, dirigido por Vogel, en la Universidad de Gro-
ninger.
Este cuadro demuestra de una manera muy elocuente
los grandes progresos en la subdivisión de la última glacia-
Fig. 2.-— Curva climática y subdivisiones estratigráficas de la última
glaciación en los Países Bajos, comparada con la estratigrafía de Loess
en Austria, (seg. Vogel y van der Hammen, 1967) (8)
Spinner, J.
EL BIODINAMISMO PLEISTOCENICO
83
ción Würm/Weichsel, que en la faseología propuesta por
Penck y Brückner aparece como una época glaciar: La curva
de las temperaturas de verano oscilaba al final del último
Interglacial (Eem) entre 17 y 9 ? C y llegó durante los In-
terstadiales calientes Amersfort y especialmente Brorup otra
vez a un promedio de más de 15* C.
Estos cambios de la temperatura tenían necesariamente
sus violentas repercusiones en la flora: El área que durante
el Terciario había gozado de un clima subtropical y durante
el Interglacial Eem había estado cubiei’to por densos bosques,
se vio castigado después del Interstadial Brorup por u»
brusco descenso de la temperatura. Desaparecieron no sola¬
mente los bosques: Hasta la tundra que cubre el suelo con li¬
qúenes y musgos o con esta baja vegeetación más arbustos
enanos (shrub-tumdra) —ambas formas contentas con ba¬
jas temperaturas veraniegas de 5 - 10 9 C— tenían que des¬
aparecer. El área se convirtió en un desierto del tipo circum¬
polar. Mientras con la flora de la tundra podían vivir anima¬
les, acostumbrados a bajas temperaturas, como los mamutes
(Elephas primigenius), rinocerontes lanudos y renos, des¬
apareció con la transformación en desierto sin flora cada
base de la existencia de animales.
a) En las fases frías amenaza el avance de los glaciares las
biocenosis nórdicas —especialmente durante los inviernos —
con muerte de hambre.
La situación descrita duraba durante el Pleniglacial, cea
desde 55.000-15.000 B. P. Había solamente dos relativamen¬
te breves interrupciones: Tanto durante el interstadial Hen-
gelo (cea 37-35.000 B. P.) como el Denekamp (30-27.000
B. P.) había ascensos de la temperatura y con eso vida ve¬
getal y animal. Solamente después de cea 11.000 B. P., en las
fases calientes Bolling y Allerod, comienza otra vez el clima
templado. Pero otro brusco descenso de la temperatura des¬
pués del Allerod por 5 9 C en un lapso de menos de un mile¬
nio nos muestra le vehemencia de los impulsos, a los cuales
todas las biocenosis nórdicas estaban expuestas en las épocas
de meramente pasiva adaptación a las condiciones paleocli-
má ticas.
La única alternativa, para evitar el exterminio por el
cambio del clima era siempre la emigración a regiones con
Autor:
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Gamblian
O
' : r ■
Pre-Günz.
Olduvay III
Olduvay IV
Principios muy prometedores de llegar a una nueva concordancia presentaban en los últimos años Arambourg (1963),
Chavaillon (1964) y L. Balout (1967), pero falta todavía la aceptación general entre los especialistas. Vea Postcriptum.
Spinner, 3 .
EL BIODINAMISMO PLE1STOCENICO
85
un clima más apropiado y benigno y con mejores condiciones
para mantenerse.
b) Los InteQ'pliLviales calientes y secos matan las biocenosis
del Sur pw la sed —especialmente en las estaciones áridas
de los veranos.
En las regiones tropicales, subtropicales y en latitudes
bajas corresponden a las fases glaciales de Europa y del Hi-
malaya en grandes rasgos los pluviales, aunque hasta ahora
no está completamente aclarada la forma de la coincidencia
temporal. El siguiente cuadro da un resumen de las teorías
más importantes, tomando en cuenta las respectivas áreas
africanas. Las recientes investigaciones de L. Leakey pare¬
cen demostrar la gran antigüedad del I. Pluvial, identificado
por Leakey con el Pluvial Kageran. Según él pertenecería el
estrato de Olduvay I, lugar del Zinjanthropus, con su fecha
K/Ar de 1.750.000 años a C. a la primera fase del Pluvial II
(Kamasian). (9). (La abreviación “Pl. básico” en el siguiente
cuadro corresponde a las fases Villafranquiense, Glaciac.
Brüggen, Doñau II, Interglac. Tegelen, Glac. Donau = Ebu-
ron e Interglac. Waal, en total 3 fases calientes y 2 glaciares,
que ocupan en total ca 2 3/4 millones de años. seg. F. Clark
Howell 1966 (10). Pl. infer., medio y Pl. super. corresponden
a las siguientes subdivisiones del Pleistoceno.
Todavía no existe una posibilidad de correlacionar de
una manera segura las fases, resp, subfases frías y calientes
de la “Edad de Hielo” en Europa con los Pluviales, resp. los
Interpluviales áridos africanos más allá de la IV 9 Glaciación
alpina. Pero nuevas fechas C 14 indican una palpable coin¬
cidencia de cambios climáticos entre Africa y Europa: Faure
encontró en la región montañosa Teneré (Sahara) en el fon¬
do de un desaparecido lago diatomeas, “somewhat earlier than
a radiocarbon dated sample 19.400 - 350 B. C.” (H). (Diato¬
meas hay únicamente en agua dulce). La fecha C14, indicando
fuertes condiciones de lluvia en el Sahara coincide exacta¬
mente con el máximo Pleniglacial del Würm en Holanda (vea
curva fig. 2). Las investigaciones de Butzer (1965) en las
terrazas bajas del valle del Nilo y en los wadis adyacentes
mostraron la contemporaneidad del Interstadial cálido Brorup
de la Glac. Würm I en Holanda, ca 60.000 a. C. con una fase
caliente sin precipitaciones en Egipto (12).
86 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N" 1, 1968
El aumento de datadones isotópicas de materiales pleis-
tocénicos, especialmente con las fechas potasio-argón, rubi-
di um/st ron ti um y thorium/uranium promete para un futuro
cercano cerrar las brechas que quedan abiertas más allá de las
fechas C14 de las cuales actualmente se dispone. Hasta en¬
tonces tenemos que contentarnos con la gran probabilidad
de una contemporaneidad aproximada de glaciales fríos eu¬
ropeos con Pluviales africanos y la de los Interpluviales ca¬
lientes y áridos africanos con Interglaciales o Interstadiales
de Europa o del Himalaya.
Las consecuencias de un interpluvial seco en Africa nos
muestra el caso citado de grupos de cazadores/recolectores,
los “salvajes bosquimanes” de la Kalahari en los año-s 1956-59,
ejemplo de la presión ahogadiza de una sequía grave, como
la que ocurre en todos los interpluviales. Cuando el monto
de las precipitaciones en las así llamadas “cortas estaciones
de lluvias anuales” se reduce a una cantidad ya insuficiente
para mantener una cubierta vegetal permanente de la tierra,
empieza el proceso de formación de desiertos, como hoy exis¬
ten en el Sahara y Kalahari-Namib. Pero los indicios geomor-
fológicos, geológicos, pedológicos y biológico-paleontológicos
son valiosas pruebas de la alternación repetida de fases cli¬
máticas más húmedas y más secas, siendo las fases secas in¬
terpluviales la causa del “biodinamismo”.
c) Las pruebas del repetido cambio climático en el sitio de
Olduvay.
El discutido fenómeno del traslado del conjunto de la
flora y fauna de una área a otra no ha encontrado hasta
ahora la atención necesaria, porque solamente en los últimos
años se hicieron minuciosas investigaciones. (Vea Postscrip-
tum).
El caso mejor estudiado es el barranco de Olduvay, ana¬
lizado por Leakey en una investigación de muchos años. El
siguiente cuadro fue publicado por este autor en 1963 y nos
informa tanto de las fases paleoclimatológicas del sitio como
de los hallazgos paleontológicos y las características pedoló¬
gicas.
Spinner, J.
EL BIODINAMISMO PLEISTOCENICO
87
El barranco tiene ahora una profundidad de más de 100
m * La capa inferior, Olduvay I, descansa sobre un estrato
terciario de basalto y tiene un espesor de 42 m. En la mitad
superior de esta capa, que paleontológicamente pertenece al
Villafranquiense y en fechas absolutas cea 1% millones de
Fig. 3.— Estratigrafía del sitio de Olduvay I-IV
(seg. Arambourg 1963) (13)
años ante de nuestra era, se hallaron los restos de un lago
pleistocénico, en cuya ribera se encontraron tanto el Zinjan-
thropus, como los restos de un niño. El clima en esta fase del
Villafranquiense era primero húmedo (restos lacustres, co¬
mo peces, cocodrilos, hipopótamos), pero lentamente secan-
88 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N" 1, 1968
do. (Correspondía este proceso al cálido Interstadial Tegelen
de Europa?). Leakey declaró textualmente: “La mayor rup¬
tura climática, faunística y geológica ocurre cerca de la ba¬
se de la capa II”, es decir antes del comienzo de la segunda
fase húmeda. Durante la larga sequía del primer Interpiuvial
de Olduvay se había acumulado una inmensa capa de arena,
depositada por fuertes vientos y sin algunos restos de vida
orgánica. Pero en el ID Pluvial (Leakey llama la primera
fase Kamasian, la II o fase después de un Interpiuvial seco
Kanjeran) se repitió la formación de un lago en la capa
Olduvay II. Después de un intervalo de clima como hoy, con
la formación de “térra rossa” (Olduvay III), se repite el lago
con clima húmedo (Olduvay IV), pero otra vez desecando al
fin del Pluvial Kanjeran. Lo que sigue, sin las S fases húme¬
das del último Pluvial Gamblian, separados entre sí y del si¬
guiente Makalian, por interstadiales, resp. el Interpiuvial
Gamblian/Makalian bastante seco (14).
El cuadro total nos da un clásico ejemplo de las tantas
veces repetidas interrupciones de la vida orgánica por irrup¬
ciones de fases secas, que en las masas de arena la ahogan.
Y la fauna y flora, aunque modificada por la evolución ocu¬
rrida en otras partes de Africa, reaparece en la próxima
fase.
Una análoga alternación de fases interpluviales áridas
y cálidas en el Sahara, en la cual se formaron en épocas se¬
cas los “Erg” (desiertos de arena fina) y en los Pluviales se
cubrió el anterior desierto con una densa vegetación, nos des**
cribe Monod (15). Alimen trae el mismo relato acerca de las
arenas del Kalahari, encontrados en North Rhodesia (Vic¬
toria Falls). Eso indica una secuencia de “cuatro ciclos cli¬
máticos” (16).
Y en Sudáfrica encontró Desmond Clark, en el valle del
río Vaal, igual repetición de períodos de clima húmedo y fa¬
ses secas. Para el período seco Post-Kanjeran declara este
autor: “During the drier period that followed, sheet and
gully erosión took place and the valleys were clioked with
sands. It is probable that man was forced for a time to mi-
grate from the area” (17).
D. Clark amplía, en otra oportunidad, el cuadro de la
secuencia de épocas áridas, interrumpidas por pluviales, a
otras regiones fuera del valle del río Vaal, “where calcáreous
Spinner, J.
EL BIODINAMISMO PLEISTOCENICO
89
and windblown sanas choked the main river and overlie the
latest Acheulean industries: At the Florisbad mineral spríng }
the vegetation oí this time shows that the water was brackish
and a salt niarsh flora predominated. In North Eastern An¬
gola and on the Zambesi there was also much redistributíon
of sand by wind and surface wash. Sangoan tools are ineor-
porated in the lowest levels, while earlier Middle Stoneage
Tools a are interstratified in the main body of these redis-
tributed sands” (18).
Para la situación en la actual área del Sahara comproba¬
ron las recientes investigaciones de Henri Lhote y de F. Mori
(especialmente para Tassili y Hoggar que en el Holoceno,
después de una cultura de cazadores epipaleolíticos, entre
cea 5500 y 2500 a. C. (seg. fechas C 14), han existido cultu¬
ras neolíticas con ovejas, cabras y cultivo local de cereales.
Eso demuestra, para una época que terminó solamente ca
4500 años atrás, condiciones favorables durante el “Demier
humide Q 2”, el episodio Guirian (19). Solamente el cambio
climático que empezó cea 4500 años atrás, convirtió otra vez
el Sahara en un área inapta para la agricultura y el pastoreo.
‘‘La mayoría de la población que no pudo quedarse en oasis
o en las montañas con más recursos de agua, se infiltró en
las regiones más ai Sur en continuos movimientos de poca
amplitud”, como relata K. Dittmer (20). La distancia que en
pocos milenios cubrieron estos movimientos migratorios de
los neolíticos ex Saharienses, hasta llegar al Sudán, más al
sur del Lago Tchad, es de 1500 km a más de 10® latitud. Aquí
tenemos un caso fechado por C 14. Su documentación es muy
completa: Como evidencias arqueológicas se encontraron los
restos de las aldeas de los agricultores, grandes pinturas ru¬
pestres de rebaños de cabras y ovejas y de bóvidos con sus
pastores. Dos clases de ‘paleo-suelos’, “térra rossa” producida
por el calor de veranos cálidos y lluvias del invierno y hori¬
zontes negros orgánicos son testigos de cambios en la vegeta*-
ción. Hay restos de hipopótamos y cocodrilos raquíticos que
hasta hoy se mantienen en esporádicos charcos. Podemos asu¬
mir con seguridad que., ni han inmigrado a través del desierto
actual ni tampoco son el producto de una generación espontá¬
nea local, sino que se trata de supervivencias, degeneradas, de
una fauna floreciente de un ampliamente difundido clima hú¬
medo del pasado.
90 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N'' 1, 1968
Todo eso nos muestra los efectos ahogadizos de un cam¬
bio repentino desde una fase húmeda a una sequía casi com¬
pleta y sus resultados, los efectos migratorios en una bioce-
nosis, cuyos miserables restos en parte se conservaron. El
caso del Sahara puede ser considerado como el ejemplo clási¬
co de los efectos biodinámicos de una repentina disminución
del monto de precipitaciones. Pero “Sahara” es solamente el
nombre de la porción africana del inmenso cinturón de de¬
siertos del hemisferio norteño, el nombre de una gran área
recién investigada. No parece tan inconveniente, pensar en
la posibilidad que paralelos fenómenos, acaso hayan ocurrido
casi simultáneamente en la prolongación oriental del Sahara
hasta Arabia, la gran cuencia central del Irán y más al Este
en Turquestán oriental hasta el Tibet. En todas estas inmen¬
sas áreas, hoy generalmente secas, pantanos salados y lechos
vacíos de antiguos lagos demuestran un desecamiento, cuyo
datación será tarea de futuras investigaciones. Y todo eso,
por lo menos lo estudiado en el Sahara, ocurrió en aquellos
apenas cinco milenios que empiezan con la fundación del
reino antiguo en Egipto.
Las inesperadas perspectivas, a las cuales conducen es¬
tos raciocinios, nos recuerdan inmediatamente, cuan indis¬
pensable será para una prehistoria universal del género hu¬
mano, la revisión de las cronologías cortas de vista con las
cuales están acostumbrados a trabajar los “historiadores sen-
su estricto” o la cronología bíblica con una supuesta antigüe¬
dad total del Mundo de un poco más de 6.000 años.
IV.—TENEMOS QUE MIRAR LOS SUCESOS PLEISTO-
CENICOS “SUB SPECIE AETERNITATIS GEOLOGICAE”
a) Nuevos resultados y nuevas interrogantes .
Tomando en cuenta los discutidos efectos de la brusca
transición de una fase húmeda, en el Sahara, a la sequía que
reina desde varios milenios, comprenderemos cuantas expli¬
caciones pueden esperarse de un estudio detenido, en el fu¬
turo, de problemas como la evolución orgánica bio-morfológica,
la bio-geografía con sus enigmáticas disyunciones de áreas
de distribución, etc. Salta a la vista que pueden cometerse
demasiados errores, si se aplica sin reflexión una explicación
adaptativa a cambios morfológicos, supuestas reacciones rá¬
pidas a variaciones de la situación ecológica.
Spinner, J.
EL BIODINAMISMO PLEISTOCENICO
91
Recordemos otra vez la controversia entre ei “catastrofismo”
de Cuvier y el “actualismo” de Lyell, para reconocer los
errores cometidos por ambas partes. La observación de Cu¬
vier de la existencia de hallazgos de paquidermos fósiles,
típicos de una fauna tropical, en el suelo del occidente de
Europa lo ha conducido a la tesis de cataclismos en otros con¬
tinentes. Esta idea parece hoy rehabilitada —por lo menos en
el sentido paleoclimatológico. La explicación de repetidas
apariciones de formas semejantes por reiteradas “creaciones
nuevas” no encontrará hoy ningún defensor, pero la otra
alternativa, el re-poblamiento por una fauna imigrada desde
continentes o áreas no afectadas por tales catástrofes natu¬
rales parece según los actuales conocimientos plenamente
justificada. La posición opuesta del actualismo geológico,
que quizo explicar todos los acontecimientos del pasado geoló¬
gico con la aplicación de escalas temporales holocénicas apa¬
rece hoy inaceptable y anticuada. Este entendimiento lo
debemos a las investigaciones de Penck y Briickner y todas
las posteriores investigaciones y la ayuda prestada por los
nuevos métodos isotópicos de datación. El uso de C14, Oxíge¬
no 18/16, Torio/Uranio, Protoactinio/Torio y Potasio/Argón
nos han dado un nuevo marco de fechación macro-cronológico.
El impacto de estos nuevos resultados hace indispensable una
revisión a fondo de todas las teorías anteriores. Fechas,
ahora aseguradas para Europa central por ej. por la curva,
fig. 2) nos dejan ver una periodicidad arrítmica de épocas
frías y más calientes, durante el marco general de la IV*
glaciación Würm/Weichsel. Parece sumamente probable que
coetáneamente ocurrieran alteraciones de fases húmedas y
cálidas que secasen el cinturón subtropical del hemisferio
norteño. Cesare Emiliani, basándose en el estudio de la curva
de paleotemperatura, que dedujo del estudio de “deap sea
cores” (cilindros de sedimentos del fondo de alta mar) , piensa
en la repetición de hasta 20 glaciaciones de mayor o menor
duración en el transcurso del último millón de años (21).
Ahora surge la posibilidad de formular nuevas pre¬
guntas, p. ej.:
I) ¿Cuál es el efecto del biodinamismo (reacción pasi¬
va de las biocenosis frente a transcendentales cambios del
clima del ambiente) en el campo de la biogeografía, p. ej. s
92
ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N- 1, 19í;<s
disyunción de áreas de distribución o la extinción de especies
hoy fósiles?
2) ¿Cuál escala temporal debe atribuirse a procesos mor¬
fológicos adaptivos de carácter evolutivo y a la consolidación
de nuevas especies?
3) ¿Hasta cuál grado pueden atribuirse formas morfo¬
lógicas a condiciones y procesos de adaptación “autóctona”
de nuevo ambiente y hasta cuál grado se mantienen —y por
cuánto tiempo?— rasgos alóctonos, supervivencias de formas
anteriores que no tienen ningún carácter adaptativo en las
nuevas condiciones de vida, sino son pruebas de origen ajeno,
acaso de adaptación al ambiente anterior, pero sin valor
adaptativo en el nuevo ambiente y su ecología?
Es evidente que estas preguntas y varias más, no se
podrán contestar por completo y satisfactoriamente en este
momento: Las nuevas investigaciones tocan ahora un fondo
nuevo. Pero pueden mencionarse varios problemas, cuyas
indagaciones, efectuadas ya, servirían como indicadores del
camino que debe seguirse para llegar a más aclaraciones de
puntos, ahora todavía oscuros.
2) El caso de alternante aparición y desaparición de tipos
alóctonos de especies de animales y su mutuo reemplazo
según necesidades del cambio del paleoclima.
a) Los Proboscidios: un ejemplo clásico .
Una excelente ilustración de los efectos de la presión
bioclimática sobre una especie muy antigua de probiscidios,
precursora de posteriores elefantes, son los mastodontes,
adaptados aparentemente a un clima caliente o caliente tem¬
plado. El siguiente mapa, según G. G. Simpson, muestra la
difusión de los mastodontes desde el Mioceno temprano, ca
28.000.000 años atrás.
Como nos mostró ya la curva climática, fig. 1, empezó
en el Mioceno a bajar la temperatura anual y parecen haber
ocurrido las primeras fases de clima seco sin precipitaciones
durante ciertas estaciones del año. No será acaso demasiado
aventurado suponer, que presiones bioclimáticas del tipo des¬
crito para las latitudes bajas con la falta de precipitaciones
empujaron los mastodontes primero de Africa a latitudes
Spinner, J.
EL EIODINAMTSMO PLEl STOCENfCO
93
más altas en ei Norte de Europa y después ios obligaron a
migraciones siempre más extendidas al Este, para finalmente
entrar al Nuevo Mundo. En el Oeste de Europa han desapa-
íecido según los hallazgos hasta ahora conocidos los masto¬
dontes arvemensis al comienzo del Pleistoceno básico (Villa-
franquiense temprano) seg. Brinkmann (23).
Fig. 4.—Difusión de los mastodontes desde el Norte de Africa sobre
la tierra, seg. G. G. Simpson y Roland Brirtkmann (22).
En el Sur de Africa se mantinente los mastodontes hasta
el Pluvial Kamasian (Lower Olduvay) y se hallan en las
gravas del río Vaal, desapareciendo con el III 9 Interpluvial
árido pre-Gamblian. seg. Desmond Clark (23/a), Para el
Nuevo Mundo tenemos dos fechas C14 para su extinción casi
post-glacial: Muaca en Venezuela ca 12.000 y Tagua-Tagua
en Chile .430 a. CL seg. Montané ( 24 ).
Bastante más cerca a nuestra época y por eso más fácil
de estudiar es la aparición y la desaparción de ciertas sub¬
especies de los verdaderos elefantes. Para comprenderlo se
necesita un cierto conocimiento del cuadro genealógico de los
elefantes.
94
ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N" 1, UHA
El linaje empieza con los Stegodontes, cuyos restos se
encuentran tanto en India —seg. Zeuner emparentados con
Elephas hysudricus del Villafranquiense de India e Indonesia
(25/a)—> como en el Lejano Oriente (Roy Chapman; 25/b)
y finalmente en el Este de Africa, en Kaiso (Camille Aram-
bourg; 25/c). La fecha del comienzo del Villafranquiense en
Africa, (Arambourg) y la de India coinciden más o menos.
Para la fecha de su extensión al Sur de China y de allá, con
gran probabilidad, a Asia central (Mongolia), faltan todavía
indicios, pero son indudablemente coetáneos de tardíos mas¬
todontes. La difusión a través de gran parte del Viejo Mundo
—que según sus condiciones climáticas correspondía a las
necesidades de estos primeros elefantes acostumbrados a cli¬
mas calientes,— refuta completamente las exigencias de una
marcada “territoriality”, una cohesión insoluble con la gleba
territorial, como la suponen, sin suficiente base científica,
investigadores norteamericanos, para la vida social del hom¬
bre primitivo (p. ej. M. R. Chance, H, Hediger y otros) (26).
Todas las señales parecen indicar una dependencia invariable
de las respectivas biocenosis al clima reinante y explicarían
larguísimas migraciones con el cambio de las zonas climáticas.
Eso está claramente en pugna con la idea de un “autoctonis-
mó” eterno y subraya la dependencia de la vida a las condi¬
ciones climáticas.
De estos Stegodontes, antecesores de elefantes, se des¬
arrollan, en una ramificación triple, las posteriores subespe¬
cies.
aa) En la época Pro-Günz, cea. 1.000.000 años atrás, se había
formado ya, en las regiones africanas con bosques y clima,
húmedo, la raza occidental de Elephas meridionalis antiquus
(Archidiscodon), habitante de selvas subtropicales con col¬
millos derechos, precursor del Elephas Loxodonta africana.
bb) En las regiones orientales condujo la especificación al
Elephas Archidiscodon planifrons, procer del Elephas indi-
cus, y finalmente al cc) El Archidiscodon meridionalis tro-
gontheri, habitante de regiones esteparias y adaptado ya a un
clima templado-frío.
Spinner» J.
EL BIODINAMISMO PLE1STOCENICO
95
b) La alternación de dos tipos de elefantes en el Pleistoceno
de Europa.
Un dibujo muy instructivo de K. Adam 1961 y Kenneth
Oakley 1964 muestra la mutua alternación de dos tipos
de elefantes en Europa durante el Pleistoceno: Una vez el
tipo Archidiscodon meridionalis africanus (llamado también
Fig. 5.—Diagrama de los dos linajes del Archidiscodon, que en el
Pleistoceno europeo se alternan: los Paleoloxodontes africanos llegados
de Africa y los Mamutes (Elephas primigenius) que invaden Europa
desde el Este (Siberia, Asia). Según K. Adam 1961 y K. Oakley.
Paleolóxodon), el elefante de bosques con clima caliente. El
otro tipo es el Archidiscodon meridionalis troQontheri, del cual
se derivan en la glaciación Riss los mamutes ( Elephas
primigenius), una raza de elefantes de estepas con un clima
templado-frío (27).
Los sitios arqueológicos europeos, cuyos hallazgos que¬
dan resumidos en el cuadro reproducido son los siguientes:
1 '
HALLAZGOS EUROPEOS CON RESTOS PALEONTOLO¬
GICOS Y BOTANICOS DEL PLEISTOCENO:
Fases geológicas:
Elephas antiquus de
bosques
El. merid. trogontheri
de estepa*
1) Pre-Günz
Villafranq. tardío; Va¬
lle del Arno: Mastodon
arveraensis, El. anti¬
quus; Seneze (Haute
Loire) ; IGUAL en Sur
de Rusia.
2) Glac. Günz
Norwich Crag./Ingla-
terra. El. planifrons,
EL merid. trogontheri.
3) Interglc. Günz
Mindel (Cromer)
Abbeville/St. Acheul/
Francia. EL antiquus
temprano, Hipopótamo.
Moosbach: EL anti¬
quus temprano.
4) Mindel Glac.
Moosbach Ii y Süssen-
born: El. trogontherii.
Abbeville: El. merid.
trogonth.
Mauer/Heidelberg;
Mamut.
6) Interglacial
Mindel/Riss
(Iloxnian)
Abbeville Carr. Car-
pentier: El. antiquus
típico.
Hipopótamo africano.
Hoxne: Hipopótamo.
Tif lis/Cáucaso: Hipo¬
pótamo.
6) Glacial Riss
Saint Acheul : Mamut
y Rinocer. lanudo;
Hundisburg / Saxonia:
E1. primigenius (Ma¬
mut), mientras El me¬
rid. trogont. desapare¬
ce.
7) Interglacial
Riss/Wünn
Terrazas Somme/Ais-
ne/Loire. El. antiquus
tardío, Rinoceronte
Mercki, Hipopótamo.
Ehringsdorf: El. ant.
tardío.
Croacia/Sur de Rusia,
S. Siberia: Rinoceron¬
te Mercki.
8) Glacial Würm
Dordogne (Les Eyzies,
Font de Gaume III:
Rinoceronte lanudo.
Hundisburg: Rinoce¬
ronte lanudo.
Dolny Vestonice
(CSR.): Mamut.
Rumania / Galicia: Ri-
noc. lanudo y Mamut.
Spinner, J.
EL BIODINAMISMO PLEISTOCENICO
9 9
Esta selección corta de algunos lugares, basado en
Zeuner, Obermeier, M. Almagro y otros ( 28 ) nos muestra la
base paleontológica del diagrama fig. 5. Por el otro lado no
debe ocultarse que varios sitios enumerados, en su estrati¬
grafía muestran también tipos de proboscidios que no pare¬
cen corresponder a las subdivisiones un poco burdas del
esquema paleoclimatológico del sistema Penck/Brückner.
Debemos tenemos presente p. ej. la curva paleoclimática de¬
tallada de la fig. 2 para la glaciación Wiirm, para compren¬
der que durante una fase glacial como la última glaciación,
ocurrieron interstadiales calientes de una duración bastante
larga, que explican la aparición de paquidermos del tipo.
El. antiquus de los bosques en una área en su fase Würm.
Una situación semejante ocurre en perfiles estratigráfi-
cos pleistocénicos bien estudiados y elaborados. Tomemos
como ejemplo la famosa terraza inferior de Le Moustier.
Allá encontramos encima del básico estrato estéril una capa
del Mousteriense típico, según Peyrony. Separado de él,
por otra capa estéril, una gruesa capa del Moustriense con
tradición acheulense, encima de la cual vuelve otra vez el
Mousteriense típico. Lo mismo encontraron Obermeier y Pé¬
rez de Baradas en el valle del Manzanares cerca de Madrid
en 1924 y Car letón Coon en la cueva de Kara Kamar en
Afghanistan (vea nota 3) ( 29 ). Eso indica que durante una
fase geológica, como el último Glac. Würm, no sólo había
fuertes cambios del clima —interstadiales—; sino que duran¬
te estas subfases con un clima bastante distinto reaparecieron
no solamente tipos de animales que podrían ser considerados
como “indicadores de temperatura", sino también grupos hu¬
manos dedicados a cazar estas bestias que emigraron a la
zona y después re-emigraron según la presión bioclimática.
Con eso pierde la tesis autoctonista completamente su funda¬
mento: La tácita suposición de que hubiesen sido constantes e
invariables, las condiciones climáticas, básicas para la exis¬
tencia de una biocenosis en una cierta área, es errónea y no
puede ser sostenida después de los nuevos estudios paleocli-
matológicos. Pero debemos tener presente que todavía faltan
muchísimos futuros datos isotópicos, comparados con las más
minuciosas investigaciones de las estratigrafías locales, para
llegar a conclusiones definitivas acerca de los movimientos
biodinámicos de los animales y los movimientos de grupos
ANALES DLL MUSLO DE HITORIA NATI'RAL
N' 1 u lyíis
i.op
humanos que dependían de la existencia de su presa para su
alimentación.
M f. ■ ■' '‘ '
c) ¿Dónde se efectuó la diferenciación de los dos tipos de
Archidiscodon, en elefantes de bosques y de estepas templa-
.■ das ¡frías?
. , Hasta ;el momento hemos considerado solamente la alter¬
nación de los dos tipos, del El. antiquus de los bosques con
clima caliente y del Elephas Trogontherii primigenius de es¬
tepas con clima templado hasta frío.
El. origen de ambas formas en el área zoogeográfica In-
día/Eiopía es aceptara por los investigadores y parece bastante
apoyada por los hallazgos paleontológicos. La subsiguiente di¬
ferenciación y especificación debe mencionarse brevemente.
La entrada de los Elepbas antiquus meridionalis del área
• Etiopía¡India en Europa pleistocénica, en interpluviales se¬
cos africanos.
Ya en 1899 hizo Marcellin Boule hincapié de que los ma¬
míferos- del Pleistoceno medio, encontrados en Argelia, tenían
una semejanza indudable con la fauna actual al Sur del Saha¬
ra. Posteriores trabajos de C. Arambourg, C. Vaufrey y otros
lograron conectar estos hallazgos fósiles, especialmente de
proboscídios, con los hallazgos de Leakey en el Este de Africa.
La explicación de la difusión de estos animales del área In-
dia/Etiopía hasta el Norte de Africa no es hoy para nosotros
problema —tomando en cuenta lo dicho sobre los interpluvia¬
les africanos secos. La migración de los paquidermos africa¬
nos, como elafantes, hipopótamos y rinocerontes, más allá en
la región norteña, a Europa, que gozaba de un clima más
apropiado y húmedo puede seguirse fácilmente: Al fin de las
fases frías/pluviales y comienzo de las sequías de los inter¬
pluviales/interglaciales existían grandes puentes terrestres en¬
tre Africa y SW-Asia con el continente europeo. Ellos per¬
mitieron la llegada de la fauna de Etiopía a Europa. Restos
fósiles de esta población faunística africana (Elefantes anti¬
quus, Hipopótamos, etc.) se hallan en las islas del Mediterrá¬
neo, en Sicilia, Córcega, Cerdeña, Malta, Creta y Chipre. Allá
, ir}! r
Spinncr, J.
ÜL BIODINAMISMO PLEISTOCENICO
101
degeneraron, .n c! transcurso del tiempo, p. cj., los elefantes
de 5 m. .d < altura a formas enanas de 1 m de alto (30). El
impedimento de ’os mares para conexiones intercontinentales
y la difusión al cual J, de Morgan se refirió en su cita
mencionada - no existía en la primera parte del Pleistoceno,
m para c’ exo Africa/SW. Europa, ni para SW. Asia/SE.
Europa, ni tampoco para E. Africa/ T ndia (3i). (vea nota 4).
Por esta cadena de puentes terrestres se efectuó, en el
Villafranquicnse, la invasión de paquidermos africanos. Se¬
gún Bibersohn llegó la fauna "Amirian” de Marruecos, el
El. iolens.s” muy emparentado con el eurasiático "Elephas an-
tiquus ’ al parecer hasta Saint Acheuí I en Francia, etc. Todo
eso oairrió tanto en los interglaciales europeos Günz/Mindel,
como después de la Glaciación Mindel, otra vez en el cálido
l'Terg 1 acial Mindel/Riss (32).
Informaciones menos claras tenemos sobre la ruta de la
retirada de los proboscidios africanos de Europa, cuando em¬
pezó a empeorar el clima. Mientras se mantenían incólumes
los puentes terrestres entre el Norte de Africa y Europa, servían
las rutas de entrada, también para la salida del continente
europeo, cuando el clima se tornó inhospitalario. Pero, cuando
con el alza del nivel marino se hundieron Tos puentes terrestres,
las regiones mediterráneas se convirtieron en zonas de extin¬
ción.
d) La aparición del Elepbas primigenius en Europa y su des¬
aparición.
Del El. primigenius, el mamut, el más "popular” de los
animales pleistocénicos extinguidos, tenemos mucho menos
datos seguros, que de los elefantes indio-africanos, de la es¬
pecie antiquus. Parece que la transformación de los elefantes
del tipo meridionalis en sus descendientes, habitantes de este¬
pas, se consumó en las regiones del Medio y Lejano Oriente,
aunque no se tienen pruebas ciertas. Zeuner opina que al fin
del Pleistoceno medio y al comienzo del último Interglacial
Riss/Würm habían ya emergido dos especies, distintas tanto
en el sentido morfológico como en sus preferencias ecológicas.
Los mamutes, formas de las estepas frías, se distinguieron
de los El. antiquus por su denso vello y la gruesa capa de
grasa debajo del pellejo. El zoólogo Hans Friedenthal logró,
102 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N" 1, 1908
por el análisis serológico de la sangre, aclarar la descendencia
del mamut. El. primigenius de Berezovka/Siberia, de la especie
india, el El. meridionalis (33). Aunque restos de mamutes se
encontraron en el Occidente de Europa hasta España, estima
Zeuner, que el angosto corredor entre las masas del hielo
alpino y los glaciares escandinavos favoreció una separación
y definitivamente una formación de dos especies dentro de
un espacio temporal de alrededor de 300.000 años. La trans¬
formación del rinoceronte tropical y subtropical en rinoce¬
ronte lanudo, acompaña en el espacio y tiempo, la especifica¬
ción de los El. primigenius.
En las épocas frías, con el avance de los glaciares, bus¬
caron los mamutes siberianos las regiones europeas con me¬
nos rígidas temperaturas e influencia de un clima marítimo,
para retirarse probablemente con la llegada de las estaciones
anuales más calientes al norte siberiano. La enumeración de
varios sitios de hallazgos de El. trogontherii y primigenius,
en nuestro cuadro, posibilita trazar la ruta de las migracio¬
nes anuales de los mamutes entre España/Francia/Inglaterra
por Europa central al Noreste. Famosas estaciones de caza¬
dores de mamutes en esta ruta, como p. ej. Dolny Vestonice,
nos muestran, como en el fin de la Edad de Hielo los cazado¬
res de mamutes se convirtieron en grupos sedentarios. Pero
en la primera mitad del Pleistoceno no existen tales pruebas
de un sedentarismo de los cazadores, ávidos de una alimen¬
tación con carne de mamíferos grandes. Antes de desarrollar
una tecnología y organización social avanzada o antes del
Pleistoceno superior permanecieron los grupos humanos,
miembros de su biocenosis, disponiendo solamente de los re¬
cursos de una adaptación pasiva.
Los mamutes desaparecieron en Europa con el fin del
Pleistoceno. Sobrevivían, sin embargo, en Siberia y en el
Nuevo Mundo, por algún tiempo, después de una existencia
que, en los máximos de la Glaciación Würm/Wisconsin, se
había extendido desde el Norte de España a través de la
Eurasia hasta Alaska, Nueva Inglaterra y Florida (34).
La descrita alternación de proboscidios en Europa, acos¬
tumbrados a temperaturas bajas, se acompañó de la llegada
y desaparición de otras especies. En la “glacial o Primige-
nius-Fauna”, como lo llaman los paleontólogos, se van, junto
con los mamutes, los caballos, bisontes, renos y los rinoceron-
Spinner, J.
EL BI0DINAM1SM0 PLEISTOCEN1CO
103
tes lanudos, inmigrando, resp. retirándose al Noreste de Eu-
rasia. A la “ Interglacial o Antiquus-Fauna” pertenecen el
El. antiquus y los rinocerontes de pelo liso, conectados con el
continente africano como tierra de origen. Con la desapari¬
ción de estos animales de Europa, durante la glaciación Würm,
inmigran en el Norte de Africa, seg. Arambourg, animales de
la fauna fría eurasiática que antes no se encontraban: los
ceñidlos y osos. Esta inmigración al Norte de Africa se efec¬
tuó ya de Asia Menor/Siria, porque se habían hundido los
puentes terrestres anteriores (35) (vea nota 4).
La hipótesis de la proveniencia de la glacial= Primige-
nius-Fauna del Nor-este de Eurasia es fuertemente apoyada
por la llegada de típicos habitantes de estepas asiáticas a
Europa durante las épocas glaciales: Roedores, como Myodes,
Arctomys y Microtynae invadieron Europa durante la glacia¬
ción Würm, pero desaparecieron generalmente en el Oeste,
mientras se mantienen en el Este de Eurasia.
Ahora surg la pregunta: ¿Cuáles ideas dominantes po¬
demos sacar de estos nuevos entendimientos del mecanismo
del Biodinamismo acerca de movimientos de grupos paleohu-
manos, atestiguados por sus escasos restos óseos y sus mucho
más frecuentes restos culturales?
V) Ligera vista general de la sconsecuencias de la bipartición
zoogeográfica del Mundo durante el PleistocSno para los
problemas de la palcoarqueología.
La falta de espacio disponible prohíbe mencionar más que
que las más generales consecuencias que pueden deducirse de
los nuevos entendimientos acerca de la decisiva influencia de
los cambios paleoclimatológicos en los procesos humanos, de¬
jando de un lado los problemas puramente paleoantropoló-
gicos.
Cuando se disponía ya de los datos de los primeros des-
c brimientos de Leakev sobre sus hallazgos paleohumanos en
el Este de Africa y de las primeras dataciones isotópicas,
empezaron varios importantes investigadores a trazar un
n 11 evo cuadro del desarrollo cultural del hombic primitivo y
de lo;- movimientos de grupos paleohumanos, portadores de
las más primitivas industrias.
L- t superación del “clásico sistema” de arqueología lítica
de* Mnj'tillet, la debemos a Ilenri Breuil y Hugo Obermaier,
quienu. desde 1026 reconocieron dos distintos círculos cul-
104 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N' 1, 19Gfe
turales en Europa: Uno con “hachas de mano" de filiación
africana y otro norteño de lascas, el “Clactoniense". Especial¬
mente Breuil, quien tenía un profundo entendimiento de
causalidades biodinámicas, proporcionó la amplia aceptación
de esta idea, tanto en Francia, como en España, donde fue
propalada por Julio Martínez Santa-Olalla, extendiéndose
pronto, entre los dirigentes arqueólogos europeos.
En primer lugar mencionamos a Kenneth Oakley, cuyo
libro “Man the Toolmaker” presentó ya, 20 años atrás, un
impresionante cuadro de la distribución de tradiciones cultu¬
rales del “Early Man" en el Viejo Mundo. De un probable
punto de origen en el Sur y Este de Africa deriva el autor
la distribución de una tradición básica de fabricar instrumen¬
tos (“pebble tools") por las fases de la industria olduvense,
chelense y acheulense. Se presenta la ruta de la difusión tanto
a través del continente africano, como la llegada de estas téc¬
nicas a Europa, en los interglaciales, resp. interstadiales, así
como su extensión en Asia. (Una difusión al Nuevo Mundo
omitió el autor, “porque hasta 19G0 no se sabía bastante
sobre este problema". En este esquema de Oakley queda per¬
fectamente visible la congruencia de la inmigración de la
fauna africana al Oeste de Europa con la introducción de las
industrias de pebble-tools, y la de núcleos (chelense y acheu¬
lense), desde el primer Interglacial Günz/Mindel - Cromer.
La aparición de una industria de lascas, “la Clactoninese” del
lugar “Clacton on Sea", en Inglaterra, queda un poco insegu¬
ra: Oakley escribe que la primitiva industria de lascas, (Clac-
toniense) en Europa podría ser un temprano vástago del
Choukoutiense del Lejano Oriente (37).
En Alemania Rud. Grahmann (1955), a su vez acepta¬
ba la distinción entre “industrias con hachas de mano" que
cubren el continente africano, el SO-este de Asia, India. Ade¬
más hay según Hallam Movius, una gran provincia de “chop-
per and chopping tools" que se extiende desde el Himalaya
hasta e! Lejano Oriente.
Pero para la “cultura sin hachas de mano" y con técni¬
ca clactoniense o levalloisiense, —sea que se hubiese exten¬
dido del Oeste al Este o al revés— se contentó Grahmann
1955 con la difusión desde Inglaterra por el Centro y Norte
d ■ E Topa, mencionando que el límite oriental es descono¬
cido. La consecuencia de una extensión de la “Primigenius-
Fauna" que en las fases glaciales conectaba el Lejano Orien-
Spinner, J.
EL 13I0DINAMISM0 PLEISTOCENICO
105
te con el Occidente europeo a través del Norte de Eurasia,
dejó Grahmann cautelosamente, sin mencionarla directamen¬
te, evitando Oakley’s relación entre fauna primigenius y tipo
industrial (38),
Martín Almagro en su "Prehistoria” 1960 para Chou-
koutien, localidad 1, claramente menciona la industria de ho¬
jas, aunque evita la denominación clactoniense y se contenta
con la reproducción del mapa de Movius, que a su vez recono¬
ció las culturas de “hachas de mano” y de “instrumentos cor¬
tantes” (39).
Karl Narr (en su “Handbuch der Urgeschichte” Vol.
I, 1966) menciona la importancia de “migraciones de las flo¬
ras y faunas”, pero se abstiene de sacar claras conclusiones
de estos hechos (40).
Bastará esta brevísima mención de los puntos de vista
de varios importantes investigadores, publicados en los últi¬
mos dos decenios. Los progresos, mientras tanto alcanzados
por los métodos isotópicos de datación posibilitan, en parte,
ya hoy día y harán viable indudablemente, en un futuro cer¬
cano, sacar, con menos vacilaciones, conclusiones acerca del
conexo de los cambios bioclimáticos en el Pleistoceno, las
migraciones de la biocenosis, que ellos provocaron y las conec¬
tadas de sus cazadores.
Eso aclarará la difusión de ciertos tipos culturales,
que son la consecuencia de los movimientos faunísticos y las
migraciones de los grupos humanos que para su existencia
dependían invariablemente del íntimo conexo con su presa. Un
interesante y bien documentado artículo sobre “Tradiciones
culturales y ambiente del hombre primitivo” dedica reciente¬
mente Desmond Collins, un investigador inglés, a este te¬
ma (41). Es muy interesante la franqueza, con la cual un
investigador joven, conociendo desde su infancia hechos co¬
mo los hallazgos de Olduvay y sus recientes dataciones, puede
identificar la fauna glacial o Primigenius con la difusión de
la industria de sus cazadores por un lado, la de gente africana
con su industria chelense/acheulense con la entrada de la
“Antiquus-Fauna” de Africa a Europa. Este hecho nos mues¬
tra la crítica situación, en la cual se hallan renombrados
estudiosos, crecidos y educados en una época, en la cual to¬
davía eran desconocidos los transcendentales progresos de
los últimos 20 anos en el ramo de la paleoarqueología y sus
106 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N‘ ; 1, 1968
ciencias auxiliares, corno la nueva paleoclimatología. Eso nos
parece como un indicio significativo, de cuales inhibiciones y
prejuicios tenemos que liberamos, si queremos progresar con
las futuras investigaciones científicas del ramo paleo-arqueo-
lógico.
IV) Brevísimo resumen:
En la primera mitad del siglo pasado fue superado por
las investigaciones científicas la anterior interpretación lite¬
ral del “Génesis” (Nota 2) y reemplazada por teorías cien¬
tíficas. La tesis de Cuvier de “catástrofes” que hubiesen ani¬
quilado los seres vivientes de grandes zonas de continentes,
que después hubiesen sido poblados por la imigración de ani¬
males de otras partes del Mundo, fue ridiculizada y reempla¬
zada por las tesis de los “actualistas” geólogos; pero las re¬
cientes investigaciones de la ciencia paleoclimatológica sobre
repetidos cambios bruscos del clima mundial en el Pleistoceno
rehabilitaron las ideas de Cuvier sobre el desplazamiento y
repoblamiento de imigración en grandes áreas. Eso concer¬
nía tanto animales como los hombres primitivos —como parte
de las biocenosis—, atacados por bruscos cambios climáticos
(Cap. I-III).
Estos movimientos “biodinámicos” de las biocenosis —es¬
pecialmente en el Pleistoceno inferior y medio— ocurrieron
en el transcurso de muchos cientos de milenios y deben ser
considerados como repetidos procesos de adaptación pasiva
de las biocenosis, incluso de los grupos paleohumanos. La
evolución humana no puede ser comprendida sin tomar en
cuenta los efectos de este biodinamismo que se puede estudiar
con toda claridad en especies de proboscídios, una presa pre¬
dilecta de grupos de primitivos cazadores, que inmigraban y
re-emigraban bajo la presión paleoclimática tras de su pre¬
sa (Cap. IV).
Las más recientes investigaciones parecen indicar una
coincidencia temporal y espacial de los movimientos de los
cazadores del Pleistoceno temprano y medio, y de los movi¬
mientos de alcance mundial de los elefantes y otros animales
grandes pleistocénicos. La distribución de las distintas indus¬
trias paleolíticas en Afreurasia indica esta contemporanei¬
dad en los sitios excavados y fechados por los métodos de
datación isotópica (Cap. V).
Spiimer, J.
KL mODINAMLSMO PLEISTOCENICO
107
La comprensión de los movimientos migratorios de en¬
teras biocenosis —incluso los paleohumanos— abre nuevos
horizontes para la comprensión de la actual situación bio-
geográfica y para la interpretación de rasgos alóctonos en
individuos y culturas paleohumanos, que resisten a una in¬
terpretación autoctonista y una verdadera reconstrucción de
la Paleohistoria.
No parece lejos el momento, en el cual la Paleohistoria
universal podrá basarse en el conocimiento de un Biodinamis-
mo mundial y estará sostenida por un sólido fundamento de
objetivas fechas isotópicas, libres de todas aspiraciones etno-
céntricas que se llaman “autoctonistas”. Entonces pertenece¬
rá a la historia de errores el actual “evolucionismo pre-cientí-
fico”, cuya reconstrucción de la Prehistoria se caracteriza
por una fundamental falta de profundidad temporal. Enton¬
ces resultará innecesario, suplantar esta falta de profundidad
temporal y genética por una imaginaria tipología evolucio¬
nista con supuesto de una multiplicación de inventos cultura¬
les idénticos, creados dondequiera, pero genéticamente inde¬
pendientes en regiones, separadas geográficamente. Y no será
entonces necesario aceptar tal sacrificio intelectual, mientras
nadie se atreve a suponer una multiplicidad de creaciones o
evoluciones de la existente especie humana que forma una
comunidad biológica interfértil y por eso genéticamente co¬
herente.
NOTAS
I) Las teorías difusionistas y su rechazo .
Las investigaciones bio-climatológicas y antropo-geográ-
ficas habían sido empezadas ya en los últimos decenios del
siglo pasado, por les trabajos de Federico Ratzel en Alema¬
nia, subrayando la importancia de movimientos dinámicos,
como las migraciones (“Antropo-Geografía” 1882) y por Eli—
sóe Rectos, en Francia, afirmando la influencia de rutas mi¬
gratorias en el tipo social. Los estudios de Penc-k y Brückner
provocaron en FE. UU. los ensayos de Ellsworth Huntington,
quien en “The Pulse of Asia 1 ' y Civilization and Climate
(1007 y 1015) explicó los cambios de precipitaciones como
i :;r,} iV' , rio movimientos migratorios. Pero, la aplicación de
108 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N'-' 1, 1908
teorías demasiado ingenuas, como en el difusionismo inglés
(Elliot Smith, W. Perry, 1924/30) y la teoría de los círculos
culturales en Alemania (PP. W. Schmidt y W. Koppers 1921)
y provocó rechazos exagerados, como los del benemérito ar¬
queólogo francés Jacques de Morgan.
II) Cambios en la interpretación del “Génesis”.
Para la Iglesia Católica, aceptó el Vaticano, ya en 1909,
que sea lícito la interpretación alegórica del relato del Géne¬
sis y la Encíclica papal “Divino aflante Spíritu” repitió que
sea permitido interpretar con libertad los textos literales de
la Biblia.
III) Alternación de restos culturales en los sitios del Pleis-
toceno superior de Le Moustier, Manzanares y Kara
Kamar/Afghanistan.
En los casos de la terraza inferior de Le Moustier, como
en Manzanares y en la cueva Kara Kamar no se trata de
hallazgos de restos paleontológicos, sino de industrias piéis-
tocénicas correspondientes a distintas tradiciones. Coon des¬
cribe el caso de Kara Kamar, investigado por Ralph Solecki:
“Parece que por lo menos dos diferentes grupos hubiesen sido
comprometidos en una serie de alternantes apariencias y des-
apariencias. Los primeros que usaban la cueva, eran cazado¬
res que fabricaron una cruda industria de escamas, cuando
el clima era tan caliente como ahora. Cuando se puso más
frío, eran reemplazados por un grupo de fabricantes de hojas
del tipo del Paleolítico superior que dominaba la técnica de
hacer fuego y de fabricar ropa abrigadora. Durante la época
fría ellos se fueron. Descendientes del primer grupo u otros
que habían aprendido la tecnología lítica de ellos, volvieron...”
IV) Puentes terrestres pleistocónicos que hoy no existen:
Para la comprensión de los aquí mencionados movimien¬
tos biodinámicos, será necesario tener presente, que durante
el Pleistoceno, especialmente durante las fases tempranas,
existían conexiones por tierra firme, que posibilitan migra¬
ciones.
Spinner, J.
KL BIODINAMISMO PLEISTOCEN1CO
109
El contacto entre el Norte de Africa y el Sur de Europa
se ha comprobado no solamente por los mencionados restos de
paquidermos en las islas del Mediterráneo. El geógrafo H.
Lautensach cita al geólogo O. Jessen, cuyas investigaciones
mostraron que en la fase de transición del Mioceno al Plio-
ceno, acaso 10.000.000 años atrás, se formó como fosa, entre
grietas paralelas, el actual Estrecho de Gibraltar. El mar
pliocénico inundó, según Gignout y Fallot, partes de la costa
entre Almería y Cartagena hasta 35 km tierra adentro. Pero
durante el Plioceno superior ocurrieron en la costa del Me¬
diterráneo occidental importantes levantamientos: Cerca de
Lorca 50 kms al Oeste de Cartagena se levantó la costa en
450 m. En el actual Estrecho de Gibraltar hay dos umbrales
del fondo marino en una profundidad de 320 y 400 m. Al fin
del Plioceno y al parecer hasta cea. 600.000 años atrás, debe
haber existido un puente terrestre entre el Norte de Africa y
el Sur de España. Desde Málaga hasta Cartagena, en una
distancia de cea. 250 kms, muestra la costa terrazas y de¬
pósitos marinos pliocénicos, que son huellas de un levanta¬
miento importante en épocas relativamente recientes.
De estas observaciones geológicas podemos deducir que
en las fases tempranas de la “Edad de Hielo” —por lo menos
durante largos períodos— existían puentes terrestres que posi¬
bilitaban la inmigración de mastodontes y Archidiscodon me¬
ridional! s desde el Norte de Africa, en épocas de comienzos
de Interpluviales secos. Lo mismo debe asumirse para el co¬
nexo entre el continente europeo con Mallorca y las otras
mencionadas islas del Mediterráneo, donde elefantes enanos
comprueban la unión zoogeográfica. A la misma conclusión
llegó Charlesworth 1957.
Restos de un antiguo conexo por tierra firme entre Eri-
trea y el Sur de Arabia en el actual Estrecho de Bab el Man-
deb representa la isla Perim.
El contacto entre India y Ceylán está comprobado por la
poca profundidad del fondo marino en el Golfo de Manar.
Más ni Este representa el Sunda-Shelf el antiguo puente te¬
rrestre del Sureste de Asia, que permitió migraciones de
nonadas do animales y de grupos humanos hasta y desee
Java, ote. (Vea el mapa de Iv. Oakley sobre la inclusión oel
Japón al continente asiático) (42).
110 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N" 1, 1968
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112 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N- 1, 1068
38) R. GRAHMANN ‘Trehistoire de l'Humanité” 1955, p. 342.
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Early Man”, en Curren! Anthropology 1969.
42) K. OAKLEY, como 27), p. 243.
POSTCRIPTUM
Después de terminar y entregar el manuscrito hemos
recibido una cantidad de las más recientes publicaciones,
que no alteran, sino comprueban de una manera muy elocuen¬
te nuestras consideraciones y conclusiones. En primer lugar
debe mencionarse la voluminosa publicación “Background to
Evolution in Africa” 1967 (edit. W. Bishop & J. Desmond
Clark). Los resultados de las investigaciones arqueológicas
de L. Balout en el N. de Africa en combinación con los estu¬
dios paleoclimatológicos de Chavaillon 1964 y Arambourg
1963 y comparados con las investigaciones paleobotánicas de
E. M. van Zinderen Bakker prometen superar las divergen¬
cias de la nomenclatura paleoclimatológica africana y la gla¬
ciología europea (ver Bakker p. 134).
La coincidencia de fechas mundiales para las fases frías
y más templadas en la lista de dataciones C14 para la última
glaciación Würm/Wisconsin, presentada en el excelente tra¬
bajo de Mme. Arlette Leroi-Gourhan 1965 (“Gallia Prehis-
toire: Climats du Quaternaire récent”) amplía las observa¬
ciones locales holandesas de Vogel y Zagwijn a un horizonte
mundial.
Las conclusiones, a las cuales llegan recientemente paleo-
arqueólogos como Francois Bordes (“Le Paléolithique dans le
Monde” 1968, p. 139) con respecto a la probable expansión
de industrias sin bifaces desde Choukoutien hasta Clacton
on Sea son completamente la comprobación de las tesis pre¬
sentadas en nuestro artículo 3 ^ van más allá de las muy caute¬
losas concesiones de Hj. Míiller-Beck 1967 (“Urgeschichte
der Menschheit”, 3 - ed.).
Dr. J. S.
Capdeville, R. DESVANECIMIENTO BRILLO ESTRELLAS
118
OBSERVACIONES DEL DESVANECIMIENTO DEL BRILLO
DE ALGUNAS ESTRELLAS EN SUS OCULTACIONES
POR LA LUNA
Trabajo observacional original efectuado por miembros de la
SOCIEDAD ASTRONOMICA DE VALPARAISO Y VIÑA
DEL MAR, en su OBSERVATORIO ASTRONOMICO DE
PASO HONDO y Estaciones de Observación Astrónima de la
zona.
Recopilación y redacción de RAFAEL CAPDEVILLE CEL1S
La Luna en su movimiento alrededor de la Tierra, da
una vuelta completa en torno a ella en 27 días 7 horas 43
minutos y 11,5 segundos, con respecto a las estrellas, lo que
constituye su revolución sideral, y demora 29 días 12 horas
44 minutos 2,8 segundos para volver a presentar, exacta¬
mente, la misma fase o lunación, lapso que se denomina revo¬
lución sinódica.
Nuestro satélite natural efectúa estos movimientos en
el cielo, en la Eclíptica, (o camino aparente del Sol alrededor
de la Tierra), con una inclinación con respecto a este plano,
de 5° 8' 43”, o sea, su trayectoria a lo largo de todas las luna¬
ciones, ocupa una faja en el cielo, prácticamente inalterable,
de alrededor de 18 a 28", a ambos lados del plano principal
de la Eclíptica, ciclos que se cumplen en más de 18 años.
La compañera nuestra dista de la Tierra, como término
medio, irnos 360.000 kms. En cambio, las estrellas están tan
alejadas que sus distancias podemos medirlas en decenas, cen¬
tenas, miles y millones de años-luz, no así los planetas de
nuestro Sistema Solar, cuyas distancias son, solamente, de
millones de kms.
Aparentemente, para nosotros, la Luna sale por el Este,
(cordillera), y se pone por el Weste, (mar), siguiendo el mo¬
vimiento diurno general de toda la Esfera Celeste. Pero, en
realidad, su verdadero movimiento de translación, es todo lo
contrarío, o sea. de Weste a Este, lo que podemos comprobar
fácilmente al constatar que cada día que pasa, la Luna sale
más borde con respecto al día anterior. Prácticamente, du-
ranb' ' da.- las lunaciones, vemos siempre la misma cara de la
114 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N" 1, 1968
Luna; esto no quiere decir que no posea un movimiento de
rotación sobre su eje debido a que éste lo cumple, exacta¬
mente, en el mismo lapso en que demora en dar una vuelta
alrededor de la Tierra.
Por otra parte, debido a las posiciones que va tomando
la Luna en su viaje alrededor de la Tierra, con respecto a
nosotros, en el transcurso de cada lunación, podemos apreciar
sus diferentes fases: Luna nueva, Luna creciente, Luna llena,
etc. Y es así, salvo en el caso de Luna llena, veremos en ella,
simultáneamente, un sector más o menos iluminado, y otro,
en igual forma, obscuro. Este aumento o disminución de la
zona brillante —u obscura—, va cambiando, progresivamente,
cada día que pasa.
Consecuentemente, y considerando las diferentes trayec¬
torias que va adoptando la Luna, en virtud de su inclinación
con respecto al plano de la Eclíptica, y a otros muchos mo¬
vimientos más que, aquí, sería muy largo detallar, (se cono¬
cen más de 500 movimientos anómalos o perturbaciones),
nuestro satélite no se mueve a parejas con las estrellas del
fondo del cielo, sino que va, indistintamente, tapando u ocul¬
tando a diferentes estrellas, pero, siempre en la misma faja
del cielo que ya hemos señalado, en cada una de sus lunacio¬
nes, salvo algunas excepciones.
Al producirse el fenómeno de una ocultación de una es¬
trella por la Luna , se presentan las siguientes fases:
—Inmersión: la estrella es ocultada por el limbo Este de
la Luna, en forma casi instantánea; y
—Emersión: el astro reaparece tras la Luna, por su lim¬
bo Weste, también en-forma casi instantánea.
Estos limbos: Este o Weste, de acuerdo a las fases de la
Luna, pueden estar iluminados o en la obscuridad, según el
caso.
Generalmente, son observadas y registradas las inmer¬
siones y emersiones que se producen en los limbos obscuros
de la Luna, cuando se trata de estrellas de poca magnitud o
brillo, por cuanto sus inmersiones o emersiones en los limbos
brillantes son inobservables debido al poderoso fulgor de la
porción iluminada de la Luna, en comparación a la aparente
pequeñez de la estrella, no así cuando se trata de ocultacio¬
nes de estrellas muy brillantes, o de planetas, casos en los
cuales se pueden observar, tanto las inmersiones como las
Capdeville, B. DESVANECIMIENTO BRILLO ESTRELLAS
115
emersiones, ambas en un lapso variable, según que la estrella
o planeta, pasen por detrás de la Luna, más cerca o más lejos
del diámetro ecuatorial lunar.
La técnica para la observación de estas ocultaciones es
relativamente sencilla. Se puede utilizar cualquier tipo de teles¬
copio, por lo general, con poco aumento a fin de que el disco
lunar pueda ser captado íntegramente dentro del campo del
ocular y así poder apreciar en qué punto del limbo lunar,
(ángulo polar), se producirá el fenómeno. Lo más impor¬
tante de todo, en estos casos, es controlar y registrar el mo¬
mento exacto en que se produce la inmersión o emersión, por
intermedio de un cronógrafo puesto en marcha de acuerdo
a las señales horarias astronómicas internacionales que son
emitidas por diferentes estaciones en onda corta, las que ase¬
guran una precisión al millonésimo de segundo por intermedio
de sus relojes de cuarzo. La precisión que se requiere para que
la observación tenga valor para los fines específicos que se
persiguen, debe ser, por lo menos, al décimo de segundo.
Las predicciones de las ocultaciones de estrellas por la
Luna, (hasta de 7^ magnitud), son publicadas, todos los años,
en los Anuarios Astronómicos, siendo calculadas por organis¬
mos técnicos especializados. Uno de ellos, con el cual mante¬
nemos estrecho contacto, está en el Royal Greenwich Obser-
vatory, en Inglaterra, del cual recibimos, debidamente adap¬
tadas y corregidas para nuestra ubicación geográfica, con
mucha anticipación, estas predicciones. En nuestro Observa¬
torio Astronómico de Paso Hondo, desde hace 6 años, en for¬
ma ininterrumpida, realizamos este tipo de observaciones y
nuestro equipo especializado en ellas ya ha ejecutado más de
400 observaciones de ocultaciones de estrellas por la Luna.
El valor de este tipo de observaciones es muy importante
para muchos aspectos astronómicos, como ser, entre otros, el
conocimiento más exacto de los movimientos de la Tierra y de
la Luna, ya que esta última, como lo dijimos anteriormente,
sufre tantas irregularidades en su marcha debido a las múlti¬
ples perturbaciones en sus movimientos. Sirve, además, para
calcular, con mayor exactitud los puntos geográficos exactos
en nuestra Tierra, tanto para fines astronómicos que son de
primerísima importancia, como para las determinaciones de
muchos otros valores en los trabajos observad onales.
En relación al estudio que aquí damos a conocer, conviene
116 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N v 1 , 1968
que se diga, de acuerdo a los conocimientos selenográficos
que de la Luna se tiene, que ésta, entre otras cosas, no posee
una atmósfera o capa gaseosa en su superficie que sea apre¬
ciable. Se supone, según estas fuentes que “podrían existir
escapes de gases en su superficie, y que sería posible —siem¬
pre en el terreno de las suposiciones— que alguna atmósfera
o capa gaseosa podría estar en el interior de este astro”.
Sin embargo, en esta última década se han observado
algunos fenómenos en la superficie lunar, que pueden abrir
camino para futuras investigaciones:
—Del 3 al 4 de noviembre de 1958, el astrónomo ruso
Nikolai A. Kozyrev, del Observatorio Astrofísico de Crimea,
observó con un telescopio reflector de 127 cms., de diámetro,
que el pico central del cráter Alfonso, se hizo, primero, muy
borroso y con un tinte rojizo no común, y luego, tres horas
más tarde, en ese mismo sitio había un brillo y blancura inusi¬
tados. Hechas, también, las observaciones espectrográficas, en
ese mismo sitio, de ellas se dedujo la presencia de una nube
gaseosa, delantando, allí, la existencia de un compuesto del
carbono. Esto haría suponer la presencia de un volcán en
actividad.
—El 29 de octubre de 1963, el Dr. James A. Greenacre
y el Dr. Edward Barr, empleando el telescopio refractor de
60 cms., del Observatorio Lovell, en U.S.A., en forma visual
y no fotográfica, notaron tres manchas de color rojo anaran¬
jado en un lado del Valle Schrceter, en la zona de Aristarco.
En dos minutos las manchas se pusieron muy brillantes y
comenzaron a dar destellos. Luego, también, observaron una
larga faja de color rosado en el interior de Aristarco, pero sin
destellos. Todo esto se mantuvo durante 20 minutos. Este
insólito fenómeno fue observado dos veces más en el año
1963, por diferentes equipos de astrónomos.
Estas dos informaciones fueron ampliamente descritas y
detalladas por prestigiosas entidades y publicaciones neta¬
mente científicas. Por lo tanto, no son el producto de infor¬
maciones de la prensa.
Capdevilie, K. DESVANECIMIENTO BRILLO ESTRELLAS
117
OBSERVACIONES DEL DESVANECIMIENTO DEL
BRILLO DE ALGUNAS ESTRELLAS EN SUS
OCULTACIONES POR LA LUNA
La Sociedad Astronómica de Valparaíso y Viña del Mar,
fuera de su Observatorio Astronómico de Paso Hondo, man¬
tiene varias Estaciones de Observación Astronómica en dife¬
rentes localidades de esta zona, de las cuales, cuatro de ellas
están dedicadas a las observaciones de ocultaciones de estrellas
por la Luna.
En estas Estaciones, en el lapso comprendido entre el
mes de diciembre de 1962 a esta fecha, se han realizado alre¬
dedor de 400 de estas observaciones. De ellas, alrededor de
22, corresponden, en su mayor parte, a un debilitamiento o
desvanecimiento del brillo de las estrellas, segundos antes de
producirse la inmersión. Hasta ahora, no ha sido posible evi¬
denciar ninguno de estos fenómenos en las fases de emersión.
También han sido observadas algunas alteraciones de las for¬
mas de las estrellas que se ocultan, pero a este tema no nos
referiremos.
Esta alteración del brillo de las estrellas, antes de produ¬
cirse la ocultación, podría compararse, en forma vulgar, para
dar una idea aproximada del suceso, al brillo de una lampa¬
rilla eléctrica encendida que, de pronto parece apagarse, pero
sin llegar a ello. y. en seguida, vuelve rápidamente a adquirir
su luminosidad habitual.
Después de variadas investigaciones nuestras, han sido
descartadas las hipótesis siguientes para explicar la anomalía
producida en el brillo:
—Turbulencia en la atmósfera terrestre, ya sea por turbu¬
lencia general en el cielo o por estar la Luna a menos de
2"> n sobre el horizonte;
_Deficiencias o fallas de los elementos óptimos de los instru¬
mentos de observación;
—Aceraciones nomial.es o psicológicas visuales de los obser¬
vadores.
Por otra
quieren para
este sing dar
parte, atendiendo a las condiciones que se ro¬
que se produzca una ocultación, las causas de
fenómeno no pueden ser atribuidas a los siguien¬
te: factores:
_A la mayor o menor magnitud de la estrella que se oculta;
118 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N* 1, 1968
—A la fáse de la ocultación: inmersión o emersión;
—A que éstas se produzcan en ellimbo obscuro o en el ilumi¬
nado de la Luna; - )' ■ 1
—A la edad de la Luna, o sea, su fase;
r^A la hora que se produce el fenómeno;
h-t-A un sitio determinado en el limbo lunar en que se pro¬
duce una ocultación/
u , Por otra parte, también se ha descartado la posibilidad
de que este debilitamiento ele la luminosidad de la estrella,
pueda deberse a las irregularidades que se encuentran en el
limbo lunar, por la presencia, allí, de picos montañosos, va¬
lles, grietas, etc., ya que el fenómeno en cuestión, siempre
se produce, por lo general, alrededor de 2 a 5 segundos antes
del momento mismo de la inmersión, estimándose, por otra
parte, por la velocidad de translación de la Luna, que esta
anomalía se produce, aproximada y aparentemente, a 4 ó 5
kms., sobre el limbo lunar. Tampoco en estos casos se trata
de ocultaciones de estrellas rasantes, (grazing occultation:
estrellas que pasan rosando el limbo lunar y en sus trayec¬
torias, alternativamente a través de montañas y valles luna¬
res de ese borde, desaparecen y aparecen varias veces, en
cortos espacios de tiempo), por cuanto, en ninguno de estos
casos observados, corresponden a ocultaciones en las zonas
polares del limbo lunar, o la trayectoria de la estrella detrás
de la Luna ha sido tangencial a ese borde.
Como comprobación de que estas formas del desvaneci¬
miento del brillo de algunas estrellas en el momento de la
inmersión no obedece a algunas de las causales enumeradas
anteriormente, citamos el caso concreto en que, dos obser¬
vadores realizando este mismo tipo de trabajo de ocultaciones
en lugares bastante separados uno del otro y, además, igno¬
rando ambos, por completo esta clase de anomalías que se
producen en el brillo, pudieron captarlo en forma clarísima,
casi simultáneamente, instantes antes de producirse la in¬
mersión.
Las experiencias recogidas en todos nuestros trabajos
observacionales de ocultaciones, nos han proporcionado las
siguientes enseñanzas:
—Debilitamientos anormales o artificiales del brillo de las
estrellas se producen muy a menudo, cuando se observan
ocultaciones de estrellas de poca magnitud, en el limbo
Capdcville, K. DESVAN E CIMIENTO BRILLO ESTRELLAS
119
fuertemente iluminado de la Luna, o erando este astro está
a menos de 15 9 sobre el horizonte. Estos casos los hemos
eliminado de la presente investí pación;
—Generalmente, tanto al acercarse la Luna a una estrella para
una inmersión, o al alejarse de ella después de una emer¬
sión, hasta una hora antes —o después—, respectivamente,
las formas puntuales de las estrellas aparentemente se
achican, debido al fuerte brillo de la Luna en relación a la
obscuridad del cielo circundante a ella. Pero, en los casos
que investigamos en el presente trabajo, se ha constatado
que estas anomalías se producen algunos segundos antes de
producirse la inmersión, siendo la duración de este desva¬
necimiento del brillo, de sólo uno o dos segundos, a lo sumo;
—En las estrellas de V a 4* magnitud, (bastante brillantes y
“grandes”), tanto la inmersión como la emersión no se
producen en forma instantánea, tal como lo señalan la ma¬
yoría de los textos de divulgación astronómica, sino en
forma relativamente lenta, sin perder la estrella su brillo,
en un lapso que va de 0,5 a 1,5 segundos. En el caso de los
planetas, este lapso es considerablemente mayor: observa¬
ciones de ocultaciones de Venus y Marte por la Luna, por
ejemplo, realizadas por nosotros, este lapso ha sido supe¬
rior a los 20 segundos.
Con el fin de buscar alguna explicación de este fenó¬
meno, en nuestros primeros años de investigaciones, tuvimos
la paciencia suficiente para haber recopilado en nuestro Ob¬
servatorio Astronómico de Paso Hondo, todos los trabajos
que se refieren a las ocultaciones de estrellas por la Luna, en
nada menos que en 54 obras, entre libros, revistas y publi¬
caciones diversas de astronomía y, en ninguna de ellas encon¬
tramos referencias, de ninguna especie, con respecto al debi¬
litamiento o desvanecimiento que sufre la luminosidad de las
estrellas, momentos antes de las inmersiones.
Pero, poco después nuestros esfuerzos no fueron tan en
vano, teniendo ahora el testimonio de que esta clase de fenó¬
menos también han sido captados en otras partes, aunque sin
suministrar, lamentablemente, mayor acopio de detalles sobre
estas investigaciones. Así, por ejemplo, leemos en la íevista.
“Sky and Telescope”, Vol. XXX, N< 5, de noviembre, 1965,
pares. N’s 318/319, informaciones relacionadas con la ocul¬
tación de la estrella Sigma Sagitaria, (“Nunki”, su nombre
120
ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL
N- 1, 1968
en árabe), que se produ 9 cié agosto de 1965, observada
en diferentes 1 ligares de U.S.A., por varios observadores.
Aquí, nos interesa la obs rvauón de dos de ellos: Dan Fens-
termacher y Malvin Mattison, hechas en la ciudad de Albu-
querque, (U.S.A.), usando un telescopio reflector de 24 pul¬
gadas, (espejo parabó’ro de 60 cms., de diámetro) quienes
registraron esta ocultación con a'ta precisión, adaptando al
instrumento un tubo fotomultipücador y una cinta de papel
osU'ográfico corriendo a razón de 16 pulgadas por segundo
que se usó para registrar mi’ésimas de segundo, todo esto, con
el empleo de las señales horarias de la Estación W.W.V. 0”. 1,
(una décima de segundo), antes de la inmersión se reg : stró
aFi la primera declinación del brillo de la estrella, a las 03 h,
46 m, 22 s, 809, T. U. (Tiempo Universal), para aumentar,
s^rr— la c : nta mscriptora, inmediatamente después, luego, de-
cO^ar de nuevo, volver, en seguida a presentar un ligerísimo
aumento del nrsmo y, finalmente, producirse la inmersión de¬
trás de la Luna. Todo esto se produjo a los 0 seg. 093, (no¬
venta y tres milésimas de segundo), después del primer descen¬
so del brillo.
Posteriormente, hemos encontrado otras informaciones so¬
bre observaciones de estas anomalías en el brillo, realizadas por
diferentes observadores extranjeros, pero como no contienen
datos completos y sólo se refieren a ellas, de paso, no las con¬
signamos aquí.
Por el momento, sólo se ha tratado de dar a conocer aquí
los hechos observados con relación a este fenómeno, sin elabo¬
rar ninguna hipótesis sobre el mecanismo del mismo, en espera
de poder acumular mayor cantidad de casos para definir alguna
posición. Ojalá que los investigadores que lean esta narración
de hechos puedan aportar mayores antecedentes al respecto.
Sin embargo, se ha seguido investigando este fenómeno,
teniendo como finalidad averiguar si podrían influir en el des¬
vanecimiento del brillo de estas estrellas, las siguientes causas:
—Emanaciones de vapores en los sitios del limbo lunar donde
se producen estas ocultaciones;
—Pérdida de calor, por radiación, en esos mismos sitios;
—Nubes de polvo cósmico, o de otra naturaleza, sobre deter¬
minadas regiones del limbo lunar;
Capdeville, 11 . DESVANECIMIENTO BRILLO ESTRELLAS
121
—Alguna actividad volcánica esporádica;
—Etcétera.
Por de pronto, creemos que podremos avanzar algo más
en estas investigaciones cuando contemos con elementos foto¬
eléctricos o de otra naturaleza similar, que la simple visión
directa con telescopios; en este sentido, estamos empeñados en
mejorar nuestro instrumental, cuanto antes.
ABREVIATURAS
N’
EST.
MAG.
IN.
EM.
Li.Lu.
Ed.Lu
T.U.
A.P.
VdelM.
Valpso.
RCC.
MLLV.
N’ de orden de la ocultación.
Nombre de la Estrella.
Magnitud o brillo de la estrella.
Inmersión o desaparición de la estrella.
Emersión o reaparición de la estrella.
Limbo lunar donde se produce el fenómeno.
Edad de la Luna, en su lunación.
Tiempo Universal; hora en que se produce el fenómeno.
Angulo Polar; lugar en el limbo donde se produce el fenó¬
meno.
Viña del Mar.
Valparaíso.
Rafael Capdeville Celis, observador.
Mario L. Loocks Vásquez, observador.
CASOS OBSERVADOS
N 2.—8 PIC. 62; EST: 39 B. Aries; MAG: 6,6; 1N; Li.Lu.: obs¬
curo; Ed.Lu: 10,8; T.U.: 02 36 30 en VdelM.; 02 36 48 en
Valpso; A.P.: 115’; RCC en VdelM. y MLLV. en Valpso. 5
a 6 segundos antes de la ocultación en la IN., el brillo del
astro decreció casi a una cuarta parte, por espacio de más
o menos un segundo, para proseguir con su brillo normal
hasta el momento mismo de la ocultación.
122 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N 1, 1968
N y 9.—G ENE. 63; EST: no figura en el Anuario; MAC: 7,0; IN.
Li.Lu.: obscuro; Ed.Lu.: 10,1; T.U.: 01 56 00; A.P.: 137':
MLLV en Valpso. Se observó un desvanecimiento del brillo
de la estrella, de más o menos dos segundos de duración,
algunos segundos antes de la ocultación.
.N 9 10.—S ENE .63; EST: no figura en el Anuario; MAG: 7,0; IN;
Li.Lu.: obscuro; Ed.Lu.: 10,1; T.U.: 02 07 31; A.P.: 152";
MLLV en Valpso. Se observó un desvanecimiento del brillo
de la estrella, de más o menos dos segundos de duración
algunos segundos antes de la ocultación.
N' 13.—11 ENE. 63; EST: no figura en el Anuario, pero pertenece
al cúmulo del “Pesebre”; MAG: 7,5; IN; Li. Lu.: ilumina¬
do; Ed.Lu..: 15,3; T.U.: 07 40 00; A.P.: 89"; MLLV en
Valpso. No pudo apreciarse el momento preciso de la ocul¬
tación, porque se produjo un fenómeno de VARIACION LU¬
MINOSA REGULAR del brillo de la estrella, de más o me¬
nos 3 a 4 minutos antes de la ocultación, con destellos y
apagones que se repitieron 5 veces consecutivas.
W 14.—11 ENE. 63; EST: no figura en el Anuario, pero pertenece
al cúmulo del Pesebre; MAG: 6,5; IN; Li.Lu.: iluminado;
Ed.Lu.: 15,3; T.U.: 08 05 04,9; A.P.: 90°; MLLV en Valpso.
Un minuto antes de la ocultación, (T.U.: 08 04 04,9, hubo un
desvanecimiento del brillo de la estrella, pero no demasiado
pronunciado,
N 9 15.—11 ENE. 63; EST: no figura en el Anuario, pero pertenece
al cúmulo del Pesebre; MAG: 6,5; IN; Li.Lu.: iluminado:
Ed.Lu.: 15,3; T.U.: 08 16 30,3; A.P.: 143 9 ; MLLV en
Valpso. Más o menos 5 a 6 minutos de arco antes de pro¬
ducirse la ocultación se observó una débil pérdida del brillo
de la estrella.
N- 21.—3 FEB. 63; EST: 68 Tauri; MAG: 3,5; IN; Li.Lu.: obs¬
curo; Ed.Lu.: 8,6; T.U.: 05 08 18; A.P.: 150 9 ; MLLV en
Valpso. 3 ó 4 segundos antes de la IN. se observó un desva¬
necimiento de la luminosidad de la estrella, en forma NO¬
TABLE.
N 9 22.—6 FEB. 63; EST: d Geminorum; MAG: 3,5; IN; Li.Lu.: obs¬
curo; Ed.Lu.: 11,7; T.U.: 04 05 38,5; A.P.: 20°; MLLV en
Valpso. En realidad, no se apreció un desvanecimiento apre¬
ciable del brillo de la estrella, pero dio la impresión que el
astro se achicó.
N 9 29.—9 MAR. 63; EST: no figura en el Anuario; MAG: 7,5; IN:
Li.Lu.: .obscuro; Ed.Lu.: 9,1; T.U.: 04 05 13; A.P.: 74 9 ;
RCC en VdelM. Se observó un ligero desvanecimiento del
brillo de la estrella, más o menos 5 segundos antes de la
inmersión.
N 9 46.—15 ABR. 63; EST: u Sagitarii; MAG: 4,0; EM; Li.Lu.: obs¬
curo; Ed.Lu.: 20,7; T.U.: 04 45 23,6; A.P.: 281 9 ; RCC en
VdelM. Parece que la estrella a los 10 a 20 segundos des¬
pués de la EM., se achicó su diámetro puntual, recuperán¬
dolo 10 a 15 segundos después.
Capdeville. R. DESVANECIMIENTO BRILLO ESTRELLAS
123
N" 41).—4 MAY. G3; EST: v Virginis; MAC: 4,2; IN; Li.Lu.: obs¬
curo; Ed.Lu.: 1U,4; T.U.: OG 10 03,2; A.V.: 133 0"; MLLV
en \ alpso. La 1N. no se produjo en forma brusca, sino con
desvanecimiento progresivo, lo que dio tiempo para parar
con seguridad el cronógrafo. No se observó variación de
luz antes del fenómeno.
& 1-—Di MAY. 63; EST: d Capricornirnii; MAG: 3,0; IN; Li.Lu.:
iluminado: Ed.Lu.: 22,6; T.U.: 08 51 31,5; A.P.: 124"; RCC
en YdelM. En la IN., esta estrella de MAG: 3,0, se fue
ocultando lentamente, siempre con su mismo brillo, y no en
forma instantánea, puede decirse, en un lapso de 1,5 a 2
segundos.
N' 72.-26 D1C. 63; EST: e Ceti; MAG: 4,5; Li.Lu.: obscuro: Ed.Lu.:
10,0; T.U.: 02 43 54; A.P.: 110"; MLLV en Valpso. Se
debilitó la luminosidad de la estrella un segundo antes de
ocultarse.
N" 113.—7 MAY. 65; EST: 79 Cancrii; MAG: 6,1; IN; Li.Lu.: obs¬
curo; Ed.Lu.: 6,5; T.U.: 22 41 43,5; A.P.: 52"; RCC en
VdelM. La IN., no fue instantánea, sino que se produjo en
0,2 de segundos.
N“ 127.—1" OCT G5; EST: 44 Ophiuchii; MAG: 4,3; Li.Lu.: obscuro;
Ed.Lu.: 6,0; T.U.: 03 31 23,9; A.P.: 82"; RCC en VdelM.
Posiblemente, debido a la turbulencia atmosférica, más o
menos, 10 segundos antes de la IN., la estrella se puso algo
deformada y difusa.
N" 138.—1" MAY. 66; EST: 16 Virginis: MAG: 5,1; IN; Li.Lu.: obs¬
curo: Ed.Lu.: 11,2; T.U.: 23 17 32,5; A.P.: 76"; MLLV en
Valpso. Más o menos 2 segundos antes de la IN., tuve la
impresión de que el fenómeno se produciría por cuanto noté,
en forma apreciable, disminución de la luminosidad estelar.
N" 141.—237 MAY. 66; EST: 300 B Leonis; MAG: 7,5; IN; Li.Lu.:
obscuro; Ed.Lu.: 7,6; T.U.: 22 18 37,9; A.P.: 150" RCC en
VdelM. Tres o cuatro segundos antes de la IN., el brillo de
la estrella se debilitó, para recuperarlo inmediatamente an¬
tes del momento mismo de la IN.
N' 172.—21 NOV. 60: EST: 74 Aquarii; MAG: 5,9; IN; Li.Lu.: obs¬
curo; Ed.Lu.: 8,4; T.U.: 01 37 14,9; A.P.: 32"; MLLV en
Valpso. En el instante de la ocultación no se observó un
desaparecimiento instantáneo, sino gradual, dentro del tiempo.
N' 202._14 JUL. 07; EST: 38 Virginis; MAG: 6,2; IN; Li.Lu.: obs¬
curo; Ed.Lu.: 6,3; T.U.: 02 48 32,4; A.P.: 94": MLLV en
Valpso. Se notó una disminución del brillo de la estrella en
forma progresiva.
N v 212._9 OCT. 67; EST: 163 G. Ophiuchii; MAG: 6,4; IN; Li.Lu.:
obscuro; Ed.Lu.: 5,1; T.U.: 00 39 52,9; A.P.: 180" MLLV
en Valpso. llago notar que la estrella no la vi desaparecer
en forma instantánea sino con desvanecimiento progresivo.
X 217 -8 NOV. 67; EST: 30 B Capricornü; MAG: 6,9; IN; Li.Lu.:
obscuro*; Ed.Lu.: 5,8; T.U.: 02 09 21,2; A.P.: 87 '; MLLV
en Valpso. En el instante del fenómeno noté un desvane-
124 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N 9 1, 1968
cimiento de la luz en forma progresiva, lo que me dio lugar
a no errar en el cronometraje.
N 9 231.—9 MAR. 68; EST: 53 Aurigae; MAG: 5,5; INI; Li.Lu.: obs¬
curo; Ed.Lu.: 9,8; T.U.: 03 41 16; A.P.: 87"; MLLY en
Valpso. Poco antes del fenómeno se debilitó mucho la ima¬
gen de la estrella.
N- 296.—23 JUN. 69; EST: 319 B Virginia; MAG: 6,3; IN; Li.Lu.:
obscuro; Ed.Lu.: 8,9; T.U.: 22 40 35,0; A.P.: 107 9 ; Jorge
Cancino Mitchell, en Paso Hondo. 10 a 25 segundos antes
del desaparecimiento de la estrella, se observaron 4 desva¬
necimientos del brillo estelar, en forma notable.
NOTA.—Comunicaciones recibidas últimamente del Center íor
Short-Lived Phenomena, (Centro para la Observación de Fenómenos
de Duración Efímera), de la Smithsonian Institution, U.S.A., informan
que este mismo tipo de fenómeno ha sido observado, en otras estrellas,
por astrónomos del Royal Greenwich Observatory, independientemente
de los observadores chilenos aquí mencionados, agregando estos cien¬
tíficos ingleses que las estrellas en las cuales se observó este desva¬
necimiento de su brillo, no están catalogadas como del tipo “dobles”.
Hace notar la comunicación de la Smithsonian Institution que cuando
los astronautas de la nave Apolo X, orbitaron alrededor de la Luna,
en DIC. 1968, les sorprendió observar un “halo” luminoso alrededor
de nuestro satélite natural, semejante al producido por alguna capa
gaseosa.
Tolo, II.
GENERO LEIOPROCTUS
125
DOS NUEVAS ESPECIES DEL GENERO LEIOPROCTUS
ÍCOLLETIDAE - HYMENOPTERA)
Prof. H. TORO
Univ. Católica de Valparaíso
AJ3STRACT. Two new species of chilean Leioproctus are des-
cribed: L. mouroí and L. herrerae.
The author provides a key for the striped species of Leioproctus
of the Edwiniana group.
Las dos especies de Leioproctus que se describen a con¬
tinuación se podrían incluir en el grupo Edwiniana , propuesto
por Moure y, en su apariencia externa, semejan bastante a
Leioproctus flavicomis (Spinola 1851). Las relaciones filo-
genéticas que existen dentro del grupo, no serán discutidas
en el presente trabajo, pero probablemente será necesario
hacer un estudio más detallado más adelante.
LEIOPROCTUS MOURE1 n. sp .
Macho: Longitud total aproximada 9 mm. ancho del
tórax 2,9 mm.; ancho de la cabeza 2,9 mm.; ancho del abdomen
2,7 mm.; largo del ala anterior 7 mm.
Coloración: Tegumento en general del color negro, con
un ligero reflejo azulado en el abdomen, flagelo pardo ne¬
gruzco salvo los dos primeros antenitos negros, mandíbulas
negras con ápice pardo negruzco, tibia y tarsos rojo anaran¬
jado, alas levemente ahumadas con pterostigma y venas café
claro.
Pilosidad: Cabeza y tórax con pilosidad blanca sucia,
ramificada, poco densa, dejando ver el tegumento, levemente
ocre en las áreas laterales del mesonoto. Primer segmento
metasómico con pelos blanco-sucio escasos, largos y ramifica¬
dos, con pelos cortos, blancos, ramificados y escasos pelos
largos entremezclados; margen distal del 2?, 3?, 4 P y 5* tergos
con una angosta banda de pelos blancos con ramificaciones
cortas, densos; 3". 4" y 5* tergos con pelos negros cortos, no
ramificados y escasos blancos largos; 6 9 y 7" con pelos pardos,
126 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N" 1, 196*
largos, formando escapa; pilosidad ventral blanca con últimos
esteraos obscuros. Coxa, trocánter y fémures con pelos blan¬
cos; amarillo-anaranjado en tibias y tarsos.
Puntuación: Cabeza y tórax con tegumento fuertemente
areolado, menos marcado en el clípeo; puntos pequeños, bien
marcados y densos en la cabeza salvo en el área interalveolar
y hacia el borde distal del clípeo; área ocelo-orbital punteada;
espaciados en las mesopleuras y escudo con intervalos seme¬
jantes al diámetro de los puntos. Escutelo y postescutelo se¬
mejantes al escudo.
Estructuras: Cabeza más ancha que larga, el ancho mu¬
cho mayor que dos veces el largo del ojo (7,3:5,9:4,2); línea
frontal cariniforme en su mitad distal, claramente interrum¬
pida antes del extremo. Sin fuerte depresión por fuera de los
ocelos laterales; distancia ocelo-occipital apenas mayor que el
diámetro del ocelo medio (0,7:0,6); fóvea facial no marcada.
Flagelo antenal mucho mayor que la distancia interorbital
superior (6,4:4,9). Genas casi la mitad del ancho del ojo
(medido de órbita a órbita) (1,1:2,2). Labro con borde distal
suavemente convexo. Palpos maxilares de seis segmentos,
V menor que el segundo, semejante al tercero, cuarto y quinto
y menor que el sexto (0,4:0,5:0,4:0,4:0,4:0,5). Palpos labiales
l 9 y 2 9 menores que los demás (0,4:0,4:0,5:0,6). Postescutelo
no deprimido. Triángulo propodeal rugoso sobre el tegumento
areolado. Célula marginal tan larga como la l 9 discoidal
(4,4:4,4). F submarginal apenas menor que la segunda
(3:3,1). Alas posteriores con lóbulo jugal que no sobrepasa
la célula cubital. Patas anteriores con limpiador de la antena
con malus largo y borde dentado (Fig. 1). Placa basitibial
pilosa de ápice agudo. Ultimos esteraos y cápsula genital co¬
mo en fig. 2.
Hembra: Longitud aproximada 12 mm; ancho del tórax:
3,3 mm; ancho de la cabeza: 3,2 mm; ancho del abdomen: 3
mm; longitud del ala anterior: 7,1 mm.
Coloración: semejante al macho.
Pilosidad: Semejante al macho, pero las bandas blancas
sólo en los tergos metasómicos 2*, 3° y 4 9 . Tibias, tarsos y
escopa tibial posterior con pelos rojo anaranjado.
Puntuación: Semejante al macho.
Estructuras: Cabeza más ancha que larga, el ancho mu-
Toro, H.
GENERO LEIOPROCTUS
127
cho menor que dos veces el largo del ojo (7.8:6,3:4,3). Línea
frontal cariniforme en su mitad distal, surco proximal estre¬
chado al unirse a la carina. Sin depresiones bien marcadas
por fuera de los ocelos laterales. Distancia oeeloccipital apenas
mayor que el diámetro del ocelo medio (0,7:0.6) Fóvea facial
no marcada. Flagelo antenal mayor que la distancia interorbi¬
tal superior (5,4:5,1). Genas ligeramente mayores que la mi¬
tad del ancho del ojo (1,2:2,1). Primer segmento de los palpos
?IG,1 ?IG.2a.
labiales mayor que el segundo y semejante a los demás
(0,5:0,3:0,5:0,5). postescutelo no deprimido en su mitao
anterior. Base del triángulo propodeal lugosa sobie el tegu
mentó areolado; convexo en su mitad basal. CéluLa mai gma
ligeramente menor que la primera discoidal (4,5:4,9). Lóbulo
jugal no sobre pasa a ¡a célula cubital Patas anteriores con
limpiador de la antena con malus largo y borde dentado.
Placa basitibial pilosa de ápice agudo. Espolón interno de
128 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N" 1, IDOS
las tibias posteriores con borde gruesamente serrado y ápice
agudo (fig. 3).
Tipos; Holotipo macho' y alotipo hembra Valparaíso, Be-
ilotO, Octubre-1966 (H. Toro) en mi colección. Dos paratipos
macho, Valparaíso, Bellote, Octubre 1965 (H. Toro) y dos
paratipos hembra, Valparaíso, Quilpué, Octubre-1967 (H. To¬
ro) en mi colección. Un paratipo macho, Valparaíso, Quilpué,
Septiembre-1962 (H. Toro); tres paratipos macho, Valpa¬
raíso, Quilpué, Octubre-1963 (Dazarola); dos paratipos ma¬
cho, Valparaíso, Quilpué, Octubre-1963 (Toro); un paratipo
macho, Valparaíso, Quilpué, Octubre-1967 (Toro); un para¬
tipo macho, Valparaíso, El Salto, Octubre-1967 (Toro); dos
paratipos hembra, Valparaíso, Peñuelas, Noviembre - 1963
(Cruzat) y un paratipo hembra, Valparaíso, Quilpué, Oc¬
tubre-I 96S (Dazarola) en colección Universidad Católica de
Valparaíso.
La especie ha sido denominada en honor al R. P. Jesús
Moure de la Universidad de Paraná, quien mucho ha hecho
por un mejor conocimiento de las abejas chilenas.
LEIOPROCTUS IPERRERAE , n. sp.
Macho: Longitud aproximada 12 mm.; ancho del tórax:
3,2 mm; ancho de la cabeza: 3,3 mm; ancho del abdomen:
2,7 mm; largo del ala anterior: 8 mm.
Coloración: Tegumento en general de color negro sin re¬
flejo azul, antenas, tibias y tarsos rojo anaranjado, alas lige¬
ramente ahumadas hacia el extremo con pterostigma y venas
rojo anaranjado salvo r-m, 2* m-cu, parte de D m-cu, Cu 1
y parte de M pardo negruzcas.
Pilosidad: Cabeza y tórax con pelos blancos, excepto fren¬
te y clípeo amarillentos; escapo, área humeral del pronoto,
márgenes laterales del escudo, escutelo, postescutelo y áreas
vecinas al triángulo propodeal rojos (blanco amarillento en
los ejemplares de Valparaíso), ramificados, poco densos de¬
jando ver el tegumento. Primer tergo metasómico con pelos
blanco sucio, largos y ramificados; 2?, 3? y 4? con pelos cortos,
negros, ramificados y margen distal con una ancha banda de
pelos blancos de ramificaciones muy cortas y muy densas;
5% 6* y 7* con pilosidad negra larga formando escopa. Ester-
nos anteriores con pelos blanco amarillentos y posteriores
Toro, 11.
GENERO LEIOPROCTUS
129
negros. Coxa, trocánter y fémures con pelos blanco sucio; rojo
anaranjados en tibias y tarsos.
Puntuación: Cabeza y tórax con tegumento no areolado.
Puntos grandes, bien marcados, muy densos, con intervalos
cariniformes en la cabeza, ¡salvo hacia el borde distal del clípeo
y área interalveolar. Area ocelorbital casi lisa. Densos en las
mesopleuras. Escudo con intervalos lisos mayores que el diá¬
metro de los puntos, mayores en el área discal; escutelo y
postescutelo semejantes al escudo.
Estructnras: Cabeza más ancha que larga, el ancho casi
dos veces mayor que el largo del ojo (8,3:6,9:4,4). Línea fron¬
tal cariniforme en su mitad distal, levemente interrumpida
antes del ápice. Con una fuerte depresión por fuera de los
ocelos laterales. Distancia oceloccipital dos veces el diámetro
del ocelo medio (1,2:0,6). Fóvea facial poco marcada. Flagelo
antenal mucho mayor que la distancia interorbital superior
(8:5,6). Genas poco menores que el ancho del ojo (medido
de órbita a órbita) (1,9:2,3). Labro con borde distal suave¬
mente cóncavo. Palpos maxilares de seis segmentos, 2* y 5 V
mayores que los demás (0,4:0,5:0,4:0,4:0,4:0,5). Primer seg¬
mento de los palpos labiales mayor que el tercero y cuarto y
semejante al quinto (0,5:0,4:0,4:0,5). Postescutelo deprimido
en su mitad anterior. Triángulo propodeal liso. Célula margi¬
nal más corta que la primera Discoidal (5,2:5,5). Primera
submarginal menor que la segunda (2,8:3). Alas posteriores
con lóbulo jugal sobrepasando la célula cubital. Patas ante¬
riores con limpiador de la antena con malus truncado (fig 4).
Placa basitibial glabra de ápice redondeado. Genitalia como
en fig. 5.
Hembra: Longitud aproximada 13 mm, ancho del tórax:
3.5 mm, ancho de la cabeza: 3,5 mm, ancho del abdomen:
3.6 mm, longitud del ala anterior 7,8 mm.
Coloración: Semejante al macho.
Pitcsidad: Frente y cara con pilosidad roja, algo amari¬
llo parduzca en el clípeo, genas y región occipital con pelos
blancos. Lóbulo humerales del pronoto, escutelo, postescutelo
y superficie dorsal del episterno por delante del surco prepis-
ternal con pelos rojos; resto del tórax con pelos blanco sucio,
poco densos, con ramificaciones cortas, dejando ver el tegu¬
mento. Metasoma semejante al macho. Coxa, trocánter y fé-
mur, salvo el ápice, con pelos blanco sucio, partes distales con
pelos rojos, excepto la placa basitibial y áreas adyacentes,
pardo obscuro, casi negro.
Puntuación: Semejante al macho, pero el tórax débil¬
mente areolado, puntos del escutelo y postescutelo más espa¬
ciados hacia el centro.
Estructuras: Cabeza más ancha que larga, el ancho poco
Lsioproctua herreras,n.sp. ?ig.4 Aparato limpiador de la ante
na(macho).Fig.5a.Cápsula genital. Fig.5b.Octavo estenio.Fig.5c
Séptimo estenio. Fig.6.Aparato limpiador de la antena(hembra)
Fig.7 Espolín tibial posterior de la hembra
menos de dos veces el largo del ojo (8,7:4,7). Línea frontal
cariniforme en su mitad distal, surco basal no estrechado al
unirse a la carina. Con una depresión bien marcada por fuer¬
za de los ocelos laterales. Distancia oceloccipital casi el doble
del diámetro del ocelo medio (1,3:0,7). Fóvea facial bien mar¬
cada. Flagelo antenal más corto que la distancia interorbital
superior (5,6:5,9). Genas mucho mayores que la mitad del
ancho del ojo (1,7:2,4), Primer segmento de los palpos labia-
Tolo. II.
GENERO LEIOPROCTUS
131
les mayor que el 2* y 3’ y semejante al cuarto (0,5:0,4:0,4:0,5).
Posteeuteio deprimido en su mitad anterior. Triángulo pro-
podeal liso, convexo en su mitad basal. Célula marginal mucho
menor que la l íi Discoidal (4,8:5,5) Lóbulo jugal sobrepasa
la célula cubital. Patas anteriores con limpiador de la antena
con malus corto y borde dentado (fig. 6). Placa basitibial
pilosa de ápices redondeado. Espolón interno de las tibias pos¬
teriores con cuatro largos dientes y ápice no agudo (fig. 7).
Tipos: Iiolotipo macho, Coquimbo, Los Fierros, 24-Octu-
bre-1958. (Wagenknecht), alotipo hembra, Coquimbo, Los
Fierros, 9-Octubre-1957 (Wagenknecht) en mi colección. Un
paratipo macho, Coquimbo, Los Fierros, 24-Octubre de 1958
(Wagenknecht) en colección Universidad Católica de Valpa¬
raíso y un paratipo macho, Valparaíso, Cuesta de Zapata, No-
viembre-1952 (no indica colector), en colección Museo Na¬
cional de Historia Natural.
Esta especie ha sido denominada en honor al entomólogo
chileno José Herrera G., de la Universidad de Chile.
Las especies del Género Leioproctus del grupo Edruiníana
con bandas se pueden diferenciar mediante la siguiente clave:
1. —Cabeza y tórax con tegumento fuertemente areolado;
antenas negras .. Leioproctus mourei n. sp.
Cabeza y tórax con tegumento liso o casi liso; antenas
rojas . 2
2. —Area acelorbital lisa en su mayor parte, mitad anterior
del postescutelo, deprimida, fóvea facial marcada; pilosi-
dad dorsal del tórax roja .... Leioproctus herrerae n. sp.
Area ocelorbital punteada, mitad anterior del postescute¬
lo no deprimida, fóvea facial no marcada; pilosidad dor¬
sal del tórax no roja .... Leioproctus flavico ruis (Spin.)
Agradecemos al señor Rodolfo Wagenknecht por su gen¬
tileza de enviarnos este valioso material para su estudio.
raíz, L. y Toro, H. MALLOPHAGOS DÉ PELECANIFORMES 238
CONTRIBUCION AL ESTUDIO DE LOS MALLOPHAGA
DE PELECANIFORMES
L. EUZ — H. TORO
Laboratorio de Zoología
üniv. Católica de Valparaíso
ABSTEACT.— A list of species of Mallophaga collected on
Pelecaniformes oí Valparaíso is provided; three species on Pelecanur
thagus; three on Phalacrocorax bougainvillii ; ' two on Ph. oliváceas;
none on Ph. gaimardi: and three different genera on Sula variegata.
Desde los trabajos publicados en la obra de Gay: “His¬
toria Física y Política del Reino de Chile (1849), los Mallo -
phaga prácticamente no han sido estudiados exhaustivamente
en nuestro país y sólo algunas publicaciones ocasionales de
descripción de nuevas especies han sido realizadas. Trabajos
importantes de Carriker en los últimos años en relación con
especies sudamericanas no han cubierto las chilenas y los
grupos de aves por él considerados: Gallif orates, Tinamifor¬
ines, Micropodiforates y Psittaciforates, no incluyen nuestras
especies, estando por otra parte pobremente representadas en
nuestro medio.
La falta de publicaciones realizadas en Chile y el consi¬
derar que el estudio de este grupo tiene gran importancia para
la mejor comprensión de las relaciones biológicas entre ellos
y sus huéspedes, y el mejor conocimiento de las especies por
sí mismas nos indujo a iniciar una serie de investigaciones
en diferentes grupos de aves presentes en nuestras costas.
Las especies de Pelecaniformes consideradas fueron:
Pelecanvs thagus (Pelecanidae)
Phalacrocorax bougainvillU (Phalacrocoracidae)
Phalacrocorax olivarais (Phalacrocoracidae)
Phalacrocorax gaimardi (Phalacrocoracidae)
Sala variegaia (Sulidae)
134 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N" 1, 19G8
Algunas de ellas tienen para nosotros, además de interés
biológico, una importancia económica considerable.
Las aves fueron cazadas en la costa de Valparaíso desde
octubre de 1959 a junio de 1965 y colocadas, separadas, en
bolsas de polietileno, para evitar migraciones de Mallophaga;
los ejemplares se obtuvieron al buscarlos cuidadosamente y
retirarlos con pinzas finas; se pusieron en alcohol de 70%,
siendo montados luego en portaobjetos, después de un trata¬
miento de KOH, alcohol y xilol.
Los ejemplares montados fueron enviados en 1964 al
Dr. Carriker, en Colombia, para su determinación, obte¬
niendo los siguientes resultados:
a) En Pelecanus thagus se encontraron tres especies:
—Piegetiella chilensis (Grosse)
—Colpocephalum unciferum (Kellog)
—Pectinopygus occidentalis (Thompson)
La especie mejor representada en Pelecanus thagus es
Piegetiella chilensis , seguida de Colpocephalum unciferum,
estando Pectinopygus occidentalis en número muy escaso.
De Piegetiella chilensis entre los adultos encontramos un
mayor número de machos que de hembras, siendo propios de
la bolsa pescadora; los estados juveniles casi no existen, ocu¬
rriendo el mismo hecho en Colpocephalum unciferum en que
la mayoría de los individuos son adultos.
De Pectinopygus occidentalis se han colectado sólo de
uno a dos individuos en cada ave y en estado juvenil.
b) En Phalacrocorax bougainvillii ubicaron tres especies,
presentándose en todos ellos estados juveniles.
—Piegetiella transitans (Ewing): existe mayor número
de hembras que de machos.
—Pectinopygus sp.: mayor número de hembras. Hay es¬
pecies nuevas no descritas.
—Eidmanniella sp.: entre los cuales hay algunas especies
nuevas y que han sido retenidas en Colombia por el Dr. Carri¬
ker para su mejor observación.
c) En Phalacrocorax olivaceaus:
—Eidmanniella eurygáster (Nitzch)
—Pectinopygus gyroceras (Nitzch)
d) En Phalacrocorax gaimardi no ha sido encontrada nin¬
guna especie de Mallophaga.
e) En Sula variegata se han encontrado los géneros:
\íu -, L. y Toro, H. MALLOPliAGOS DE TELECANIFORMES 38
— Pcrincus, en número muy reducido tanto de adultos
como de jóvenes.
—Eidmanniella machos y hembras.
—Sacmundssonia machos y hembras.
Los ejemplares colectados se encuentran depositados en
la colección de la Universidad Católica de Valparaíso.
Fritz, M., Montenegro, M. y Toro, H. SPHECIDAE CHILENOS 137
CONTRIBUCION AL ESTUDIO DE LOS SPHECIDAE
CHILENOS
(Clave de identificación para tribus y géneros)
M. FRITZ - E. MONTENEGRO - H. TORO
Laboratorio de Zoología
Univ. Católica de Valparaíso
ABSTRACT.— The authors present a key for the tribes anri
genera oí sphecids wasps.
Nytson porteri and Pisón areolatu6 are ommited because of their
doubtful generic status.
INTRODUCCION
Los estudios sobre Sphecidae chilenos comienzan prácti¬
camente con el trabajo de Spinola, publicado en la obra de
Gay: “Historia Física y Política de Chile”, tomo 6, donde se
anotan 17 géneros con un total de 17 especies ?13), lo cual, a
pesar de la época de publicación, da una idea general bastante
completa de la fauna chilena. Indudablemente que a través de
los años, se han ido agregando sucesivamente nuevos géneros
y especies, con lo cual este grupo ha ido enriqueciéndose pau¬
latinamente.
Entre los años 1887 y 1895 aparece, en ocho entregas
sucesivas, la célebre obra de Antón Handlirsch, “ c Monographie
der mit Nysson u. Bembex verwandten Grabwespen en
Sitzber”. Akad. Wiss. Wien (3), en la cual se tratan nume¬
rosas especies chilenas.
A continuación aparece, en 1894, en los Anales de la
Universidad de Chile, el trabajo de E. C. Reed, “Los fosores
o avispas cavadoras de Chile” (•§), en el cual dicho autor
trabaja la totalidad de las especies conocidas hasta ese enton¬
ces en este territorio.
En 1896 en los Ann. del K. K. Nat. Hofmus, de Viena
F. F. Kolil publica Die Gattungen der Sphegiden, en la cual
se hace una revisión mundial de los géneros de Sphecoidea,
incluyendo también naturalmente los géneros correspondien¬
tes a Chile (5).
138 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N" I, 1908
,En. 1937, V. S. L. Pate, en su trabajo “The generic
ñames of the Sphecoid wasps and their Type species (H 3 mie-
noptera Aculeata) (6), en un trabajo de intensísima recopi¬
lación bibliográfica, resume la totalidad de los tipos de gé¬
neros, lo cual' indudábleménte facilita el estudio del grupo.
Posteriormente el mismo autor, en 1938, hace la revi-
1) Coxa de Zyzzyx Pate (macho) ; 2) Ocelos de Bembix Fabric;
3) Metanoto y propodeo de Oxybelus Latr.; 4) Ala de Astata Latr.;.
5) Fémur de Tachysphex Kohl (macho); 6) Ala de Cerceris Latr.;
7) Ala de Sphéx Latr.,; 8) Tarso de Tachytes Panzer (hembra) ;
9.) Ala de F’odagritus Spin.; 10). Uña tarsal de Sphex Latr.; 11) Tarso
de Tachysphex Kohl. (hembra) ; 12) Ojos de Pisón Jur.
sión de los Nyssonini (7), abarcando también especies chilenas.
Los himenopteros chilenos fueron también trabajados
intensamente por los entomólogos Herbst y Ruiz (9), (10),
(11), ( 12 ), los cuales contribuyeron notablemente para su
mejor conocimiento.
Fritz. M., Montenepro, M. y Toro, H. SPHECIDAE CHILENOS 139
Willink en Argentina, al hacer sus revisiones de las
Tribus Bembicini y Chlorionini (Spheciní) Ci’4'), <(-1©), hace
al mismo tiempo la revisión de las especies chilenas.
Por último, aparece el trabajo de Bohart y Merche (l),
que pone los estudios de este grupo totalmente al -día, siendo
una de las publicaciones más recientes, aparecida sdbre Sphe-
cini a la fecha.
La gran dificultad en reunir la vasta bibliografía del
grupo, nos ha inducido a hacer una clave simple para tribus
y géneros, que permita una fácil identificación de los Sphe-
coidea chilenos, a todos aquellos que por una u Otra circuns¬
tancia deseen determinar material de este grupo, quedando
esta clave, como es obvio, limitada exclusivamente ala fauna
chilena.
Se han incluido en ella todos los géneros que según nues¬
tro entender están publicados hasta la fecha, omitiéndose só¬
lo aquellos de ubicación dudosa que se encuentran actualmente
en estudio (Nysson porten y Pisón areolatus).
Clave de Tribus y Géneros:
1.—Labro más largo que ancho y más largo 'que el dípeo
(Bembicini) .... 2
—Labro no más largo que ancho y más corto que el
clípeo .. 8
2.—Mandíbulas con borde interno sin dientes. MICRO
BEMBEX PATTON
—Mandíbulas con borde interno dentado .......... 3
3. —Propodeo con cara posterior cóncava y ángulos pós¬
ter olateral es acuminados. BICYRTES LEPELETIER.
—Propodeo de otra forma .... . '4
4. —Ojos con pelos. TRICHOSTICTIA PARKER.
—Ojos glabros .. 5
5. —Cuerpo con diseños ferrugíneos. RUBRICA PARKER,
—Cuerpo sin diseños ferrugíneos ........-- .... 6
6. —Ocelo medio reducido a una cicatriz transversal lineal
(fig. 2); alas posteriores con segunda abeisa de M-Cu
aproximadamente igual a tres cuartas partes del largo
de cu-v. BEMBIX FABRICIUS.
—Ocelo medio semicircular; alas posteriores eon segunda
abciss de M-Cu a lo más dos tercios de cu-v . 7
140 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N" 1, 10G8
7. —-Palpos maxilares de cinco segmentos y labiales de tres;
Marginal con apéndice unido a la costa; machos con
una espina en las coxas medias (fig. 1). ZYZYK PATE.
—Palpos maxilares con seis segmentos y labiales con cua¬
tro; Marginal sin apéndice; machos sin espina en las
coxas medias. STICTIA ILLIGER.
8. —Propodeo con ángulos pósterolaterales acuminados.. 9
—Propodeo con ángulos pósterolaterales redondeados 11
9. —Segunda sub-marginal no peciolada (Heliocausinae) . .
, . HELIOCAUSUS KOHL
— Segunda sub-marginal peciolada (Nyssonini) (fig. 6) 10
10.—Tibias posteriores aserradas.. ZANYSSON ROHWER
— Tibias posteriores lisas . CRESSON PATE
11. —Con dos espolones mesotibiales . 12
— Con un espolón mesotibial . 19
12. —Prestigma más largo que el pterostigma, medidos so¬
bre Rs (fig. 7) . 13
— Prestigma igual o más corto que el pterostigma, me¬
didos sobre Rs (fig. 4) . 17
13. —Uñas tarsales sin dientes internos (Ammophilini) ....
... AMMOPHILA KIRBY
— Uñas tarsales con dientes internos (fig. 10) . 14
14. —-Con un solo diente interno en las uñas tarsales de
las patas anteriores y medias (Sceliphronini) .... 15
— Con dos o más dientes internos en las uñas tarsales
de las patas anteriores y medias (Sphecini) . 16
15. —Segunda sub-marginal recibe sólo una vena recu¬
rrente . STANGEELLA MENKE
— Segunda sub-marginal recibe las dos venas recu¬
rrentes . SCELIPHRON KLUG
16. —Con tres sub-marginales; segunda sub-marginal con
distancia entre r y r-m igual o mayor que r (fig. 7)
....... ■ . SPHEX LATREILLE
— Con dos sub-marginales; si hay tres, la distancia en¬
tre r y r-m es menor que r.
... PRIONIX VAN DER LINDEN
17. —Ojos fuertemente convergentes hacia el vértice; ápi¬
ce de la marginal no unido a la costa (Astatinae)
(%• 4) . ASTATA LATREILLE
— Ojos divergentes por arriba; ápice de la marginal
unido a la costa (Gorytini)
18
Fritz, M., Montenegro, M. y Toro, H. SPHECIDAE CHILENOS 14.1
18. —Primer segmento abdominal estrangulado.
. HARPACTOSTIGMA ASHMEAD
— Primer segmento abdominal no estrangulado.
. CLYTEMNESTRA SPINOLA
19. —Metanoto y propodeo con expansiones lameliformes
(Oxybelini) (fig. 3) OXYBELUS LATREILLE.
—Metanoto y propodeo sin expansiones lameliformes 20
20. —Con una discoidal (Crabronini) (fig. 9). PODAGRITUS
SPINOLA.
—Con dos discoidales .... 21
21.—Con dos submarginales (Pemphredonini) . 22
—Con tres submarginales .23
22. —Abdomen notablemente peciolado; mandíbulas con ápi¬
ce trífido. STIGMUS PANZER.
—Abdomen no notablemente peciolado; mandíbulas con
ápice bífido. SPILOMENA SHUCKARD.
23. —Distancia entre el ápice de la marginal y el extremo del
ala mayor que el largo de la marginal (Miscophini) 24
—Distancia entre el ápice de la marginal y el extremo del
ala menor que el largo de la marginal ..25
24. —Sin placa pigidial; sin peine tarsal. SOLIERELLA
SPINOLA.
—Con placa pigidial; con peine tarsal. LAUTARA HERBST
25. —Ocelos laterales modificados (Tachytini) .26
—Ocelos laterales no modificados .. 27
26. —Machos con una escotadura próxima a la base en fému¬
res anteriores (fig. 5); hembras con peine tarsal muy
largo y flexible (fig. 11) TACHYSPHEX KOHL.
—Machos sin escotadura próxima a la base en los fémures
anteriores; hembras con peine tarsal corto y rígido
(fig. 8) TACHYTES PANZER.
27. —Segunda submarginal no peciolada (Philanthini) TRA-
CHYPUS KLUG.
—Segunda submarginal peciolada (fig. 6) . 28
28. _Ojos con órbitas intemas no emarginadas (Cercerini).
CERCERIS LATREILLE.
—Ojos con órbitas intemas profundamente emarginadas
(fig. 12) (Trypoxyloninae) PISON JURINE.
142 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N" 1, 1908
BIBLIOGRAFIA
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Fritz, M.
NYSSONINI NEOTROP1CALES
143
NYSSONINI NEOTROPICALES IV
{Hymenoptera: Sphecidae)
MANFREDO A. FRITZ
Universidad Católica - Valparaíso
Con motivo de uno de mis viajes a Europa, en los meses
de octubre y noviembre de 1965, tuve oportunidad de visitar
en Suiza el Instituto Entomológico de la Eidgenoessische
Technische Hochschule de Zürlch, examinando allí la impor¬
tante colección Sehulthess. Gracias a la gentileza y amabili¬
dad del Prof. Paul Bovey y del Dr. W. Sauter, pude traer
conmigo cierta cantidad de material, que parcialmente trato
en esta nota. Debo agradecer profundamente a estos dos
señores, el haberme confiado este valioso material para su
estudio.
Adicionalmente, agrego a este trabajo materiales perte¬
necientes a mi colección, aprovechando para describir dos
especies nuevas del género Metanysson Ashmead. y de dar
una clave de las especies Neotropicales.
Es de lamentar que los ejemplares de este género que
he tenido para este estudio, lian sido sumamente escasos y
sólo se han obtenido ocasionalmente, de modo que la totalidad
de las especies que he descrito lo han sido sobi'e un único
ejemplar en cada caso. Por fortuna, los caracteres específicos
son bastante notables como para permitir diferenciarlas sin
mayores dificultades.
El macho de Metanysson fraternas sp, n., fue capturado
en compañía de mi hermano y a pesar de nuestros denodados
esfuerzos durante más de dos semanas, no nos fue posible
obtener más ejemplares. Otras especies de Nyssonini, como
Pericón busirnfum (Brethes) y Zanyssm gayi (Spin.) fue¬
ron obtenidas por centenares, aunque este trabajo fue muy
laborioso. Ello demostraría que, efectivamente, las especies
de Metanysson, son muy raras y difíciles de conseguir.
144 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N 9 1, 1968
METANYSSON CARCAVALLOl Fritz
1959, Metanysson carcewaüoi Fritz, Rev. Soc. Ent. Arg.,
21, p. 134-5. Allotypus hembra. Difiere del macho por su
menor tamaño, que alcanza los 5 mm; los caracteres sexuales
secundarios característicos del género; el postescudete con
dos pequeños lóbulos en vez de los dentículos del macho; tar¬
sos anteriores sin peine tarsal. Ultimo tergitoestriado puntea¬
do finamente, tanto superior como lateralmente. Las tibias
posteriores presentan cuatro dientes, como la generalidad de
las especies del género.
Localidad tipo: Argentina, Catamarca.
Material estudiado: 1 hembra Allotypus, de la Argen¬
tina, Buenos Aires, 12.15.05, Frank, y dos machos de la mis¬
ma procedencia, fecha y colector en la colección del Instituto
Entomológico de la Eidgenoessische Technische Hochschule de
Zürich. Un macho con los mismos datos de los anteriores en
mi colección.
METANYSSON FRATERNUS sp. n.
Descripción. Macho. Caracteres cromáticos: Negro. Las
siguientes partes color café: mandíbulas casi totalmente, ti¬
bias y tarsos anteriores, fémures posteriores casi completa¬
mente, primer tergido abdominal y zonas laterales del segun¬
do tergito. Alas infumadas, nervaduras café negruzco.
Caracteres morfológicos: Cubierto por pilosidad hirsuta,
en modo especial en clípeo, frente, genas, mesopleuras, escudo
del mesonoto y esternitos abdominales. Pubescencia del mis¬
mo color, muy densa y cubriendo totalmente las superficies
mencionadas en: frente, escudete, postescudete, faz superior
del propodeo, bandas posteriores de los cinco primeros tergi-
tos y márgenes del segundo a quinto esternitos. Los esternitos
segundo a quinto con mechones de pelos largos. Resto de pu¬
bescencia de cabeza, tórax y abdomen más espaciada y no
cubriendo totalmente la estructura. Pubescencia muy fina y
brillante en la zona media del primer tergito. Toda la pubes¬
cencia y pilosidad de color plateado brillante.
Clípeo con puntuación muy fina, regular y densa. La de
la cabeza imprecisa, muy poco profunda e irregular. Meso-
pleuras con puntos gruesos e irregulares, escasos, además de
Fritz, M.
NYSSONINI NEOTROPICALES
145
puntuación básica muy poco perceptible y poco densa. Escudo
del mesonoto con puntuación similar, pero más abundante.
Meso y metapleuras lisas, pulidas y brillantes. Tergitos abdo¬
minales con puntos finos y densos, más gruesos y espacia¬
dos lateralmente, siendo más profundos en los últimos seg¬
mentos. Segundo esternito con puntos bien definidos y espa¬
ciados. Restantes estemitos con puntos más finos y espa¬
ciados.
Clípeo con borde levemente hundido y brevemente sinuo¬
so. Vértex sobre el nivel de los ojos, arqueado. Area ocelar
levemente tuberculada, tubérculo hundido al medio; los oce¬
los laterales incrustados a los costados de este tubérculo.
Márgenes internos de los ojos convergentes en dirección al
clípeo, brevemente escotados en su tercio superior. Ocelos pos¬
teriores más cerca del anterior que entre sí, y más distantes
del borde del ojo que entre sí. Antenas de 13 segmentos, es¬
capo grueso y brillante; restantes antenitos opacos; primer
segmento del flagelo un poco más largo que el pedicelo. Faz
superior del pronoto con declive oblicuo, no vertical. Margen
anterior curvo, con bordes laterales romos; fuertes espinas
agudas a la altura del cuello. Escudo del mesonoto con un
surco bien marcado y profundo en su parte media; escudete
separado del escudo del mesonoto por foveolas laterales bien
definidas; éste, muy puncturado y con una leve depresión al
medio; postescudete irregular, sin espinas y no lobulado.
Faces laterales del propodeo con estrías bien marcadas que
convergen en dirección a las espinas póstero laterales del
mismo; éstas, fuertes, agudas y poco prominentes. Sexto ter-
gito con dos dientes apicales fuertes; pigidio quinquidentado,
el diente medio mucho más corto que los inmediatos, los exte¬
riores pequeños, apenas insinuados.
Dimensiones: 7 mm. longitud.
Distribución: Argentina, Río Negro, Dto. Avellaneda,
Lamarque.
Material estudiado: 1 macho Holotypus, de la localidad
citada, U. & M. A. Fritz coll., XII. 59, en mi colección.
Hembra: Desconocida.
Especie próxima a lay&no Pate, de la que se diferencia
por su área ocelar levemente tuberculada, la coloración del
primer segmento abdominal y las características clipeales.
Dedicada con fraternal afecto a mi hermano Udo Fritz,
146 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL
, 1968
por su valiosa y desinteresada ayuda en mis colectas ento¬
mológicas en la zona de Río Negro durante los últimos años.
METANYSSON TROPICALIS sp. n.
Descripción. Macho. Caracteres cromáticos: Negro. Las
siguientes partes café oscuro: mandíbulas, tibias y tarsos an¬
teriores, tibias intermedias apicalmente y tibias posteriores
casi totalmente.
Caracteres morfológicos: Cabeza con pubescencia densa
muy fina y levemente dorada, especialmente en el clípeo, zo¬
nas frontales próximas al clípeo y borde de los ojos, además
de las genas. Tórax con pubescencia más escasa, pero más
larga, en modo especial en la faz superior del pronoto, meso-
pleuras y escudo del mesonoto, sin dificultar examinar la es¬
tructura, y faz superior del propodeo. Zona media del primer
tergito con pubescencia dorada muy fina y escasa. Bandas de
pilosidad dorada muy densa en los márgenes posteriores de
todos los tergitos abdominales, hasta el quinto. Mesopleuras
interiormente, placa mesepisternal y coxas cubiertas total¬
mente por pubescencia plateada muy fina y densa. Esternitos
abdominales segundo a quinto con bandas de pelos apical¬
mente, llegando hasta los bordes de los mismos. Estas bandas
de pelos forman largos mechones en su parte media. En ge¬
neral, la pilosidad hirsuta es escasa en esta especie, salvo
algunos pelos en la cabeza y el tórax.
Cabeza con puntuación muy fina y muy densa, sin dejar
espacios intermedios; más irregular, gruesa y levemente ru¬
gosa en vértex y genas. Clípeo ampliamente truncado en su
borde inferior, bajo y plano, borde levemente sinuoso, no
totalmente recto. Vértex sobre el nivel de los ojos, área oce¬
lar levemente tuberculada, tubérculo deprimido al medio. Oce¬
los posteriores más próximos al anterior que entre sí y ale¬
jados de los ojos por aproximadamente la doble distancia que
les separa. Cabeza con una fuerte carena frontal, casi tan
larga cnmo los escapos antenales. Antenas sin modificacio¬
nes, el primer segmento del flagelo subigual con el pedicelo,
este globoso; último antenito levemente curvado en el ápice,
1 1/2 vez más largo que el penúltimo. Margen dorsal anterior
del pronoto casi recto, agudamente dentado a los lados y
abajo en los ángulos laterales; faz anterior casi vertí-
’ i, ., M.
N V S30NIN1 X 1 KOTROPIC AI. MS
347
cuJ suavemente oblicua, con puntuación finísima y densa.
Escudo del mesonoto con puntos irregulares y alargados que
le da un aspecto rugoso estriado. Mesopleuras con puntos
gruesos e irregulares. Escudete con puntos muy gruesos e
irregulares.
Posteeudete con dos espinas agudas, muy separadas en¬
tre sí; meso y metapleuras lisas, pulidas y brillantes; espinas
de los ángulos latero posteriores del propodeo agudas, bien
desarrolladas. Alas superiores e inferiores fuertemente infu¬
madas, especialmente en la zona estigma!. Abdomen brillante,
con puntuación muy densa, fina y regular, más gruesa late¬
ralmente; esternitos con puntos espaciados y puntuación bá¬
sica muy fina. Sexto tergito con dos dientes laterales; pigidio
quinquidentado, los dientes exteriores muy pequeños y casi
pegados a los intermedios, éstos mucho más largos que el pos¬
terior. Area dorsal del pigidio bien delimitada por carenas,
superficie punteado estriada.
Dimensiones: 5,6 mm. longitud.
Hembra: Desconocida.
Distribución: Bolivia, Dio. Sta. Cruz, Provincia Chiqui¬
tos, Reboré, 300 mts,, octubre 1959, E. Andrae coll.
Material estudiado: 1 macho Holotypus, de la localidad
citada, en mi colección.
Especie próxima a M. mrcavalloi Fritz, de la que se dife¬
rencia por presentar los primeros segmentos abdominales
negros, ser más esbelta y principalmente por la puntuación
y forma del último tergito.
METANYSSON ALFKENI Dueke
1904, Nysson alfkeni Dueke, Zeitschr. Iiymen. & Dipt., IV,
p. 190.
1936, Metanysson (Metanysson) alfkeni Pate, Trans. Amer.
Ent. Soc., LXIV: 181.
7 939, Metanysson (Metanysson) alfkeni Maidl & Elima,
Hym. Cat, VIII, Sphecidae I: 146.
1956, Mrianysson foersteri Fritz, Neotrópica. Vol. 2, N* 9,
pp. 92-94 (Sin. nov.).
En el Naturhistorisches Museum de Viena pude exami-
T.'iT dos ejemplares machos de Brasil, Para, 1900, Dueke y 1
hembra, de Brasil, Maranhao, 9. 1903 Dueke, determinados
148 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N" 1, 1H68
por Kohl, que resultan idénticas con mi especie Metanysson
foersteri, razón por la que establezco esta sinonimia.
Contrariamente a lo manifestado por el autor de la
especie, esta presenta 4 espinas en las tibias posteriores y
no tres como indicado en la descripción, además del postes¬
cudete que es manifiestamente biespinoso y no bilobulado.
Con ello, la dispersión de esta especie se extiende consi¬
derablemente como puede apreciarse, desde Pará y Maranhao,
Brasil, hasta Tucumán en el norte de Argentina.
CLAVE DE LAS ESPECIES NEOTRIPICALES
DE METANYSSON
1. Hembras . 2
Machos . 3
2. Primer tergito ferruginoso; especie pequeña (8 mm.),
postescudete con dos dientes fuertes y agudos .
. ALFKENI Ducke.
Primer tergito totalmente negro, salvo pubescencia
dorada muy densa; especie más grande (10 mm.), con
postescudete provisto de dos dientes poco promi¬
nentes. DIEZGUITAS Fritz.
3. Postescudete inerme.
Postescudete bilobulado o biespinoso .
4. Area ocelar tuberculada, primer segmento abdominal
café oscuro. FRATERNUS sp. n.
Area ocelar no tuberculada, primer segmento abdo¬
minal negro. LAYANO Pate.
5. Totalmente negro, con bandas amarillas en los dos
primeros tergitos, especie grande (10 mm.), pigidio
quinquidentado, postescudete con dos fuertes espinas.
. CATAMARCEN SIS Schrottky.
Especies más pequeñas, (7 mm.) no reuniendo la to¬
talidad de los caracteres precedentes . 6
6 . Primeros segmentos abdominales negros .
• •;. TROPICALIS sp. n.
Primeros segmentos abdominales rojos . 7
7. Pigidio con nueve dientes. ALFKENI Ducke.
Pigidio con tres dientes. . CARCAVALLOI Fritz.
Fritz, M.
NYSSONTNI NEOTROP1CALES
149
NYSSON (EPINYSSON) BIFASCIATUS (Brethes)
1913, Nysson bifasciatum Brethes, An. Mus. Nac. B. A., 24,
p. 134-5.
1939, Nysson bifasciatus Maidl. & Klima, Hym. Cat., para 8,
Sphecidae I, p. 136.
A pesar de una intensa búsqueda en la colección del Mu¬
seo Argentino de Ciencias Naturales, no me fue posible dar
con el tipo de esta especie descrita de la Argentina, Prov.
San Luis, Alto Pencoso. No tengo dudas, sin embargo, que el
material que he determinado como tal sea esta especie.
Distribución: Argentina, San Luis, Alto Pencoso (tipo),
Río Negro, Dto. Avellaneda, Lamarque.
Material estudiado: 2 machos de Río Negro, Lamarque,
U. & M. A. Fritz col. en mi colección.
NYSSON (EPINYSSON) CASALI sp. n.
Descripción. Macho. Caracteres cromáticos: Negro, las
siguientes partes amarillas: mancha en el borde posterior
del pronoto, escudete y postescudete casi totalmente, bandas
apicales anchas en los tergitos 1-6, mácula en el 7’ tergito.
Alas infumadas regularmente.
Caracteres morfológicos: Cabeza cubierta con pubescen¬
cia levemente dorada, fina y densa, hasta la mitad de la
frente y genas, incluyendo también el clípeo. Frente, vértex
y genas con puntuación básica muy fina sobre la cual hay
superpuesta puntuación densa, de puntos más gruesos, ha¬
ciendo aparecer la superficie brevemente rugosa. Línea post-
ocelar menor que la ocelo-ocular. El ocelo anterior más pró¬
ximo a los posteriores que éstos entre sí. Clípeo totalmente
cubierto por puntos bien marcados, espaciados. Borde medio
prolongado en punta, con dos pequeños lóbulos cerca de las
mandíbulas. Pedicelo antenal subgloboso, el último segmento
del flagelo truncado apicalmente, con una pequeña protube¬
rancia anteapical y una leve excavación. Pequeño surco inter-
antenal hasta la mitad de la frente. Tórax con puntuación
similar a la de la cabeza, con pilosidad mucho más corta y
dorada en el mesonoto y plateada en las mesopleuras y ester-
no. Pronoto de borde anteriormente levemente curvado, de
ángulos laterales fuertemente espinosos. A los lados con fuer*-
150 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N" 1, 1968
tes estrías longitudinales. Escudete con bordes salientes, pero
no elevados, su superficie fuertemente punteada. Postescude¬
te fuertemente rugoso. Mesopleuras con epicnemia marcada
en todo su borde anterior, fuerte e irregularmente punteadas,
además de puntuación finísima en las superficies lisas, con
un tubérculo vestigial posteriormente bajo las tégulas. Pro-
podeo con pubescencia muy fina y densa, plateada, en la parte
superior próxima a las espinas. Estas cortas y robustas. Faz
dorsal del propodeo con una zona subtrapezoidal bien delimi¬
tada, cubierta en su parte anterior por carenas longitudina¬
les muy marcadas, posteriormente irregularmente rugosa.
Faz posterior del propodeo brillante, glabra, sin puntos, con
rugosidades verticales muy marcadas. Abdomen cubierto por
pubescencia finísima muy densa, que le da un aspecto opaco.
Tergitos cubiertos totalmente por puntos bien marcados, mu¬
cho más pequeños y espaciados que los de las mesopleuras.
Puntuación de los esternitos más espaciada, el segundo total¬
mente cubierto, los restantes sólo caudalmente. Margen apical
de los tergitos doble; último tergito sin área pigidial bien
definida, dentado látero apicalmente a ambos lados, los dos
dientes largos, espinosos y proyectándose bastante detrás del
margen apical.
Hembra. Muy similar al macho, no presenta las modifi¬
caciones de éste en las antenas; área pigidial muy bien defi¬
nida, superiormente con puntos alargados, lateralmente con
puntuación finísima.
Dimensiones: 10 mm.
Distribución: Argentina, Ciudad de Buenos Aires, Prov.
Buenos Aires, Gral, Pacheco.
Material estudiado: Un macho Holotypus, Ciudad de
Buenos Aires, Bañado de Flores, XII. 54, O. H. Casal Leg.,
una hembra Allotypus, Buenos Aires, General Pacheco, III.52,
J. Foerster leg., en mi colección. Me es particularmente grato
dedicar esta especie a mi gran amigo Osvaldo H. Casals,
como manifestación de aprecio y por sus magníficos trabajos
sobre Mutillidae neotropicales.
Esta especie se separa de Nysson (Epinysson) bifascia-
tus (Brethés) con la que tiene mayor afinidad, por la forma
del clípeq, por ser mucho más robusta y por sus diseños ama¬
rillos en el cuerpo y abdomen, que abarcan hasta el último
tergito.
Fritz, M.
NYSSONINI NEOTROPICALES
151
IDIONYSSON CORDIALIS sp. n.
Descripción. Macho. Caracteres cromáticos: negro, salvo
espinas de los ángulos póstero laterales del propodeo amari¬
llentas. Patas, excluidas las coxas de color café oscuro, más
oscuras aún las mandíbulas y las antenas interiormente,
aclarándose hacia el ápice. Alas regularmente infirmadas,
más intensamente en la radial.
Caracteres morfológicos :Clípeo, frente hasta la mitad,
genas, borde posterior del pronoto y faces laterales del mis¬
mo, propodeo superiormente, coxas, tórax interiormente, su¬
perficie anterior del primer tergito y márgenes caudales de
todos los tergitos abdominales cubiertos de pubescencia dora¬
da pálida muy fina y densísima. Adicional, totalmente cu¬
bierto por pubescencia más espaciada en todo el cuerpo, con
la sola exclusión de la faz vertical del pronoto, metapleuras y
parcialmente faces laterales del pronoto, faz posterior de éste
y tergitos abdominales que son glabros. Pilosidad hirsuta en
la frente, vértex, dorso del tórax, mesopleuras y abdomen.
Puntuación muy gruesa en la frente, menos profunda
en el vértex. Gruesa pero más espaciada en el escudo del me-
sonoto y escudete. Puntos más grandes y poco marcados en
las mesopleuras. Abdomen con los tergitos con puntuación
muy fina, densa y bien marcada ,puntos más gruesos en los
últimos segmentos. Pigidio fuertemente punteado en compa¬
ración con el resto de los tergitos. Segund oa sexto estemitos
con abundante puntuación mucho más aislada que la del pri¬
mer tergito. Restantes esternitos con puntuación sólo en los
márgenes caudales.
Cabeza, vista anteriormente, subtrapezoidal; vértex ar¬
queado, área ocelar tuberculada. Orbitas internas muy diver¬
gentes en dirección al vértex, suavemente escotadas al medio.
Cresta interantenal desde la base del clípeo extraordinaria¬
mente elevada y aguda que hacia arriba se divide en forma
de V muy abierta. Antenas normales de 13 artejos, con modi¬
ficaciones. Carena occipital bien desarrollada y adicionalmen¬
te una carena postocular bien marcada a lo largo de todo el
ojo, que divide las genas en do spartes. Antenas cortas, en¬
sanchándose progresivamente hacia el ápice, flagelo inferior-
mente con pequeñas protuberancias, último antenito con el
ápice truncado, curvo totalmente, con una fuerte excavación
152 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N 1 ' 1, 19G8
raedia. Mandíbulas simples, sin dientes .Ocelos sobre un pe¬
queño tubérculo frontal. El anterior más próximo a los poste¬
riores que éstos entre sí. Línea ocelocular mayor que la intem
ocular. Los ocelos posteriores no se ven mirando el insecto de
frente; se hallan incrustados a los costados del pequeño tu¬
bérculo frontal, naciendo desde los mismos dos crestas que se
dividen hacia el clípeo y que llegan más abajo del ocelo ante¬
rior. Borde ántero-superior del pronoto recto, hasta los ángu¬
los laterales de éste que son agudos. Desde los ángulos late¬
rales, nacen dos carenas agudas, una hacia abajo y la otra
que llega hasta los callos humerales. Faces laterales del pro¬
tórax con estrías longitudinales inferiormente. Mesopleuras
con un breve tubérculo en su cuarto superior. Escudete muy
punteado, casi ruguloso; postescudete con dos breves dentícu¬
los. Angulos laterales del pronoto espiniformes, fuertemente
agudos. Tórax inferiormente, entre las coxas anteriores e in¬
termedias con una depresión profunda y amplia, que abarca
toda la zona. Metapleuras superiormente con una lámina bien
desarrollada que las abarca totalmente. Faz superior del pro-
podeo dividida por una pequeña carena; dos carenas que con¬
vergen caudalmente, y se unen a la inserción abdominal las
dividen en tres partes; entre estas carenas y la central hay
pequeñas estrías longitudinales; faz vertical del propodeo
sin modificaciones. Abdomen con los esternitos segundo a
quinto con mechones de pelos cortos, regulares, no interrum¬
pidos al medio y que alcanzan al costado de los segmentos.
Pigidio tridentado, dientes débiles, los laterales muy separa¬
dos; un pequeño tubérculo sobre el diente medio.
Alas con tres celdas cubitales, la segunda peciolada, que
recibe ambas recurrentes. En las alas posteriores la nerva¬
dura cubitella tiene su origen mucho más distante de la vena
media. Tibias posteriores con cuatro dientes muy poco des^
arrollados, fuertes.
Longitud: 7 mm.
Distribución: Bolivia, Santiago.
Material estudiado: Un macho Holotypus, de la localidad
citada, E. Andrae col., en mi colección.
Fritz, M.
NVSS0N1NI NEOTROPICALES
158
ZANYSSON ARGENTINUS (Brethes) cornb. nov.
1913, Nysson argentinas Brethes, An. Mus. Nac. B. A., 24:
136.
1912, Nysson argentinas Jorgensen, An. Mus. Nac. B. A.,
22: 292 (nom. nud.).
1939, Nysson argentinas Maidl & Klima, Hym. Cat., Pars 8,
Sphecidae. I: 135.
Lectotypus: Hembra; Mendoza, col. Antigua, N v 888,
N 9 312, en la colección del Museo Argentino de Ciencias Na¬
turales Bernardino Rivadavia, Buenos Aires. Entre el mate¬
rial típico de Brethes en el Museo de Buenos Aires, encontré
tres ejemplares, dos hembras y otro aparentemente macho,
de los cuales escojo una hembra como Lectotypus. El que
supongo sea el macho está muy destruido, ya que le falta casi
toda la cabeza y conserva sólo los dos primeros segmentos
abdominales, no puede seleccionarse como Lectotypus, a pesar
de que ello hubiese sido lo más acertado. El ápice del último
tergito en el macho de Zanysson argentinus (Brethes) no es
3-spinosa como dice Brethes, sino 7-spinosa. Aparentemente,
este autor asoció a la hembra un macho de Zanysson gayi
(Spin.) o alguna especie próxima a ésta.
Próxima a Zanysson gayi (Spin.) se separa fácilmente
de ella por el carácter ya mencionado de los dientes del pigi-
dio de los machos, siendo además gayi una especie más pe¬
queña, muy hirsuta, de puntuación mucho más densa que
argentinus. Adicionalmente, las bandas apicales de los tergi-
tos abdominales, ampliamente interrumpidas al medio, que¬
dan siempre limitados a los tres primeros segmentos en la
primera, en tanto que en la segunda abarcan también el cuar¬
to y el quinto. Este carácter es muy regular.
Distribución: Argentina. Mendoza; Chacras de Coria.
Pao Negro, Dto. Avellaneda, Lamarque.
Material estudiado: 2 hembras y 1 macho, Mendoza,
Chacras de Coria (tipos) MACN. 1 macho, 1 hembra, Río
Negro, Lamarque, U. & M. A. Fritz col., en mi colección.
154 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N" I, DJÍJ8
■ZANYSSON GAYI (Spinola)
1851, Nysson gayi Spin., in Gay, Hist. Fis. Pol. Chile, Zoo!.,
6: 347.
1866, Nysson gayi Gerstaecker, Abh. naturf. Ges. Halle,
v. 10: 120.
1887, Nysson gayi Handlirsch, SB. Ak. Wien, v. 95 I, p. 312.
1894, Nysson gayi Reed, An. Univ. Chile, v. 85: 640.
1895, Nysson gayi Handlirsch, SB. Ak. Wien, v. 104 I: 806.
1897, Nysson gayi Dalla Torre, Cat. Hym., v. 8: 570.
1928, Nysson gayi Gazulia & Ruiz, Rev. Chil. Hist. Nat., 32:
299.
1939, Nysson (Zanysson) gayi Maidl & Klima, Hym., Cat. 8,
Sphecidae I: 141.
Localidad tipo: Chile.
Distribución geográfica: Chile, Talca: Río Claro (Ga-
zulla & Ruiz). Biobío: Los Angeles (Fritz). Argentina: Río
Negro, Dto. Conesa, Gral. Conesa. Río Negro, Dto. Avellane¬
da, Lamarque. Prov. Buenos Aires, Dto. Puan, Est. F. Sola.
Material estudiado: Chile, Los Angeles, Biobío, 1 hembra
Fritz leg. Argentina: Rio Negro, Dto. Avellaneda, Lamarque,
7 hembras 1 macho. Río Negro, Lago Nahuel Huapi, P Prov.
Buenos Aires, Dto. Puan, Est. F. Sola, 29 machos y 7 hem¬
bras, Juana Ramos de Martínez leg., todos en mi colección.
BRACHYSTEGUS PORTERI (Ruiz)
1936, Nysson porteri Ruiz ,Rev. Chil. Hist. Nat., 39: 274.
1939, Nysson porteri Maidl & Klima, Hym. Cat., VIII, Sphe-
eidae, I, p. 137.
Brachystegus porteri Bohart, in litt.
Esta especie, muy brevemente descrita por Ruiz, no ha¬
bía hasta ahora encontrado una ubicación sistemática satis¬
factoria. Según informaciones recibidas del Dr. R. M. Bohart,
Fritz, M.
NYSSONINI NEOTROP1 CALES
155
por ejemplares que le remitiera, debe quedar en el género
paleártico Brashystcgus.
Independientemente de una publicación que sobre este
particular hará el Dr. Bohart, doy una redescripción de la
especie sobre los numerosos ejemplares que afortunadamente
tuve a mi disposición. Por mi parte, tenía lista para su recep¬
ción un nuevo género, pero me inclino a aceptar la autoridad
del Dr. Bohart en esta materia.
Redescripción. Hembra.. Caracteres cromáticos: Negra,
las siguientes partes rojas: primer tergito y segundo este mi¬
to. Blanco lechoso: banda superior en el pronoto, ampliamen¬
te interrumpida al medio; callos humerales del pronoto; coxas
posteriores con pequeña mancha ¡tibias anteriores e interme¬
dias con banda apical; bandas caudales en los tergitos prime¬
ro a cuarto, ampliamente interrumpidas al medio. Interrup¬
ción en el primero producida por una mancha negra sobre el
fondo rojo.
Caracteres morfológicos: Insecto con escasa pilosidad en
general, más abundante en la cabeza y tórax; pubescencia
plateada fina y densa en la frente, inferiormente a lo largo
de las órbitas internas y clípeo, sin formar mechones en este
último. Frente, vértex, genas y el dorso del tórax con pun¬
tuación muy fina y regular. Antenas filiformes, ensanchán¬
dose progresivamente hacia el ápice, sin mayores modifica¬
ciones. Ojos grandes, brevemente escotados al medio. Area
ocelar no tuberculada. Ocelos más próximos entre sí que al
borde del ojo; a su vez, el anterior más próximo a los poste¬
riores que estos entre sí. Carena occipital bien desarrollada.
Frente entre las antenas con una carena que se divide hacia
arriba, poco marcada, de aspecto tubercular. Clípeo breve¬
mente hundido en su borde medio, con un reborde bien mar¬
cado anterior. Mesopleuras con puntuación gruesa e irregu¬
lar, bien diferente de la del resto del tórax, presentando un
pequeño tubérculo en la parte superior, bajo las inserciones
alares. Borde dorsal del pronoto recto, con los costados angu¬
losos; ángulos humerales dentiformes; lados del pronoto con
estrías oblicuas bien marcadas. Escudete y postescudete lisos,
sin armaduras. Metapleuras y faces laterales del propodeo
lisas, pulidas y brillantes, salvo superiormente, que presen¬
tan pequeñas estrías. Faces superior y posterior del propodeo
156 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL X" 1, 1668
con rugulosidades bien marcadas e irregulares, siendo toda
la zona muy brillante.
Patas sin mayores modificaciones, las anteriores sin pei¬
ne tarsal; sin pulvillum; tibias posteriores sin espinas. Abdo¬
men brillante, con puntuación finísima, muy densa; márge¬
nes laterales del abdomen finamente estriado.
Redescripción . Macho. Caracteres cromáticos: negro, las
siguientes partes blanco lechoso: banda en los márgenes cau¬
dales de los dos primeros tergitos, ampliamente interrum¬
pidas al medio; mácula lateral en el tercer tergito. Alas in¬
tensamente infumadas.
Caracteres morfológicos: Cabeza subtriangular vista an¬
teriormente; vértex suavemente arqueado; órbitas internas
divergentes hacia el vértex, emarginadas al medio; dos qui¬
llas independientes que se dividen hacia el vértex nacen a la
altura de las inserciones antenales. Cabeza con pilosidad lar¬
ga y aislada; clípeo y mitad inferior de la frente a lo largo
de los ojos con pubescencia plateada muy densa; mechones
de pelos plateados en el clípeo. Vértex, genas y frente cu¬
biertos por puntuación muy fina y densa, que les da un
aspecto levemente corrugado. Area ocelar no elevada, el ocelo
anterior más próximo a los posteriores que estos entre sí; a
su vez, estos más próximos entre sí que al borde del ojo. Ca¬
rena occipital bien desarrollada. Antenas muy próximas en
la base. Escapo obcónico, finamente punteado, sin pelos. Pe¬
dicelo corto, subcilíndrico, casi tan largo como el primer seg¬
mento del flagelo. Flagelo ensanchándose progresivamente
hacia el ápice. Ultimos antenitos más anchos que el largo
del pedicelo, el último el más largo de todos, truncado api¬
calmente y con una pequeña excavación. Clípeo brevemente
comprimido en su borde medio, con un reborde libre de pelos
y puntos. Tórax con pilosidad plateada dorsalmente y en las
mesopleuras. Pronoto, mesonoto, escudete y postescudete con
puntuación similar a la de la cabeza; en las mesopleuras la
puntuación es mucho más gruesa que la mencionada prece¬
dentemente; mesopleuras, superiormente justo bajo las inser¬
ciones alares, con un pequeño tubérculo apenas insinuado, pero
bien evidente. Pronoto con el borde dorsal anterior levemen¬
te arqueado, lateralmente anguloso; ángulo humerales breve¬
mente dentados; costados del pronoto oblicuamente estriados.
Escudete y postescudete inermes, sin espinas ni lóbulos. Me-
Fritz, M.
NYSSONINI NEOTROPJ CALES
157
tapleuras lisas, pulidas y brillantes, excepto pequeñas care¬
nas superiormente. Faces laterales del propodeo inferior-
mente en las mismas condiciones. Espinas de los ángulos
póstero laterales débiles. Zona lateral próxima a las espinas
muy puncturada. Faces superior y posterior del propodeo
con rugosidades paralelas irregulares muy marcadas. Patas
sin mayores modificaciones, tibias intermedias y posteriores
con dos espolones; tibias posteriores sin dientes. Abdomen
semiopaco, cubierto superiormente por abundante puntuación
muy fina, bien marcada y densa; flerte estrangulamiento en¬
tre el primer y segundo estemito; márgenes apicales de los
segmentos simples, no estrangulados caudalmente ni denta¬
dos lateralmente. Pigidio tridentado ,el diente del medio más
largo y fuerte que los laterales, estos pequeños y débiles. Pi-
losidad de los esternitos dos a cinco larga, plateada e inte¬
rrumpida al medio formando mechones de pelos largos en
los márgenes caudales. Primer esternito con puntuación mu¬
cho más aislada que los restantes.
Dimensiones: 6 mm.
Distribución: Chile, Concepción.
Material estudiado: 14 machos de la localidad citada,
P. Herbst col. Dic. 1907; 13 machos id. Dic. 1908; 2 hembras
id. 2. 1909; 1 hembra 12. 1908; 3 hembras 12. 1907.
Este material queda distribuido de la siguiente manera:
10 machos y 1 hembra en la colección del Instituto de Ento¬
mología de la Eidgenossiche Technische Hochschule de Zü-
rich-Suiza. 13 machos y 3 hembras en la colección de la Zoolo-
gische Sammlung des Bayrischen Staates, Munich-Alemania.
4 machos y 2 hembras en mi colección.
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their type species. Mem. amer. ent. Soc., N 9 9, 103 pp.
-—- 1940. On two new genera of Nyssoninae wasps from
■ the Neotropical región (Hym. Sphecidae), Notulae Na-
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SPINOLA, M., en Gay. 1848-1854. Historia física y política de Chile
6, (1851), p. 347.
SUMMARY
The allotypus of Metanysson carcavalloi Fritz is describ-
ed, and two new species added to the genus Metanysson Ash-
mead: Metanysson fratei'nus sp. n. from Río Negro, Avgen-
tine, and Metanysson tropicalis sp. n. from Bolivia, Depto.
Fritz, M.
NY SSONi N'I N EOTRO 1TCALES
159
Sta. Cruz. Mctanysson foersteri Fritz is placed in synonimy
of Mctanysson alfkeni Ducke. A key to the neotropieal species
of Mctanysson Ashmead is given. Additional data about dis-
tribution of Nysson (Epinysson) bifasciatns (Brethes) ís ap-
ported, and Nysson (Epinysson) casali sp. n. and Idionysson
cordialis sp. n. from Buenos Aires city and Tropical Bolivia
respectively, are described as new. Nysson argetinus Brethes is
placed in the genus Zanysson Rohwer, and the distribution of
Zanysson gay i (Spin.) is extended from Chile to the Province
of Buenos Aires, in the Argentine Republic. Finally, Nysson
portcri Ruiz is placed in the palearctic genus Brachystegns
Costa, from the Nearctic región, according to Information
received from Dr. R. M. Bohart from California, U. S. A.
Fritz, M.
CERCERINI DEL MUSEO ARGENTINO
161
LOS TIPOS DE CERCERINI IHYM. SPHECIDAE) EN LA
COLECCION DEL MUSEO ARGENTINO DE CIENCIAS
NATURALES "BERNARDINO RIVADAVIA"
MANFREDO A. FRITZ
Depto. Zoología, Universidad Católica, Valparaíso, Chile
SUMMARY
This paper is a list of Types of Cercerini (Hyra. Sphecidae) in
Uie Argentine National Collection (Museo Argentino de Ciencias Na¬
turales ‘‘Bernardino Rivadavia”).
42 species described by Holmberg and Brethes are treated, and
Lectotypes of many species are designated.
La presente nota es una lista de los tipos de especies de
Cercerini depositados en la Colección Nacional Argentina, y
ha sido dispuesta siguiendo el orden de publicación de cada
una de ellas.
No se hace ninguna clase de consideraciones acerca de
sinónimos y errores de determinación que hay entre todo
este material, por cuanto ellos serán tratados en trabajos
sucesivos. El objetivo principal de esta nota está en agrupar
todos los tipos disponibles para estudio, condición indispensa¬
ble a fin de llevar adelante una revisión de conjunto de las
especies argentinas y eventualmente neotropicales.
El término Cotypus. ha sido utilizado tanto tratándose
de una serie atípica de una especie, como también en el caso
de designarse Lectotypus. También son incluidos en la lista
los Metatypus, aunque no en su totalidad, por cuanto tam¬
bién se ha encontrado material determinado por los autores
con posterioridad a la publicación de la especie.
En algunos pocos casos, los tipos no han podido ser ha¬
llados. Ello no debe interpretarse como que se perdieran, ya
que existe la posibilidad de que aún sean encontrados en la
colección, a pesar de que la búsqueda ha sido intensa.
Los tipos, en general, se hallan bien conservados, hacién¬
dose una notificación especial en los casos en que se encuen¬
tran parcialmente destruidos.
162 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N" 1, 1968
Con referencia a los tipos de la colección Holmberg,
estos lamentablemente se encuentran en muy malas condi¬
ciones, habiéndose perdido totalmente en algunos casos. Esta
colección fue recibida por el Museo en condiciones de conser¬
vación verdaderamente precarias, tras muchos años de aban¬
dono. Gracias a la diligencia y celo del Sr. Manuel J. Viana,
de esa institución, muchos de ellos se han salvado. Es digno de
destacarse este trabajo del Sr. Viana, ya que sin su eficaz
e inmediata intervención, esta colección se habría perdido
totalmente.
1. CERCERIS PERSPICUA Holmberg
1903, Cerceris 'perspicua Holmberg, An. Mus. Nac. B. A.,
IX: 475.
Un ejemplar determinado por Holmberg, sin rótulo de
procedencia, del que queda sólo parte del tórax, las alas y una
pata posterior. Lo considero el Typus.
2. CERCERIS PAUPERCULA F. Lynch Arribálzaga
1903, Cerceris paupercula Holmberg, An. Mus. Nac. B. A.,.
IX: 475.
Esta especie, descrita por Holmberg utilizando una
descripción de Félix Lynch Arribálzaga, no tiene tipo.
3. CERCERIS LAEVIGATA Holmberg
1903, Cerceris laevigata Holmberg, An. Mus. Nac. B. A.,
IX: 476.
Un ejemplar que lleva un rótulo de Holmberg, que
dice: Cerceris holmbergi Brethes, e interiormente del mismo:
antes: Cerceris laevigata Holmberg. Un poco deteriorado, pe¬
ro en buen estado de conservación. Lo considero Typus.
4. CERCERIS MOYANOI Holmberg
1903, Cerceris moyanoi Holmberg, An. Mus. Nac. B. A.,
IX: 477.
Queda sólo el alfiler y los rótulos que dicen: Rep. Ar¬
gentina, Misiones, 18-III-1897, S. Venturi. Además, el rótulo
de determinación de Holmberg que dice: Cerceris rfioyanoi
Holmberg. Considero este ejemplar como Typus. El otro,
mencionado en la descripción original, no ha sido hallado.
Fritz, M.
CERCERINI DEL MUSEO ARGENTINO
168
5. CERCERIS CARIDE1 Holmberg
1903, Cerceris caridei Holmberg, An. Mus. Nac. B. A., IX:
478.
Una hembra, sin alas, salvo una de las inferiores; fal¬
tan las antenas casi totalmente y algunas patas. Por lo demás,
el ejemplar está muy bien conservado. Lleva sólo un rótulo
de determinación del autor: Cerceris caridei Holmberg. Lo
considero Typus.
6. CERCERIS PROBOSCIDEA Holmberg
1903, Cerceris proboscidea Holmberg, An. Mus. Nac. B. A.,
IX: 479.
He encontrado dos ejemplares. Ei primero de ellos
lleva los siguientes rótulos: IV.20.79. Hembra. Cerceris pro¬
boscidea Holmberg, p. 222. De este ejemplar queda solo el
tórax, alas y el primer segmento abdominal. En cuanto al
segundo, lleva los siguientes datos: uno, de procedencia, to¬
talmente decolorado, por lo que resulta ilegible, y otro-, de
determinación del autor: Cerceris proboscidea Holmberg, p.
222. El estado de este segundo ejemplar es igual que el del
anterior. Más ejemplares no fueron hallados. Considero es¬
tos dos ejemplares como Cotypus.
7. CERCERIS DIADEMÁTA Holmberg
1903, Cerceris diademata Holmberg, An. Mus. Nac. B. A.,
IX: 480.
El ejemplar ha desaparecido, encontrándose solo el al¬
filer con los rótulos que dicen: Chaco, XI-1897, O. N. Arg., y
el determinante del autor: Cerceris diademata Holmberg. Es
el Typus.
8. CERCERIS MELANOGASTER Holmberg
1903, Cerceris melanogaster Holmberg, An. Mus. Nac. B. A..
IX: 481.
Un ejemplar determinado por Holmberg como: Cerce¬
ris melanogaster. Se encuentra sin cabeza y parte del protó¬
rax, aunque encontrándose por lo demás en excelente estado
de conservación. Este detalle ya consta en la descripción ori¬
ginal. Es el Typus,
1G4 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N" 1, 190b
9. CERCERIS GAÜDEBUXDA Holmberg
1903,' Cerceris gaudebunda Holmberg, An. Mus. Nac. B. A.,
IX: 481.
Los tipos no fueron encontrados, en cambio dos ejem¬
plares Metatypus, con los siguientes datos: 1.14.1923. det.
por el autor; Cerceris gaudebunda Holmberg y otro en las
mismas condiciones: III-6-1916.
10. CERCERIS POLYCHROMA Holmberg
1903, Cerceris polyehroma Holmberg, An. Mus. Nac. B. A.,
IX: 483.
Un ejemplar, con un rótulo que dice: macho, Cerceris
. polyehroma Holmberg por el autor, y además de la indica¬
ción: tipo. Este ejemplar está muy bien conservado. El otro
ej emplar mencionado en la descripción original no fue hallado.
. 11. CERCERIS CAMPESTRIS Holmberg
1903 , Cerceris campéstris Holmberg, An. Mus. Nac. B. A.,
IX: 484.
Un ejemplar con tres rótulos que dicen: Macho v.8.79.
Cerceris .campéstris Holmberg, p. 223, por el autor. Queda
sólo el tórax, muy comido y las alas. Designé este ejemplar
como Lectotypus. Otro ejemplar, con solo el rótulo de deter¬
minación de Holmberg: Cerceris campéstris , muy bien con¬
servado. Si considero Lectotypus el ejemplar más destruido,
es porque no tengo seguridad de que el otro ejemplar sea de
la serie original. NI,rótulo de determinación está hecho de
otro papel y, es evidentemente más reciente. Otros ejemplares
no fueron hallados en la colección.
12. CERCERIS ELEPHANTINOPS Holmberg
1903, Cerceris elephantinops Holmberg, An. Mus. Nac. B. A..
IX: 485. ,
Esta especie y la var. dissita, mencionados en la des¬
cripción original, no fueron hallados.
13. CERCERIS BONAERENSIS Holmberg
1903, Cerceris bonaerensis Holmberg, An. Mus. Nac. B. A.,
IX: 486.
Fritz, M.
CERCERINL DEL MUSEO ARGENTINO
165
Un solo ejemplar, muy destruido, del que quedan sólo
el tórax, alas, parte de las patas y primer segmento abdomi¬
nal, lleva los siguientes rótulos: hembra, iv.20.79. Cerceris
bonaercnsis por el autor. Considero este ejemplar como Ty-
pus, ya que otros ejemplares no fueron hallados.
14. CERCERIS D1CHROUS, Brethes
1909, Cerceris dichrous Brethes, An. Mus. Nac. B. A., XIX:
65.
Dos machos sin otros datos que el rótulo de determina¬
ción de Brethes. Uno sin cabeza. Rotulé: Cotypus. El tipo
debe hallarse en el Museo de Montevideo, de acuerdo con la
descripción.
15. CERCERIS FERRUG1NEA Brethes
1910, Cerceris ferruginea Brethes, An. Mus. Nac. B. A., XX:
261.
En la descripción original figuran dos machos y dos
hembras. Encontré sólo un macho y una hembra. Designo la
hembra Lectotypus y el macho Cotypus. Además, hay un
macho de Pedregal, 24.12.1906, determinado por Brethes que
tal vez también deba ser Cotypus. Por no concordar con la
procedencia de la descripción no lo he considerado como tal.
16. CERCERIS ARGENTINA Brethes
1910, Cerceris argentina Brethes, An. Mus. Nac. B. A., XX:
263.
Un macho N" 10.177. Mendoza (error!) determinado
por Brethes y que coincide exactamente con la descripción.
Rotulé Typus.
17. CERCERIS NIGRA Brethes
1910, Cerceris nigra Brethes, An. Mus. Nac. B. A., XX: 263.
Una hembra N n 10.174, Mendoza. Rotulé como Typus.
Tal vez este ejemplar esté también mal rotulado y sea en
realidad de Misiones y no de Mendoza, igual que wesopotamica
Br. y mCgacephala Br.
166 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N 1 ' 1, 1968
18. CERCERIS BELLA Brethes
1910, Cerceris bella Bresthes, An. Mus. Nac. B. A., XX: 264.
Dos machos. Uno con procedencia Córdoba y N ÍJ 932
del Catálogo Entom., Col. Antigua, determinado por Brethes
Cerceris bella Br. El segundo ejemplar lleva sólo el número
932 del catálogo y el N í? 372 de Brethes, que coincide con
Cerceris bella Brethes. Rotulo el primero Lectotypus y el se¬
gundo Cotypus.
19. CERCERIS SINGULARIS Brethes
1910, Cerceris singularis Brethes, An. Mus. Nac. B. A., XX:
265.
Una hembra, Córdoba, Col. Antigua, N? 919. Typus.
20. CERCERIS PEDESTRIS Brethes
1910, Cerceris pedestris, Bresthes, An. Mus. Nac. B. A., XX:
266. No está.
21. CERCERIS TIBIALIS Brethes
1910, Cerceris tibialis Brethes, An. Mus. Nac. B. A., XX:
267.
Dos hembras. Una de Mendoza, Cacheuta N 9 7.845.
Ent. y 359 de Brethes, la otra de B. Aires, 9.xii.07. A. Z. y
N 9 359, que coincide con C. tibialis Br. Rotulo el primer ejem¬
plar como Typus y el segundo como Metatypus.
22. CERCERIS DUPLICATA Brethes
1910, Cerceris duplicata Brethes, An. Mus. Nac. B. A XX-
268.
J. J. Prix, Catamarca, 7-V-1903, con rótulo de determi¬
nación de Brethes. Rotulé Typus.
23. CERCERIS DECORATA Brethes
1910, Cerceris decorata Brethes, An. Mus. Nac. B. A., XX:
268. No encontrado.
24. CERCERIS ANTEMISSA Brethes
1910, Cerceris antemissa Brethes, An. Mus. Nac. B A XX*
269.
Fritz, M.
CERCERINI DEL MUSEO ARGENTINO
167
Un macho de Jujuy, N‘-‘ 7.270, N' 1 SOS de Brethes, ade¬
más del rótulo de determinación del autor. Rotulé Rectotypus.
Una hembra, sin otros datos que el N l - 368, que rotulé Co-
typus.
25. CERCERIS VIGILII Brethes
1910, Cerccris virgilit Brethes, An. Mus. Nac. B. A., XX: 270.
El ejemplar que designo Lectotypus es un macho que
tiene el sexto segmento abdominal presionado totalmente en
el quinto, de modo que parece tener sólo seis segmentos. De
ahí que Brethes lo tomara por hembra. Lleva los rótulos: Al¬
ta Gracia, 1.09, L. Vigil y Cerccris vigüii Brethes, además
del N- 377 del autor. Otro ejemplar macho, con los mismos
datos, pero sin número, que designo Cotypus.
26. CERCERIS DIVISA Brethes
1910, Cerccris divisa Brethes, An. Mus. Nac. B. A., XX: 270.
Una hembra, N 9 6.879 Cat., Chaco, rotulada por Bre¬
thes C. divisa Br. y N? 375. Rotulé Typus.
27. CERCERIS CHACOANA Brethes
1910, Cerccris chacoana Brethes, An. Mus. Nac. B. A., XX:
271.
Un macho, N? 6.879 Cat., Chaco, rotulado por Brethes
C. chacoana Br. y el N- 385 del autor. Rotulé Typus.
28. CERCERIS EXPLETA Brethes
1910, Cerccris expida Brethes, An. Mus. Nac. B. A., XX:
272.
Una hembra, N" 6.648, 351 de Brethes, que corres¬
ponde a la especie. Designé Lectotypus el único ejemplar que
concuerda exactamente con la descripción original. Cuati o
hembras y dos machos con los mismos datos que el Lecto¬
typus, que considero como Cotypus.
29. CERCERIS ENODANS Brethes
1910, Cerccris cnadcnis Brethes, An. Mus. Nac. B. A., XX:
273.
168 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N" 1, 1968
Un macho de Jujuy, N 9 7270, rotulado por Brethes
C. enodans Br. y el N? 362 del autor. Designo Typus.
30. CERCERIS LYNCHII Brethes
Una hembra del Chaco, N 9 6.879, rotulada por Brethes
C. lynchii y N 9 379. Designo Typus.
Ejemplar muy sucio y con el abdomen pegado al revés,
o sea, el pigidio en el lugar de la inserción toráxica.
31. CERCERIS TRANSVERSALIS Brethes
1910, Cerceris transversalis Brethes, An. Mus. Nac. B. A.,
XX: 274-5.
Un macho N” 934 de Catálogo. Con rótulo C. transver¬
salis Br. del autor y N 9 353 del mismo. Considero Typus.
32. CERCERIS AMEGHINOI Brethes
1910, Cerceris ameghinoi Brethes, An. Mus. Nac. B. A., XX:
275. No encontrado.
33. CERCERIS ANDINA Brethes
1910, Cerceris andina Brethes, An. Bus. Nac. B. A., XX:
276.
Especie descrita de Jujuy. No he encontrado ningún
ejemplar de esta procedencia. Un macho N 9 7.116 determina¬
do por Brethes C. andina Br. y el N 9 364 del autor. Otro
macho de R. Arg., Chaco de Santiago del Estero, Río Dulce,
además de MARS, determinado por Brethes C. andina Br. r
sin números.
34. CERCERIS JORGENSENI Brethes
1913, Cerceris jorgenseni Brethes, An. Mus. Nac. B. A.,
XXIV: 121.
Una hembra 3-1-1908, Corias, determinado por Bre¬
thes como C. jorgenseni Br. y el N 9 367 del autor. Designo
Lectotypus. Un macho 3-1-1908, N 9 367 de Brethes, Cotypus.
Un macho C. jorgenseni Br., sin otros datos. Cotypus. La in¬
dicación de dos hembras y un macho en la descripción origi¬
nal obedece a un error tipográfico.
Fritz, M.
CERCER1NI DEL MUSEO ARGENTINO
16Í)
35. CERCERIS C1SANDINA Brethes
1913, Cerceris cisandina Brethes, An. Mus. Nac. B. A.,
XXIV: 122. No encontrado.
36. CERCERIS PAUXILLA Brethes
1913, Cerceris pauxilla Brethes, An. Mus. Nac. B. A., XXIV:
122 .
Un macho de Mendoza, P. Jorgensen, determinado por
Brethes C. pauxilla Br. Es el Typus.
37. CERCERIS ANNULIPES Brethes
1913, Cerceris annulipes Brethes, An. Mus. Nac. B. A.,
XXIV: 123.
Un macho de Mendoza, P. Jorgensen, Lectotypus. Una
hembra, con los mismos datos del macho. Cotypus.
38. CERCERIS MENDOZANA Brethes
1913, Cerceris mendozana Brethes, An. Mus. Nac. B. A..
XXIV: 123.
Una hembra de Coria, 5-IV-1907, determinada por
. Brethes C. mendozana Br., que designo Lectotypus. Una hem¬
bra de Mendoza, P. Jorgensen, considerada como Cotypus.
No encontré el macho.
39. CERCERIS MENDOZANA ME LANOPUS Brethes
1913, Cerceris mendozana melanopus Brethes, An. Mus. Nac.
B. A., XXIV: 124.
Una hembra, N* Cat. 10.394, Mendoza, determinada
por Brethes. Es el Typus.
40. CERCERIS LYNX Brethes
1913, Cerceris lynx Brethes, An. Mus. Nac. B. A., XXIV:
124.
Una hembra, 2-V-07. Arias. Determinada por Brethes
y su N* 383. Typus.
41. CERCERIS SPA THULIFERA Brethes
1913, Cerceris spathulifera Brethes, An. Mus. Nac. B. A.,
’ XXIV: 124.
170 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N" 1, 1968
Una hembra N ? 6.648, con rótulo de Brethes y su N r
374. Sin abdomen, del que quedan sólo los primeros cuatro
tergitos. La cabeza está pinchada al alfiler bajo los rótulos.
Rotulé Typus. No encontré la otra hembra de que habla la
descripción original. El N" 6.648 del catálogo del Museo co¬
rresponde a La Bampa.
42. CERCERIS VIGILll Brethes
1913, Cerceris vigilii Brethes, An. Mus. Nac. B. A., XXIV:
125.
Un macho de Mendoza, Joergensen, determinado por
Brethes C. mgilii Br. Cotypus. Un macho con los mismos da¬
tos del anterior: Metatypus.
43. CERCERIS MÉSOPOTAMICA Brethes
1913, Cerceris mesopotamica Brethes, An. Mus. Nac. B. A.,
XXIV: 125.
Un macho, N 9 1.396 de Mendoza, determinado por
Brethes. Typus. En la descripción original se cita Misiones,
Bompland como origen. Me inclino por esta idea, ya que el
nombre mismo lo indica, y los rótulos, salvo el de determi¬
nación de Brethes, no son los originales. Coincide con la des¬
cripción.
44. CERCERIS SORORCULA Brethes
1913, Cerceris sororcula Brethes, An. Mus. Nac. B. A.,
XXIV: 125.
Un macho N 9 10.393, de Mendoza, determinado por
Brethes, Typus. El abdomen desprendido, se encuentra en un
papelito pinchado al alfiler.
45. CERCERIS MEGACEPHALA Brethes
1913, Cerceris megacephala Brethes, An. Mus. Nac. B. A.
XXIV: 126.
Una hembra N 9 10.395, 2-II-1911, Misiones, determi¬
nada por el autor. Typus.
Eritz, M.
CERCERINI DEL MUSEO ARGENTINO
171
46. PARACERCER1S TRIDENTIFERA Brethes
1913, Paracerceris tridentífera Brethes, An. Mus. Nac. B. A.,
XXIV: 127.
Un macho N 9 10.398, 15-XII-10, determinado por Bre-
thes. Typus.
v * ■ ■■ '
Wagenknecht, R.
EROESA CHILENS1S
173
OBSERVACIONES BIOLOGICAS SOBRE LA EROESSA
CHILENSIS (GUERIN, 1829)
PIERIDIDAE (RHOPALOCERA)
RODOLFO WAGENKNECHT HUSS
Miembro Correspondiente de la Sociedad Chilena de Entomología
Se trata de una bellísima especie chilena que ha sido poco colectada
por su carácter esquivo y huraño.
(*) Ureta en su trabajo nos da una lista de localidades de colecta:
Lota, Tomé, Concepción, Arauco, Niebla, Llanquihue, Aysén, Palena
y Península de Taitao figuran entre las más destacadas. Es fácil de obser¬
var que la mayoría de estas localidades están situadas en la región costeña,
a corta distancia del Océano Pacífico.
Una notable escepción es la cita siguiente que copiamos textual¬
mente :
Boquete Raneo (I-18S7, O. Philippi); este dato lo debemos
" a un ejemplar existente en el Museo Nacional). Según el Prof.
H. Fuenzalida este boquete de Raneo o Paso de Lilpela se encuen-
” tra a 40? 10’ de lat. sur y 71? 48’ W., en los orígenes del río
" Curinque, afluente del Pillanleufú y se halla a 1.470 m. sobre el
mar”.
El autor manifiesta sus dudas sobre un lugar a tal altitud situado
en la cordillera y hace hincapié que se trata de una especie que es propia
de la costa.
Nuestras observaciones durante los últimos años permiten afirmar
ahora, que se justifica plenamente la cita del ejemplar de Philippi para
el Paso de Raneo.
Con fecha 17-11-1960 realizamos un viaje desde Osorno hacia las
Termas de Puyehue y Volcán Antillanca. En el trayecto de ascensión
hacia este último lugar, tratamos de capturar una Eroessa chilemis que
posaba sobre flores de Digitalis purpurea , L. pero se nos escapó por en¬
contrarse la red en mal estado.
(*)Rcv. Ch. Hist. Nat.. VüE 43: 254, 1939.
174 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N" 1, 10(A
En este lugar, situado a cerca de 1.000 m. altitud, obser¬
vamos un espectáculo muy agradable en forma de una apa¬
rente lluvia de oro. Se trataba de un gran número de mari-
positas Argopteron aureipennis, (Bl.), que volaban sobre flo¬
res de un Senecio sp. donde fueron ahuyentadas por el paso
del vehículo. Cojirnos una regular cantidad.
En este mismo mes visitamos el Fuerte de Niebla, cerca
de Valdivia donde observamos en una pared vertical rocosa
una cantidad de flores rosadas de Mutisia üieifolia que eran
visitadas por escasas Eroessa. En todo momento se posaban
en lugares de difícil acceso.
Durante una nueva estada en las Termas de Puyehue
(21-29-1-64), el día 23 realizamos una excursión, a pie, hacia
la zona más alta de Aguas Calientes en el camino hacia Vol¬
cán Antillanca, situado entre 400-500 m. de altitud.
Esta caminata entre las 17 y 19 horas, nos dio oportu¬
nidad para observar en alto vuelo a cuatro ejemplares de
Eroessa que pasaban en largos intervalos. Volaban de prefe¬
rencia sobre las copas de temus que se hallaban cubiertos de
blancas flores. Otra se posó, en forma fugaz, sobre una flor
de Corynabutilon vüifolium, (Cav.) que crecía junto al ca¬
mino.
Pese a la altura de vuelo pudimos reconocer perfecta¬
mente la especie.
El día 27 efectuamos otra excursión a pie hacia la Mon¬
taña de los Brujos, en el camino Internacional de Puyehue,
hacia la frontera argentina. En altitudes aproximadas a los
550 m., entre las 16 y 17 horas, penetramos hacia la floresta,
donde estaba más densa, con algunos claros en el alto bosque.
Aquí se observaba una completa inflorescencia del tému, Te-
mu kruchshanksii, (Hook, et, Arn.) y del Meli, Amomyrtus
meli , (Phil.) y apoyado sobre ellos en forma de techo o glo¬
rieta una maraña de millares flores rojas de la “botellita”,
Mitraría coccínea, Cav.
Esta impresionante profusión de colores abigarrados fue
animado luego por el vuelo lento y reposado de una Eroessa.
Minutos después se unió una segunda y posteriormente dos
más.
El ambiente se tornaba pesado, se sentían truenos en la
lejanía y caían goterones de una lluvia que se veía venir. Pese
a estas condiciones climatéricas adversas, las mariposas vo-
WaKenknecht, R.
FROESA CHILENSIS
175
laban y se perseguían, sobre los árboles, entre 6-12 mts. de
altura, posándose brevemente sobre algunas flores.
Durante largos minutos pudimos observarlas detenida-
mente y reconocer sus colores, pero sufríamos el suplicio de
tántalo de no poder alcanzarlas. En todo momento permane¬
cían fuera del alcance de la red.
Luego una ráfaga de viento cargado de lluvia las hizo
huir y por nuestra parte emprendimos el regreso hacia el
hotel.
Días después, en el fundo “Los Laureles” en Chahuilco,
al sur de Osorno, nos fueron mostrados algunos diapositivos
en colores tomados por el Sr. Ricardo Krahmer S., en un
viaje que realizó ai Volcán Antillanca el día 17-1-1963. Entre
una hermosa serie de paisajes y flores, todas de excepcional
nitidez, figuraba una mata de Escallonia rubra, R. e P., cu¬
bierta densamente de flores escarlatas. Como una primicia,
en primer plano se notaba una Eroessa chilensis con sus alas
semiabiertas libando en estas flores. El Sr. Krahmer mani¬
festó además que había observado otros ejemplares, de esta
especie, alrededor de la misma planta. Este lugar se hallaba
a más de 1.000 mts. sobre el mar.
En la segunda quincena de febrero de 1964, mi hermano
Arturo pasaba una temporada en las Termas de Río Blanco,
situadas a 1.050 m. de altitud, en Malleco. En este balneario
se encontró con los Sres. Luis E. Peña y Octavio Barros V. y
durante sus exploraciones entomológicas observaron, en la
montaña, 4-5 ejemplares de Eroessa chilensis .
Ahora en nuestra reciente permanencia en las Termas
de Puyehue, (19-13-1-65), tuvimos especial atención hacia la
búsqueda de esta especie. El día 21 realizamos una excursión
hacia el Parque Nacional de Puyehue por el camino de acceso
al Volcán Antillanca. Entre los 600-800 mts. de altitud estu¬
vimos desde las 14 hasta las 18 horas en acecho y obser¬
vación.
En el bosque alto que cubre el camino por ambos lados,
observamos, repetidamente, varios machos en vuelo espiral
y ascendente alrededor de grandes árboles cubiertos de algu¬
nas lianas en flor. Su vuelo lento y zigzagueante terminaba
en las copas del bosque donde se perdían de vista, pues, no
vimos ninguna que bajara al alcance de la red.
176 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N" 1, 1968
, Después de más de una hora de espera, por fin descen¬
dió un ejemplar que llegó a un claro del bosque para posarse
en flores de Fucfysia' magellcmica, Lám. Fue capturada y re-
militó un ejemplar hembra. Luego cazamos otra hembra sobre
el mismo chile,o y más tarde un macho, que se posó breve¬
mente en las inflorescencias escarlatas de Tropaeolum specio-
sum, Poepp. et Endl.
Entusiasmados con . esta colecta, repetimos el viaje al
díá siguiente'entre las 15 y 19 horas. Ahora procuramos ex¬
plorar una ¡ zona, más reducida cercana al lugar denominado
“Aguas Calientes”, donde el bosque es muy denso con árbo¬
les imponentes de gran estatura. En los claros y orillas del
camino se observaban numerosas matas del chilco, Fuchsia
. magellamca en gran abundancia de flores. Altitud: 500-600
m. sobre el mar. La paciente espera tuvo su premio. Empeza¬
ron a llegar lentamente las Eroessa bajando desde las cum¬
bres y luego se posaban con tranquilidad sobre las flores del
chilco. Algunas incluso dormitaban un largo rato al sol con
su pose característica con sus alas semiabiertas, pero siempre
en alturas de 3-4 mts. fuera del alcance de la red.
Otras veces cuando llegaba un segundo ejemplar se ini¬
ciaba la lucha y persecución y en estos casos bajaban lo sufi¬
ciente para ser cojidos. En estas mismas circunstancias pudi¬
mos cazar hasta 2 ejemplares con un solo golpe de red y
tuvimos la suerte repetirlo más tarde otra vez.
Otros ropaloceros asiduos a las mismas flores del chilco
eran ejemplares de Argopteron aureipennis, (Bl.), pero en
menor cantidad. Ocasionalmente se posaba brevemente algún
satírido o .sencillamente, pasaba de largo. Al parecer, el chilco
tiene una concurrencia muy reducida de insectos, encontrán¬
dose más el ápido Bombus dahlbomii, Guerín. En todo caso,
acá en esta localidad es la flor preferida de la Eroessa chi-
lensis.
Pese a que varias mariposas se posaban en lugares inac¬
cesibles a la red la colecta de esta especie dio por resultado
la captura de 5 machos y 2 hembras.
Con esta experiencia llegamos a la conclusión que la
mejor hora de caza es al caer la tarde. La cuota mayor la
obtuvimos cerca de las 19 horas y debemos tener presente
que el sol se pone cerca de las 20 horas.
WuKt'iikiH’civt, 11.
FltO ESA C1ULENSIS
177
Ahora estamos en condiciones de proporcionar mayores
datos de su dispersión geográfica fuera de las ya anotadas.
Al efecto, mi amigo el conocido entomólogo don Luis E. Peña
G. me ha proporcionado gentilmente los datos que él mismo
ha recogido a través de sus dilatadas exploraciones y dice así:
“ Tengo un ejemplar de la costa de Maulé, Constitu-
“ ción y la he visto volar en varias oportunidades en
“ cantidades en la Isla de Chiloé, Dalcahue, bosques de
“ la zona sur de Ancud y en bosques Puerto Cisnes en
“ Chaitén de Chiloé continentah'.
“ Además, en toda la costa de Concepción, cordillera
££ boscosa de Lanquihue, Osor no, hasta Malleco”.
Agradezco en todo lo que vale esta valiosa colaboración.
CONCLUSION
La Eroessa chüensis (Cutér.) vuela tanto en la costa
hasta la orilla del mar como en la región cordillerana, donde
alcanza altitudes aproximadas a los 1.500 mts.
‘ ■*. ?■
: . >: .
Watfcnknecht, R.
OBSERVACIONES ZOO-BOTANICAS
179
OBSERVACIONES BOTANICAS Y ZOOLOGICAS EN LA
REGION DE TERMAS DE PUYEHUE Y COSTA
CERCA DE OSORNO
RODOLFO WAGENKNECHT HUSS
Miembro Correspondiente de la Academia Chilena de Ciencias
Naturales.
Nuestras excursiones se realizaron entre las fechas 20
de enero hasta el 3 de febrero de 1964, principalmente en los
alrededores de las Termas de Puyehue, Volcán Antillanca,
camino Internacional por Paso de Puyehue y un fundo al sur
de Osorno.
Esta gira al sur tuvo un verano bastante lluvioso, pues
de 19 días de viaje, sólo cinco presentaron días despejados.
Se nos informó en Osorno que este verano se caracterizaba
por un atraso general de ia flora estimado en 30 días apro¬
ximadamente. Esto nos fue posible comprobar en todas las
partes visitadas. Incluso la zarzamora, tan apetecida por
sus frutos exquisitos, se encontraban aún inmaduros com¬
parados con otros años cuando ya son abundantes en las mis¬
mas fechas.
Equis etnm bogotense, Humhold et Kuhn, citado por
Benkt Sparre para Puyehue y río Chanleufú, W. 350 m.
14-1-1947 (*).
He constatado la presencia de este vegetal en el mismo
río Chanleufú, junto al puente homónimo, situado sobre el
camino Internacional que conduce a la Argentina por el Paso
de Puyehue. Este lugar se halla al E. del hotel Termas de
Puyehue, (no W. como cita Sparre), y a unos 2,5 kms. dis¬
tancia de estas termas. Visité este lugar con fecha 27 enero,
pero no recogí material por tratarse de una planta por demás
conocida. Acá los campesinos la aprecian como hierba medi¬
cinal bajo el nombre de “hierba limpia plata”.
(*) Rev. Univ. Stgo., Vol. 46: 319, 1961.
180 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N" 1, 1968
Asteranthera ovata (Cav.) Hanst. En mi viaje anterior
en febrero de 1960 al Parque Nacional de Puyehue, acompañé
a don Walterio Meyer-Rusca y no pudimos hallar plantas ni
flores de esta hermosa epífita. Buscamos sobre los altos árbo¬
les, pero esa vez todo empeño fue inútil.
Ahora con fecha 26 enero subimos en camioneta hacia
el Volcán Antillanca y con mejor fortuna pudimos ubicarla
repetidamente. Mirando hacia los altos coigües, mañíos, etc.,
no divisábamos sus flores, en cambio hallábamos de vez en
cuando la “botellita”, Mitraría coccínea , (Cav.) que se apo¬
yaba sobre matorrales formando tupidos techos cubiertos de
rojas flores.
Hallamos asimismo, pero más escasa, la “medallita”,
Sarmienta repens, R. et. Pav., que se ubicaba de preferencia
a gran altura encima de.árboles centenarios.
Investigando la aparente ausencia de la Asteranthera,
pudimos por fin descifrar la clave. Esta hermosa planta ha
cambiado algo de su habitat alboreo y ha bajado frecuente¬
mente a situarse en los taludes de tierra arcillosa que bordean
el camino de ascensión, o simplemente, crece sobre árboles
cortados: o caídos donde cubre literalmente todo el tronco en
forma de una alfombra.
En altitudes de 900-1.100 m., encontramos, en un talud
peinado del camino, un planchón extenso de Asteranthera que
estaba totalmente cubierto de flores, casi una sobre otra, con
su atrayente colorido de un rojo vinoso estriado de blanco.
Sin duda alguna, es la más herniosa de las tres Gesnecriáceas
chilenas. Más arriba la hallamos varias veces más.
En estas cercanías crecía una mata de “coicopihue”,
Philesia magellanica, Gmel. y un matorral de “taique”, Des-
fontainea spinosa, R. et. Pav. ambas sin inflorescencias. Es
sabido que éstas aparecen más adelante durante el estío.
Luego vimos una Eécallonia íeucantha, Remy, totalmente cu¬
bierta de flores niveas y muy cerca, la Escallonia rubra , R. et.
Pav. con muchas flores escarlatas.
En estos lugares en enero de 1963, el señor Ricardo
Krahmer S. tomó una foto en colores de una mata de Esca-
llonia rubra , cubierta de flores escarlatas. Lo más notable era
constatar en esta foto una mariposa posada con sus alas semi-
abiertas sobre estas flores. Se trataba de la Eroessa chilcnsis
Wag'enknecht, H.
OBSERVACIONES ZOO-BOTANICAS
181
(Mol.) especie muy solicitada por los entomólogos por su
belleza y difícil de capturar por su carácter huraño.
aíos cabe citar aquí de la región circundante del Volcán
Antillanca con su refugio destinado a los skyadores, una
serie de plantas llamativas e interesantes. Nothofagus pumi-
ho, (Poep. et. Endl.) la conocida “lenga” ,con sus ramas re¬
torcidas a consecuencia de la nieve, la Gunnera magelíanica ,
Lám. —que un tiempo después colecté en el Volcán del Plan¬
chón, prov. de Curicó —cubría el suelo irrigado por pequeñas
vertientes. Empetrum rubrum , Vahl. con su follaje rojo tan
llamativo, matas de “chaura” Pernettya mucronata , (L. FII.)
y una variada gama de colores de compuestas y otras plantas
completaban el paisaje. Luego ubicamos unos arbustitos de
unos 80 cm. estatura de follaje obscuro y brillante, que esta¬
ban cubiertas de flores blancas. Se trataba nada menos que
Drymis winicri, Forst, var. andina , Reiehe. Es sumamente
interesante observar estas plantas de tan escasa estatura,
mientras más abajo en zona templada y llana se veían gran¬
des canelos de estatura y grosor apreciable.
El día frío con una llovizna densa, más arriba en el
volcán re transformó en una nevada ligera, nos restó brillo
a la escursión y por este motivo pudimos notar la total ausen¬
cia de aves e insectos acá arriba.
27 enero 1904 .— Un recorrido inicial por el camino In¬
ternacional de Termas de Puyehue hacia la frontera argenti¬
na (43 kms.), hecho a pie en un tramo de unos 10 kms., me
dio la oportunidad de verificar varias otras plantas.
Junto al río Chanleufú antes citado, pude observar un
gran manchón de Asteranthera pegada en un barranco, total¬
mente cubierto de flores en un diámetro de 60 cms. Este lugar
se halla a 350 m. sobre el mar según cita de Sparre. Acá jun¬
to al río encontré un arbusto de unos 2,5 m. estatura de
Fu elisia magelíanica, pero con sorpresa pude notar todas las
inflorescencias presentaban sus corolas blancas, en vez del
co ] or morado que le es habitual. Su follaje se notaba también
más ralo con hojas algo esbeltas y de un tono más claro. Sus
fru+n 3 aún inmaduros daban el aspecto de estar estériles por
i forma aplanada. Llegué a la conclusión que se trataba de
un caro de albinismo.
Penetrando en la profunda floresta, encontré un tému,
182 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N" h 1968
Temu cruckshanksii, (H. et Ar.) cubierto densamente de
blancas flores y sobre éstas, confundidas y revueltas, cente¬
nares de flores rojas de Mitrarla coccínea, que acá alcanzaba
apoyada hasta cerca de 10 mts. de altura. Sobrevolaban
este jardín aéreo un grupo de 3 mariposas de la especie
Eroessa chilensis. Sobre algunas lumas bajas encontré la pa¬
rásita Myzodendron punctulatum, que presentaba tallos, fila¬
mentos y frutos de un verde claro.
Otro tému, de gran corpulencia y grosor, presentaba su
tronco y ramas estriadas y retorcidas cual gigantes boas, y
su diámetro medido a un metro sobre el suelo indicó 1.40 m.
28 de enero, viaje a la frontera. — Nuevamente realicé
un viaje al camino internacional hacia la frontera, aprove¬
chando una camioneta de un jefe de Vialidad que llevaba la
misión de inspeccionar el estado de la ruta.
Una fina lluvia, que a medida que íbamos ascendiendo
se hacía más persistente, en nada diferenciaba de un día in¬
vernal de julio o agosto.
Por todo el trayecto orillando el río Puyehue, encontra¬
mos grandes grupos de Gunnera chilensis y DigitoMs purpu¬
rea, esbelta y abundante, pero luego a mayor altura se tor¬
naba más escasa y disminuía de estatura.. También encontra¬
mos muchas flores de Alstroemeria aurea cuyos tallos alcan¬
zaban estaturas de 2,40 m. en algunos casos, superando el
follaje de la zarzamora donde se hallaban incrustadas. En los
taludes del camino encontré Blschnum auriculatum, con fron¬
das fértiles, B. pennar-marina, recién creciendo con sus fron¬
das sin esporas y B. chilense, la “costilla de vaca” que se ha¬
lla en todas partes.
Pasando por zonas sucesivas de altitudes, observamos
Nothofagas obliqua, luego Laurelia philippiana, Nothofagus
dombeyi y llegando cerca de la cumbre, bosques achatados de
lenga, Nothofagus pumilio. En la mitad del trayecto contem¬
plamos un hermoso salto de agua del río, donde según el
decir de los montañeses del lugar, se podían coger buenas tru¬
chas salmonadas. En una altitud cercana a los 1.000 m. los
bosques de coigües se tornaban más imponentes y se notaba
un cambio de la formación del ramaje, y colorido del follaje.
Efectivamente, contemplamos un coigüe cuyas ramas habi¬
tualmente son inclinadas o combadas hacia abajo, aquí se
Wuj't'nkni'cht. 11.
OHSKRVACIONES ZOO-BOTAN!CA S
183
\eían erectas en forma horizontal su follaje se notaba mu¬
cho más verde. Esta formación arbórea asemejaba más a un
pino que a Nothofagus.
Seguramente debe tratarse de Nothofagus dombeyi, var.
micro'phylhu En este bosque bajo una lluvia persistente pudi¬
mos ver una liebre joven que huía velozmente a través del
camino, perseguida en raudo vuelo por una pareja de tiuques
cordilleranos del sur, Phal-coboenus albognlaris, (Gould.). Su
dimorfismo sexual, sobre todo el colorido, es muy llamativo.
No fue posible observar el desenlace de esta cacería. Más
tarde en zona algo más baja, encontramos un grupo de tor¬
dos argentinos, Molothrus bonarcnsis, Gm. y de vez en cuan¬
do se oía el grito potente y gutural del “chueao”, que no se
deja ver.
Arriba cerca de la cumbre hallamos nuevamente a Dry-
is winteri, var. andina que acá apenas se alzaban a un me¬
tro de estatura, pero cubiertos de blancas flores; en sus in¬
mediaciones Embothrium coccincmn , que pese a su baja es¬
tatura de 1.50 m. estaba lleno de penachos rojos fulgentes.
Este árbol, tan conocido en el sur, el “ciruelillo”, lo en¬
contramos en zonas más bajas con estaturas entre 6-10 mts.,
pero en cambio presentaban escasísima inflorescencia. En el
jardín del Refugio de Vialidad, cerca de las Termas de Pu-
yehue, observamos ejemplares con frutos inmaduros, que
hacía suponer una floración mucho más temprana.
Con relación a Di'ymis, Embothrium, Escallonia, y otras
plantas, que en alturas son citadas en los tratados de botáni¬
ca como variedades, estimo que debería asignarse el término
de “forma altícola”, por cuanto se trata de un fenómeno bio¬
lógico relacionado con la altitud, junto a clima duro ele nieve
y frío que reina acá en el invierno. Algo similar hemos obser¬
vado en la Cordillera Pelada, cerca de San Juan de la Costa,
(Qsorno), donde en 1939 encontramos varías plantas enanas
en altitudes de 800 mts. (**). Acá constatamos también abun¬
dantes ejemplares de Astcmnthem y el ciprés enano, Dacnj-
di rni fovckn (Phil.) Florín. Este lugar recibe durante el in¬
vierno frecuentes nevadas por cuyo motivo muchos árboles
emir nanos, se notan blancos por habci peí dido la coiteza y
están totalmente secos. Estos troncos y ramas blanqueadas
liembro apresado de la Expedición Goodspeed, 1938-39.
{ ’ ' ) Como
184 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N" 1, 1968
y un tono marfileño se divisan desde grandes distancias y ha
recibido así el nombre de “Cordillera Pelada”.
Casi en la cumbre del Portezuelo de Puyehue, de i.300
m. altitud, a través de grandes campos de piedra pómez, un
tanto triturada, encontramos el camino cortado por las lluvias
invernales a poco menos de un kilómetro del límite argentino.
Se nos informó además, que por el lado argentino el camino
estaba aún inconcluso y falto de conservación en cerca de
20 kms.
En los claros de las lengas achaparradas por el efecto
de la nieve encontramos un grupo variado de flores rojas,
amarillas, azules y blancas. La Escallonia rosea acá apenas
se elevaba a 40 cms., pero estaba llena de flores, una Adesmia
rastrera cespitosa, una hermosa compuesta azul muy similar
a una Centaureo.t y flores blancas acampanadas, tai vez Dry-
marias. Grupos bajos de matas de “chauna” y otras de la “per-
lilla” presentaban sus frutos blancos y carnosos. A una altu¬
ra menor, tal vez 1.000 mts., hallamos un grupo de Gunnera
magellanica en un talud del camino y en otro lugar sobre la
tierra un césped de Asteranthera con una sola flor.
La lluvia intensa, extremadamente fría, no nos dejaba
herborizar, pues, teníamos las manos yertas e insensibles por
carencia de guantes. Arriba, no muy lejos, pudimos observar
a ratos al volcán Puyehue envuelto en una nevada intensa.
Durante el regreso anotamos varias matas de Fuchsia
magellanica a lo largo del camino y un arbusto de unos 2 mts.
altura, Pernettya mucronata, la preciosa Ericáceae, cubierta
de pequeñas campanulitas blancas.
En la frontera argentina como asimismo en la zona del
volcán Antillanca, observamos la inflorescencia total de la
“quila”, Chusquea qtrila, (Mol.), lo que repercute para el in¬
vierno en una sequía total de esta gramínea.
Algo más al E. de las Termas de Puyehue, se hallan
lomajes destinados al pastoreo donde crecen enormes laure¬
les, Laurelia phüippiana , Looser. Sobre sus ramas pude ob¬
servar paño jos tupidos de florcitas rosadas, casi blancas en
medio de un follaje verde obscuro. Su aspecto mirado desde
abajo asemejaba a flores del avellano, pero la hoja aovada,
coriácea, obscura y carnosa permitió reconocerla como una
Phrygüanthus. Debido al crecimiento notable de estos árbo¬
les, las manchas de estas parásitas se hallaban muy arriba.
Wagenknecht, 1¿.
OBSERVACIONES ZOO-BOTANICAS
185
Obtenidas algunas muestras pude identiifcarla casi con segu¬
ridad como Pkrygilantkus heterophijllus, (R. et. Pav.). Esta
especie figura como el quintral del boldo, laurel, peumo y
pitra.
29 enero al 2 febrero .— Este tiempo fue dedicado a visi¬
tar el fundo “Los Laureles”, de propiedad de don Alberto
Krahmer T., situado a unos 20 kms. al S. de Osorno y cerca
de la Estación de Chahuilco.
Acá en una zona de grandes planicies de campos de
explotación lechera y pastoreo, existen grandes robles y lau¬
reles de imponente altura. Estos árboles en su mayor parte
cobijan colonias de Sarmienta repens, las cuales apenas se
divisan desde abajo, debido a la gran altura donde se hallan.
Sin embargo, la presencia de los conocidos farolitos caí¬
dos al suelo nos denunciaban la presencia de esta epífita
sureña.
Algunos grupos tupidos verdescentes de quila demostra¬
ban que la sequía que ataca a esta planta en la cor¬
dillera, no afectó a ésta en la zona baja. Es sabido que la quila
constituye un forraje de emergencia durante los inviernos
lluviosos cuando el pasto casi no crece.
Tomé fotos de un laurel gigante el cual formaba bifur¬
caciones a 3 mts. del suelo donde medí un diámetro de 2,50
mts.; otro grupo de laureles, seis en conjunto, que se habían
incrustado uno al otro, indicó un diámetro de 4 mts. a corta
distancia del suelo. Los pellines acá eran también de enorme
estatura y de una robustez notable.
En los campos de pastoreo se divisaban bandadas de ban¬
durrias, Theristicus caudatus melanopsis, (Gmel.), las cuales
anidaban sobre viejos troncos secos de roble, ubicando sus
nidos a unos 15-20 mts. sobre el suelo.
Una bandada de choroyes, Enicognathus leptorhychus,
(Ring.), se posaban sobre algunos manzanos en los huertos
del fundo de donde hubo que dispararles para ahuyentarlos
por cuanto destrozaban y botaban las frutas.
El regreso desde Osorno se hizo a través de una semana
por diversas ciudades hasta llegar nuevamente al punto de
partida, La Serena.
Honat, A. y Guerra, R. EFECTOS DE EPHESTIA KUHNIELLA 187
ESTUDIO DE ALGUNOS EFECTOS DE EPHESTIA KÜHNIELLA
SOBRE LA HARINA
ALEJANDRO HORVAT SUPPI — ROSA GUERRA MUÑOZ
Universidad Católica de Valparaíso. Facultad de Filosofía y Educación
SUMMA RY
By chromatographic methods, analysis of wheat flour
and excreta of Ephestia kiihniella were carried out, in their
content in Nitrogen, Aminoacids and Carbohidrates. After
comparison, some Ínteresting conclusions were drawn out
about the methabolism of this moth and damages in storaged
flour.
INTRODUCCION
Ephestia kiihniella (Zeller) indudablemente ha contri¬
buido al cuantioso volumen de investigaciones en torno al
interesante mundo de los insectos, sobresaliendo tal vez más
los aspectos fisiológicos, derivados de sus adaptaciones (1, 2,
3, 4), y problemas biológicos generales, tales como la heren¬
cia extranuclear (6), y mutación de color de ojos (5).
Los efectos causados por Ephestia en las harinas son
elevados. Se conoce la presencia de este insecto en todos los
países productores de trigo, y en todos aquellos que por no
producirlo deben importarlo. La infestación de molinos es el
problema más serio, porque, además de perjudicar la harina,
rellena y taponea los ductos y maquinarias, debiéndose parar
los molinos para efectuar las limpiezas. Se estima que en
nuestro país se pierden anualmente alrededor de 700.000
quintales métricos de harina. Esto traducido a escudos, serían
E? 16.800.000 (US$ 4.000.000) (7, 8, 9).
Movidos por la importancia económica de Ephestia, Mu¬
ñoz (7) realizó observaciones sobre las condiciones de des¬
arrollo que nos han motivado a analizar con más profundidad
algunos aspectos de su metabolismo y apreciar con más fun-
188 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N" 1, 1Í/C8
damento los perjuicios reales de Ephestia sobre la harina.
Para tal efecto se usaron técnicas de Cromatografía para
analizar la Harina, que sirvió de medio de cultivo, y las Ex¬
cretas de Ephestia en su contenido de Aminoácidos y Carbo¬
hidratos. Se comparan los resultados tratando de entender el
metabolismo de este insecto.
MATERIALES Y METODOS
MATERIALES:
Han constituido el material de nuestros análisis:
a) Las Excretas de larvas de Ephestia kühniella. Secundaria¬
mente, como complemento, las larvas y la tela o seda, pro¬
ducto natural de ellas. Para obtener estos materiales he¬
mos cultivado la polilla durante meses a temperatura
constante de 20 9 C. y humedad relativa entre 55% y 60%.
b) Harina de Trigo obtenida en el comercio y, por dato pro¬
porcionado por ECA, es harina chilena mezclada con ha¬
rina importada. Se ha analizado también el afrecho, o
salvado del trigo, con el fin de agregar más datos para
nuestras conclusiones.
METODOS:
Para analizar Aminoácidos y Carbohidratos se emplea¬
ron Técnicas de Cromatografía de Partición sobre Papel (18,
19,20,21).
Para la determinación de Nitrógeno se siguió el método
de Micrc-Kjeldhal (10, 11).
Para la extracción de Lípidos se empleó el método Soxh-
let (10).
RESULTADOS
Los resultados de Aminoácidos y Carbohidratos, los con
signamos en las tablas siguientes:
TABLA NUM. 1
Determinación Cualitativa de Aminoácido»
CU Lis Arg Hist Ser Aap Oli Tre Glu Ala Pro Tir Val Ala Leu I-Leu Trip Met B-AIa
„L
—
—
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Larvas Tipo B.
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Larvas Tipo C .
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Larvas Am. Libres ...
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Larvas Am. Totales . .
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/
—
En A, B, C, y Excretas hay Metionina en forma de sulfo y sulfoxi-metionina.
r =. rastro.
-(• — Hay.
— = No hay.
/ =No se analizó.
Horvat, A. y Guerra, R. EFECTOS DE EPHESTIA KUHNIELLA 189
190 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N 1, 1901
TABLA NUM. 2
Gramos de Aminoácidos por 100 grs. de Materia seca
Harina
Afrecho
Excretas
Lisina .
. 0,448
1,210
0,258
Alanina .
. 0,445
0,796
0,353
Valina Met.
. 0,488
0,619
0,331
Fenilalanina .
. 0,660
0,564
0,385
Leu-Isoleucina . . . .
. 0,633
1,216
0,305
Ac. Aspártico . . . . .
. 0,499
0,338
0,327
Ac. Glutámico ....
. 3,675
1,302
0,563
Serina.
. 0,473
0,332
0,250
Glicina.
. 0,381
0,240
1,218
Treonina.
. 0,332
0,204
0,307
(Ver figura 1)
TABLA NUM.
3
Gramos de Aminoácidos por 16 grs. de N.
Harina
Afrecho
Excretas
Lisina .
. 3,372
5,660
1,840
Alanina.
. 3,200
4,550
2,230
Valina .
. 3,600
3,420
1,900
Fenil-Alanina . .
. 4,870
3,010
2,200
Leucina .
. 5,450
7,100
1,700
Ac. Aspártico . .
. 2,400
2,020
1,830
Ac. Glutámico . .
. 27,130
9,810
2,000
Serina .
. 3,230
1,940
0,870
Glicina .
. 2,720
1,400
3,460
Treonina .
. 2,600
2,970
1,760
TABLA NUM.
4
Análisis Cualitativo de Carbohidratos
Ae. GlucorÓnico
Rg. 51 (no det.)
Rg. 62 (no det.)
Rg. 72 (no det.)
Galactosa.
Glucosa .
Fructosa.
Manitol.
Xilosa.
Xilitol. ,
Rg. 145.
Harina Afrecho Excretas Tela
i
r
r
r r
Horvat, A. y Guerra, R. EFECTOS DE EPHESTTA KUHNIELLA 191
TABLA NUM. 5
Análisis Cuantitativo de Carbohidratos, Gramos por 100 (jrs.
de Materia Seca,
Harina Afrecho Excretas
Glucosa. 20,52 17,82 20,52
Fructosa. 3,24 11,70 4,05
Xilosa. 0,54 11,15 0,97
COMPARACIONES DEL CONTENIDO AMINOACIDICO Y SU
VARIACION EN HARINA, AFRECHO Y EXCRETAS
(Gráficos 1 y 2)
192 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N” 1, 1968
BUTANOL ACEHCOABUA (4-1-2 v/v/v J
FENOL-AGUA (62p/v)
[harina )
ÍAFREaná
(excreta^
* ¡ * V í * *
C/S ^ W/S 4M TIR
L/S
DISCUSION
Los resultados obtenidos por nuestros análisis, nos auto¬
rizan para algunas consideraciones: En las excretas, compa¬
radas en su contenido aminoacídico con la harina, que ha
servido de medio de cultivo de Ephesia kühniella ., hallamos
una disminución notable en la mayoría de los aminoácidos.
Debemos admitir que en las excretas podrían ir enzimas di¬
gestivas (12), que por ser proteínas, influirían en el conte¬
nido de aminoácidos por nosotros detectados. Este hecho
significaría un empobrecimiento de proteínas en las harinas
aún mayor del que puede calcularse por los datos por nos*-
otros obtenidos.
Han disminuido los aminoácidos considerados indispen¬
sables: Lisina, Metionina, Valina, Fenilalanina, Alanina y
Triptófano (este último estimado sólo por apreciación vi¬
sual). Junto con ellos disminuyen también el Ac. Aspártico,
Ac. Glutámico, Serina, Treonina y Tirosina, todos ellos de
importancia particular.
La sustracción de aminoácidos desde la harina tiene para
las larvas principalmente importancia estructural: en su ere-
Horvat, A. y Guerra, R. EFECTOS DE EPHEST1A KUHNIELLA 19:;
cimiento, mudas de piel y fabricación de la tela (Fibroma y
Sericina). La Fibroma se caracteriza por alto contenido, en¬
tre otros aminoácidos, de la Tirosina, Alanina y Glicina. Si
ahora se considera el nivel de Glicina de las excretas parece¬
ría que las larvas no absorbieran dicho aminoácido.
Se sabe que los organismos que no disponen de suficien¬
tes carbohidratos como fuente de energía, deben echar mano
de los aminoácidos, particularmente de la Glicina, que se halla
en alto grado en ellos como aminoácido libre (13, 14, 15, 16).
En cambio, Ephestia tiene en su dieta disponibilidad de
Carbohidratos como fuente principal de energía (17). Por
lo mismo es lógico que absorba este aminoácido en cantidades
limitadas, por cuanto es para ella fundamentalmente de im¬
portancia estructural.
Por otra parte, es necesario considerar la relación entre
la harina consumida y las excretas dejadas por las larvas.
Carecemos de datos precisos. Hemos observado durante 100
días, periódicamente frascos con harina previamente pesada
y en los cuales se habían puesto larvas y huevos. En cada
observación se separaban la harina, la tela, las excretas, lar¬
vas, pupas y más tarde, polillas vivas y muertas.
Los datos de relación entre la harina consumida y las
excretas han sido variados, pudiéndose sacar una proporción
intermedia de 6:1; esto es, por 6 grs. de harina consumida,
habría 1 gr. de excretas. Dicho dato es sólo provisorio y lo
estimamos valedero para nuestra argumentación. En 6 gra¬
mos de harina hay 0,023 grs. de Glicina, y en 1 gramo de
excretas tan sólo 0,012. Esto es, a pesar de la absorción de la
Glicina, ésta puede ir concentrándose en las excretas (habría
0,072 grs. de Glicina en G grs. de excretas).
Es conveniente recordar que las larvas sustraen ae la
harina notable cantidad de Serina y es fácil el paso metabó-
1 ico de Serina a Glicina (10).
Sólo en forma de nota queremos hacer resaltar que,
mientras más tela se produce menor es la cantidad de excre¬
ta'-- producida pe 1 ' las larvas. Tal vez el empleo intenso de
material estructural en elaboración de tela significa menor
eliminación de material utilizado por vía de excretas.
Que se elimine material altamente valora ble en las ex-
(jed (• el punto de vista alimenticio, es hecho conocido
r‘Titro los insectos 07).
194 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N v 1, 1968
Se observó en las larvas la presencia de aminoácidos
totalmente ausentes en la harina, como Beta-Alamna y Alfa-
Aminobutírico. Es evidente el proceso de transaminación, co¬
mún en los organismos heterótrofos que, hallando en su medio
los aminoácidos indispensables o esenciales, pueden obtener
los demás por metabolismo intermediario (16).
Nos ha llamado poderosamente la atención la presencia
en la tela de gran cantidad de Glucosa y otros carbohidratos.
Es posible que granos de harina hayan quedado adheridos a
las fibras de la tela, si bien se ha tenido esmerado cuidado de
separarlas. Sin embargo, esto no explicaría que el contenido
de glucosa en la tela, por unidad de peso casi iguale al que hay
en la harina.
Anotamos el hecho, sin adelantar especulaciones, hasta
ulteriores investigaciones.
En lo referente a carbohidratos, llama la atención a pri¬
mera vista que el contenido de Glucosa en las excretas iguala
al de la harina y que hay aumento de Xilosa.
La celulosa está naturalmente asociada a la hemicelulosa.
No nos consta que las larvas de Ephestia tengan enzimas
para digerir estas sustancias que sí son hidrolizables con los
ácidos.
En consecuencia, podemos pensar que las larvas digie¬
ren el almidón de la harina, sustrayendo así cierta cantidad
de Glucosa como fuente de energía (y tal vez de importancia
estructural para la tela). Dejan en cambio la celulosa y he¬
micelulosa que, al ser hidrolizadas, originan Glucosa, D-Xilo-
sa y Ac. Glucorónico (16, 10).
En las excretas hay también almidón y acumulación, por
unidad de peso, de celulosa y hemicelulosa. La Glucosa, pre¬
sente en las excretas, después de hidrólisis ácida sería libe¬
rada por ésta a partir de almidón y celulosa, mientras la he¬
micelulosa es responsable del aumento, aunque ligero, de la
Xilosa.
Aceptamos provisoriamente el dato que una larva en
su desarrollo consume 1,5 grs. de harina (7), y, por otra par¬
te que las excretas corresponden a 1/6 de la harina consu¬
mida; así la larva habría producido 0,25 grs. de excretas.
En 1,5 grs. de harina hay 0,308 grs. de Glucosa, en 0,25
grs. de excretas hay 0,05 grs. de Glucosa. La diferencia, que
corresponde a 0,258 grs, sería consumida en energía y cum-
llorvat, A. y Guerra, R. EFECTOS DE EPHEST1A KUHNIELLA 195
pliría una posible función estructural. Aun empleando la
diferencia total en degradaciones para liberar energía, ésta
correspondería en forma potencial a 0,966 Cal., y 0,41 Cal.
convertibles a ATP. Es seguro que la polilla tiene, como otros
organismos la facultad de entrar al ciclo de Krebs aminoáci¬
dos desde el “pool” de aminoácidos presentes en forma libre
en su medio interno, para suplir la energía que demanda su
actividad.
CONCLUSIONES
Nuestro trabajo nos permite concluir:
1. —Las larvas de Ephestia perjudican la harina por la sus¬
tracción de aminoácidos en cantidades muy notables.
2. —Es cierto que necesita almidón, pero no es su régimen
predominante, sino sólo una condición necesaria de su
requerimiento energético y probablemente estructural en
la fabricación de la tela.
3. —Ciertamente acerca del metabolismo de Ephestia quedan
varios aspectos por aclarar.
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FORESTACION EN EL PERALILLO
191
ESTUDIOS DE ADAPTACION Y TRABAJOS DE REFORES
TACION EFECTUADOS EN LA HACIENDA "EL PERALILLO",
SITUADA EN LA PARTE NORTE DE LA ZONA CENTRAL
DE CHILE
GERMAN RIEGEL
“Chile omnis divisa est in 'partes tres” se podría decir
con las palabras de Julio César y con cierto derecho, pues via¬
jero observador que cruce el país de Sur a Norte notará tres
tipos diferentes de vegetación que se entremezclan poco donde
colindan.
La selva pluvial formada principalmente por especies
del género Nothofag'us termina pronto después de haber cru¬
zado el valle del Malleco y es reemplazada por una maquia
de hojas duras con los organismos principales: Quillaya sa¬
ponaria; Litrae cáustica y Schinus latifolia.
Esta maquia degenera al norte de la cuesta Melón en
estepa de matas bajas y al norte de La Serena ya se puede
hablar de “desierto’', donde solamente a lo largo de los cursos
de los escasos ríos el hombre consiguió ganar campos rega¬
dos muy fértiles y que por parte volvió a perder. Esa es la
impresión superficial que se obtiene a lo largo de la carretera
“Panamericana”. Pero al ir más a fondo se logrará una visión
más amplia. Fuera de la flora alpina de la cordillera que el
viajero no llegó a observar, se notará que la selva pluvial y la
maquia de los faldeos cordilleranos llegan mucho más al
norte en los cerros de la costa, lo que se debe a las lluvias
mucho más abundantes de la cordillera. También se podrá
observar que la maquia de los faldees expuestos al sol de la
tarde es reemplazada por Xerophytos, como ser Acacia cave-
nía, varias Puyas y Cactáceas. Esto se explica con el siguiente
factor: En todas aquellas partes donde hay una diferencia
de temperatura, la humedad —en este caso la niebla noctur-
n; ,_ se precipita en las partes más heladas. De esta manera
el roc ía es aprovechado solamente por la pendiente que mira
ínuia el este, pues este lado no recibe sol en la tarde y entra
198 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N 1, 1908
frío en la noche y el del frente queda seco durante todo el
verano.
El silvicultor, al escoger las especies por plantar, tiene
que orientarse según las condiciones climáticas —también
microclimáticas—• y según los suelos disponibles.
Las condiciones climáticas varían de la costa a la cordi¬
llera no solamente en cuanto a las lluvias, sino también en
lo que se refiere a las temperaturas. Cuanto más alto se esié
en los cerros, aumentan los fríos invernales, pero también
al pie de la cordillera el aire helado que durante las noches
baja desde los campos glaciales, puede traer consigo heladas
que hacen imposible la plantación en el fondo de los valles
de ciertos árboles frutales y forestales, mientras que sobre
la pendiente colindante a un poco más de altura el frío no
los alcanza, permitiendo su plantación.
Hasta aquí algunas observaciones generales.
Pasemos ahora al caso que nos ocupa en especial. Se trata
de la Hacienda “Peralillo” campo de 4.800 hás. situado al
lado derecho del río Choapa, entre los pueblos de Illapel y
Salamanca, un poco al norte del grado 32 de latitud. El punto
más bajo está a 300 metros, el más alto a 1.310 m. sobre el
nivel del mar. La distancia de la costa son más o menos 40
Kms. y hasta el pie de la cordillera son más o menos 20 Kms.
Los cerros de la hacienda forman parte de la cordillera de
la costa. Las lluvias caen entre abril y agosto y sumaron en
los últimos 10 años 227 mm. término medio (mínimo 152,
máximo 323). Las temperaturas diurnas de verano son casi
tropicales, pero las noches refrescan agradablemente. En in¬
vierno las temperaturas nocturnas bajan muchas veces a &
grados bajo cero y heladas tardías que pueden caer en sep¬
tiembre dificultan el cultivo de frutas subtropicales, sin im¬
pedirlo totalmente, si se toman las precauciones del caso.
Paltos, por ejemplo, se pudieron salvar, protegiéndolos con
grandes bolsas de folia plástica durante los primeros dos
años, en que son más delicados. Chirimoyos se helaron en el
fondo del valle totalmente, mientras que en el faldeo a 40 m.
más de altura pudieron sobrevivir. Una franja ancha de bos¬
que protector, plantado valle arriba de los árboles frutales
desvía ahora el aire helado hasta el lado opuesto del valle.
Los trabajos que se llevan a cabo en la hacienda son prin¬
cipalmente la crianza de ovejas Karakul (1.500), lechería (se
Riegt't, Cí.
FORESTACION EN EL PERALILLO
199
ordeñan 40 vacas diariamente), la crianza de cerdos, que
recién se esta formando, cuenta en la actualidad con 14 hem¬
bras. Los productos principales de la hacienda, sin contar los
de menor importancia, son: trigo, porotos, maíz, linaza y
condimentos, en primer lugar el pimentón y mostaza blanca.
En cuanto a árboles frutales se plantaron 2.500 paltos,
1.500 nogales y 3.000 duraznos. En este invierno se agrega¬
ron 1.500 damascos, fuera de 4 Hás. de viña. Esta es la si¬
tuación en el año 1968, diez años después de comenzadas las
labores en la hacienda y sirven para completar una visión
total.
Volvamos al bosque. Como la tierra apta para la agricul¬
tura se reservó exclusivamente para ese fin, se destinaron
para el bosque solamente los siguientes suelos que quedaban
disponibles:
Tipo A: Suelos regables y húmedos , hasta pantanosos:
1. —Lecho de río de bolines gruesos entremezclados con pie¬
dras más chicas y arena, casi sin tierra.
2. —Orilla de río, del mismo material como el primero, pero
que necesita un tratamiento especial por la humedad con¬
tinua y las grandes crecidas del río.
3. —Partes pantanosas.
4. —■Suelos con capa muy delgada de tierra encima de tertel.
5. —Faldeos con más de 15 r t r de declive debajo de los canales
expuestos a erosión en caso de ararlos.
Tipo B: Suelos sin riego:
1. _Faldeos orientados hacia el este, por parte con tierra
profunda, que estaban cubiertos de una maquia densa,
que fue destruida antes de trabajar nosotros la hacienda,
primero por el hacha del hombre que deseaba ganar
combustible para las fundiciones y posteriormente por
cabras que durante siglos pastaban en esa región.
2 . _Faldeos orientados hacia el oeste, sobre los cuales aún
crecen de vez en cuando algunos espinos, puyas, cactá¬
ceas pero que por lo general están completamente
pelados.
g Faldeos más altos que durante la mayor parte del año
están cubiertos, en la noche por nubes. Estos faldeos
200 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL
1 , 1008
sostienen todavía una vegetación pobre de tebo y otros
arbustos bajos.
Las zonas descritas más arriba fueron aprovechadas de
las siguientes maneras:
Tipo A, 1.— La especie de crecimiento más rápido es
aquí, igual que en muchas otras partes del país, el Euealyp-
tiis globulus. Un poco de agua en verano o que sus raíces
alcancen el agua subterránea basta, para que ninguna otra
especie de eucalipto lo iguale en rapidez de crecimiento. Le
siguen el Eucalyptus diversicolor, Pinus radiata, Cupressus
macrocarpa. Cupressus sempervirens, Cupressus torulosa, Ca-
suarina equisetífolia, Taxodium distichum. Acacia dealbata y
Acacia mélanoxylon que crecen bien, siempre que reciban su¬
ficiente agua. La primera soporta más sequía que la Acacia
mélanoxylon, pero muchas veces crece tendida hacia un lado
y cae después de más o menos 10 años por su propio peso.
Actualmente estamos haciendo experimentos con Pinus
canariensis, Araucaria angustifolia, Araucaria araucana, Se¬
quoia sempervirens, Metasequoia glyptostroboides y varias
especies de encinas.
2.—Los ríos de la zona central de Chile aumentan su
caudal en dos períodos del año. La crecida más fuerte la cau¬
san las lluvias copiosas invernales, pues el escurrimiento de
las aguas no está frenado por la vegetación, ya que como
dijimos anteriormente, toda vegetación fue destruida por el
hacha del hombre y por las cabras.
Es imposible proteger la tierra plantando solamente una
espesa hilera de árboles a lo largo de la orilla; hay que tratar
de disminuir o detener en parte la corriente del agua. Se ha
dado el caso que sauces llorones de hasta 40 eras, de diámetro
han sido arrancados desapareciendo río abajo junto con pe¬
ñascos que abrazaban sus raíces y que pesaban cientos de
kilos. El agua amontona más y más chamiza contra el árbol
y la presión aumenta de tal manera, que ningún árbol la
soporta, debiendo ceder.
En consecuencia hemos decidido levantar a lo largo del
nivel más bajo del río y a cada 10 m. unas pirámides de 1.5
a 2 m. de altura, empleando cemento para darles firmeza.
Desde cada cuarta pirámide construimos una valla de píe-
Riegel, G.
FORESTACION EN EL PERALILLO
201
dras, igualmente aseguradas con cemento en dirección tierra
adentro. Esto permite que se puedan plantar sauces y álamos
en el fondo húmedo entre dichas pirámides colocando entre
ellos caña, totora y bambú.
Bien que no podemos impedir con todas estas medidas
que el agua cubra el campo circundante, pero el agua no corre
y en vez de arrastrar tierra, la trae, es decir, la tierra sus¬
pendida en el agua tiene tiempo para aconcharse. Una difi¬
cultad presentaban los animales de los campos vecinos, al otro
lado del río, pues atz'aídos por lo verde de los sauces y la
totora de nuestras plantaciones, rompían los cercos y causa¬
ban daños en ellas. Remedios drásticos, solamente, obligaron
a los vecinos a cuidar mejor sus animales. Es recomendable
fijar los alambres de los cercos con las piedras y el cemento
de las mismas pirámides, en vez de clavarlos en los árboles,
pues la basura acumulada por el río y la presión del agua
pueden cortar los alambres.
En las primeras filas se plantan palos gruesos de Salix
babylonica y Salix caprea y Alnus, en seguida Populus nigra
y Populus argéntea, finalmente Eucalyptus y Ailanthus.
3. —Las partes pantanosas las plantamos preferentemen¬
te con álamos y Salix humboldtiana var. fastigata, emplean¬
do estacas de 2m. de largo para que las malezas no las cubran
y ahoguen. El sauce mencionado es oriundo del norte y tiene
la forma de un álamo esbelto. En lugares adecuados su altura
aumenta hasta en 2.50 m. por año. De estas estacas repartí
en todo el país y hasta envié algunas al Brasil y a la Argen¬
tina. Desde el estado de Santa Catarina tuve noticias que
crecen muy bien. De otras partes faltan aún las informaciones.
También hemos plantado Fraxinus nigra, y Quercus pe-
dunculata en partes siempre húmedas, pero hay que colocarlas
en su lugar definitivo cuando ya estén bastante crecidas, pues
de otro modo las taparían los juncos, un Equisetum y otras
malezas.
4. —En capas de tierra muy delgada sobre tertel, cuando
había suficiente agua, como es el caso a lo largo de los canales
de riego, plantamos Populus nigra y Salix humboldtiana fas-
tigatar Los espacios entre ellos se aprovecharon con retamos,
caña de azúcar y pasto elefante (Pennisetum), que traje del
Brasil y que se adaptó aquí muy bien hasta en manchones de
tierra salobre.
202 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N* 1, 1968
Donde se puede regar solamente a intervalos largos, em¬
pleamos la tierra todavía para pastaje de animales. Pensamos
más tarde dinamitar la capa de tertel y plantar nogales en los
hoyos resultantes.
Llama la atención que a pesar de las tormentas inver¬
nales, la franja espesa de álamos y sauces haya resistido sin
caer ningún árbol. Estos se agarran firmemente con sus raí¬
ces en el tertel.
Tipo B, 1.— En los faldeos favorecidos por los rocíos
nocturnos encontramos, a grandes distancias, unos ejempla¬
res solitarios muy viejos de Quillaya saponaria que crecen en
tierra por lo demás enteramente pelada. Son estos los tristes
vestigios de un bosque denso sacrificado como combustible
para las fundiciones de mineral hace muchos años.
A fin de proteger nuestros experimentos de los animales,
cercamos primeramente 1 Km2. con tejido “Ursus” de 7 he¬
bras. En seguida sembramos durante el invierno mezclas de
muchas semillas de hierbas diferentes para conseguir una
protección preliminar del suelo. Las únicas especies que no
sólo brotaron, sino que soportaron el verano y hasta se repro¬
dujeron espontáneamente, fueron Phalaris bulbosa y el hino¬
jo (Foeniculum vulgare). Cytisus mempellensis y Lupinus
arbórea brotaron, pero se secaron en el verano, lo que me
extrañó en el caso del Cytisus, el cual logró extenderse por
sí solo sobre todos los cerros secos alrededor de Valparaíso.
Este hecho me induce a pensar que la falta de los bacterios
específicos de las raíces haya impedido su desarrollo. Más
tarde tuvimos éxito con Eschholzia californiana y un Mesem-
bryamthemum.
Junto con sembrar las especies arriba mencionadas, plan¬
té una serie de diferentes especies forestales. Eucalyptus glo-
bulus no resistió. En cambio el Eucalyptus di versicolor com¬
probó ser mucho más resistente contra la sequía que el pri¬
mero. Con 6 años ya fructificaba.
Cupresus sempervirens soportó 1 año, pero no logró
sobrevivir el segundo. Ninguna de las acacias altas pudo
resistir el verano. Schinus molle se impuso y crece un poco
más rápido que los árboles de la maquia chilena. De estos
últimos empleamos Quillaya saponaria y Schinus latifoüa.
Maitenus ya es demasiado exigente. Pitosporum undulatum
Kii'&'ol, C«.
FORESTACION EN EL TERALILLO
2o:í
pudo sobrevivir solamente en pocos ejemplares, pero aún así
seguimos experimentando con él.
2-—Plantar algo en esta zona aún no tiene objeto. Una
vez que los faldeos orientados hacia el este estén forestados,
recién se podrá pensar en experimentar con aquella zona más
estéril.
S.—Los faldeos de 700 m. y más sobre el nivel del mar,
favorecidos por la formación de nubes nocturnas, no han
podido ser incluidos aún en nuestro programa de trabajo, ya
que habría que empezar con instalar cercos muy costosos
para evitar la pasada de las cabras de los campos vecinos.
Ln el "Peralillo” hubo que luchar durante 3 años y medio
para que desaparecieran las últimas cabras. Representantes
comunistas y socialistas, de las dos Cámaras, intervinieron
en favor de los dueños de cabras, asesorados por la prensa
afiliada, a pesar de que sobre lo dañino que son las cabras
y que su presencia imposibilita todo programa de reforesta¬
ción ya se haya dicho todo.
Continuamos con la descripción de las especies de árbo¬
les empleadas, sus ventajas y desventajas y su parasitación.
ACACIA DEALBATA.— Es aquí la especie de creci¬
miento más rápido de todo su género, sin embargo, muchas
veces crece en forma tendida, de manera que después de 10
años cae por su propio peso. El hualle es de color claro, el
pellín en cambio de un café oscuro. De sus troncos gruesos
se pueden elaborar tablas para la fabricación de muebles de
segunda clase. Como este árbol florece muy temprano, las
abejas encuentran en él su primer proveedor de polen, y la
abundancia es tal, que las colmenas entran muy numerosas
a la cosecha principal. El suelo puede ser pedregoso, pero
debiera ser suelto. El árbol soporta mucha sequía, pero agra¬
dece el riego.
ACACIA MELANOXYLON.— No crece tan rápido co¬
mo la primera, y resiste menos la sequía, pero da hermosos
troncos derechos. De éstos elaboramos buenas tablas duras
para muebles con una veta parecida a la de las encinas. Como
florece un mes después de la Acacia dealbata, las abejas la
pueden aprovechar del todo, mientras que la cosecha en Aca¬
cia dealbata muchas veces se ve destruida por las lluvias.
204 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N" 1, 1908
Hemos reemplazado con Acacia melanoxylon una gran
parte de los sauces llorones, a lo largo de los canales y los
límites de potreros, pues si bien los sauces ofrecen un aspecto
pintoresco, inutilizan mucha tierra buena con su sombra.
ACACIA SEMPERFLORENS.— Soporta mucho más se¬
quía que la Acacia dealbata, pero, sin embargo, no resiste en
zonas como las descritas bajo Tipo B, 1. Como no da troncos
que se puedan utilizar para hacer tablas, esta especie es de
poco interés para nosotros y figura solamente en nuestro
arboretum.
AILANTHUS GLANDULOSUS.—- Esta especie se reco¬
mienda para orillas de caminos con suelo suelto. Si en el
verano encuentra un poco de humedad, puede brotar espon¬
táneamente. En invierno, la semilla no germina, sino se pu¬
dre, por lo que habría que sembrarla en verano. En invierno,
cuando las plantitas han perdido sus hojas y casi no necesi¬
tan humedad, se puede trasplantar el Ailanthus, que es el
único árbol que resiste el trasplante a raíz desnuda. Conside¬
ro el Ailanthus especialmente apto para formación de corta¬
fuegos dentro de los bosques de pinos en la región de Los
Angeles.
Se dice, que su madera da muy buen papel y sus flores
producen mucho néctar.
ARAUCARIA ANGUSTIFOLIA (braziliana)De las
cuatro especies (1 nacional y 3 importadas) que encontra¬
mos en Chile, esta y la Araucaria bidwilli son las que crecen
más rápido. Hemos plantado varios centenares en el antiguo
lecho del río (zona del tipo A 1). Tuvimos que desmalezar
varias veces hasta que los arbolitos tuvieran suficiente altura
para no ser tapados y ahogados. Puede fructificar ya a los
10 años.
ARAUCARIA ARAUCANA.— Crece mucho más lento
que la anterior, pues necesita lluvia en verano. Experimen¬
tamos con varios centenares de arbolitos criados de semilla
de Lonquimay.
ARAUCARIA BIDWILLI.— Crece más o menos tan rá¬
pido como la Araucaria Angustifolia y da conos muy grandes
que al caer pueden matar a un hombre. Esto sucedió en Sa¬
lamanca.
BOMBAX KAPOK.— Es un brasileño que soporta bien
nuestro clima. Se entiende que no tiene objeto entrar en com¬
petencia con países productores de lana kapok, pero el árbol
Riegel, G.
FORESTACION EN EL PERALILLO
206
es tan imponente, que hemos colocado algunas cuantas doce¬
nas en los deslindes de potreros.
CASUARINA EQUISETIFOLIA.— Al encontrar tierra
suelta, se conforma con suelos pobres. Agradece la humedad,
pero soporta mucha sequía. Se parece en esto al Eucayptus
globulus, pero no resiste la sequedad extrema de nuestros
cerros áridos.
Recién cortado, el árbol, la madera se deja aserrar fácil¬
mente, en cambio una vez seca es sumamente dura. Tablas
de este árbol se vendieron en Valparaíso bajo el nombre de
“Roble”. En los dos primeros años de plantados, hay que
proteger los arbolitos contra el ataque de conejos y liebres,
para ésto sirve el corumet, sobrante de la fabricación de far¬
pas corona.
CUPRESSUS MACROCARPA.— Crece bajo las mismas
condiciones como su compatriota el Pinus radiata, pero algo
más lento. En los alrededores de Valparaíso todavía se puede
plantar en los cerros sin riego, pero no así en el Peralillo.
En la hacienda lo plantamos en las zonas descritas bajo
A 1 y A 5. Una desventaja es la formación densa de ramas
que contribuye a que el árbol sea botado fácilmente por el
viento, tanto más cuanto que sus raíces son sumamente cor¬
tas. Los silvicultores en Bariloche y Bolson, al pie de la cor¬
dillera argentina parecen no haber hecho tan malas expe¬
riencias. En cambio aquí el árbol no pasa de los 50 años.
Muchas veces empieza a secarse desde su punta ya a los 40
años. Arboles más viejos generalmente ya están podridos en
el centro de su base.
CUPRESSUS SEMPERVIRENS (horizontalis),— Crece
tan ligero como el Cupressus macrocarpa, pero está mucho
mejor arraigado. También supera al primero en cuanto a re¬
sistencia contra la sequía y por este motivo lo preferimos.
En los cerros secos soportó solamente dos años.
CUPRESSUS SEMPERVIRENS (piramidalis).— Sus
ganchos deben ser cortados a tiempo para que las heridas
puedan cerrar bien. Como las ramas crecen todas en sentido
vertical se puede plantar esta especie a más corta distancia
que los demás cipreses.
CUPRESSUS TORULOSA.— Crece algo más lento que
los anteriores, pero resiste bien el viento, gracias a que se
arraiga bien y no tiene ramaje tan denso. La madera es mejor
206 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N* 1, 1968
que la de los demás. Habría que darle preferencia a esta
especie.
EUCALYPTUS GLOBULUS.— Es de todos sus congé¬
neres, el que más se planta en Chile y nosotros lo empleamos
también donde aún se le puede dar un poco de agua. En los
cerros pelados se seca. Donde la plantación es de fácil acceso
para camiones, habrá que dejarlo hasta que tenga buen tama¬
ño y por lo tanto deberá plantarse a 3 m. de distancia uno
de otro. Plantándolo a sólo 2 m. uno de otro resultan muchos
árboles raquíticos. La madera da uno de los mejores parquets
y puede emplearse también en la fabricación de cajones para
fruta, tomates y cebollas, lo que hemos programado para más
adelante, cuando dispongamos de suficientes árboles gruesos.
Para usar la madera como palos de cerco es indispensa¬
ble someterla a un tratamiento con el fin de conservarla. La
madera no tratada se pudre en la tierra dentro de dos años
totalmente y al aire no dura más de 4 años, pues la savia del
Eucalyptus globulus es un substrato muy eficaz para el cre¬
cimiento de hongos y otros organismos. Sin embargo, se pue¬
de emplear justamente esta savia para evitar este defecto.
Sumergiendo el palo de eucalyptus en una solución de 7
a 10% de cobre, se forma un precipitado insoluble en agua,
pero sí venenoso paira los organismos dañinos. Es necesario
someter la madera a este tratamiento inmediatamente des¬
pués de cortado y descascarado el árbol, y antes que la savia
cambie. Para controlar la concentración de la solución de sul¬
fato-de cobre sirve el aerómetro usado en análisis de orina.
Cada 7 rayas es 1% (49 rayas equivalen a 7%). Solamente
en un contacto continuo con orinas de establos, el amoníaco
(destruye el precipitado de cobre devolviendo al palo su dura¬
ción limitada.
Es de lamentar que gran parte de nuestros árboles crezca
en forma de tirabuzón, aunque la semilla provenga de árboles
derechos. Ignoramos la causa y suponemos que resida en
condiciones ecológicas como suelo ó clima. La sumersión en
agua del punto de vegetación la resiste sólo un árbol joven,
que tiene aún sus hojas blandas y anchas, por espacio de al¬
gunos meses. Un árbol de más de 3 años, en cambio, no lo
resistiría ni 2 semanas. Debajo del punto de vegetación si,
soportan hasta suelos pantanosos.
Kiegel, G.
FORESTACION EN EL PERALILLO
207
EUCALYPTUS DIVERSICOLOR.— Es la única especie
de eucalputus recomendable para suelos como el de tipo B 1.
Si bien hay varias especies que soportan esa sequía, ninguno
crece tan rápido y derecho.
GLEDITSIA TRIACANTHOS.— Hemos plantado va¬
rios ejemplares, pero la especie no tiene mucho valor para
nosotros, fuera de que sus espinas perforan fácilmente los
forros de automóviles.
JACARANDA MIMOSIFOLIA.— Su plantación, siem¬
pre en tierra suelta, se justifica solamente como árbol de ador¬
no y como buen suministrador de néctar para las abejas.
JUBAEA CHILENSIS.— Es una de las palmeras más
imponentes. Habíamos plantado varios miles de cocos, pero
debido a que éstos habían sido acumulados en montones den¬
tro de su cáscara, perdieron la capacidad de germinar a cau¬
sa de calor y fermentación. Aun tenemos pocas plantas, pero
sembramos continuamente toda la semilla cosechada en el
Pajonal de Valparaíso. Lo hacemos en bolsas de 5 litros y
plantamos los arbolitos de 2 años, ya que durante el primer
año, las raíces son muy quebradizas.
Las existencias de Jubaea chilensis han sido devastadas
en forma irresponsable durante los últimos decenios para la
elaboración de miel de palma. Sería recomendable que en
muchos fundos se plantara la mayor cantidad posible. En
buena tierra de jardín con agua abundante, la jubaea puede
fructificar a los 25 años de edad. En suelo no regado, la
germinación puede tardar 8 años y la fructificación proba¬
blemente más de 100 años.
Los coquitos cosechados en el valle de Ocoa se exportan
al Ecuador, donde sirven de juego a los negros.
JUGLANS NIGRA.— Lo hemos plantado al pie de los
cerros pelados en el fondo del valle, donde ciece aunque no
muy rápido. Colocado en suelo profundo y recibiendo un poco
de riego crece bastante más que Juglans regia, y da un buen
padrón para injertar esta última. De la madera se dice que
no es inferior a la de Juglans regia.
JUGLANS REGIA.— Se plantaron 1.500 arbolitos en
tierra del tipo A 1 y A 5, ya que los primeros ensayos eran
prometedores. Al recibir el viento siempre del mismo lado, el
árbol se inclina mucho.
208 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N y 1, 1908
ME LIA AZEDARACIi.— Se plantó como avenida a lo
largo de un camino. Crece aún en suelo duro, aunque no muy
bien y da mucho néctar para las abejas. Los pascuenses pre¬
fieren su madera para sus trabajos de tallado.
METASEQUOIA GLYPTOSTROBOIDES.— Los paleon¬
tólogos conocían este árbol ya de petrificaciones, pero lo creían
extinguido desde hace 9 millones de años, hasta que un bo¬
tánico chino lo encontró vivo en la provincia de Sechuan. Lle¬
vado a Alemania resultó ser la conifera de crecimiento más
rápido con 80 cm. por año. Traje de Alemania 80 patillas de
20 cms. de largo, con raíces. Varias de estas plantitas crecie¬
ron durante el primer año hasta 158 cms. Lamentablemente
aún no hay semilla y tenemos que seguir multiplicando por
patillas hasta disponer de semilla, lo que puede durar varios
decenios. La Metasequoia glyptostroboides pierde sus hojas
en invierno al igual que el género Larix y el Taxodium disti-
chum. Como resiste cualquier frío, podría jugar en el futuro
un papel importante en el sur del país.
PAULOWNIA IMPERIALIS.— Esta scrophulariacea
de crecimiento rápido es oriunda de Rusia oriental y llegó en
1856 al Jardín des Plantes de París. La madera no es de nin¬
guna utilidad fuera de trabajos de tallado, pero el árbol es
tan hermoso cuando está en flor y da tanto néctar que se
puede plantar en avenidas con tierra suelta y un poco de
humedad. Su nombre lo recibió en honor a la gran duquesa
Ana Pawlowna conocida por la correspondencia que mantenía
con Goethe.
PINUS CANARIENSIS.—- Crece algo más lento que
Pinus radiata, pero tiene mejor madera. Lo plantamos en
suelos del tipo A 1 y 5.
PINUS HALEPENSIS.— Es de crecimiento más o me¬
nos como el del Pinus canariensis.
PINUS RADIATA.— Crece en todo el hemisferio sur,
mucho más que en su país de origen, California. Llega a más
edad que su compatriota Cupressus macrocarpa y progresa
bien en tierras del tipo A 1 y 5.
Todas las especies de pinos fueron fuertemente atacadas
por Pineus boerneri, un típico “parásito de debilidad”. Dentro
de una plantación escaparon a la parasitación todos los árbo¬
les fuertes y el porcentaje de árboles atacados variaba según
el crecimiento de la especie. Las plantaciones de Pinus ra-
nickel, G.
FORESTACION EN EL PERALILLO
209
diata mostraban solamente un 15% de individuos atacados.
Pinus canariensis y Pinus halepensis tenían 45% y Pinus
pinea 95% de árboles parasitados.
Parte de los árboles parasitados se secó. Afortunada¬
mente apareció un organismo controlador “Leucopis”, que
eliminó totalmente el parásito, lo que desde entonces permitió
la plantación de Pinus canariensis y Pinus halepensis. Me¬
rece mención que en un terreno del Pajonal en Valparaíso,
cubierto antes con Pinus radiata, se plantó después Eucalyp-
tus globulus, Acacia dealbata, Acacia melanoxylon, Pitospo-
rum undulatum y Ailanthus glandulosus. Todas estas especies,
en especial el Eucalyptus, crecieron mucho más que en terre¬
nos en que antes no había habido Pinus radiata. En el Euca¬
lyptus el crecimiento era 3 veces mayor. Presumo que la causa
de este enorme aumento no reside solamente en la tierra
aflojada por las raíces de los pinos, sino principalmente en
la flora de hongos acompañantes del pino, que se había for¬
mado.
POPULUS NIGRA.— Esta especie se planta como es
costumbre a lo largo de los canales y como cerco de potreros,
pero donde disponemos de suficiente agua, preferimos la
Salix fastigata que no invade tanto el campo con sus raíces.
POPULUS ARGENTEA.— Hemos juntado algunas va¬
riedades que encontramos en Santiago y alrededores. Esta
especie soporta mucho más sequía que Populus nigra. En el
alto del puerto de Valparaíso se usaron en el año 1919 palos
de este álamo para hacer cercos. Todos ellos echaron raíces,
viven todavía y se multiplicaron por guías. Nosotros emplea¬
mos tanto formas de tronco alto como variedades que crecen
solamente como arbustos. Estos últimos en la orilla del río.
QUERCUS.— Plantamos las siguientes especies: Quer-
cus castanifolia, Quercus falcata, Quercus ilex, Quercus súber,
Quercus pedunculata y Quercus rubra. De todos estos, Quer¬
cus súber es la que más lentamente crece. Soporta bastante
sequía, sin embargo estimo que no seguiremos experimentan¬
do con ella. Quercus ilex crece algo más rápido. Gomo había¬
mos empezado a plantar Quercus pedunculata hace 10 años,
disponemos entre tanto de árboles de esta especie que tienen
bellotas. Los demás se parecen en el crecimiento al anterior y
Quercus rubra los aventaja.
210 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N 1 ' 1, 1968
La plantación de encinas se justifica solamente donde se
dispone de suficiente agua. Su valor reside en la madera y
en las bellotas, que se emplean como forraje para los cerdos.
Es importante recoger solamente la semilla de aquellos árbo¬
les que demuestran un crecimiento derecho.
QUILLAYA SAPONARIA,— Esta especie es, después
de Eucalyptus diversicolor y Schinus molle, la que mejor cre¬
ce sobre los cerros pelados. Desafortunadamente, cuando em¬
pezábamos nuestros trabajos en el Peralillo, todos los quilla¬
yes que había, estaban parasitados por una especie de Aleu-
rodes, que destruyó un 30% de los árboles. Recién ahora pa¬
rece haber aparecido un organismo controlador, una avispa,
pues hemos notado que el Aleurodes está disminuyendo consi¬
derablemente. La Quillaya saponaria es un árbol preferido
por las abejas.
ROBINIA PSEUDOACACIA.— Soporta bastante sequía,
pero no una tan extrema como la de los cerros descritos baja
B 1. En partes pantanosas muere. Sus flores producen mucho
néctar que da una miel excelente. La madera es de fibra lar¬
ga, dura y muy flexible, de manera que se le prefiere en la
fabricación de ruedas de carretas.
SALIX.— Tenemos en el Peralillo Salix babylonica, Sa-
lix caprea, Salix humboldtiana. Fuera de la Salix caprea que
es una fuente temprana de polen para las abejas, multipli¬
camos especialmente Salix humboldtiana, variedad fastigata
por su crecimiento rápido y derecho.
Todos los sauces son atacados por un piojo grande de
corteza. El daño sin embargo es insignificante, en cambio
trae cierto beneficio para las abejas que aprovechan el líqui¬
do dulce que dejan dichos piojos. Algo parecido ocurre en la
Selva Negra en Alemania con los piojos (Lachnidae) que
atacan la Picea.
SEQUOIA SEMPERVIRENS.— Se puede multiplicar
relativamente fácil por medio de estacas y crece bien cerca
de los canales, donde sus raíces pueden aprovechar la hume¬
dad de la filtración. El futuro de esta especie y de la pariente
Metasequoia glytostroboides está en el sur de Chile, donde
las lluvias veraniegas la favorecen mucho.
SCHINUS MOLLE.— Crece en suelos del tipo B 1. y en
el Peralillo se plantan cada año varios miles de esta especie.
FORESTACION EN EL PERALILLO
21]
Riegel, G.
SCHINUS LATIFOLIA.— Crece algo más lento que la
Quillaya, pero plantamos todos los años en gran cantidad,
entremezclándolos con otras especies, para así evitar las mo¬
noculturas.
He enumerado en este resumen solamente las especies
que a través de nuestras observaciones podemos juzgar en
cuando a su utilidad.
En nuestro arboretum se encuentran otras especies exó¬
ticas en estudio. Todos los árboles se crían en bolsas de plás¬
tico de una capacidad de por lo menos 1 litro. Al plantarlos
se destruye la bolsa cuidando de dejar entera la champa.
Encinas, Palmeras, Araucarias y Sequoias se crían en bol¬
sas de una capacidad mayor, o sea de por lo menos 5 litros.
Puedo decir, que en los últimos años se plantaron anual¬
mente más o menos 60.000 árboles forestales en el fundo
Peralillo.
M o manó M., J.
TECNICA ARQUEOLOGICA
21Ji
NOTA SOBRE TECNICA ARQUEOLOGICA
JULIO C. MONTANE M.
Deseamos referirnos en esta oportunidad a algunos pro¬
blemas de la técnica arqueológica según las experiencias
acumuladas en nuestras indagaciones. En dos trabajos ante^
riores hemos dado buen ejemplo de la aplicación de las téc¬
nicas arqueológicas como factor importante para datar fenó¬
menos naturales en base a deducciones que tienen una impli¬
cancia cultural. En el primer caso determinamos la edad
relativa de una terraza litoral y los cambios en el nivel del
mar en los últimos 6.000 años. En un segundo trabajo se data
una terraza fluvial joven del curso inferior del río Elqui
igualmente por métodos arqueológicos (Montané 1964 y 1968).
En las excavaciones que efectuamos hace pocos años en
Punta de Piedra, en el río Elqui, tuvimos oportunidad de
emplear diferentes métodos para la investigación de un im¬
portante sitio arqueológico de la Cultura Diaguita Chilena
en la calidad de investigador, en aquel entonces, del Museo
Arqueológico de La Serena. A un aspecto de estas excava¬
ciones, deseamos referirnos a continuación.
Uno de los problemas que se nos presentó, consistía en
determinar la ubicación de las sepulturas de los cementerios
que allí se encuentran. El método más extendido por los afi¬
cionados de la zona, y que también empleó un arqueólogo,
para ubicar sepulturas consiste en el empleo de una sonda,
constituida por una barra metálica aguzada en su extremo
distal y con un mango en forma de T en el extremo proximal
que sirve para efectuar una presión a fin de introducir en
la tierra la sonda. El resultado que se obtiene con el empleo
de este instrumento es positivo, principalmente para ubicar
sepulturas de los últimos períodos de la Cultura Diaguita
Chilena cuyas sepulturas se encuentran formadas, las más
de las veces, por cistas de lajas que están ubicadas a poca
prUundidad. He aquí que los saqueadores posean principal¬
mente cerámicas de este período. Lo que quiere decir que con
ej empleo de la sonda se corre el serio risgo de obtener una
muestra de tipo selectiva de un sitio en el que se pueden
214 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N* 1, 1968
encontrar sepulturas de diferentes fases culturales. De aquí
que se encuentren tantas piezas de la denominada fase clá¬
sica de la Cultura Diaguita Chilena. Claro está que al res¬
pecto también actúan otros factores, tales como el mayor
patrón de poblamiento en la fase tardía.
Para ubicar las sepulturas en un terreno que había sido
sometido a intensas labores agrícolas, y que por lo tanto
estaba muy roturado y que además, según certos informes de
comienzos de siglo, se había emparejado, se podría intentar
algunos de los siguientes caminos entre otros. Excavar, por
ejemplo, en aquellas áreas de mayor frecuencia superficial
de cerámica, o bien, trazar largos cortes contextúales (térmi¬
no introducido en Chile por Jorge Silva O.), es decir, trin¬
cheras, de partida era conveniente evitar el empleo de la son¬
da por las razones ya expuestas. El primer método no dio
buenos resultados en consideración a que gran parte de los
fragmentos de cerámica provenían de sitios ocupacionales muy
superficiales y sólo una pequeña parte de sepultura destruida
por el arado. Por otra parte, el empleo del arado y la rastra
pasada para las labores de emparejamiento han alterado en
mucho la posición primitiva de los fragmentos de cerámica.
La trinchera trazada longitudinalmente, por mucha extensión
que tuviera, daba pocos resultados debido a que abarca una
franja muy pequeña de terreno, y porque en gran parte era
producto del azar el hallazgo de alguna que otra sepultura.
Estos hallazgos no se deben tanto al método empleado sino
deben explicarse más bien en razón de la densidad del ce¬
menterio investigado.
En la segunda década de este siglo se había encontrado
gran abundancia de sepulturas al efectuar el rasgo para el
trazado del acueducto del agua potable para la ciudad de La
Serena. Esta zanja tenía en su parte superior un ancho de 7
m. razón por la que se ubicaron muchas sepulturas que casi
en su totalidad fueron destruidas. He aquí nuestra idea de
efectuar un corte de gran ancho sin que se efectuara destruc¬
ción de los sitios arqueológicos y que a la vez no fuera one¬
roso en esfuerzo, tiempo y dinero. La solución empleada fue
la que exponemos a continuación.
Se trazaron trincheras de 10 m. de largo de la que con¬
tinuaba otra igual orientada en un ángulo de 60 9 respecto a
la anterior. Su ancho era de 0,60 m., es decir, el suficiente
Montano M., J.
TECNICA ARQUEOLOGICA
215
para que un operario pueda excavar con suficiente comodidad.
Con este sistema, se obtenían varios importantes resultados
que es preciso destacar y que hacen recomendable este siste¬
ma, en situaciones similares.
La trinchera proporciona 21,4 m. de pared, vale decir,
perfiles estratigráficos, con una remoción de tierra de sólo
6 m. cúbicos, si la excavación no tiene más de un metro de
profundidad. En general un metro de profundidad fue más
que suficiente para determinar si existían sepulturas en el
corte mismo que quedaban al descubierto u ocultas a mayor
profundidad o en las cercanías de las márgenes de las pare¬
des de la trinchera.
Por otra parte, este método de trazado de las trincheras
en ángulo, permitía a grandes rasgos examinar una superfi¬
cie mucho mayor que correspondía al resultado que se habría
obtenido efectuando una excavación de 8,5 m. de ancho.
En efecto, tres cortes contextúales forman un triángulo equi¬
látero de 10 m. por lado, y por lo tanto siendo entonces su
altura un poco más de 8,5 m. tendremos un trazado semejante
a si hubiéramos efectuado una trinchera de 8,5 m. de ancho.
Desde un punto de vista práctico, el trazado de estas
trincheras es muy fácil lo que también es una buena ventaja.
Dados puntos (estacas) que se encuentran a diez metros de
distancia con una huincha de merir de más de 30 m. (se em-
(plean las de 50 m.) se fija en una estaca el punto 0 de la
huincha, se hace pasar por la otra estaca y se coloca el punto
30 m. en la primera estaca junto al punto 0. Se estira con
una tercera estaca colocada en el punto 20 m. la huincha y
se obtiene el punto donde debe clavarse la tercera estaca. A
partir, de la tercera estaca con cualquiera de las otras dos
se obtiene una cuarta estaca y así sucesivamente. En un muy
corto tiempo puede estacarse una gran extensión de terreno
y elegir el arqueólogo cuáles trincheras deben ser excavadas
según lo que su experiencia y datos previos acumulados en
el terreno mismo determinen.
En la práctica, la experiencia señaló que sólo bastaba
trazar las trincheras en una línea continua quebrada en án¬
gulos de 60 ? . Para obtener resultados más rápidos abarcando
una mayor extensión de terreno se recomienda excavar una
trinchera por medio obteniéndose asi una serie de trincheras
paralelas. Si las necesidades lo requieren se unirán después
216 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N" 1, 19G3
estas trincheras con otras intermedias. Si se excavan varias
trincheras simultáneamente es recomendable que no estén
ellas a mucha distancia para su fácil control.
La trinchera nos permitirá determinar en sus paredes
básicamente, ya que el piso raramente se presta a buena ob¬
servación en razón de que cuesta mantenerlo limpio, las alte¬
raciones del terreno efectuadas por el hombre. En el caso de
cementerios estas alteraciones son producidas principalmente
por los bolsones de enterramiento que se distinguen por la
alteración de la estratigrafía natural del terreno.
Será importante efectuar un estudio previo que permita
una justa decisión de la forma en que se prospectara un sitio.
La forma de proceder es en cada caso en últimas instancias
única. Si bien hay normas generales de todos conocidas no
hay duda que en el terreno el arqueólogo debe determinar la
forma de proceder e irla cambiando según lo exijan las cir¬
cunstancias ya que de antemano raramente se conoce con lo
que nos encontraremos en una excavación. En todo caso lo
importante es resolver en la acción misma los problemas que
la excavación nos va presentando. Lo que aquí hemos expues¬
tos en una experiencia que bien a alguien en alguna ocasión
le pudiera ser útil.
BIBLIOGRAFIA
JULIO C. MONTANE M. 1964 Fechamiento tentativo de las ocupa¬
ciones humanas en dos terrazas a lo largo del litoral
chileno. En: Arqueología de Chile y áreas vecinas. III
Congreso de Arqueología Chilena, p. 109-124, Santiago.
— 1968 Datación de una terraza fluvial por métodos ar¬
queológicos. Rehue 1: 13-22, Concepción.
Silva O., J. y Bahamoniles B., D. R.
LA POTERA
217
LA POTERA
ANZUELO PARA CEFALOPODOS
JORGE E. SILVA OLIVARES
y
DAMASO R. BAHAMONDES BRICKLES
INTRODUCCION
El trabajo que aquí presentamos, es un resumen del
capítulo sobre anzuelos de “Caza, Pesca y Recolección Indí¬
gena en el Litoral de Chile”, el que preparan los autores de
este informe.
En nuestro trabajo “Investigaciones Arqueológicas en
Taltal ’presentado al IV Congreso de Arqueología de Chile,
realizado en Concepción, “no incluimos los análisis de las
barbas de potera, vástagos y penetradores de arpón, estudios
que inciden fundamentalmente en los resultados definitivos
de nuestras investigaciones y que debido a su enorme impor¬
tancia están siendo analizados” (12). Este resumen es parte
de este análisis.
La importancia del presente trabajo reside en que en él
señalamos las pautas necesarias para diferenciar las barbas
de este tipo de anzuelo, de los penetradores de arpón para
peces, con los cuales se les confunde permanentemente pro¬
vocando continuas discusiones e indeterminaciones que afec¬
tan al real desarrollo cultural de los diversos complejos de
pescadores que nos ocupan.
Las barbas a que nos referimos, no sólo han sido con¬
fundidas con los penetradores de arpón para peces, sino tam¬
bién con leznas, punzones, buriles, etc., o simplemente des¬
critas como “implementos de hueso o de cobre”.
El anzuelo para cefalópodos aparece tratado en la lite¬
ratura pertinente, con las siguientes denominaciones:
A. —Instrumento para pesca con tres ganchos, para pes¬
car jureles y sardinas (8).
B. —Gancho de tres puntas para pescar jureles (8).
C. —Potera (4).
218 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N" 1, 10GZ
D. —Guadañeta (4).
E. —Chipirón (7).
F. —Jibión (7).
G. —Squid hook (5).
La presencia de este elemento cultural es muy amplia y
de ahí, la gran importancia de esclarecer el problema seña¬
lado. La hemos detectado en 'Oceanía (1), Europa (4), Asia
(2), Norte América (3) y en gran parte de nuestra costa
(5), (6), (7), (8), (11),
Si su dispersión espacial es amplia, no lo es menos su
presencia temporal, ya que se manifiesta desde el precerámico
(5), (6), hasta el presente (11).
ANTECEDENTES
JUNIUS BIRD: “Exeavations in Northern Chile” (5).
Capítulo Exeavations at Quiani ,págs. 241 y 243
“ Fish Haiyoon Points”. Fish harpoon points (Fig. 18g)
“ are a type ccmmon in the collections from the coast
“ of northern Chile. Made from guanaco or vicuña leg
“ bones, those found at this site range in length from
“ ten to perhaps eighteen centimeters in length. All are
“ slender and have sharp tips and slightly tapered
“ rounded butts. When completely preserved two short
“ barbs of thorns are lashed to the tip with fine cord.
“ Usually there is a slightly flattened platform prepar-
“ ed for the thorns to rest on. A short distance from
“ the rear end tbey are bound with several turns of
“ cord, which serves both to secure the harpoon line
“ and to prevent the point from wedging too tightly into
“ the socket at the forward end of the shaft.
“ Somewhat similar to the preceding is a grament
“ of a bone with a slight barb carved on one side (Fig.
“ 18i). Its use is uncertain”.
“ Squid Hook Barb . In the collection gathered by Uhle
“ from Arica and Pisagua cemeteries are several exam-
ples of hooks suitable for jigging squid, at least, that
“ is the explanation offered by local fishermen who
“ today use unbaited, weighted hooks for that purpose.
The squid, called jibia, are about 85 centimeters long
” and are not caught for food, but as bait for congrio
Silva O., J. y Bahamondes B,, D. R,
LA POTERA
219
and other fish. The oíd hooks are generally made with
a wooden central shaft twenty or more centimeters
long, to one end of which the hand line is tied. At the
other end are lashed three or four slender, sharply
pointed, straight bone barbs ,five to fifteen centime¬
ters long, set equidistant at an angle of about twenty-
** ^ ve degrees with the central shaft. To the same end
a stone weight, like a poorly finished line sinker, is
lashed. A single example in the Uhle Collection has
four copper barbs with a wooden shaft, while one from
Arica in this Museum is entirely of copper with three
“ barbs secured by lashing.
At Quiani the presence of the squid hook or jigger
“ is indicated by two of the bone barbs. One of gua-
“ naco (?) bone, eleven centimeters long by the five
“ millimeters in diameter, found in Layer II-B, tapers
“ to a sharp point at both ends (Fig. 18h), What was
“ undoubtedly the lower end has two slight bevels near
“ the tip where it was seated against the shaft. The
“ second example, seven centimeters long, was found
“ in the test trench, but without accurate position data.
“ These objects resemble somewhat the smallest exam-
“ pies of the bone fish harpoon points, but should not
“ be confused with them.
Capítulo: Excavations at Punta Pichalo, Pisagua. Págs.
262 y 263.
“ Squid Hooks, The objects referred to by this terrn
“ are described in the Arica section, page 243. A com-
“ píete example from a Pichalo grave differs from those
“ mentí oned in that the three barbs are of thorn instead
“ of bone or copper. A blunt-ended cigar-shaped stone
“ weight is firmly bound, end to end, to the central
“ shaft.
“ From the midden the most easily identified parís
“ <>f the squid hooks are the shafts. All are of wood
« with three slots for the barbs near the lower ends
“ (Figs. 29j, 330) and originally may have been ten or
“ twelve centimeters long.
“ The barbs are less easily identified, as there is con-
“ siderable variation among them. Generally those of
“ bone range in length from five to seven centimeters,
o
ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N" 1, 19GÍ>
“ are round in section, and sometimes have a slightly
“ flattened bevel on the lower end (Fig’s. 29 i, 33 n).
“ Those made of thorn have this last feature, but are
“ naturally thinner (Fig. 29 h). Due to the dlfficulty of
“ positively identifying the thorn barbs an accurate count
“ was impossible, so they are not included in Table 5.
“ Fish Harpoons. Bone fish harpoon points similar to
“ those found at Arica, after the disappearance of the
“ shell fishhooks, also occur here. The two questionable
Éí fragments listed for the bottom, or shell fishhook
“ división, were from the top of Level J. Like the Arica
“ specimens they are of guanaco bone, oval in section,
“ whith a flattened place at the side of the tip where
“ torn barbs were fastened. Nearly all found are frag-
“ mentary. Unbroken examples generally range between
“ twelve and sixteen centimeters in length. Some exam-
“ pies from Layers A and F vary in that the entire tip
“ is beveled off to receive the barbs (Figs. 27g, 29a,
“ 331).
Capítulo: Excavations at Taltal. Pág. 299.
“ Fish Harpoons The objects labeled as fish harpoons
“ in Layers D and E of Midden II are fragments resem-
“ bling fish harpoons seen to the north. None have the
“ flattened place for seating the barbs, however. The
“ fish harpoon from Layer Al in the same midden has
“ this flattened tip, but differs in that the bone is round
“ in section back of it.
“ Test pits in the shallow, sherd-bearing portions of
“ Midden I showed thése small rounded-in-section fish
“ harpoons to be a late feature associated with pottery
“ (Fig. 430). There are many examples of these in the
“ Taltal Collections in the Santiago museums. It is clear
that this is a distinct variation from those seen at
“ Pichalo ,Arica, and the fragmentary examples in La-
“ yers D and E of Midden at Taltal (Fig. 44s). Lengths
“ vary from six to fourteen centimeters, with small ones
“ abundant.
Capítulo: Playa Miller Casino (La Lisera). Págs. 212.
Over the right shoulder lay a miniature bow; six
“ arrows, with thorh tips and two feathers on each; a
spindle with a rectangular wooden whorl; a harpoon
Silva O., J. y Bahamondes B., D. R.
LA POTERA
221
forepiece with a stone point; a miniature fish harpoon
with a copper point and line attached; and what is
apparently a miniature seal harpoon shaft with a small
“ socket at the forward end.
Capítulo: Playa de Los Gringos Cemetery. Pág. 227.
“ Fish Har'poon Shaft. This fish harpoon shaft (Fig.
“ 15e) differs in some details from the sealing harpoon
11 handles. The maximun diameter, two centimeters, is
near its middle: the rear end is uniformly tapered and
“ lacks the short, wider part at the tip. Is is also without
any lashing in the rear portion. The forward end,
“ which has a fine cord whipping, has a small conical
“ socket retaining what appears to be the butt end of
“ a small wooden forepiece.
UHLE MAX: “Expedición a la Costa Norte de Chile” (8).
“ Instrumento para pesca con tres ganchos, para pes-
“ car jureles y sardinas provenientes de Hospital, situa-
“ do en el límite de la ciudad de Pisagua, al lado oeste
“ del Hospital nuevo, al frente del cañón, cultura ataca-
“ meña”. Pieza N 9 2.852 del MHN de Chile.
“ Gancho de tres puntos para pescar jureles, cueva
“ grande cerca de Punta Pichalo, cultura Tiawanacu y
“ atacameña 800 a 1.300 DC”. Pieza N 9 2.815 del MHN
“ de Chile.
“ Arica, anzuelo”. Pieza N 9 6.951 colocada en un car-
“ tón que lleva el N 9 10.116. Los elementos que la acom-
“ pañan son un remo de doble pala de balsa de tres
“ palos, un penetrador de arpón de madera con punta
“ lítica, todos teñidos de rojo en bandas.
SAÑEZ ANTONIO: Diccionario Histórico de las Artes de
la Pesca Nacional. Págs. 345/8 (4).
“ Potera. Instrumento de pescar, que fabrican los mis-
“ m os pescadores. Se conoce también con el nombre de
« Guadañeta en varios parajes. Según su tamaño sirve
“ para la pesca de Calamares, o para coger Jibias de
“ grande magnitud, que comúnmente se llaman Potas,
“ de donde por el efecto, sin duda, provino la voz Potera.
“ Estas grandes Jibias son del peso de una y más arro-
“ has. Se cogen a larga distancia de la costa, y se emplean
" en cebo para las pescas al Cordel, pues sobre la abun-
222 ANALES DEL MIJSEO DE HISTORIA NATURAL N* 1, 1968
* dancia, que para los anzuelos presta el tamaño de seme-
* jantes peces, tiene la de ser fresco o reciente que el
‘ Mero, Merluza, Congrio, y otros sumamente voraces,
4 apetecen con preferencia.
“ Para formar semejante arte conforme el volumen
‘ que exige en las pesqueras indicadas, los pescadores
4 cogen un pedazo de plomo, y con martillo, o vaciado
' en molde lo disponen al modo que denotan A. B. de la
* fig. 1, Lám. LXXXV que en cierta manera imita como
* una mano de almirez; pero debe tener el extremo su-
* perior plano y taladrado c. para que por el agujero
4 pueda pasar y anudarse el cordel, que ha de servir pa-
‘ ra calar al fondo, a cuyo efecto consta de cierto nú-
4 mero de brazas.
“ En la base o parte inferior D. E. llenan de agujeros
■ todo el circuito, colocando en cada uno un alfiler de los
4 comunes, al que primero se le quita la cabeza para in-
‘ troducirle por aquella parte, hasta que quede con fir-
* meza, a cuyo efecto aprietan alrededor el plomo, y asi
4 la mayor porción del cuerpo del alfiler, y su punta
1 oblíquamente quedan hacia afuera. Hecho esto lo en-
4 corvan hacia arriba, de manera que toda la base D. E.
4 queda rodeada de esta especie de ganchos, según de-
‘ muestran F. G. de la fig. 2.
44 Otros forman este instrumento aprovechando los
4 anzuelos sin agalla, o bien se la quitan de propósito, y
* rodeándolos a un pedazo cilindrico de plomo los afian-
* zan con algunas vueltas de alambre, y queda como un
4 pequeño resón con diez o doce uñas según quieren.
“Cuando los pescadores intentan emprender su pesca
* untan la Potera de sebo mezclado con albayalde desde'
‘ H. hasta I. fig. 2, para que blanquee mucho todo el
* mango; y situado el barco en el paraje que ya saben
‘ es más adecuado por su fondo de fango y arena, calan
‘ por medio del cordel K que consta de muchas brazas,
‘ a tocar en el suelo: sucesivamente como ya han tantea-
* do o, por mejor decir, medido la profundidad, recogen
4 el cordel como media vara poco más o menos, según
les parece, y desde dicho punto que conservan asegu-
4 rado con la mano izquierda, están con la derecha en
“ continua acción con alguna celeridad, alzando y bajan-
Silva O., J. y Bahamondes B., D. R. LA POTERA
m.
do, de manera que apenas la Potera toque en el suel<>.
u del mar, y sucesivamente se eleve no más qup la me¬
dia o una vara que se fijó para el efecto.
Los Calamares luego que reparan (como sucede a
todo pez), aunque estén a larga distancia, el vislum¬
bre que por la continua acción del brazo del pescador
“ causa precisamente la blancura del sebo en la inmedia-
“ ción del fondo del mar, confundida con cierta porción
“ de agua que agita el mismo volumen de la Potera, se
“ figuran a su modo es presa o pasto que puede conve-
“ nirles, y parten a ella ciegos de su apetito, por lo que
“ inducen los efectos; pues al abalanzarse a lo que cre-
" yeron pez, o cosa propia para su alimento, sucede que
“ por precisión queden enganchados o enredados, ya sea
“ por el cuerpo, que es lo frecuente o por algunas de sus
“ muchas piernas.
“ En cierto modo puede esta pesquera llamarse una
“ especie de Cacea de fondo, a imitación de la de sobre-
“ aguas con cordel en la Costa, mediante la caña y pluma.
“ Asimismo se llama Potera cierto instrumento hecho
“ de palo de carrasca liso y redondo como L. fig. 3: de
“ palmo y medio de M. hasta N. discurrido con el objeto
“ de recuperar los Palangres, artes de Bou, Trasmallos,
“ o Corvineras, que se suelen extraviar de resultas de un
“ temporal, y otros varios acaecimientos.
“ Para formar esta Potera, se colocan en el palo L.
“ doce anzuelos de los más gruesos en distancia propor-
“ cionada como a. b. c. afianzados con varias vueltas de
“ hilo de cáñamo delgado bien alquitranado para que no
** se pudra, quedando del mismo hilo formada expresa-
“ mente al extremo la asilla P. en la que se ata una pie-
“ dra de peso de dos libras.
“ El interesado en el recobro del arte perdido, acude
“ con su barco tripulado de la gente que necesita, y don-
“ de poco más o menos le parece puede hallarse, arroja
“ dicho instrumento mediante el cordel Q. y como los an-
« zuelos se hallan dispuestos con orden encontrado, va
« barriendo por el fondo cuanto encuentra y las más de
" las veces le recupera”.
224 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N* 1, 196&
AMENGUAL RECAREDO: Cartilla de Pesca (7). Págs.
373/75.
“ La figura 7, es un aparejo destinado a la pesca del
“ calamar, éste denominado también chipirón, jibión.
“ Se compone de un plomo redondo, más grueso en la
“ parte superior, rodeado de alfileres en su base con las
“ puntas vueltas hacia arriba. En la gasa que sale en el
“ extremo superior se amarra la piola que maneja el
“ aparato desde la embarcación. El plomo se forra a in-
“ tervalos con hilo blanco o de colores (fig. 7a).
“ El bote (fig. 7b) va al lugar de pesca y se fondea.
“Luego, sea uno o varios los que pescan, largan al agua
“ los aparejos, uno en cada mano, de día o de noche; pre-
“ cisa a continuación un movimiento de ascenso y des-
“ censo repetidos, lo cual atrae al calamar y queda en-
“ ganchado en los alfileres.
“ Suele rascarse el plomo, con frecuencia, para que
“ brille más, llamando así mejor la atención del calamar.
** Con este aparejo, a veces se captura también la jibia.
“ El aparejo se deja ir a fondo y en seguida se da
** avante para que la ceba vaya arrastrando, se suspende
" de cuando en cuando para pulsar si hay agarrada al-
“ guna jibia, y en este caso ya cerca de la superficie, se
“ introduce la red de mano en el agua y se echa dentro
“ el animal, el cual va a parar al depósito o vivero de
“ que está provista cada embarcación. De esta manera
“ las jibias o pulpos se conservan hasta tres meses vivos
“ y se van vendiendo para carnada a los pescadores de
“ merluza.
“ La ceba que emplean a veces es una jibia hembra
“ viva, la cual enganchan por la parte posterior, agre-
“ gándole un peso de una libra. Formando así el aparejo,
“ se cala en los placeres arenosos, de modo que el plomo
“ quede suspendido una braza del fondo; en seguida, se
" pone la embarcación en movimiento y cada 5 ó 10 mi*
“ ñutos se suspende para observar si hay algún macho
“ adherido a la hembra, en cuyo caso se captura éste y
“ se arroja al vivero. Ocurre a veces que son 4 ó 5 los
“ machos que vienen siguiéndola; ésta puede soportar
“ hasta dos meses viva, y a causa del uso continuado y
Silva O., J. y Bahamondes B., D. R. LA POTERA
225
golpes que recibe contra las piedras del fondo muere.
Es posible que existan otros tipos de potera, con barbas
distintas a las señaladas anteriormente, ya que hemos encon¬
trado barbas que podrían atribuirse a uno nuevo (Tipo 5).
De los antecedentes ya expuestos, tenemos clara la fun¬
ción de la potera, su ubicación temporal y espacial, no así su
tipología la que pasamos a establecer:
Tipología de la potera Cuadro N? 1.
Tipo 1.— Potera de vástago de madera, tres barbas de hueso
y pesa de hierro nativo en el terminal del vástago,
con dos variantes:
Tipo 1-a El vástago presenta tres escotaduras de inserción
para las barbas.
Tipo 1-b El terminal del vástago no presenta escotadura de
inserción para las barbas, sino un embobinado de
fibra vegetal.
Tipo 2.— Potera de vástago de madera y tres barbas de es¬
pina de cactus, con pesa cigarro adherida a lo largo
del vástago.
Tipo 3.— Potera de vástago de madera y cuatro barbas de
cobre, sin pesa. El terminal del vástago presenta
un ensanchamiento (cabezal).
Tipo 4.— Potera de vástago y tres barbas de cobre sin pesa.
Tipo 5.— Presumiblemente por la presencia de un tipo espe¬
cial de barba de hueso.
Tipo 6.—Potera de plomo y barbas de alfileres o anzuelos
de acero.
Tipología de los penetradores de hueso de arpón para
peces. Cuadro 2.
Los penetradores de arpón para peces se dividen en dos
grandes grupos: compuestos y simples.
Los penetradores compuestos son aquellos en que las
barbas no forman parte del cuerpo y simples aquellos en que
barba y cuerpo forman una unidad.
1._ Penetradores compuestos .— Todos los penetradores
de hueso aquí estudiados llevan dos barbas de espina de cae-
226 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N’ 1, 196S
tus o una de hueso y han sido elaborados en hueso de auque-
nido (metapodio).
Tipo 1-a Sección oval, aproximadamente de 10 a 20 cms. de
largo, sin escotadura de inserción ni bisel en el
ápice.
Tipo 1-b Sección circular, de más o menos seis cms. de largo
y sin escotadura de inserción ni bisel en el ápice.
Tipo 2-a y 2-b Similares a los tipos 1-a y 1-b, pero con esco¬
tadura de inserción en el ápice.
Tipo 3-a y 3-b Similares a los tipos 1-a y 1-b, pero con bisel
en el ápice.
2 .—Penetradores simples.
Tipo 4-a Sección circular, más o menos de tres milímetros
de diámetro y seis centímetros de largo, barba y
ápice muy aguzados y de terminal romo.
Tipo 4-b Multibarbado de varios tamaños.
También existen arpones para peces de penetrador y
barbas de cactus y de penetrador y barbas de cobre, los que
no se incluyen en este trabajo, por no ser necesario para los
fines propuestos.
Establecidos los dos cuadros tipológicos hemos tratado
de ubicar temporal y espacialmente los elementos que nos
ocupan en un cuadro resumen (Cuadro N? 3).
Análisis del cuadro N 9 3.
1 .—La potera: aparece en el segundo precerámico y lle¬
ga hasta el período cerámico tardío. Es posible que este ele¬
mento pueda ser detectado en niveles más antiguos una vez
que se apliquen los análisis que aquí sugerimos.
Las poteras que aparecen en el período histórico Tipo
P-6, tienen indudablemente un filum hispano, como se deduce
fácilmente de la relación de Sáñez (4) y Amengual (7).
Nosotros (11) conocemos poteras similares actualmente
en uso en la Zona Central de Chile, que junto a las seña¬
ladas por Bird para Arica, deben corresponder a este filum.
El que las poteras de filum indígena aparezcan entre
Quiani (Arica) y Punta Pichalo (Pisagua) solamente, puede
indicarnos que esta dispersión espacial tan reducida se deba
a que los vástagos son elementos perecibles y las barbas no
han sido claramente individualizadas.
Silva O., J. y Balmmondes li., D. R.
LA LOTERA
227
-•—Penetradores de hueso de arpón para peces: apare¬
cen desde el primer período precerámico, hasta el período
cerámico tardío, sin embargo, ningún investigador ha dejado
claramente establecida su tipología, por lo que debemos hacer
una revisión general del problema.
Espacialmente los penetradores de arpón para peces van
desde Arica hasta la Zona Central de Chile (11); pero exis¬
ten varios hiatus, tanto espaciales como temporales que es
preciso llenar y que confirman la necesidad de aplicar los
métodos de análisis que aquí señalamos.
Del cuadro anterior (N* 3) se deduce que los datos son
exiguos e indefinidos, por lo que hemos confeccionado el
cuadro N 9 4.
Comparación entre las barbas de hueso de potera y los
penetradores de hueso, de arpón para peces. Cuadro N 9 4.
En este cuadro hemos utilizado como tipos comparativos,
tanto en el caso de las barbas de las poteras ,como en el de los
penetradores de arpón, los tipos que se confunden entre ellos
y que han provocado las indeterminaciones ya señaladas.
Para hacer el análisis de las barbas y penetradores, es
necesario:
1. —Preparar las muestras (barbas y penetradores) mediante
una limpieza cuidadosa con un cepillo suave, sin lavarlas.
2. —Observarlas con un microscopio binocular, tratando de
descubrir:
a) señales de amarra;
* b) pigmentación roja o verde;
c) escotaduras de inserción y bisel.
Una revisión general mediante estos análisis permitiría
determinar con seguridad la presencia de los elementos en
estudio y solucionar la problemática a que nos hemos estado
refiriendo.
COMENTARIO FINAL
POTERA
I_L a Potera debió ser y es usada desde algún tipo de em¬
barcación. Estas embarcaciones no han sido determina¬
das para el Precerámico 2, desde cuyo Período tenemos
referencia del uso de la Potera.
228 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N 9 1, 10(18
2. —La Potera es un anzuelo compuesto, multibarbado, desti¬
nado a la pesca de cefalópodos.
3. —La Potera no iba teñida de rojo o verde, porque necesita
ser claramente visible.
4. —Las Poteras, de uso en Chile, proceden de dos filum:
La indígena se detecta desde el Precerámico 2, hasta el
Período Cerámico Tardío.
La Hispana, que aparece en el Período Histórico.
5. —Las barbas de las Poteras pueden identificarse por:
a) La ubicación de las amarras.
b) Ausencia de pigmentación.
c) Ausencia de escotaduras y biseles en el ápice.
d) y por la posible presencia de plataforma de contacto
en el terminal.
ARPONES PARA PECES
1.—“ El arpón es una arma de caza eminentemente acuática;
“ pero que se usa en muchos casos para cazar en la costa
“ misma.
“ Su rasgo diagnóstico principal, para nominarlo como
“ tal es, su división en dos partes básicas: El Penetrador
“ y el Portador.
“ El Penetrador puede ser simple o compuesto. Está des-
“ tinado a penetrar en la presa, herirla y sujetarla.
“ El Portador puede ser simple o compuesto. Su función
“ es la de portar el Penetrador, dándole dirección y peso.
“ Al desprenderse de él, su acción es la de retardar la
“ velocidad, para cansar y desangrar la presa; flotando
“ finalmente para servir de boya señalizadora de ella.
“ Con respecto a la propulsión, existen tres formas bá-
“ sicas:
“ A.—Arpón de lanzamiento directo.
“ B.-—Arpón de lanzamiento con arco.
“ C.—Arpón de lanzamiento con estólica” (11).
Nosotros hemos constatado en la Zona Central de Chile,
el uso actual del arpón para peces, de acción directa; pero es
necesario determinar estos métodos de propulsión en los di¬
versos complejos de pescadores prehispanos.
Silva O., J. y Bahamondes R., I). R.
LA BOTERA
229
2.—Sólo en un penetrador (Tipo 2-a) hemos encontrado
la amarra de la línea del flotador; pero Latcham (26) dice:
“sus arpones tenían puntas de hueso o de piedra, como tam¬
bién sus flechas. Estas últimas se sujetaban a, pequeñas boyas
hechas de las vejigas o estómagos de los lobos marinos. A ve¬
ces la cabeza de la flecha se desprendía; pero a menudo era
fija al asta”.
Que nosotros sepamos, no existen en Chile otras refe¬
rencias al respecto. Suponemos que Latcham las obtuvo de
visu propio ya que en esa época (1910) las supervivencias
deben haber sido abundantísimas.
En todo caso, hasta estos momentos, ningún arqueólogo
ha relacionado elemento alguno a los flotadores inflados de
los arpones.
Estos flotadores no son únicos en América, tanto los de
vejiga, como los de cuero de lobo, fueron utilizados para este
propósito en: “Alaska, Lío Yukon, Norton Sound, Cumber-
land Sound, West Greenland, Washington (27) entre los es¬
quimales y los Makah Indians de Washington.
“Los esquimales también, ocasionalmente, hacen uso de
los odres como flotadores de sus arpones y a veces poniéndo¬
los como batangas a los costados de las embarcaciones , para
que estas soporten mayores pesos” (28).
Aunque Latcham no da mayores antecedentes, los flota¬
dores antes mencionados llevan una boquilla de hueso para
inflarlos ( 27).
Nosotros pensamos que los flotadores señalados por Lat¬
cham, deben tener relación directa con las “balsas” de cueros
de lobos inflados usados como embarcaciones y que llevan
boquillas de hueso similares para ser infladas. Es posible que
la falta de materiales tradicionales para fabricar embarcacio¬
nes, haya llevado a la necesidad de sustituirlos por flotadores
inflados, cuya materia prima era y es abundante en la zona
y, cuyo sistema de flotación ya era empleado en los arpones.
Por lo tanto, es necesario distinguir entre las boquillas inser¬
tas y terminales de la balsa de cuero de lobos y la cíe los flo¬
tadores inflados de los arpones.
En las excavaciones que se efectúen en el futuro, no pode¬
mos dejar de tener presente estas boquillas que. sobre todo
en la Zima Central y Sur son uno de los pocos elementos no
perecióles y que nos permitirán, mediante su ubicación estra-
230 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N v 1, 1008
tigráfica, determinar la presencia de flotadores de anión y
balsas de cuero de lobos en contextos bien definidos. Al lograr
establecer, por ejemplo, la mayor antigüedad de los flotadores
inflados de los arpones, que las balsas de cueros de lobos, se
reforzaría nuestra hipótesis (11).
3 ,—Los penetradores de hueso de arpón para peces, pueden
identificarse por:
a) La ubicación de las amarras.
* b) Por señales de pigmentación verde o roja.
c) Por la presencia de escotaduras y biseles en el ápice.
d) Por la ausencia de plataforma de contacto en el ter¬
minal.
* En nuestro trabajo M. S. “La pigmentación roja y verde
como elemento cultural” tratamos los penetradores de arpón
teñidos, desde otro punto de vista. Esto es fundamental, por
cuanto los elementos aquí descritos pueden ir teñidos si pro¬
ceden de tumbas, puesto que este es un aspecto ceremonial y
no funcional.
BIBLIOGRAFIA
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Silva O., J. y Bahamondes R., D. R.
LA LOTERA
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la Costa y la Subcordillera Andina”, Univ. de Chile,
N g 31, Santiago, 1962.
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rena, Bol. 11, 1960.
(15) SCHIAPPACASSE Y. y NIEMEYER HANS: “Excavaciones de
un Conchal en el Pueblo de Guanaqueros’' (Prov. de
Coquimbo), Pub. III Congreso Intem. de Arqueología,
Viña del Mar, 1964.
(16) IRIBARREN, JORGE: “Arqueología de Guanaqueros”, Bol. N 9 8,
Museo de La Serena, 1956.
(17) NUÑEZ, LAUTARO: “Estudios Arqueológicos”, N v 1, U. de Chi¬
le, Antofagasta, 1965.
(18) SCHAEDEL, RICHARD: “Informe sobre la Expedición a la
Zona comprendida entre Arica y La Serena”, Centro
Est. Antr., U. de Ch., 1957.
(19) LATCHAM, RICARDO: “La Edad de Piedra en Taltal”, Bol.
MN. de HN., Santiago, 1939.
(20) CAPDEVILLE, AUGUSTO: “Borradores de Campo”, en poder
de su hijo Sr. Rafael Capdeville, inéditos, Taltal,
1922-23 - M. S.
(21) — “Cómo descubrí la Industria Paleolítica americana de los
sílices negros tallados, en la zona de la costa de Taltal”,
Rev. Chilena de Hist. Nat., Año XXXII, 1928.
(22) — “Notas acerca de la Arqueología de Taltal. Civilización
de las Gentes de los Vasos Pintados”, Bol. de la Acad.
Nac. de Hist., Vol. III, N^s 7 y 8, Quito, Ecuador, 1922.
(23) — “Notas acerca de la Arqueología de Taltal. Civilización
Dolménica”., Bol. de la Acad. Nac. de Hist., Vol. II,
N 7 5, Quito, Ecuador, 1921.
(24) OYARZUN, AURELIANO: “Estación Paleolítica de Taltal”,
Proceedings of the Second Panamerican Scientifican
Congress, Vol. I, Wash., 1917.
(25) UHLE, MAX: “Sobre la Estación Paleolítica de Taltal”, una car¬
ta y un informe. Pub. Museo de Etnol. y Antrop., Tomo
I, Stgo., 1916.
(26) LATCHAM, RTCARDO: “¿Quiénes eran Los Changos?”, Ana¬
les de U. de Ch., CXXVI, Stgo., 1910.
(27) MASON, OTIS T.: “Northamerican, Bows, arrows and quivers”,
Annual Report-Smithsonian Inst., Washington, 1894.
(28) IBARRA, GRASSO, I). EDGARD y JULIO: “Breve Historia de
la Navegación Primitiva”, Buenos Aires, Arg., 1955.
(29) IRIBARREN, JORGE: “Yacimientos de la Cultura del Anzuelo
de Concha en el Litoral de Coquimbo y Atacama”, Bol.
II, La Serena, 1960.
232 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N' J 1, 1968
(30) GUEVARA, TOMAS: "Chile Prehispano”, Santiago, 1929.
(31) MASON, OTIS T.: "Aboriginal American Harpoons: A study in
Tthnic distribution and invention”, National Museum
Report, N’’ 537 Ptñ 2, Washington, 1900.
(32) SILVA J. y BAHAMONDES D.: "La pigmentación roja y verde
como elemento Cultural” M. S.
(33) BARTSCH, PAUL: “Piratea of the Deep-Stories of the Squid
and Octous”, Annual Report, Smithsonian Inst., Wash.,
1917.
(34) CRAIG, ALAN K.: "Some observations on the manufacture and
utilization of fishhook among indians of North Ameri¬
ca”, The Florida Antropologist, Vol. XX-1-2, 1967.
Ovalle E., N.
MINIATURAS INDIGENAS
23Í)
MINIATURAS INDIGENAS DE CALDERA
Colección Loduig del Museo de Historia Natural de Valparaíso
NINA OVALLE ESCOBAR
Conservadora del Museo de Historia Natural
De vez en cuando, aparecen en diversas publicaciones,
descripciones de algunas miniaturas encontradas en yaci¬
mientos arqueológicos chilenos. Hasta este momento, desco¬
nocemos un trabajo que las trate en forma particular; por
lo que nos pareció necesario iniciar esta problemática con
la presente publicación.
En el Museo de Historia Natural de Valparaíso hay una
importante colección arqueológica de la zona de Caldera, in¬
gresada en 1921 y perteneciente, hasta entonces, a la Colec¬
ción Lodwig. En ella existen diez miniaturas líticas, las que
son objeto de este estudio.
DESCRIPCION DE LOS ELEMENTOS
En general todas las miniaturas a describir varían en
tamaño entre 8 y 33 mm. y fueron trabajadas primorosa¬
mente.
Estas pequeñas figuras, llaman la atención, tanto por
su carácter artístico, como por su fino método de ejecución.
Fuera de presentar diminutos cortes para conformar los
rasgos principales, existe en ellas un pulido casi perfecto,
delicadísimas incisiones decorativas en su superficie y unas
perforaciones que indican la posesión de instrumentos finí¬
simos de elaboración y una depurada técnica de fabricación
de objetos líticos.
Aunque la Colección Lodwig carece de mayores datos con
respecto a la ubicación precisa de los hallazgos, tanto se-
cuencial como temporal y a pesar de carecer de asociación con
otros elementos culturales en forma fehaciente, por provenir
todos ellos de Caldera y, por su técnica y tipología, podemos
llegar a ciertas conclusiones que creemos válidas.
240 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N v 1, 10 C-
Es indudable que los especímenes de que tratamos fue¬
ron ubicados en tumbas. Son objetos demasiados pequeños
para que los “huaqueros” que acostumbran vender estos obje¬
tos, los obtuvieran de otra manera.
La Colección a que pertenecen estos objetos es muy vasta
y, entre otros elementos posee numerosas torteras, espátulas,
cucharetas, etc., que guardan una posible asociación estilís¬
tica con ellos.
En trabajos sucesivos la autora irá describiendo los
diversos elementos de esta colección por la importancia que
ello pueda revestir para el conocimiento de los investigado¬
res dedicados a la materia.
Todas estas miniaturas han sido elaboradas en piedra
de fina textura y hermosos colores, cuya selección nos per¬
mite inferir el vasto conocimiento que poseían sobre los ma¬
teriales empleados.
Los dibujos que acompañan el presente trabajo, son lo
suficientemente claros como para permitirnos no entrar en
detalles innecesarios, y esquematizarlos, en cambio, en el
cuadro que va en la página siguiente.
Todas las miniaturas tratadas en este estudio, son bas¬
tante estilizadas, pero fácilmente se puede inferir que se
trata de representaciones antropomorfas, zoomorfas y orni-
tomorfas. De todas maneras trataremos de individualizarlas
al máximo:
Figuras N 9 s 1 y 5, parecen representar un quirquincho,
animal que es reproducido con profusión, sobre todo en Tiwa-
naku y en sitios de Argentina.
Figura N 9 6 , aparentemente es un loro.
Figura N 9 7, parece ser la representación de un perro.
Figura N 9 8, es un pájaro no identificable.
Figura N 9 9, indudable representaoción de un ídolo tiwa-
nacoide.
Figura N* 10, son dos cabezas humanas femeninas, en
posición encontrada, con pelo largo hasta los hombros, al' pa¬
recer trenzado.
Incluimos a continuación, algunos datos sobre miniatu¬
ras aparecidas en la bibliografía citada:
N”
Peso
Grs.
Material
Color
Perforación
| Representación
| Función
i
170
Cicroprasa
Verde-Gris-Trans.
Cilindrica
Zoomorfa
Pendiente
2
220
”
91
99
n
99 ,
3
í 170
I»
i>
II
II
99
4
320
99
» t
99
1
ti
99
5
350
99
h
99
ti
tt '
0
450
99
ti
99
Ornitomorfa
99 '
7
1.920
Jaspe
Rojo opaco
1
Zoomorfa
?
8
¡ 470
99
9#
i
Cilindrica
Ornitomorfa
Pendiente
980
Malaquita
Verde
Doble-unida
Cilindrica
Antropomorfa
ff
10
2.140
Onice
Blanco-lechoso
Translúcido
Cilindrica
99
Tortera
o
<
£L
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2
s
H-4
z
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>
G
P
2
O
I—(
o
M
2
>
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242 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N" 1, 1968
(1) Comely ilustra en la página 156, varias miniaturas.
La figura 37-b “tortera de piedra. La misma forma se
encuentra de metal y. de hueso”. Esta pieza es similar a la
N 9 10 descrita aquí. La figura 37-h “pendiente de malaquita .
Esta pieza es similar a la N 9 7 descrita en nuestro trabajo.
Estas miniaturas están asociadas con “espátulas y cu¬
charas” de hueso decoradas con figuras zoomorfas encontra¬
das, con figuras antropomorfas, brazaletes de plata, etc. To¬
das ellas presentan un indudable estilo tiwanacoide, Cornely
no aclara a qué período de la cultura diaguita pertenecen
estos elementos.
(6) Gajardo Tobar describe varias miniaturas de las colec¬
ciones de Dn. Miguel Vicencio y de Dn. Javier Yrarrá-
zabal, la primera de la hacienda San Agustín en Chalinga
y la segunda de la hacienda Illapel.
Figura 7, arriba, centro. Idolo de piedra N 9 1. “Pequeña
miniatura de piedra blanca amarillenta y un tanto opalescen¬
te que representa una figura humana en la cual están perfec¬
tamente diseñadas sus partes. La figura no tiene más de
27 mm.”
“Otras miniaturas diaguitas”. Son extraordinariamente
interesantes y dignas de admiración las miniaturas encon¬
tradas en sitios donde se ha hallado cerámica diaguita y otros
implementos de su cultura. Especialmente notables son, entre
ellas, las reproducciones de animales. En la colección Yrarrá-
zabal se destaca una hermosa figura de guanaco, en piedra
café rojiza, pórfido finamente tallado, de no más de 20x30
mm. Llaman la atención también un minúsculo polluelo de
alguna ave local, de 14x7 mm. en pórfido de color ámbar ana¬
ranjado con dos perforaciones cilindricas en sentido contra¬
rio (una a lo largo del cuerpo y otra atravesada), de manera
de poder llevarlo como adorno; un pequeño perro de piedra
café negruzca, al parecer basalto; una oruga de piedra rojiza,
representando el gusano del maíz, de 40x12 mm., en la que
con insiciones se ha dibujado el cuerpo segmentado de la
oruga, cuya cabeza es notable por su forma precisa”.
Se han encontrado, además, muchas pequeñas figuras
con asas o con perforaciones en un extremo de ellas, para
llevarlas colgando seguramente como adornos de collar, todas
líticas, en piedras más o menos blandas y otras duras. Espe-
Ovalle E., N.
MINIATURAS INDIGENAS
243
1 largo 9 mm., ancho 5 rara., espesor 3 non.— N 0 2, largo 7 1/2 mm. }
ancho 5 mm., espesor 4 mm.— N' 3, largo 8 1/2 mm., ancho 5 mm.,
espesor 4 mm.— N* 4, largo 11 1/2 mm., ancho 5 mm., espesor 4 mm.
N 5 5, largo 10 mm., ancho 7 mm., espesor 4 mm.
244 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N* 1, 1968
cialmente curiosos son unos cilindros de basalto, muy puli¬
mentados que llevan un asa en el costado”.
(f7) Del Museo Arqueológico Regional Inca Huasi. La Rioja.
R. A. Alanis ilustra varias miniaturas, ornitomorfas,
zoomorfas y antropomorfas en págs. 15, 16 y 17. “Fetiches
ahimales. Entre las esculturas poco comunes, están los feti¬
ches animales, representando alpacas, guanacos y quirquin¬
chos o peludos, como generalmente los llama la gente del
litoral”.
! “A estas figuras zoomorfas, las conservan en la actua¬
lidad las gentes de los pueblos del oeste de la Prov. de Cata-
niarca, como fetiches multiplicadores de la hacienda; reco¬
gimos datos de muchas personas, de las tantas que se dedican
a, la cría de cabras, asegurándonos que ellos, cuando encuen¬
tran estos fetiches indios no se desprenden por ningún di¬
nero de ellos, mostrándonos varios que los tenían bien guar¬
dados en uña petaca, adornados con hilos de varios colores
y algunas monedas de plata”.
“Esta gente les rinde ciertas ceremonias religiosas para
que, según ellos, durante el año, se les multipliquen los reba¬
ños de cabras”.
“No hay duda alguna que estos son restos de supersti¬
ciones indígenas que han quedado arraigadas entre la gente
de campo”.
“Fetiches o amuletos. Los fetiches consisten en pequeñas
representaciones de figuras de forma humana, esculpidas en
piedra, que algunos arqueólogos denominan fetiches o amu¬
letos de amor. Estas figuras y los huacanquis que general¬
mente son unas piedras miniaturas de forma ovoide con ori¬
ficio de suspensión tenían el mismo destino. Las representa¬
ciones humanas son muy frecuentes tanto en la piedra como
en barro; algunas se presentan con cuerpo humano y cabeza
ornitomorfa, como la figura 1480”.
“En la figura 880, tenemos el fetiches más pequeño de
la colección, mide 2 cms. de alto, está modelado en piedra sapo
color verde. Procedencia Huaco, La Rioja”.
“Es extraordinaria por su perfección artística la figura
503. Aparte de los ojos oblicuos, de los brazos y manos, el
modelista reserva su atención de manera preferente para el
peinado tan complicado como difícil. Procedencia Tuyubil La
Rioja”. ’
Ovalle E., N.
MINIATURAS INDIGENAS
245
N* 6, largo IX mm, ancho 7 mm., espesor 5 mm.— N 9 7, largo 34
mm., ancho 13 1/2 mm., espesor 4 mm.— N 9 8, largo 18 mm., ancho
5 mm., espesor 4 mm.— N 9 9, alto 18 mm., ancho 7 mm., espesor 6
mm.— N 9 10, largo 22 mm., ancho 11 mm., espesor 11 mm.
246 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N" 1, 1968
i “El fetiche figura 500 aparece con la deformación erecta
(jel cráneo, los ojos oblicuos demasiado exagerados, las ma¬
nos apoyadas en el pecho. Mide 8 cms. de alto. Procedencia
Aymogasta, La Rio ja”.
(8) Krapovickas escavó en 1955 en el Pucara de Tilcara.
¡ ‘'El lugar investigado fue un conjunto de tres habitacio¬
nes intercomunicadas, que constituían un taller en el que se
desarrolló una notable industria. Se trata de la elaboración,
con cuidada técnica de pequeñas piezas de mármol, alabastro,
ámbar y otros materiales pétreos y, según el inventario que
qimos, aparecieron llamitas, pendientes y cuentas de collar,
cucharillas, recipientes, etc. Fue recuperado en esa campaña
todo el instrumental empleado en la fabricación y pudimos
reconstruir todo su proceso. Se estableció la situación cro¬
nológica del hallazgo y su filiación cultural al aparecer, en
asociación directa con los restantes materiales, fragmentos
de cerámica incaica y al determinarse que algunos de esos
adornos, como las llamitas y varios tipos de pendientes, son
de neta tradición peruana”.
CONCLUSIONES
De todo lo anterior podemos deducir que las miniaturas
Rescritas parecen tener una antigüedad relacionada con el
contacto Tiwanaku y que vuelven a aparecer en el horizonte
incaico.
Esta continuidad puede haberse producido en la zona
incaica propiamente dicha durante la influencia Tiwanaku
o como supervivencia en Chile. Este punto deberá dilucidarse
en el futuro.
En todo caso parece evidente su presencia en las llama¬
das culturas diaguitas chilenas y argentinas.
Es necesario también establecer su área de dispersión
que hasta ahora aparece muy reducida lo que no puede ser
efectivo.
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(8) KRAPOVICKAS, PEDRO: “Algunos materiales de Tileara, per¬
tenecientes a la colección Schuel del Museo de La Pla¬
ta”, Rev. del Ins. de Antrop. Tomo I, Rosario, R. A.,
1959.
(9) MARCELINO A., BERBERIAN E. y PEREZ J.: “El yacimiento
arqueológico de los Molinos”, Instituto de Antropología,
Córdoba, R. A., 1967.
(10) SERRANO, ANTONIO: “Introducción al Arte Indígena del Nor-
oeste Argentino”, Cuaderno 1, Univ. Nac. Tucumán,
Salta, R. A., 1961.
(11) CASANOVA, EDUARDO: “El yacimiento arqueológico de An¬
gosto Chico”, Rev. de la Soc. de Arq. y Antrop. 111,
Buenos Aires, R. A., 1942.
(12) GONZALEZ A., REX: “Arqueología del yacimiento indígena de
Villa Rumipal”, Universidad de Córdoba, R. A., 1943.
(13) — “La Cultura de la Aguada en el Noroeste Argentino”,
Rev. del Inst. de Antropo. Tomo II y III, Univ. Nac. de
Córdoba, R. A., 1961-64.
,’l ■
Sauguinettí de C., N. PETROGUFOS DE PIGUCHEN
249
ALGUNOS PETROGUFOS DE PIGUCHEN (*)
NORMA SANGUINETTI DE CATALDO
RESUMEN
Los petrogiifos de Piguchén, situados al Norte de la
ciudad de Putaendo en la provincia de Aconcagua, y de los
cuales hemos descrito trece bloques, están diseminados en una
extensión más o menos vasta de terreno y alejados algunos
cientos de metros unos de otros, sin formar conjuntos de
rocas grabadas. La mayoría se presenta en bloques unitarios
de tamaño reducido y con escasos dibujos en una sola cara.
Sólo los números 3 y 4 forman agrupaciones de figuras de
mayor importancia. Todas las grabaciones están orientadas
al Norte y al Oeste. La técnica usada para su ejecución es
la percusión. El surco muy superficial, y en general, no pasa
de 1 mm. de profundidad.
El mayor porcentaje de dibujos es abstracto, aunque
aparecen también, figuras antropomorfas muy esquemáticas,
y otras que podrían considerarse como estilizaciones humanas.
El signo que se observa con mayor frecuencia, es el
círculo, con punto o sin él. En algunos bloques las únicas
figuras están constituidas por conjuntos de círculos o forinas
circulares, como es el caso de los números 10 y 12. En dos o
tres rocas más vimos este mismo elemento, pero borrado a
tal punto que no fue posible tomar fotografías. En otra, se ve
un solo círculo grabado con esmero y de forma perfecta.
El círculo con punto céntrico o sin él es un elemento
bastante común en los petrogiifos chilenos. Se encuentra en
las provincias de Tarapacá. Atacama. Coquimbo y Aconcagua.
En esta última existe en los petrogiifos de Vilcuya (l); los
( : p Debo agradecer al doctor Roberto Gajardo T. las facilidades que
me brindó en todo momento para llevar a cabo este trabajo y,
. i ri cuyo estímulo no habría sido posible su realización.
m XI KM FOYER, HANS: Petrogiifos en el curso superior del río
Aconcagua. Arqueología de Chile Central y áreas vecinas, 19G4,
Santiago.
250
ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N v 1, 1968
hemos visto en Chincolco (2), y en los que ubicamos en los
Campos de Ahumada, en la comuna de San Esteban (3).
Otros signos que se observan en Piguchén y en las zonas
citadas son: circunsferencias con líneas paralelas que salen
de su perímetro, líneas sinuosas, círculos con rayos y punto
central, círculos concéntricos, conjuntos de puntos alineados.
Los petroglifos están en mal estado de conservación; los
cambios términos han fracturado la roca y muchos de los
dibujos han desaparecido. En otros, la superficie de la roca
está tan erosionada que no ha sido posible determinar la
forma de los grabados. Sólo en contados casos ésta no ha
sufrido daños. Pudimos observar, en el bloque N p 2, en la
cara que mira hacia arriba, superposiciones muy borrosas.
Resumiendo, podemos decir, que estas petrografías no
son de las mejores ejecutadas que hemos visto, ni tampoco
de las más variadas u originales.
En diciembre de 1966, en una excursión que hicimos al
fundo Piguchén ubicamos algunas rocas con grabaciones
precolombinas. Debido a la brevedad del tiempo, nos limitamos
a tomar algunas diapositivas en colores prometiéndonos volver
para estudiar detenidamente estas interesantes manifestacio¬
nes indígenas.
A fines de 1968 volvimos al lugar, y en sucesivas visitas,
logramos localizar varios bloques más en el sector de los
primeros hallazgos. Sin embargo, creemos que la búsqueda
no está agotada, pues podría haber varios más que no nos
habría sido posible encontrar, debido a lo dispersos que ellos
se encuentran y a la enorme cantidad de rodados que existe
en el sitio.
Los únicos antecedentes arqueológicos que hay de Pigu¬
chén se refieren al cementerio de túmulos que el doctor F.
Fonck encontró, en el año 1896, no lejos de las casas del
fundo. Al excavar algunas sepulturas rescató numerosas pie¬
zas de alfarería.
Nosotros encontramos una cantidad apreciable de cerá-
( 2 )
(3)
IGUALT, FERNANDO: Investigaciones de Petroglifos en Chincol-
En Estudio lt>gia de C lllG Central y áreas vecinas > 1964, Santiago.
Sanguinetti de C., N. PETROGLIFOS DE PIGUCHEN
25]
mica de tipo colonial cerca del sitio donde se encuentran los
petroglifos.
Hasta el momento no disponemos de otras evidencias
arqueológicas.
UBICACION GEOGRAFICA
El fundo Piguchén, o San José de Piguchén se encuen¬
tra en la provincia de Aconcagua, departamento de Putaendo,
a más o menos 8 kms. al Norte de la ciudad de Putaendo.
Entrando por el camino particular del fundo, aproxima¬
damente a 7 kms. de la casa patronal, en dirección al Norte
en el sector denominado Ramadillas, se encuentra el potrero
del Lobo. Por el Oeste corre el río Putaendo. Al Este se
levanta un cordón de cerros en cuyos faldeos crece escasa
vegetación en arbustos, cactus y algunos algarrobos. Casi en
línea recta desde el pequeño tranque de regadío que existe
cerca del camino, remontando el faldeo del cerro se llega,
luego de una caminata de media hora, al lugar donde hemos
ubicado los petroglifos. La altura, en ese sector sobrepasa
los 1.000 m.s.n.m.
DESCRIPCION DE LOS PETROGLIFOS
Bloque N 9 1: es un pequeño bloque de granito de 0,60 m.
de alto por 0,67 m. de ancho. En la cara orientada al Oeste
hay una grabación poco profunda hecha a percusión, en for¬
ma de elipse de 0.16 x 0,10 m. con dos diagonales cruzadas
(¿signo escudo?). En la parte superior tiene dos líneas per¬
pendiculares paralelas, cortadas por una línea horizontal. A
la izquierda dos rectas forman ángulo. Hay algunas líneas
más poco marcadas.
Bloque N 9 2: este es un bloque de forma muy irregular,
también de granito de 3,70 m. de largo x 2,30 de ancho x 1,30
de alto. En la cara que da al Oeste la piedra forma una espe¬
cie de asiento de corte bien definido producido por fractura
natural, y en cuyo respaldo hay varios dibujos bastante bo¬
rrosos y descascarados. El más nítido de ellos está formado
por dos líneas perpendiculares paralelas cortadas por dos
horizontales con punto central. En la parte superior lleva un
252 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N* 1, 1968
semicírculo con dos puntos; al parecer, es una figura antro¬
pomorfa. Al lado hay varias líneas más que formaban parte
de una figura similar a la anterior. La cara que mira hacia
arriba es la más amplia y pareja. Tiene en el extremo Norte
varios dibujos, algunos de ellos superpuestos y erosionados en
tal forma que no ha sido posible identificarlos. Se notan algu¬
nos rectángulos con líneas en su interior.
Saugumetti de C., N. PETROGLIFOS DE PIGUCHEN
253
Roque 3: este bloque mide 1,75 x 1,30 m. En la cara
que da al N. O. se han grabado alrededor de una veintena de
dib os, en su mayoría abstractos. Hay círculos con punto en
el centro; una circunferencia de más o menos 0,18 m. de diá¬
metro con rectas en su interior formando un reticulado;
círculos con apéndice; círculos con una recta central. Se dis¬
tinguen, una línea curva y una elipse unidas por una recta
que pasa por el centro de ella y alargándose hacia abajo,
termina en una figura circular. Hay también una aglutina¬
ción de figuras que varían desde el cuadrado hasta el círculo,
muy irregulares; una con punto central. Se nota, además,
una figura pequeña, tal vez antropomorfa y una cruz peque¬
ña de trazo grueso. Más abajo hay otra circunferencia con
una figurita humana, no muy clara. Hay varias líneas incom¬
pletas y que no forman dibujos definibles. Esta roca es de
andesita.
Bloque N 9 U: es un bloque de granito de forma pirami¬
dal de 4,00 m. de alto x 1,90 m. de ancho mayor. La gran
profusión de dibujos está en la cara Norte. Aunque muy
descascarado, y de superficie bastante irregular, se puede
apreciar en él una mayor nitidez en el dibujo que en el bloque
anteriormente descrito.
En la parte superior hay una grabación formada por
cinco figuras elípticas dispuestas alrededor de un círculo
central. Las dos elipses mayores llevan una línea perpendicu¬
lar. Las otras llevan punto o rayas cortas en el centro. A la
derecha, en orden descendente hay una pequeña figura hu¬
mana; le siguen tres círculos con puntos, colocados vertical¬
mente; del segundo parten dos líneas paralelas unidas casi
al final por una transversal y cerradas por otra. Más abajo,
hay una figura con caracteres que se podrían considerar an¬
tropomorfos. Al lado de ésta hay otra extraña figura que
parece una estilización humana compuesta de un círculo del
cual salen tres rayos. Del mismo círculo parte una línea hacia
abajo que termina en dos figuras más o menos elípticas con
punto y raya. De la parte superior salen hacia los lados dos
líneas caprichosas, tal vez brazos. Sobre esta figura hay dos
círculos pequeños con dos y tres rayos que salen de su perí¬
metro, hacia abajo. Más a la derecha hay una zona de puntos
alineados. Se ve una elipse de 0,17 m. de largo con dos rectas
254 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N'- 1 1, 19G8
paralelas que parten de su perímetro y en su interior lleva
una raya horizontal y otra perpendicular. Muy cerca de ésta
hay otra elipse que tiene en su interior una figurilla humana
muy simple; casi adosada a ella hay otra elipse pequeña. Una
circunferencia lleva pegada a ella una pequeña elipse con dos
apéndices. Hay dos figuras antropomorfas. Casi sobre ésta
se nota otra elipse rodeada de figuras esféricas. En esta zona
Sanguinetti de C., N. PETROGLIFOS DE PIGUCHEN
255
de la roca, el descascaramiento no permite apreciar la tota¬
lidad de los dibujos primitivos. Hacia el Este hay otra figura
un poco mayor, de forma elíptica también, algo acinturada
que luce en un extremo dos líneas como antenas; otra circun¬
ferencia lleva rayos y dos puntos en su interior; una figura
bien marcada y que se sitúa en el extremo superior izquierdo
del bloque la constituyen dos círculos tangentes con sendos
puntos. Otra, semiesférica con dos puntos, tiene adosada una
forma triangular.
Hay algunos dibujos más muy superficiales y hechos, al
parecer, con técnica de rayado. Son muy poco perceptibles.
Bloque N 9 5: volviendo hacia abajo del faldeo, está este
pequeño bloque, que hemos numerado 5 en razón al orden del
hallazgo. Tiene 0,63 m. de alto x 0,73 de ancho. En la cara
Oeste se ha labrado una figura humana de contornos bien
precisos con los brazos y las piernas abiertas y con tres dedos
en las manos y en los pies. La figura mide 0,25 de alto x 0,18
m. de ancho.
Bloques N?s 6, 7 y 8: volviendo a subir por el faldeo del
cerro, hacia el Sur se encuentran tres bloques más con gra¬
baciones muy erosionadas. En el N 9 6 se notan, levemente,
algunos círculos. En el N p 7 hay un semicírculo con los extre¬
mos alargados hacia arriba. Del centro de él hacia abajo, nace
una línea serpentiforme. El N ? 8 es una roca enorme que tiene
en dirección Oeste un semicírculo sobre el cual hay una figura
redondeada de la que salen dos líneas paralelas.
Bloque N 9 9: caminando hacia el Norte se encuentra este
bloque de granito que mide 2,20 de largo x 0,87 de alto. La
superficie de la roca está bastante quebrada alrededor de las
figuras centrales lo que, seguramente nos impide ver todos
los dibujos originales. Esta cara se orienta al Norte.
La figura más importante mide 0,38 m. de largo x 0,14
m. de ancho; es de forma rectangular con líneas rectas en su
interior, y que termina en el extremo derecho en forma redon¬
deada. En el centro hay una grabación que recuerda la forma
de un yunque con una perpendicular en el centro; la figura
está rodeada por otra línea que sigue el contorno de ella. Hay
una línea serpentiforme bien marcada; un círculo con dos
25G ANALES DEL
MUSEO DE HIISTORIA NATURAL N 7 1, 10G8
pequeñas líneas y un triángulo de tamaño reducido. Se notan
algunas líneas más de trazado caprichoso.
Bloque N 9 10: está situado más al norte que el anterior,
pasando una pequeña quebrada, junto a un enorme peñasco'
Sanguinctti de C., N. PETROGLIFOS DE PIGUCHEN
257
que tiene unas grabaciones casi completamente borradas.
Mide 0,75 x 0,65, y la cara grabada, como en la mayoría de
estos petroglifos se orienta al Norte. Es granito también.
Sobre la superficie oxidada se destaca claramente una
sola figura, esta vez, antropomorfa de 0,23 m. x 20 m. cuya
parte inferior se ha perdido, debido a la fractura de la roca
producida por los cambios de temperatura. Esta grabación,
consistente en líneas curvas y dos círculos centrales, repre¬
sentaría, a nuestro entender un ave rapaz nocturna. Muy
cerca de este lugar se encuentra un cerro llamado, “Loma de
las lechuzas”, tal vez por la abundancia de esas aves. Quizás
si esta razón explicaría esta representación sui geneHs. Por
lo que hemos podido comprobar, este motivo es único en esta
zona ni tampoco lo hemos visto en otros petroglifos de Acon¬
cagua, hasta ahora.
Bloque N 9 11: bajando hacia el Oeste encontramos un
bloque granítico de 2,00 m. de largo x 0,62 de alto. Los dibu¬
jos se encuentran en el extremo Norte de la superficie de la
roca. Es un conjunto de más o menos diez círculos bastante
visibles, que varían desde los 0,06 hasta los 0,12 m. de diáme¬
tro. Están dispuestos en forma irregular .Algunos de ellos son
tangentes; tres tienen punto; dos son de trazo muy grueso.
En la parte superior se nota un rectángulo de surco ancho.
Abajo se ven tres círculos más y una figura rectangular ape¬
nas perceptibles; la últimas tiene un signo en el centro.
Bloque N 9 12: este pequeño bloque de granito se ubica al
borde de una quebradita y mide 0,70 x 0,78 m. La pátina
negra de la roca hace destacar claramente las figuras. A la
derecha hay tres círculos concéntricos, en el tercero de los
cuales se encuentra una figurilla humana con los brazos ex¬
tendidos y cuyos pies están apoyados en el segundo círculo.
A la izquierda se ve una circunferencia pequeña y otras tres
un poco mayores. Sobre ellas hay otras figuras casi borradas.
Bloque N 9 13: finalmente, volviendo al punto de partida
del sector donde comienzan los petroglifos, más hacia el Nor¬
te nos encontramos con el último bloque de los descritos aquí,
y otra vez de granito. Sus medidas son: 2,30 de largo x 0,50
de ancho y 0,68 de alto. La cara Norte de la roca muestra
dos agrupaciones de figuras de forma más o menos circular.
258 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N* 1, 1968
La primera, en la parte superior del bloque consta de doce
“celdillas”, cuatro de ellas sin punto. El segundo, menos pre¬
ciso en su trazado que el anterior, tiene figuras, todas con
punto. Este conjunto hace recordar un grupo de células de
tejido animal.
BIBLIOGRAFIA
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Mercurio”, 18 de diciembre.
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354-361, Santiago.
Puelnrn B., M.
COLECCIONES D¡:L MUSI O
26]
LAS COLECCIONES DEL MUSEO DE HISTORIA
NATURAL DE VALPARAISO
MAX PUELMA BUNSTER
Si las teorías de los radio-astrónomos no están equivo¬
cadas y los astrónomos Maarten Schmidt, Beverly Oke, Edwin
Hobble, Fred Hoyle y otros están en lo cierto, cada vez que
nos asomamos al balcón para ver y observar el cielo de una
noche estrellada estamos mirando al pasado: el sol lo vemos
como era 8 minutos atrás, la estrella más cercana como era
4 años atrás y la Galaxia más cercana como era 2.000.000
atrás.
Igual cosa nos sucede al visitar un Museo: miramos al
pasado; pero no nos quebremos la cabeza mirando y pensando
tan atrás, miremos a parte del ayer, informémonos un poco
de la pre-historia e historia de nuestro planeta, de la historia
y pre-historia de nuestro país y entremos en lo que deseo
contarles.
Como antiguo amigo y colaborador del Museo de Histo¬
ria Natural conozco bastante bien sus colecciones, pues, desde
muchacho acostumbraba visitarlo y Mr. John Juger contri¬
buyó en gran manera en despertar en mi interés científico
y por la investigación; desde que el Museo estaba instalado al
lado del Departamento de Hidrografía de la Armada, en la
calle que daba a la Av. Quebrada Verde en Playa Ancha,
Mr. Juger me explicaba pacientemente la formación y origen
de las colecciones, detalles de su ubicación histórica y a mí
me entusiasmaba especialmente lo relacionado con Arqueolo¬
gía e isla de Pascua ,el Norte de Chile y su mineralogía, la
Polinesia, etc., que posteriormente tanto me han interesado.
En todos estos años he acompañado innumerables veces
a científicos extranjeros, visitas y turistas hasta Playa Ancha
para mostrarles algunas piezas especialmente importantes pa¬
ra ellos y con la gentileza habitual el Director nos abría vitri¬
nas y nos permitía examinarlas y hasta fotografiarles, hubo
personas interesadas en cráneos, en agujas, en cinceles de
piedra, puntas de flechas, las momias con máscara de barro
de Chinchorro (Arica), cerámica, etc.
262 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N’ 1, 1968
Esta vez quiero hacer memoria de dos visitas, más bien
dicho tres, que acompañé hasta el Museo para examinar en
detalle algunos objetos y piezas de la colección de isla de
Pascua,
En 1962 efectué un segundo viaje a esa lejana posesión
en el transporte “Pinto” y como al regreso tenía todavía al¬
gunos días de vacaciones libres los pasé en Valparaíso y en
visitas al Museo ya que el Sr. Juger me había hecho algunos
encargos al saber de mi viaje y le traía varias piezas.
Con todo el entusiasmo que traía ante un pasado histó¬
rico refrescado tan prácticamente, me decidí a tomar distin¬
tas fotografías de piezas arqueológicas de la colección pas-
cuense del Museo, fotografías que posteriormente mostré en
Santiago a mis amigos isleños Leonardo Pakarati, Rangi-
Take y su esposa Mariana Atan, quienes vinieron a pasar 3
años en el Continente en 1963 y con quienes trabajé bastan¬
te en recopilación histórica, todo ese período.
Leonardo y Mariana no conocían el Museo y se entusias¬
maron muchísimo en visitarlo viendo mis fotografías por lo
que convinimos en efectuar un viaje especial un fin de sema¬
na para examinar la sala isleña; de esta visita hice una
reseña al Sr. J. Juger, que quiero incluir en esta crónica para
dar a los lectores una mejor idea de las piezas de mayor im¬
portancia de esta colección ya que me parece de interés el
que el público se documente sobre ellas y se entusiasme en
venir a verlas al Museo mismo; el conocer su simbolismo,
significado y hasta fecha de producción y autor de algunas
de ellas les da más vida.
_ Desde luego la colección de figuras y piezas arqueológicas
isleñas de Valparaíso es de mucho valor, hay piezas muy bue¬
nas por su estado y calidad y están muy bien conservadas
y presentadas, tanto talladas en madera como en piedra vol¬
cánica.
FIGURAS EN MADERA
Moca Kava Kava Vae Pau: Estatua de madera de Toro-
miro con brazos separados del tronco y con las clavículas real¬
zadas, tiene peinado redondo que indica su categoría en la so¬
ciedad pascuense antigua: Vae Pau. Pies con dedos cortos y
abiertos y pie izquierdo torcido, señalando que se trata de un
Puelma B., M,
COLECCIONES DEL MUSEO
263
miembro de la corte real que tenía la misión de ordenar y
distribuir, a fin de que todo saliera bien, en las fiestas de su
jefe, en el reparto de la comida durante el banquete para que
alcanzara para todos. Es una especie de mayordomo de pala¬
cio, común en toda la Polinesia en estas funciones.
Pakarati indica que la figura corresponde a trabajo de
Ioteve a Hara Ko Hou tal vez efectuado alrededor de 1900,
ya que dicho tallador murió en 1920. Ioteve fue hermano de
la gran hechicera Angata (Agata), una de las sobrevivientes
del viaje a Perú en 1862 como esclava a las guaneras y es
abuela de Mariana Atán.
Ioteve fue un conocedor de la historia isleña y enseñó
su arte a varios isleños entre ellos su sobrino nieto Pedro
Atán y sus hermanos.
Hay, en seguida, tres moais de madera toscamente ta¬
llados y de apariencia de estar sin terminar, de cara un poco
sonriente, confeccionados también en madera de Toromiro y
en el estilo Kava-Kava (con costillas al aire); estas estatuas
fueron hechas también por Ioteve a Haré Ko Hou (casa de
palo) y corresponden al estilo intermedio, o sea, no son planos
como los del primer estilo y no tienen las costillas tan pro¬
minentes como los del tercer estilo. Son también de dedos cor¬
tos y denotan la influencia post-misionera al mostrar sexo
apenas detallado; tienen una boca un poco en punta y peina¬
do redondo, siendo sus formas generales redondeadas tam¬
bién.
Moni Kava-Kava también en Toromiro, mejor terminado
y con orejas de mediano tamaño, con brazos separados del
tronco; Pakarati indica que fue confeccionado por Gabriel
Veri-Veri alrededor de 1920. Alumno de Ioteve, Gabriel Veri-
Veri efectuó un viaje a Tahití cuando tenía unos 25 años y
allí contrajo la lepra, siendo actualmente un anciano lisiado,
sin dedos en los pies ni las manos, pero que todavía trabaja
haciendo dibujos antiguos y dedicándose a la agricultura.
Moai Tangata Tac Haatia Ite Ki, de unos 20 cms. y ta¬
llado en madera de Makoi; representa a un tipo de persona
intocable, que se negaba a dar la mano o recibir cosas. Tiene
peinado especial, y ojos prominentes para fijarse mejor. Es
finura antigua y puede tener más de 150 años, llamando la
atención por su tipo intelectual, de poco desarrollo muscular
v similar a estatuillas orientales.
264 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N" 1, 19G8
Moai de Huri A Vai , en madera de Toromiro, representa
al niño hijo del rey Ka Inga que fue muerto por Hoto Ari,
enemigo de su padre, desencadenando una de las últimas
guerras tribales en Pascua. El peinado indica que era consi¬
derado guerrero.
Moai cojo, confeccionado en Toromiro, es una de las pie¬
zas mejores, por su terminación y tamaño: 60 cms. mostrando
la madera lindas vetas. La pieza es antigua y fue trabajada
en un tronco grueso, representando seguramente a algún per¬
sonaje de su época, desconocido desgraciadamente para nos¬
otros.
Moais Kava-Kava grandes, colocados en la entrada, es¬
tán confeccionados en madera de Miro Tahití, de hermosa
veta, en troncos de m/m 2,50 mts., fueron fabricados por
Gabriel Veri-Veri hace unos 40 años e Isaías Fati.
FIGURAS EN PIEDRA VOLCANICA
Moai de color negro, de m/m 15 cms., fabricado por
Matías 2° Hotu alrededor de 1930, está empastado con betún
de zapatos negro y pulido ,como fue costumbre por esa época
en que les llamó mucho la atención, a los isleños, el betún que
llevó la compañía que explotaba la isla. El betún se acabó en
1938, la compañía dejó de llevarlo por un tiempo y a los isle¬
ños se les pasó el entusiasmo y no lo han vuelto a usar en sus
figuras.
RUAU, moai de piedra volcánica de color plomo claro, de
pequeño tamaño y con ojos hundidos, que representa a una
especie de enfermera familiar, persona de edad que cuidaba
enfermos aun velando de noche. Tenía un papel como de
esfinge. Esteban Ito 1930/8.
Moai tipo Hotu a Matua, de piedra compacta gris y ta¬
maño chico, digamos familiar, muy pequeño para ser colocado
en algún Ahu debe haber tenido ubicación en el hogar o cerca
de él. Puede tener unos 200 años y está en buen estado de con¬
servación. Alto m/m 80 cms.
Rongo-Rongo: Tangata Manu tallado en piedra sólida
(figura de cuerpo humano y cabeza de ave marina) ; este
tipo de piedra se llama Roña en la isla y el tallado está hecho
con mucho arte y cuidado para dejar la figura en relieve.
Según la leyenda, pudiera ser una de las piedras que trajo
Puelma B., M.
COLECCIONES DEL MUSEO
265
Hotu a Matua desde Hiva y podría tener en ese caso unos
800 años o más, para lo cual habría que examinar técnicamen¬
te el trabajo de tallado, instrumento usado, etc., análisis que
debe ser efectuado por especialistas. Es una pieza valiosa que
también podría provenir de las rocas de O’rongo, en el Rano
Kao. Tamaño: 30x60 cms.
En su reverso se puede observar 4 figuritas de Hongo-
266 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N 9 1, 1068
Hongo chicas, de m/m 1 pulgada, que tampoco han sido com¬
paradas con las de las tabletas; según mi impresión ellas son
posteriores al dibujo del anverso y parecería que alguien qui¬
so escribir Hongo-Hongo contando algo. Según Leonardo Pa-
karati las figurillas indican: 1) Ma anga: pájaro nuevo, pero
ya criado; 2) Hahave: pez volador; 3) no la tiene clara;
4) Ruau he oho te nua hiñe: anciana en actitud de caminar
Puelma B,, M.
COLECCIONES DEL MUSEO
267
hacia adelante, que estaría entonces guiando al joven de atrás
(N* 1) hacia lugar donde había peces voladores. Podría ha¬
ber sido también una piedra-talismán para la pesca.
Figuras similares se encuentran talladas en rocas de
O'Rongo, Anakena y el camino entre el Ahu de Akivi y el de
Te Peu, cerca del leprosario.
Cabeza monumental, de Riro Ka Inga , tallada en piedra
268 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N" 1, 1968
compacta, pero más bien blanda, más grande que tamaño na¬
tural, de mucha fuerza expresiva, fue encontrada por la
expedición franco-belga en 1934 y traída al Museo por el
Sr. Roberto Cabezas. Considerada como “la más bella escul¬
tura pascuense” por el sabio Imbelloni esta magnífica cabeza
de piedra debe pesar unos 70 Kgs. y está bastante pulida.
Mucho se ha escrito sobre ella, pero también faltan exámenes
técnicos de material e instrumentos.
La escultura tiene figurillas de Rongo-Rongo talladas a
los costados de la cara, en la frente, cuello, etc., que Leonar¬
do interpretó como sigue: recuerdan parte de las actividades
de Ka Inga: frente: Manu Piri, 2 guerreros sentados conver¬
sando frente a frente, cambiando ideas o planeando; Mejillas:
Koro rima rengo-rengo he noho, figura de guerrero mayor
(pues le falta un brazo) que está sentado en la playa descan¬
sando, con el codo apoyado en la rodilla, y mentón: He ki
raua: el ave joven, llena de vitalidad. Dándole una interpre¬
tación más literaria, sería: el rey (Jefe mayor) se retiró a
un lugar secreto (o discreto) a pensar, discurrir y discutir
con guerreros consejeros (entre ellos un veterano manco),
desde donde salió a luchar nuevamente después de tres días
con todo su vigor recuperado (mana), dueño de sí mismo
y tranquilo para emprender el combate, seguramente contra
el que había muerto a su hijo.
Mortero, piedra redonda forma parte de una especie de
mortero que se usaba antiguamente para moler yerbas medi¬
cinales, cuyo jugo chorreaba hacia abajo a otro tiesto mayor.
OTRAS PIEZAS
Mataas: puntas de lanzas o flechas, de obsidiana, origi¬
nalmente la mayoría de ellos eran usados en la punta de un
palo largo, a manera de lanza; otros servían como de cuchillos
para degollar enemigos en lucha cuerpo a cuerpo o eran ras¬
padores, para descarnar cueros de animales o peces. Hay un
tipo de Mataa largo, que he investigado en diversos museos,
es escaso y me parece que por su terminación debe ser mucho
más antiguo que los comunes, más conocidos.
Los Mataas que eran usados para la guerra, amarrados
a la punta de un palo, eran unidos a él mediante amarras
con fibra vegetal y el número de vueltas de ella indicaba la
Puelma B., M.
COLECCIONES DEL MUSEO
269
tribu a que pertenecía su dueño. Los Marama por ejemplo
usaban 4 vueltas (hahau).
Por su corte y forma los Mataas toman diversos nom¬
bres: Hatu niho Mangó, Ngutu kuu, Ngutu titeve, Nakau,
Hahae, etc.
Peces: Los peces están bastante descoloridos y conven¬
dría renovarlos, pues, son bastante viejos en la colección;
alg. nos de ellos son: Ko Kiri, de color verdoso, Morí (luz) el
grande, Ka Ivaka, un pez de color amarillo, y Marau Tua Ka-
pe uno rojo chico.
Varias de las diapositivas que entusiasmaron a Leonardo
y Mariana fueron enviadas también al explorador, arqueólogo
e investigador noruego Sr. Thor Heyerdahl, residente en Ita¬
lia desde hace varios años y con quien mantengo una corres¬
pondencia más o menos regular desde 1959, en vísperas de
mi primer viaje a Rapa Nui.
El señor Heyerdahl ha publicado ya dos tomos de su
Arqueología de Isla de Pascua, dedicando en el 2 9 tomo algu¬
nos párrafos al trabajo de investigación histórica que men¬
cionaba arriba estar haciendo actualmente, y en el 3- y últi¬
mo tomo incluirá fotografías de piezas de la colección de
Valparaíso ya que estará dedicado íntegramente al arte de
la isla.
En 1966 volvió el señor Heyerdahl a realizar un viaje
largo que abarcó Hawai, USA, Rusia y otros países y a su
regreso se dio tiempo para permanecer tres días en Chile, uno
de los cuales dedicó al Museo de Valparaíso al ver la impor¬
tancia que tenían sus colecciones, examinando en detalle, una
tarde, en mi casa, las diapositivas que parcialmente le había
hecho llegar a Italia anteriormente.
Lo pasé a buscar temprano al hotel donde se hospedaba,
viajamos a Valparaíso y debemos haber llegado al Museo
alrededor de las 10 horas, dedicando unas 3 horas a examinar
físicamente figuras y piezas arqueológicas con la ayuda de
la señora Nina Ovalle, ya que el señor J. Juger estaba deli¬
cado de salud: el señor Heyerdahl me dio instrucciones de
hacer tomar fotografías por un profesional de las piezas que
mayor interés le despertaron para incluirlas en el 3 o tomo de
Arqueología , y posteriormente volví al Museo a realizar este
trabajo.
270
ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N 9 1, 1068
Las piezas de la colección que más le interesaron y que
no están incluidas en el detalle de la visita de los Pakarati
serían las siguientes:
En madera:
Tipo de máscara funeraria , en madera de Makoi, donada
al Museo por el practicante de la Armada señor Tte. José
Flores en 1942 (N 9 101) es una curiosa pieza que semeja una
calavera, con la boca abierta, que debe haber tenido algún uso
ritual que desconocemos.
Moai femenino, chico, en madera de Toromiro; es figura
con manos entre las piernas, tapando el sexo, con un curioso
peinado de guerrero.
Reí Miro, media luna tallada en madera, con inscripcio¬
nes, pieza donada también por el señor Flores.
En piedra:
Calavera, sin terminar, en piedra volcánica porosa y li¬
viana, parece ser trabajo más bien nuevo, fue traído al Museo
en 1961 por el marinero Fredy Farfán (N 9 229).
Naturalmente que el señor Heyerdahl se interesó tam¬
bién por la gran cabeza de Riro Ka Inga, el Moai de madera
“intocable” y el “cojo” y otros moais antiguos, ya descritos;
pero de otras colecciones se entusiasmó también con los tor¬
teros de hueso del Norte de Chile, con figuras de balsas y se¬
res humanos, que son una curiosidad de coleccionistas, reco¬
gidos en Caldera por 1884, y una colección de puntas de fle¬
chas de la misma zona, siempre con la idea de buscar el nexo
entre las culturas del Norte de Chile e Isla de Pascua, como
es su teoría, ya que es innegable que el contacto existió, y no
dudamos que alguna vez se podrá probar, sobre todo cuando
en Pascua se realicen excavaciones arqueológicas en escala
que permita hacer descubrimientos y planteamientos.
Termino haciendo algunas consideraciones que me pare¬
cen oportunas sobre el arte y la artesanía pascuenses ya que
la interpretación que hemos oído a Pakarati de las figuras
de Rongo en la cabeza monumental nos dan una idea del ca¬
mino que debe seguirse para el estudio de las tabletas par¬
lantes, que ese es el fondo de la incógnita pascuense: el sim¬
bolismo que hay encerrado en las figurillas. El arte pascuense
constituye imagen y símbolo, muchas veces indescifrable en
Puelma B., M.
COLECCIONES DEL MUSEO
271
su sentido religioso o social, pero en todo caso siempre bello
y estético; representa ritos religiosos, funerarios, de inicia¬
ción, culto a divinidades familiares y antepasados, poder má¬
gico de las cosas o las personas (mana) o modestas cosas
domésticas.
El Sol y la Luna presidían el mundo pascuense y no se
hacía nada sin consultarlos, directamente o mediante su indi¬
recta influencia a través de normas de vida y reglamentacio¬
nes comunitarias resumidas en las estaciones; la Luna pre¬
sidía las siembras principalmente y el sol era vida y alimento
en la época oportuna, es el gran Ra.
l^ualt A., F.
HABITACION SEMISUBTERRANEA
273
NOTAS SOBRE EL HALLAZGO DE UNA HABITACION
SEMISUBTERRANEA
FERNANDO IGUALT ANSTED
INTRODUCCION
La habitación semisubterránea, casa pozo o casa semi-
pozo es aquella cuyo piso está a un nivel más profundo con
relación al terreno circundante y cuyas paredes han sido
excavadas en el suelo. La técnica de construcción corresponde
a una adaptación a las condiciones típicas de los climas tem¬
plados con inviernos fríos. Sus ventajas son esencialmente
tres: 1) es más fácil mantener caliente, 2) no requiere para
su construcción la elevación de altas paredes, y 3) es la me¬
jor protección para los fuertes vientos.
Existe una amplia distribución geográfica de esta forma
de vivienda en América. Los hallazgos arqueológicos, históri¬
cos y etnográficos así lo señalan. Se conoce desde el extremo
Norte del continente hasta su extremo Sur. Al parecer, este
tipo de habitación, que fue ampliamente utilizado en Siberia
en el Pleistoceno Superior, penetró en la región occidental de
América del Norte llevada por emigrantes primitivos proce¬
dentes del continente asiático y luego se dispersó hacia el
Sur (1).
Los vestigios arqueológicos más importantes los encon¬
tramos en Norteamérica, en Canadá, British Columbia, Cow
Springs Site y en el Sudoeste de los Estados Unidos, culturas
Hohokon, Mogollon y Basquet Marker III (2).
En Sudamérica la habitación semisubterránea tuvo tam¬
bién una dispersión importante. El cronista Calancha del
siglo XVII dice que los Urus, si bien actualmente viven en
habitaciones sobre tierra, vivían en “Sepulturas bajo tie¬
rra” (3). Junius Bird las encontró en el Norte de Perú (4).
Metreaux dice que la tuvieron los Huarpes que habitaron la
región de Mendoza en Argentina (5). En este mismo país
Rex González excavó varias en Villa Rumipal, Córdoba (6).
Para esta misma región, Antonio Serrano, en su trabajo “Los
274 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N 9 1, 1968:
Comechingones” nos da una completa descripción histórica
del uso de este tipo de viviendas entre los indígenas que la
habitaron durante la conquista (7). El propio Rex González
excavó varias habitaciones semisubterráneas en el NO argen¬
tino y estableció la probabilidad de que estuvieran relaci -
nadas con la cultura Belén (8). En la Patagonia la habitación
semisubterránea ha sido localizada por Gusinde (9), Bird
(10) y Menghin (11).
Iguale A., F.
HABITACION SEMISUBTERRANEA
275
En Chile tenemos escasas referencias sobre el tipo de
habitación en estudio. Según informe dado por el padre Ro¬
sales, al Norte de Tierra del Fuego fueron usadas por los
Chonos (12).
En este trabajo sólo pretendemos resumir las investiga¬
ciones que hemos realizado, por lo que no entraremos en ma¬
yores discusiones con respecto a la función y correlaciones
culturales que esta vivienda pudiera tener, en todo caso, nues¬
tras investigaciones prosiguen en ese sentido. La descripción
que hacemos a través de estas notas es con el fin de dar a
conocer un hallazgo, que creemos de importancia, a los estu¬
diosos interesados en esta problemática para que puedan dis¬
poner de más antecedentes para sus estudios.
UBICACION
La habitación semisubterránea, materia de este estudio,
se encuentra ubicada en la Provincia de Aconcagua, Depar¬
tamento de los Andes, Comuna de San Esteban, Asentamiento
Libertad. El yacimiento propiamente tal se halla situado en
el potrero El Higueral. La zona es precordillerana con una
vegetación en la que predomina el espino. Los inviernos son
fríos y ventosos.
ANTECEDENTES
A comienzos de mil novecientos sesenta y siete ubicamos
en la zona recién descrita una habitación semisubterránea
asociada a un tipo de economía basada en la fabricación del
carbón de espino, industria ésta que antiguamente tenía más
importancia por la no existencia de otros combustibles. En
reiterados viajes que realizamos tuvimos la oportunidad de
conocer, alternar y conversar con carboneros, campesinos,
gente “antigua” y especialmente con los carboneros que cons¬
truyeron la vivienda, Juan Contreras y Exequiel Arias. Todo
ellos nos contaron que ese tipo de habitación se hacía con oca¬
sión ele la fabricación del carbón de espino y que era usada
carboneros para dormir y para protegerse del frío,
1 nte en los inviernos que eran muy helados. Se ha-
‘ > tierra porque era más fácil y más rápido ya que
; < rue hacer paredes y porque eran más abrigadas.
por
es ri¬
ño
276 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N 9 1, 196a
Que siempre la habían hecho de esa forma y que antiguamen¬
te se hacían más porque se fabricaba mucho carbón de espino.
Que sólo servía para dormir y protegerse del frío, pero no
para vivir en ella. Que a este tipo de habitación ellos la co¬
nocían con los nombres de ruca, choza y covacha. Nos conta¬
ron también que los materiales de construcción los obtenían
del mismo lugar donde se construía y que estos eran: los hor¬
cones (pies derechos), las vigas (costaneras), la viga mayor
Igualt A., F.
HABITACION SEMISUBTERRANEA
277
(quilla), los yones (ti j erales), la quincha de ramas de palqui,
sauce mimbre, chilca, etc., y el barro con que se cubría el
techo, y que el proceso de construcción era el siguiente: pri¬
mero, se cavaba el pozo, luego se enterraban los horcones, se
colocaba la viga mayor, se enterraban los yones, se ponían las
vigas, se cubría todo con ramas en forma de quinchao y luego
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5 ■ CAPAS DÉ
t
■ — MtNO
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todo con barro con lo que terminaba la construcción después
de unos cinco días de trabajo aliviado. Por último, nos con¬
taron que a veces se hacían más grandes y que eran comunes
en la Hacienda San Francisco, Hacienda el Sauce, en la Cues¬
ta de Chacabuco, en Vilcuya y en especial, en aquellos luga¬
res donde se hacía carbón de espino.
278 ANALES DEL MUSEÓ DE HISTORIA NATURAL N 9 1, 1968
DESCRIPCION (Ver. Lám. 1 y Lám. 2)
í
1. — Planta: Es rectangular con su parte posterior curva. Sus
medidas son:
a. —Largo: 3,70.
b. —Ancho: 1,53.
2. — Pozo : Es rectangular. Sus medidas son:
a. —Largo: 2,55.
b. —Ancho: 1,23.
c. —Profundidad: —Desde nivel A: 0,82.
—Desde nivel B: 0,42.
3. — Entrada : Es por el nivel B. Está formada por el tijeral
anterior orientado al NO y por el pie derecho
anterior.
4. — Paredes : Son los lados del pozo excavado.
5. — Techo : Es a dos aguas. Constituye el armazón de la vi¬
vienda. En su construcción se han utilizado pos¬
tes de madera, ramas y barro.
6. — Materiales empleados en la construcción:
Nombre: pie derecho; Nombre Dado: horcón; Naturale¬
za: madera de espino (Acacia Cavenia).
N: quilla; ND: viga mayor; Nat: madera de álamo (Pó-
pulus Alba).
N: costaneras; ND: vigas; Nat: madera de álamo (Pó-
pulus Alba).
N: tijeral; ND: yones; Nat: madera de álamo (Pópulus
Alba, y maitén (Maytenus boaria mol.).
N: capa de ramas; ND: quinchao; Nat: ramas de palqui
(Cestrum parqui), sauce (Salix babilónica), chilca (Bac-
charis glutinosa, Pers) y otras.
N: Alambre; Nat: fierro galvanizado.
N: barro.
7. ^—Proceso de constmcdón : Lo primero que se hace es cavar
el pozo en la forma y con las medidas deseadas, luego se
clavan los pies derechos, sobre ellos se coloca y se amarra
la quilla; se entierran los tijerales, sobre éstos se ponen
lás costaneras y se cubre todo con ramas, por último,
todo se forra con barro.
Iguale A., F.
HABITACION SFMISUBTFRRANEA
279
COMENTARIO
Desconocemos la causa y el fenómeno por el cual este
tipo de habitación ha subsistido hasta nuestros días. Sin em¬
bargo, la existencia arqueológica, histórica y actual de un tipo
de vivienda similar en Argentina, en zonas que se correspon¬
den con nuestro país, nos haría pensar en una posible super¬
vivencia. En todo caso los hallazgos arqueológicos hechos has¬
ta ahora, no corroboran estas hipótesis por lo cual se plantea
la necesidad de que los investigadores pongan especial inte¬
rés en la búsqueda de estos restos.
AGRADECIMIENTOS
Las investigaciones realizadas han contado con la colabo¬
ración de las siguientes personas, a las cuales el autor agra¬
dece sn valioso aporte: Myriam Waisberg, Jorge Silva O., Al¬
fredo Valenzuela J., Alvaro Valenzuela G., Hernán San Mar¬
tín F. y Sergio Latorre O.
OBRAS CITADAS Y CONSULTADAS
(1) HOEB r L, E. ADAMSON: 1961. El hombre en el mundo primi¬
tivo. Ediciones Omega, Barcelona, España.
(2) SANGER, DAVID: 1966. Excavations in the lochnore-nesikep
creek locality, British Columbia: Interim report, Anthro-
pology papers. National Museum of Cañada, N" 12, May
196E
(3) VIVANTE, ARMANDO y PALMA, NESTOR: 1966. Un tipo de
v'v'enda de guano en la puna Salto-Jujeña, Diario “La
Prensa”, Buenos Aires, 31 de jubo de 1966.
(4) GONZA7*T ALBERTO RFX: 1953. Concerning the existence
of the pit-house in South America, America Antiquity,
Vol. XVIII: pp. 271, Salt Lake City, USA.
(5) METREAUX, ALFRED: 1929. Contribution a l’etnographie et
a l’archeologie de la province de Mendoza, Argentine.
Rev : sta del Instituto de Etnología de la Univei*sidad
de Tucumán, I.
(6) GONZALEZ, ALBERTO REX: 1943. Arqueología del yacimien¬
to Indígena de Villa Rumipal (Provincia de Córdoba).
Publicaciones del Instituto de Arqueología, Lengüística
y Folklore de la Universidad de Córdoba, IV, Córdoba.
(7) SERRANO, ANTONTO: 1945. “Los Comechingones”, Universi¬
dad de Córdoba, Córdoba.
280 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N 9 1, 1968
(8) GONZALEZ, ALBERTO REX: 1954. “La casa pozo en el NO
argentino”, Revista del Museo Municipal de Ciencias Na¬
turales y Tradicional de Mar del Plata, Vol. I, entrega
2®, pp. 123-132.
(9) GUSINDE, MARTIN: 1937. Die Feuerland - Indíaner. Band II:
Die Yamana: Von Leben und Denken der Wassernoma-
den am Kap Horn, XX, Wien, Moedling.
(10) BIRD, JUNIUS: 1938. Antiquity an migrations of the early
inhabitans of Patagonia. Geografical Review, XXVIII,
N 9 2, pp. 250-257, New York.
(11) MENGHIN, OSVALDO: 1952. Derrotero de los indios canoeros.
Archivos Ethnos, Serie B, N 9 2, pp. 9-27, Buenos Aires.
(12) CANALS FRAU, SALVADOR: 1945. Una capa mesolítica de
ocupación americana. Anales del Instituto de Etnología
Americana 6, pp. 11-35, Mendoza.
MENGHIN, OSVALDO: 1956. ¿Existe en Tierra del Fuego la verda¬
dera casa pozo?. Runa VII, Primera parte, pp. 107-112,
Buenos Aires.
ALBERTO J., MARCELINO, EDUARDO E., BERBERIAN y JOSE
A. PEREZ: 1967. El Yacimiento Arqueológico de los
Molinos, Instituto de Antropología, Universidad Nacio¬
nal de Córdoba, XXVI, Córdoba.
KROEBER, A. L.: 1923. Handbook of Indians of California, Smith-
sonian Institution, Bulletin N 9 78.
SCHMITZ, PEDRO; LA SALVIA, FERNANDO; BECKER, ITALA;
MENTZ, PEDRO; ROHR, JOAO: 1968. Casas Subterrá¬
neas no Planalto Riograndense, Prehistoria Brasileira,
Instituto de Prehistoria da Universidade de Sao Paulo,
Sao Paulo.
Vicencio C., M.
TUMBA MOLLINA
281
TUMBA MOLLINA ENCONTRADA EN LA HACIENDA
SAN AGUSTIN
MIGUEL VICENCIO CODOCEO
En visita a lina plantación de nogales (Hacienda SaB
Agustín) y al saber que, al abrir unos hoyos se encontraron
pedazos de cántaros, decidimos hacer una exploración al
terreno encontrando en la superficie trozos de cerámica con
dibujos incisos, pero muy escasos.
Nos llamaron la atención unas piedras colocadas en semi¬
círculo y enterradas a unos 25 cmts., sobresaliendo a la super¬
ficie unos 5 cmts., inmediatamente comenzamos a realizar un
trabajo de fosa, encontrándonos con que era una pequeña
tumba formada totalmente por una tosca y gruesa ea^a ce
greda de unos 20 a 30 cmts. de ancho. Pudimos comprobar, en
la base de la tumba restos de huesos totalmente deshechos;
un pequeño tembetá de piedra marmórea de color blanco y
rojo, 1,5 cmts. de largo (fig. c); también un pequeño cántaro
de greda quebrado, toscamente hecho, sin engobe, con un alto
de 5 cmts. con un asa bifurcada, boca de 2,2 cmts. (ver fig. d);
además encontramos un pequeño ídolo de greda, separada la
cabeza del tronco, pareciera que la cabeza del ídolo no corres¬
pondiera al tronco. La cabeza presenta dos ojos sobre relieve
y una prolongada incisión separando el párparo superior del
inferior, también los arcos de las cejas unidos a la nariz ter¬
minando en dos orificios; la figura tiene un aire de gran
misterio; las orejas aparecen perforadas; la boca, la repre¬
senta también una incisión; el mentón aparece sobresaliente;
la cabeza presenta un corte vertical en su parte posterior; el
tronco aparece con sus brazos doblados sobre el busto, sin
vestigios de manos. Mediante una incisión hecha hábilmente
se puede apreciar la cintura y aunque aparecen quebradas
sus extremidades inferiores es dable ver también una inci¬
sión que separa estas extremidades.
Lo cabeza tiene un largo de 4.5 cmts. (fig. a). El cuerpo
mide 5 cmts. (fig. b). Por último encontramos una pequeña
teñírmela de piedra negra con una perforación en el centro.
282 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N 9 I, 1968
Después de 5 días de trabajo sin otros hallazgos, llega¬
mos a la conclusión de que era una tumba aislada y no un
cementerio indígena como habíamos creído en un principio.
Por las características encontradas llegamos a las si¬
guientes conclusiones:
1.—Se trataba de una tumba perteneciente a la Cultura Mo¬
llina.
Vicencio C., M.
TUMBA MOLLINA
283
2. —El cadáver debió ser de un niño y posiblemente del sexo
femenino.
3. —El ídolo representaba su muñeca.
4. —El Tembetá, característico de la Cultura del Molle, segu¬
ramente no lo llevó en su vida la infante; le fue colocado
en su tumba para su uso en el más allá.
5. —La minúscula lentejuela lítica, de color negro y perforada
en el centro, nos habla del pretensioso adorno de la pe¬
queña indígena.
6. —La pequeña olla representa también una actividad do¬
méstica propia de la mujer y el tamaño del objeto dice
relación con el del cadáver.
Esta Tumba Mollina estaba ubicada en el extremo norte
del potrero la Viña, entre la quebrada del Jote y el Balambo,
en la hacienda de San Agustín, en Salamanca.
Las piezas se guardan en la colección Miguel Vicencio,
en Salamanca.
Vicencio C., M.
CLAVA CEFALOMORFA
285
CLAVA CEFALOMORFA DE TIPO ORNITIMORFO
MIGUEL VICENCIO CODOCEO
Recorriendo nuevamente el lugar denominado Ranque
(donde ya se había encontrado una miniatura de Clava) den¬
tro del Fundo San Agustín, y realizando reconocimientos de
algunas quebradas llegamos hasta el arriendo del inquilino
Pedro Vicencio. Con gran sorpresa pudimos apreciar, col¬
gada de una viga y sujeta mediante una cuerda, pasada por
la perforación, esta magnífica miniatura de Clava.
Informelones: La Clava fue encontrada en el arriendo ya
enunciado mientras araban; al sacarla, casualmente con el
arado, le quebraron la punta superior que formaba el pico
de loro.
Esta Clava es de piedra y de un color café, además es el
único ejemplar encontrado en el río Chalinga (fuera de otra
miniatura de Clava, descrita por el Dr. Gajardo, hace años,
que también pertenece a mi pequeño Museo). Como es sabido,
el origen de estas Clavas está en la Cultura Araucana como
símbolo de mando, este ejemplar fue encontrado en territo¬
rio de la Cultura Diaguita y por su tamaño pequeño y carac¬
terísticas debió haber sido allí un adorno, una joya o un
amuleto.
Descripción: Como todas las Clavas cefalomorfas, cons¬
ta de un disco y un mango, y como es ornitomorfa parece
representar la cabeza de un Psittacidae, un loro o algún espé¬
cimen similar. De sus partes, el Disco no está completo, fal¬
tando un pequeño trozo en la parte superior que forma el pico
de loro (como puede apreciarse en la figura). El Disco es un
poco más ancho que alto. El espesor no es parejo, porque el
disco es un poco más grueso en su unión con el mango y adel¬
gaza hacia el lado posterior superior. Las caras son suave¬
mente bruñidas. Presentan algunas líneas irregulares incisas
y sin orden en la parte más baja de ambos lados.
El Mongo de forma cilindrica, aunque achatado en las
partes en que va unido al disco, está completo, con una per¬
foración en el extremo inferior.
286 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N* 1, 1968
MEDIDAS: centímetros
Largo total . 11,2
Largo del mango. 5,7
Diámetro vertical de la cabeza o disco. 5,5
Diámetro transversal de la cabeza . 6,0
Diámetro del mango en la parte superior .... 3,0
Diámetro del mango en la parte inferior .... 2,5
Espesor del borde de la cabeza arriba. 1,8
Espesor del mango de la cabeza abajo. 2,5
gramos
Peso. 225
Hacienda San Agustín, 21 de octubre de 1966.
0tijurilo-Tobar, R.
DESCRIPCION DE TRES CLAVAS
287
DESCRIPCION DE TRES CLAVAS
Dr. ROBERTO GAJARDO-TOBAR
Estos enigmáticos objetos de piedra pulida, muy bien
labrada, a veces ricamente ornamentada, las clavas, constitu¬
yen un motivo de entusiasta atracción arqueológica.
La belleza así como la escasez de ellas y lo mucho que
hay que investigar acerca del tema les confiere mayor motivo
de interés.
Años atrás hemos descrito varias y hoy podemos agre¬
gar la reseña de tres más y la noticia de otras.
Estas hermosas piezas líticas han sido, incuestionable¬
mente, insignias de mando y símbolo en ceremoniales. Han
representado la imagen definida o estilizada de la cabeza de
un ave (Psittacidae), loro, o de un felino u otro animal.
Son piezas aplastadas lateralmente, labradas en varias
clases de piedras, finamente pulidas, constituidas por un dis¬
co y un mango. El disco lleva la imagen de lo que representa,
un ave o un animal. En el primer caso, en uno de los bordes
del disco se le ha hecho una escotadura, dándole el aspecto
de un pico de ave entreabierto. Sobre las dos caras del disco,
en la parte central, un círculo o dos, concéntricos, como finos
surcos diseñan los ojos, uno en cada cara, o bien han sido
tallados en alto relieve en la piedra misma.
Luego están los dibujos ornamentales, también surcos
excavados en la piedra, figuras probablemente simbólicas, en
ambas caras, que a veces se continúan en el mango.
El mango, destinado a dar posibilidad de asir la pieza,
cilindrico o cilindro)deo, a veces aplastado del lado de cada
cara como una lógica continuidad del objeto entero, tiene más
o menos la longitud de la mitad de la clava.
Lleva, el mango, en su extremo distal uno o dos agujeros
de calibre cilindrico que lo atraviesan de lado a lado, destina¬
dos a pasar por ellos una tira de cuero o fibras con el pro¬
pósito de poder colgarle a nivel de la muñeca de quien por¬
taba la clava. Cuando no hubo agujero, labraron en su lugar
un surco profundo para sujetar la cuerda. En ciertas ocasio¬
nes agujero y surco coexistieron.
ANALES DHL MUSLO DE HISTORIA NATURAL
N" 1 j 1968
Es importante señalar que en muchos casos el mango es
la imagen clara de un falo y puede que siempre lo simbolice.
Esto lleva a considerar la clava como insignia de mando y al
mismo tiempo como símbolo de algún especial ceremonial.
Como lo hicimos en nuestras descripciones anteriores,
consideraremos separadamente el disco o cabeza del mango
o cilindro. Hablaremos de caras, bordes y límites. Ahora,
como se trata de objetos pesados, debieron ser llevados con
la mano derecha, asidos por el mango y por lo tanto con el
disco hacia arriba. Por otro lado, representando un ave, la
escotadura debió ir hacia adelante, en consecuencia, esa parte,
que corresponde justamente al pico del ave o a la cabeza de
un felino u otro animal, lo consideraremos siempre como an¬
terior. La cara del disco que queda hacia afuera seguiremos
llamándola externa y la otra interna.
En algunos casos el disco es bastante circular, en otros
aplastado o elongado, con diámetro mayor horizontal o verti¬
cal, respectivamente.
Otro hecho de interés que debemos anotar es que pese
a la existencia de la escotadura que hace recordar el pico de
los Psittacidae, en muchas de las clavas, en el sitio más pro¬
minente de la escotadura, en lo que parece la parte superior
del pico, han dibujado con líneas que bordean la escotadura
otra imagen del pico de las aves y lo han ornamentado, me¬
diante líneas verticales o con triángulos como símbolo de
dentadura.
CLAVA ORNITOMORFA N v 1 (Láminas 1 y 2)
Es un hermoso ejemplar de forma un poco alargada en
el sentido vertical, porque el disco no tiene diámetros iguales.
Ha sido esculpido en diorita cuarcífera blanca con un leve
jaspeado de un tinte marmóreo casi transparente y con algu¬
nas manchas más oscuras. Lleva una pátina amarillenta coloi¬
de hoja seca. Representa la cabeza de un ave, bastante estili¬
zada. Como todas las clavas cefalomorfas se compone de un
disco y un mango. El disco presenta dos caras, una externa
y otra interna, un borde y una escotadura.
El disco tiene mayor diámetro vertical que horizontal de
manera que resulta alargado de arriba a abajo. El borde es
circular, mas delgado en la parte alta y se eng'ruesa hacia
(jtijardo-Tobar, lí.
DESCRIPCION DE TRES CLAVAS
289
abajo para unirse al mango, que es cilindroídeo. En la región
anterior lleva una escotadura, bastante amplia, cuyo extremo
inferior está por dentro del extremo superior.
El borde, como la pieza toda, es liso, brillante y muy
bien bruñido. En la parte más alta de su periferia hay un
surco de unos 60 mm. de largo por 1 mm. de ancho y 1/2 de
profundidad.
Como ya lo hemos dicho, considerando que la escotadura
de la clava haya sido llevada hacia adelante y la clava asida
por el mango con la mano derecha, distinguimos una cara ex¬
terna y una interna en el disco.
La cara externa, ligeramente convexa, igual que la inter¬
na, lleva en el tercio superior, más o menos equidistante del
borde del disco de la clava dos círculos concéntricos, de 20 y
10 mm., excavados en la piedra, estilizando el ojo del ave.
La superficie de la cara es bruñida, brillante y lleva muchos
dibujos trazados con algún instrumento capaz de incindir la
piedra.
En primer lugar, en la parte más eminente y anterior
del tercio superior del disco hay tres surcos paralelos que
imitan el pico del ave. Estos surcos van de adelante a atrás,
desde la periferia al interior por lo tanto son horizontales.
Entre ellos, del de arriba al del medio, y entre éste y el de
abajo, hay 18 líneas verticales, respectivamente, simulando
dientes.
La cara está adornada con cuatro surcos en zig-zag. Por
detrás del ojo hay dos: uno vertical posterior y otro más
cerca del ojo, que habiendo zigzagueado de abajo a arriba en
toda la superficie de la cara tuerce en la parte superior y
paralelo al borde llega casi al extremo del pico. Las otras dos
líneas son verticales, una por debajo del ojo y otra por detrás
de la escotadura. Hay que hacer notar que inmediatamente
bajo el ojo hay un dibujo con dos líneas cortas paralelas ver¬
ticales y dos horizontales que forman un II romano.
La otra cara del disco, interna en este caso, tiene iguales
dibujos que la anterior. Difiere sólo en que los círculos que
estilizan el ojo son un poco mayores, en que las líneas verti¬
cales que simulan dientes son 22 arriba y 16 abajo, y en que en
el extremo central del dibujo del pico del ave y el ojo hay
otra línea en zig-zag, que se eleva hasta casi tocar el surco
curvo paralelo al borde superior del disco. Además en la parte
290 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N" 1, 1968
LAMINA 1
Gajardo-Tobur, R.
DESCRIPCION
DE TRES CLAVAS
LAMINA 2
292 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N“ 1, 1968
más alta de esta cara y hasta el borde hay una saltadura
antigua producida por algún golpe.
El mango cilindroídeo, un poco más grueso en la unión
con el disco, presenta allí tres surcos en cinturón en torno a
él, paralelos, el primero de los cuales, en la cara interna es
menos marcado.
El extremo del mango termina en un engrosamiento en
botón, circundado por un surco marcado. Está allí la consa¬
bida perforación que lo atraviesa de parte a parte, con la
insólita condición de tener otra abertura, casi en el extremo
terminal, comunicada con la primera en ángulo recto.
El mango está también ornamentado con una serie de
líneas angulosas que dan la vuelta en torno a él formando
una cadena irregular, naturalmente incisa, como todos los
dibujos de la clava.
A nivel del mango hay, en el tercio medio, de la cara
interna, una saltadura lineal atravesada, probablemente no
muy antigua y, por el mismo lado una más pequeña. Casi en
el tercio inferior del mango se ve, íntimamente adherida a
él, una substancia terrosa color habano.
Las medidas son: mm.
Largo total .. 210
Largo del mango.. 100
Diámetro vertical de la cabeza .............. 110
Diámetro transversal de la cabeza, a nivel del pico 95
Id., a nivel de la parte inferior de la escotadura 85
Extensión de la escotadura. 50
Periferia del disco .. .. 285
Diámetro de los círculos que representan el
ojo • .20 x 19 y 15 x 14
En la otra cara. 18 x 17 y 10 x 9
Espesor del disco, arriba ... .. 16
Espesor del disco, abajo ... 28
Espesor de la escotadura, arriba. 10
Espesor de la escotadura, abajo . 30
Hondura de la escotadura. 26
Espesor máximo de la cabeza. 35
Ancho del mango en su parte superior. 40
Ancho del mango en su parte inferior. 33
Diámetro de la perforación lateral.15 x 12
Gajánio-Tobar, R.
DESCRIPCION DE TRES CLAVAS
Diámetro de la perforación lateral. 13 x 15
Diámetro de la perforación terminal. 13
Periferia del mango junto al disco . 128
Periferia del mango en el medio . 120
Periferia del mango abajo. 115
grs.
Peso . 750
Pertenece esta clava a la colección del Dr. Hernán San
Martín.
Fue adquirida en Iquique, comprada a un particular. Se
ignora dónde fue encontrada y cómo la llevaron a esa ciudad.
Debemos al Dr. San Martín nuestro reconocimiento por
habernos permitido hacer esta descripción, tomar las medi¬
das y fotografiar la pieza.
CLAVA ORNITOMOPvFA N* 2 (Láminas 3 y 4)
Es una pieza arqueológica de una belleza incomparable,
finamente trabajada en diorita marfileña, exquisitamente
ornamentada, bruñida y brillante.
El disco o cabeza es casi perfecto, con ambas caras sensi¬
blemente iguales, convexas, eminentes en el centro, declinan
con mucha suavidad sus paredes hasta rematar en el borde
que es parejo. Los ojos están constituidos por dos superficies
discoidales bastante salientes. La escotadura es admirable¬
mente pareja, un sacado perfectamente circular abierto por
una angostura hacia el exterior, de manera que el extremo
superior del pico encurvado pasa por delante del extremo in¬
ferior que es más pequeño y grueso.
Las caras están elegantemente adornadas con pequeños
círculos incisos, centrados por un punto, dispuestos en líneas
que irradian desde el borde de la escotadura hasta el borde
externo de la clava.
El diámetro de estos circulillos varía entre 3 y 7 mm. En
la cara externa de la clava hay 87 y en la interna 95. En la
cara externa, a nivel del borde inferior del pico hay unas
líneas cruzadas que recuerdan remotamente una dentadura.
El mango cilíndroídeo, de aspecto fálico, bien pulido,
adelgazado en el extremo distal, lleva allí un agujero muy
bien calibrado, cilindrico. En la parte anterior del mango hay
294 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N" 1, 1968
LAMINA 3
Gajarüo-Tobar, R
DESCRIPCION DE TRES CLAVAS
29G
LAMINA 4
2í)ü
ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N" J, J ( jí>8
ornamentación. Entre el mango y el disco hay un surco pro¬
fundo que lo circunda. Poco por arriba del agujero hay o ti o
surco, incompleto.’ ' 1
La ornamentación del mango consiste en líneas verti¬
cales de 70 mm. de longitud, en la parte anterior de él como
ya hemos dicho, paralelas, una simple en el lado exterior, una
doble al centro y otra doble en la cara interna. Apoyados en
la línea externa hay tres triángulos y cuatro basados en la
línea doble, de manera que sus vértices vienen a quedar entre
los triángulos del otro lado. Cada triángulo está cruzado por
líneas paralelas a sus lados de modo que entrecruzándose for¬
man cuadraditos pequeños.
Al otro lado de la línea doble anterior del mango hay
iguales adornos. La longitud de las líneas verticales es de
70 mm. y el ancho de los espacios entre ellas, con los trián¬
gulos, de 10 mm.
En el mango hay algunas saltaduras muy antiguas. Las
medidas son:
mm.
Largo total.. .. - 250
Largo del disco. 137
Largo del mango. 113
Diámetro mayor del disco o cabeza a nivel del ex¬
tremo del pico. 135
Diámetro a nivel del borde inferior del pico .... 115
Diámetro a nivel del fondo de la escotadura .... 75
Abertura externa de la escotadura . 10
Abertura interna de la escotadura. 35
Hondura desde afuera . 60
Hondura desde el interior. 40
Diámetro de los círculos oculares. 20
Iguales a los dos lados. Eminencia . 3
Diámetro de los cir culi líos ornamentales .3 a 7
Diámetro del mango en la unión con el disco ... 50
Diámetro en el extremo inferior. 35
Diámetro del agujero. 10
grs.
Peso de la clava. 1.200
Esta clava era de la familia Morrison y fue adquirida
en la casa de un inquilino de un fundo de Casablanca en 10
Gajimlo-Tobar, R.
DESCRIPCION DE TRES CLAVAS
297
pesos, hace muchos años, durante una cacería. Había sido
encontrada allí en el desarrollo de trabajos agrícolas. Pasó
como obsequio y luego herencia a varias personas relaciona¬
das entre ellas. Ultimamente fue vendida en un remate en
Vina del Mar y la compró Dn. Nazario Martínez, en un ele¬
vado precio. La guarda celosamente en su poder.
Agradecemos a Dn. Manuel Blanco la oportunidad que
nos brindó de haberla podido estudiar, antes de ser subas¬
tada.
Es muy interesante señalar que esta clava proviniese de
Casablanca, porque con ella tenemos dos de ese lugar. Por
otra parte, próximamente el Conservador del nuevo Museo
de Concepción, Dn. Eduardo Brousse, va a describir una cla¬
va muy hermosa de 250 mm. de alto y 1.250 grs. de peso, que
posee el Museo, de la cual hay una reproducción en yeso en
el Museo Histórico Nacional de Santiago, clava que fue encon¬
trada en el cerro Orozco de Casablanca hace muchos años. Con
ésta serían tres las de Casablanca. La primera la describimos
en 1937 en la Revista Chilena de Historia Natural. Sabemos,
además, que ésta que hoy reseñamos tiene otra gemela, que
anda perdida, y sospechamos que “una clava cefalomorfa más"
que publicamos en el Boletín 8 de 1956, del Museo de La
Serena, cuyo origen se desconoce, puede ser de Casablanca
también, porque sus primeros dueños tuvieron relación con
esa zona.
CLAVA ORNITOMOEFA N’ 3 (Láminas 5, 6 y 7)
Es una interesante pieza de diorita cuarzosa color haba¬
no tenue, jaspeada, con un tinte ahumado hacia el pico y ama¬
rillento achocolatado por el mango. Piedra pesada, de tona¬
lidades irregulares y de composición dispareja.
Perfectamente ornitomorfa, de tamaño mediano, presen¬
ta poca ornamentación, a saber: Una acentuada escotadura
a nivel de la parte anterior; una línea incisa, que en la cara
externa diseña la abertura del pico del ave cruzada por otra
línea, de igual carácter, que hace triángulos hacia arriba y
hacia abajo simulando una dentadura, y en la cara interna
sólo un línea levemente curva; en el centro del disco la cir¬
cunferencia que circunda la imagen ligeramente eminente del
ojo, igual en ambas caras.
298 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N* 1, 1968
Gajardo-Tobar, lí.
DESCRIPCION DE TRES CLAVAS
29 9
El mango termina en forma abotonada, adelgazada. Lo
más interesante es la existencia ,en el borde inferior de la
escotadura, de una ranura media, vertical, todo lo largo de la
eminencia inferior a él, con 15 mm. de largo, 3 mm. de pro¬
fundidad y 5 mm. de anchura.
Hay en ambas caras del disco algunas saltaduras.
Las medidas son: mm.
Largo total de la clava... 160
Diámetro vertical del disco. 85
Diámetro horizontal del disco frente al pico .... 97
Diámetro horizontal del disco frente a la parte
inferior del pico. 70
Id. frente a la escotadura. 70
Circunferencia del ojo. 20
Relieve del ojo . 1
Línea del dibujo del pico. 40
Largo de la escotadura. 40
Profundidad de la escotadura. 20
Espesor del borde del disco, arriba . 10
Id. frente al pico. 15
Espesor de la escotadura, arriba. 30
Espesor de la escotadura, abajo. 20
Largo del mango. 75
Ancho del mango, arriba. 40
Ancho del mango, abajo. 35
Circunferencia del mango a nivel del disco .... 120
Id. en el extremo inferior. 110
Espesor del mango en el extremo. 25
grs.
Peso de la clava . 700
Esta clava está en el Museo de Hualpén, en Concepción,
pertenece a una colección comprada a una familia de origen
alemán, que la había conservado desde el siglo pasado hasta
1940. Procede de los alrededores del lago Lanalhue, cerca de
Contulmo (Arauco).
Agradecemos al Dr. San Miaitin las infoimnciones que
nos diera acerca de ella.
300 ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N" J ,1.008
NOTICIAS DE OTRAS CLAVAS
Fuera de los datos que damos con las descripciones que
hoy presentamos, podemos adelantar que Dr. Eduardo Brous-
se hará la reseña de tres clavas que posee el nuevo Museo de
Concepción.
Dn. Dillman S. Bullock que ya ha publicado acerca de
tres hermosas piezas que posee en el Museo de Angol proce¬
dentes de Temuco, Ercilla, Angol, describirá próximamente
sobre tres elementos más, un disco ornitomorfo de Lautaro,
un mango también de Lautaro y una clava en elaboración de
San Carlos de Purén.
Sabemos que el Sr. Reccius, en Valdivia, posee dos, y en
Los Vilos el Sr. Raúl Bahamondes tiene una. Se nos ha comu¬
nicado que en Puerto Montt hay otro ejemplar.
Las no publicadas de Temuco las reseñó el Sr. Looser,
y las de La Serena, el Sr. Iribarren.
BIBLIOGRAFIA
(1) BULLOCK, D. S.: ‘‘Tres clavas líticas cefalomorfas”, Bol. Soc.
Biología de Concepción, T. 31, págs. 185-193. 1956.
(2) GAJARDO-TOBAR, R.: “Descripción de una clava cefalomorfa
de piedra, encontrada en Casablanea”, Revist. Chil. Hist.
Natur., Año XLI. 1937.
(3) — “Una clava cefalomorfa más”. Bol. N 0 8, 1956, del Mu¬
seo La Serena.
(4) — “Clava cefalomorfa de Petorea”, Revista Universitaria,
43: 129-131. 1958.
(5) LOOSER, G. : “Otras dos clavas-insignias de piedra de la Arau-
canía”, Rev. Universitaria, Año 44. 1960.
(6) LATCIIAM, R. E.: “Diversos tipos de insignias líticas halladas
das en el territorio chileno’’, An. Museo Nacional de
Buenos Aires, T. 20: 131-146. 1910.
(7) MEDINA, J. T.: “Los aborígenes de Chile”, págs. 366-67, Stgo.
1952.
(8) REED, C. S.: “Descripción de insignias líticas chilenas”, 1924.
(9) RENGIFO, R.: “Origen de los Cetros en Chile”, Zig-Zag, A
XIV, N* 717. Nov. 16-1918.
(10) SCHOBINGER, J.: “Las clavas insignias de Argentina y Chile”,
Runa, Yol. 7, 2® parte.
NOTA DE LA DIRECCION DE ANALES
301
NOTA DE LA DIRECCION DE ANALES
Para un museo es de vital importancia poseer un órgano
de publicidad, mediante el cual se den a conocer los trabajos
que allí se realizan, los estudios que hagan sus miembros, los
adelantos que se vayan consiguiendo en el cotidiano batallar
por una permanente superación . Un portavoz que, al mismo
tiempo que haga labor de difusión, contribuya a estimular a
los que aman las disciplinas científicas y se hallan aislados
sin saber a donde recurrir para conseguir orientación en síes
búsquedas.
El Museo de Historia Natural de Valparaíso por mucho
tiempo deseó revivir la época en que el Dr. Carlos E. Porter
publicaba su Revista Chilena de Historia Natural y el Boletín
del Museo. Desgraciadamente no hubo la posibilidad econó¬
mica de hacerlo.
Por otro lado, en la Sociedad Científica de Valparaíso,
por largos años advertíamos la necesidad de tener una publi¬
cación anual donde fuese posible difundir muchos excelentes
trabajos de sus socios que, sin ella, debieron permanecer, co¬
mo esfuerzo inexistente, en los archivos.
Es cierto que la Sociedad publica un Boletín Informativo
mensual, pero este es sólo un mecanismo para dar a conocer
a sus socios las actividades de la misma. Unas pocas hojas
mimeografi a das.
Estudiosos de Ciencias Naturales, Astronomía y Arqueo-
logía tampoco tenían donde recurrir para hacer publicar el
resultado de sus esfuerzos y desvelos en el campo de las cosas
científicas, en nuestras Provincias de Valparaíso y Aconcagua.
Pensando en todo esto, muchas veces propusimos a dife¬
rentes entidades, docentes, científicas e industriales de la zona,
la idea de publicar unos anales que reflejaran la labor de la
gente estudiosa, en los capítulos ya señalados. Siempre hubo
inconvenientes, más o menos justificados, para hacerlo, dado
el tipo de trabajo de las instituciones a las que acudimos.
Entonces fue envendo, de común acuerdo con la señora
Nina Ovalle, Conset radora del Museo de Historia Natural, y
Don Alvaro Valenzucla, Presidente de la Sociedad Científica,
se nos ocurrió lo más ■razonable de iodo, vale decir, dirigirnos
a la Dirección General de Bibliotecas, Archivos y Museos, don-
302
ANALES DEL MUSEO DE HISTORIA NATURAL N v 1 , 19G8
de Dn. Roque Esteban Scarpa con su extraordinaria compren¬
sión de los asuntos de sus reparticiones, su clarividencia y la
magnífica concepción de la obra de enseñanza, difusión y estí¬
mulo que le cabe a Museos y Bibliotecas, nos dio su apoyo y
concedió al Museo de Historia Natural de Valparaíso los me¬
dios y el derecho para publicar anales, tal como lo deseábamos
y necesitábamos.
Este es el origen de esta publicación y mediante ella el
Museo queda tutelando y acogiendo la obm de todos aquellos
hombres que decididamente amen las ciencias y se sacrifiquen
por ellas.
Debemos dejar establecido que nuestros primeros deseos
fueron traer a Valparaíso, de nuevo, la Revista Chilena de
Historia Natural, que en este Museo naciera en 1897, para
convenirla otra vez en el órgano de publicidad de él, pero
fue imposible conseguir un acuerdo con stis actuales poseedo¬
res. En vista de eso fundamos los “Anales”.
Agradecemos a Dn. Roque Esteban Scarpa su decidido
apoyo, sin el cual nada se hubiera podido hacer; señalamos
nuestro reconocimiento a la Srta. Julia Pérez por sus bonda¬
dosos consejos y expresamos nuestra gratitud a todos los
estudiosos que nos han concedido su cooperación.
Destacamos la contribución de Dn. Guillermo Garnham
en atinadas indicaciones; nos sentimos muy obligados ante
Dn. Pedro Neira Molina, que nos hizo posible editar “Anales”
en las Prensas de la Universidad de Chile en Valparaíso, así
como agradecemos la excelente y abnegada labor de los Sres.
Guillermo Marino Carvelli, Ventura Córdova Contreras y per¬
sonal de la Imprenta en los traba jos de impresión.
Dr. Roberto Gajardo-Tobar
toevAi